Suellen O'Hara.
Segunda de las hijas de los O’Hara, bautizada como Susan
Elinor. Como Carreen, también ella era buena alumna de las enseñanzas de Ellen
y Mammy, mucho más que Escarlata. Suellen deseaba ante todo aparecer siempre
atractiva y contar con tantos admiradores como su hermana mayor, con la que
acostumbraba mantener discusiones y pequeñas peleas que con el paso de los años
se harán mucho más graves.
Suellen mantenía relaciones más o menos serias con Frank
Kennedy y no soportaba las bromas sobre la indecisión de su cortejador, que
todavía no había hablado con Gerald sobre sus intenciones, aunque todos
suponían que acabarían por casarse.
La joven cae enferma de tifus y sobrevive para encontrarse
bajo el mando directo de Escarlata, que está dispuesta a que todos, sin
excepción, trabajen en Tara. La “señorita Remilgos”, como la llama la hermana
mayor en varias ocasiones, se niega a realizar tareas que considera degradantes
para una señorita, lo que le proporciona la amenaza de unas cuantas bofetadas
por parte de Escarlata, promesa que se hará realidad más adelante. Suellen no
duda en fingir un desmayo para librarse de recoger el algodón, pero no consigue
engañar a Escarlata.
Suellen no podía soportar la pobreza a la que la familia se
ha visto abocada, y su mayor placer era comprobar que el resto del Condado se
encontraba en igual o peor situación que los O’Hara. El fin de la guerra le
permite visitar a los vecinos y las localidades de Jonesboro y Fayetteville,
para recoger sus imprescindibles cotilleos y alardear ante los que ignoraban
cómo se vivía en la plantación.
Las relaciones entre las hermanas se agravan cuando
Escarlata se casa con Frank Kennedy mediante un engaño. Suellen no le perdona
esa jugarreta, sobre todo porque se considera demasiado mayor para tener más
pretendientes y ha de quedarse en Tara en lugar de trasladarse a Atlanta y
poder gozar de los lujos que supone disfruta la gente de la ciudad.
Ese afán por recuperar algo del antiguo esplendor la lleva a
planear que Gerald pida una indemnización alegando que ninguno de los de Tara
había luchado en la guerra en contra de la Unión; las visitas a los Hilton le
dan la idea de convencer al anciano de que Ellen, desde donde quiera que
estuviera, no aprobaría que Gerald dejase morir de hambre a su familia.
Pero su plan falla en el último momento, y todo el Condado
se entera de que Suellen ha roto el sólido frente que los sudistas presentaban
a los vencedores.
Para evitar que los vecinos la traten como a una leprosa
social, Will Benteen se apresura a pedir su mano, porque los Wilkes tienen
previsto marcharse y Carreen va a tomar los hábitos:
“Susele no es tan mala como usted se imagina, Escarlata. Creo que nos entenderemos muy bien los dos. Lo que necesita Susele es un marido e hijos. Al fin y al cabo, eso es lo que todas las mujeres necesitan”.