jueves, 31 de julio de 2008

La comedia romántica mira al melodrama

Sleepless in Seattle (Algo para recordar, 1993) sirvió para renovar el interés por una historia melodramática (de las de varios pañuelos por visionado) que ya había sido llevada al cine en dos ocasiones por el mismo director: Leo McCarey dirigió primero la excelente Love Affair (Tú y yo, 1939) y luego repitió con la desigual pero no menos recomendable An Affair to Remember (Tú y yo, 1957). La película de los 90 revivió la idea del Empire State como lugar de cita para las parejas… y alentó un segundo remake sobre el que correremos un misericorde velo.

Además de ser un homenaje a estos largometrajes, pero sin alcanzar su altura, Algo para recordar contiene una referencia a Lo que el viento se llevó, que es lo que nos interesa:

Walter, el prometido de Annie, la protagonista (que se creía muy feliz con Walter hasta que el destino en forma de niño salvador de triste padre viudo interviene, mezclado con unas gotas de McCarey y un programa de radio), la sorprende en el trastero. Es un lugar muy apto para las confidencias sobre los vaivenes del corazón: "La señorita Escarlata en el escobero y con la radio." (“Miss Scarlett. In the broom closet. With the radio.”)

miércoles, 30 de julio de 2008

Selznick compra "Lo que el viento se llevó"

Selznick tomó la decisión de comprar los derechos de adaptación al cine de Lo que el viento se llevó en la primera semana de julio de 1936, pero el contrato no se firmó hasta el 30 de julio.

Margaret Mitchell se había tomado unos días de descanso y no estaba en Atlanta, a donde Macmillan había enviado los papeles. Su esposo, John Marsh, los revisó en cuanto llegaron con su puntillismo habitual y descubrió dos cosas que no iban a gustarle a Margaret: una vez firmado el contrato, no tendría derecho a aproba el guión ni a vetar cualquier variación que el estudio considerara oportuna con respecto a la novela.

Mitchell no tenía intención de inmiscuirse en el trabajo de otros, ni de escribir el guión o participar en la selección de los intérpretes, pero quería que Selznick le garantizara que la película iba a ser fiel al libro en cuanto a los acontecimientos históricos, el final, la personalidad de los personajes y los acentos que empleaba cada uno de ellos…

El padre y el hermano de Margaret, que eran abogados, revisaron también el contrato, pero las objeciones con las que la escritora viajó a Nueva York a finales de mes no prosperaron y Mitchell, aunque dedició vender los derechos a Selznick tal y como había acordado la agente contratada por Macmillan, también resolvió desde aquel mismo momento que no tendría nada que ver con la película y que la responsabilidad de cualquier cambio, error o fracaso del producto final sería de Selznick, extremo que no se olvidó de remarcar en numerosas ocasiones. Ella les había advertido de que la novela era imposible de adaptar y, ya que no habían aceptado sus condiciones, se desentendía de los problemas que pudieran tener.

El precio de venta fue de 50.000 dólares, la cifra más alta pagada hasta entonces por el cine por la primera novela de un escritor desconocido, pero Margaret Mitchell sólo recibió 45.000: Macmillan y la agente Annie Laurie Williams, a la que Margaret guardaba pocas simpatías, se repartieron la comisión por la gestión.

martes, 29 de julio de 2008

William Cameron Menzies, diseñador de producción

Selznick deseaba contar con los servicios de alguien que coordinara el aspecto global de la película, su diseño y su color y que tuviera una visión de conjunto de cómo debía verse Lo que el viento se llevó.

El elegido fue William Cameron Menzies, que aportó tanto a GWTW que mereció que se creara un cargo especialmente para él: el de diseñador de producción; no es que sus tareas no existieran antes como tales, de hecho Menzies había realizado funciones parecidas en el pasado, aunque no a esta escala, pero Selznick quiso premiar los esfuerzos de la persona que había actuado casi como un “productor ejecutivo” en la película, y que sólo tenía que responder ante él.

Entre el baile de directores, guionistas y directores de fotografía, el referente aprobado por Selznick para todos fue el concepto de Menzies y, a pesar de las desviaciones, fue el ancla que mantuvo coherente la película.

Menzies, que nació en Connecticut el 29 de julio de 1896, se había convertido ya en uno de los más influyentes talentos visuales de la industria cinematográfica americana.

Había comenzado su carrera como ilustrador publicitario y trabajado en algunas películas cuando le cautivó la idea de diseñar The Thief of Bagdad (El ladrón de Bagdad, 1924), que preparaba Douglas Fairbanks. Consiguió convencer al astro del cine mudo de que su juventud no era obstáculo para realizar un gran trabajo como director artístico, presentándole una serie completa de dibujos en los que había plasmado su concepto visual de la película, lo que luego sería llamado story-board.

Fairbanks aceptó y Menzies comenzó así su prestigiosa carrera. Director de Chandu the Magician (Chandú, 1932), Things To Come (La vida futura, 1936), Invaders from Mars (Invasores de Marte, 1953)..., fue también guionista, director artístico y creador de decorados, y participó asímismo en las facetas de producción de The Adventures of Tom Sawyer (Las aventuras de Tom Sawyer, 1938), The Thief of Bagdad (El ladrón de Bagdad, 1940), Spellbound (Recuerda, 1945), Duel in the Sun (Duelo al sol, 1946), Around the World in Eighty Days (La vuelta al mundo en 80 días, 1956)...

Sus carencias en la dirección de actores las suplía su dominio de los aspectos visuales, ya fuera para la creación de mundos imaginarios o fantásticos o para recrear un lugar o una época. Menzies trabajó en casi todos los géneros en una u otra posición dentro del departamento artístico a lo largo de su amplia carrera, desde el silente hasta los grandes espectáculos y los efímeros ensayos en 3 dimensiones de los 50. Falleció en 1957.

En GWTW, donde se requirieron sus servicios a mediados de 1937, realizó con su equipo miles de dibujos que detallaban los decorados, encuadres y posiciones de la cámara, dirigió varias secuencias, entre ellas la del “incendio de Atlanta”, que había diseñado con Klune y Wheeler, y también trabajó en los decorados con Cosgrove; actuó, en fin, como aglutinador de toda la parte artística de la película, consiguiendo dar unidad a las distintas secuencias a través de su concepción y uso dramático del color, como se hizo notar en el premio especial que la Academia le concedió por su trabajo en Gone With the Wind.

lunes, 28 de julio de 2008

Siesta en Doce Robles

Tras haber pellizcado unos bocados de la suculenta barbacoa, era de rigor que las señoras se retiraran a descansar y a cuidar su belleza para lucir esplendorosas en el baile de la tarde, mientras los hombres, que se supone no se descomponían por nada, charlaban de "sus cosas" y reducían las existencias de la bodega de los Wilkes.

Era el momento de la siesta, cuando el día se hacía más caluroso y lo más apropiado era refugiarse en la penumbra de las habitaciones.
Esta perezosa secuencia de Lo que el viento se llevó, con varias señoritas en paños menores (menores para aquella época, claro está) acostadas en cada cama, está acompaña en la banda sonora por una pieza que Steiner escogió con gran tino: Sweet and Low; Joseph Barnby puso música en 1863 a un poema de Lord Tennyson de 1847, que no es otra cosa que una nana:

Sweet and low, sweet and low
Wind of the western sea;
Low, low, breathe and blow,
Wind of the western sea;
Over the rolling waters go
Come from the dying moon, and blow,
Blow him again to me,
While my little one, while
My pretty one sleeps.

Sleep and rest, sleep and rest
Father will come to thee soon;
Rest, rest, on mother's breast,
Father will come to thee soon;
Father will come to his babe in the nest,
Silver sails all out of the west,
Under the silver moon,
Sleep my little one, sleep,
My pretty one, sleep.

(Suave y lento, suave y lento
Viento del mar del poniente;
Despacio, despacio, sopla y sopla
Viento del mar del poniente;
Ven por encima las aguas rodantes
Ven desde la luna menguante y sopla
Sóplalo hacia mí de nuevo,
Mientras mi pequeño, mientras
Mi tesoro duerme.
Duerme y descansa, duerme y descansa
Papá pronto volverá.
Descansa, descansa en el pecho de mamá,
Papá pronto volverá;
Papá regresará a su niño en el nido,
Velas de plata en el poniente,
Bajo la luna de plata,
Duerme, mi pequeño, duerme,
Precioso mío, duerme.)

domingo, 27 de julio de 2008

"Algo virginal"

Escarlata debía empezar la película tal y como Margaret Mitchell describía su atuendo en la novela: con el vestido que luego lleva a la fiesta en Doce Robles.

Pero Selznick pensó que sería mejor reservar esta creación de Plunkett para las secuencias posteriores, y, además, quería acentuar la inocencia de la joven Escarlata al comienzo de la historia. Por eso, aunque en los primeros planos rodados de Lo que el viento se llevó Vivien Leigh lucía el vestido de la barbacoa, el productor encargó a su diseñador de vestuario que le proporcionara “algo virginal” para volver a filmar la escena del porche, el encuentro con Gerald y la oración en familia.

El coste de esta adición al guardarropa de Escarlata O’Hara fue de 300 dólares y dio como resultado un magnífico modelo: El cuerpo está formado por diferentes bandas de muselina blanca que se alternan, porque unas llevan bordados crewel en forma de pétalos; el escote en forma de “v” (muy apreciado por Plunkett) llega hasta la falda y se abrocha con 23 botones de la misma tela; las mangas son cortas y abultadas y están rematadas con encanje blanco, con tres frunces también rematados del mismo modo.

La falda es amplia, de muselina blanca, con ocho volantes escalonados, cada uno de ellos bordeado de encaje. En la cintura, un banda de terciopelo rojo con una hebilla de hueso blanco. Escarlata lleva un alfiler en el cuello que lo mantiene levantado, y se adorna la cabeza con dos lazos de terciopelo rojo.

sábado, 26 de julio de 2008

Peinados para todos

El Ashley de la novela lucía un bigote rubio, más largo durante la guerra, que se perdió en la traslación a la pantalla de Lo que el viento se llevó. También las barbas con que regresaba de la contienda fueron suprimidas.

El característico apéndice capilar de Clark Gable, que no se dejó crecer el actor en sus primeras películas, se adaptaba muy bien al descrito por Margaret Mitchell para Rhett: negro, recortado y tupido, le producía cosquillas a Escarlata cada vez que la besaba.

En materia de barbas, la escritora las reserva para los soldados en campaña o en el hospital o bien para los hombres de cierta edad, como Frank Kennedy, que tiene la costumbre de mordisquear su rojizo bigote y acariciarse y tirarse de la barba color jengibre, que se veteará poco a poco de gris. También lucía unas patillas sobresalientes.

Rhett bromea en el bazar sobre la “barba de chivo” del doctor Meade, gris como la de Archie (el ex presidiario que acoge Melania y que sirve de cochero a Escarlata), mucho más larga y patriarcal.

En general, la película respeta en lo posible la moda de la época en lo que se refiere al cabello masculino, que por entonces no ofrecía mayor complicación que llevarlo corto, limpio, alisado y con la raya perfectamente trazada. Se permitían patillas, barbas y bigotes siempre que estuvieran bien cuidados, y un sombrero era de rigor.

Por supuesto, el departamento de peluquería de Gone With the Wind tuvo que esmerarse para las secuencias durante la guerra y posguerra, puesto que los soldados no tenían mucho tiempo para atildarse, y las privaciones y los años debían mostrarse, aunque no fuera con el "realismo" al que ahora estamos acostumbrados los espectadores.

Un mechón fuera de lugar, unas canas, unos cabellos enmarañados, barbas de unos días... bastaban para apreciar el contraste con la elegancia de los caballeros que vemos en la barbacoa de los Wilkes, pero recordemos que todos y cada uno de los que aparecían cerca de la cámara debieron pasar por el sillón de peluquería y maquillaje, y que hubo que diseñar peinados para todos...

viernes, 25 de julio de 2008

Un acercamiento a George Cukor

El escritor, crítico y cineasta Augusto M. Torres dedica uno de sus libros, George Cukor, al primer director de Lo que el viento se llevó, y nos acerca, aunque sea brevemente, a la vida y carrera del amigo de Selznick, reemplazado por Fleming a los pocos días de empezar el rodaje.

Aunque no logró figurar en los créditos, el trabajo de Cukor, que estuvo en contacto con la película durante más de dos años, dejó su impronta en el producto final y, ya apartado de GWTW, ayudó a moldear las interpretaciones de Leigh y de Havilland con sus consejos a escondidas.

El libro de Torres es el primero sobre Cukor publicado en España y reivindica a un director criticado por su falta de estilo propio (a simple vista), consciente siempre de su herencia teatral para lo bueno y para lo malo en lo que se refiere al lenguaje y los usos cinematográficos, pero imprescindible a la hora de hablar del cine clásico.

Es cierto que Cukor carecía de la "personalidad" de un Ford o un Hawks, y Torres nos ayuda a colocarlo en el lugar importante que le corresponde, tanto a través de sus logros como de sus relativos fracasos, de los proyectos fallidos, las películas que nunca llegaron a ser y los encargos en los que le embarcaba el sistema de estudios.

Contamos, por supuesto, con unos párrafos dedicados a su participación en Lo que el viento se llevó; con la amplia perspectiva que nos ofrece el autor, queda poco menos que convertida en una nota al pie en el historial del director; no debemos olvidar que su despido de la película sucedió en 1939 y la última cinta dirigida por Cukor data de 1981; desde luego, el incidente de GWTW no arruinó su carrera.

jueves, 24 de julio de 2008

Los jardines de Doce Robles

Los magníficos jardines de Doce Robles que vemos en Lo que el viento se llevó no estaban en Georgia, sino en Pasadena, California, a unos cincuenta kilómetros de Los Angeles.

También se los ha llevado el viento: Ya no existe como tal el lugar de rodaje de exteriores de cintas como Las aventuras de Robin Hood (el concurso de tiro), Ciudadano Kane, Murieron con las botas puestas o Sucedió una noche (tampoco aquí Gable alcanza apenas a pisar el césped de la opulenta mansión del padre de Ellie, como tampoco hay metraje oficial de Rhett en los jardines de la casa de los Wilkes).

Durante los años 20, 30 y 40 Hollywood enviaba a menudo sus segundas unidades a rodar a los jardines de la casa construida por Adolphus Busch, cofundador del imperio cervecero Anheuser-Busch. Era la “casa de invierno” de la familia y sus jardines sobre el cañón Arroyo Seco se extendían por kilómetros de senderos entre fuentes, estanques, decenas de especies vegetales y animales y esculturas de personajes de cuentos clásicos. El diseño se encargó alrededor de 1903 al arquitecto Robert Fraser.

Los Busch Gardens fueron parcelados y vendidos en 1941, después de que se ofrecieran a la ciudad para parque público en dos ocasiones, pero el gobierno local de Pasadena decidió no tomar ese acuerdo.

Los terrenos donde Escarlata coqueteaba con un puñado de pretendientes, con la vista fija en Ashley y Melania, que paseaban su amor y sus temores de perder su mundo están hoy ocupados por propiedades privadas, aunque guardan vestigios de aquel conjunto que era toda una atracción turística, hasta el punto de que el ferrocarril les dedicó una parada propia.

miércoles, 23 de julio de 2008

Todo el mundo quería ver "Lo que el viento se llevó"

The Last Night of Ballyhoo es una obra de teatro que comienza en Atlanta la tarde del estreno de Lo que el viento se llevó, y los miembros de la familia judía protagonista no se pierden la película mientras se preparan para Ballyhoo, el mayor acontecimiento social del año: un baile muy formal en el Standard Club.

Alfred Uhry, autor de la obra Driving Miss Daisy (Paseando a Miss Daisy) y varios guiones, se basó en las historias que oía en su propia familia sobre aquella turbulenta época, pues no hay que olvidar que Hitler acababa de invadir Polonia y la diferencia de clases (por raza, religión, cuestiones económicas...) alzaba en el país imponentes barreras que todavía no se han superado del todo.

La obra fue escrita para las actividades que se programaron para complementar la celebración en Atlanta de los Juegos Olímpicos, en 1996. Uhry retrocedió en el tiempo hasta encontrar el último momento en el que la ciudad había ocupado la atención mundial, en diciembre de 1939, con el estreno de GWTW, y decidió tomar esa fecha como punto de partida.

En el texto de The Last Night of Ballyhoo encontramos, por supuesto, varias referencias a la película: la joven Lala Levy le comenta a su madre que Lo que el viento se llevó era "como un sueño", a lo que la señora Levy, muy práctica, replica: “Los sueños no duran cuatro horas”.

Lala no duda en volver a sala para repetir la experiencia, aunque a la vuelta discuta con su acompañante Boo, que se pregunta si es que Rhett y Escarlata habían hecho algo diferente a la primera vez, porque entonces debió de perdérselo. “Nadie puede captar toda una obra maestra la primera vez”, responde Lala, “Esta noche he aprendido mucho. Podría verla mil veces”.

No cabe duda de que Lala es una Windie de la primera hornada, porque no es capaz de vencer la tentación de robar una de las fotografías publicitarias del vestíbulo del Loew’s Grand: “¡No es una “estúpida fotografía”! ¡Es Escarlata con el vestido de la barbacoa! ¡Es magnífica!”.

martes, 22 de julio de 2008

Monte Westmore, maquillaje

El máximo responsable del maquillaje en Lo que el viento se llevó, Montague George Westmore, nació el 22 de julio de 1902 en la isla de Wight, en Inglaterra.

Era el hijo mayor de George Westmore, que fundó el primer departamento de maquillaje en la historia del cine y que legó a sus hijos todos sus conocimientos en el campo para que los desarrollaran en los diferentes estudios en los que trabajaron.

Los Westmore forman una de las dinastías más duraderas de Hollywood, verdaderos especialistas en su oficio y cuyos miembros, los bisnietos del fundador y los nietos de Monte y sus hermanos, siguen hoy creando ilusiones.

Monte fue quien depiló y dio nueva forma a las cejas de Rodolfo Valentino, puso vaselina en sus labios para hacerlos brillar, y le dio al Gran Amante del cine mudo su característico peinado y patillas. Valentino, hasta entonces, se maquillaba él mismo, y su nuevo aspecto no pasó inadvertido, con la consiguiente promoción para Monte.

Selznick lo contrató para su nuevo estudio, complacido con el trabajo de Westmore en Mutiny on the Bounty (Rebelión a bordo, 1935), y el maquillador se vio así inmerso en la preproducción de GWTW, un desafío para cualquiera por la amplitud del reparto, el período de tiempo que cubría la historia y el empleo del Technicolor; también tenía que ocuparse simultáneamente de Intermezzo (Intermezzo, 1939) y Rebecca (Rebeca, 1940) y de las pruebas para el papel de Escarlata.

Como todos los implicados en la producción, Westmore efectuó una intensiva investigación sobre la época en la que se desarrolla la acción de Gone With the Wind y cubrió no sólo los personajes principales, sino que se preocupó también del aspecto de los miles de extras que se necesitaban para algunas secuencias.

El departamento de maquillaje, en estrecha colaboración con el de peluquería, tenía que hacer que las estrellas lucieran esplendorosas, pero sin que se apreciara que llevaban maquillaje; había que tener en cuenta que los personajes envejecían y sufrían cambios físicos a lo largo de 12 años, con una guerra de por medio… y que los ojos violeta de Vivien Leigh debían dar verde en la pantalla, para lo que maquillaje, fotografía y vestuario tenían que trabajar conjuntamente.

Tal vez la dedicación de esos meses acabó pasando factura, porque Monte Westmore murió en 1940 de un ataque al corazón, poco después de una operación para extraerle las amígdalas.

lunes, 21 de julio de 2008

Escarlata O'Hara en buena compañía literaria

Margaret Mitchell era, desde su infancia, una lectora voraz, aunque sus gustos se apartaran de los clásicos al uso.

De hecho, su padre la sobornaba con el pago de 5, 10 y 15 centavos para que terminara los libros que los Mitchell pensaban que debía conocer, pero ni la amenaza de una buena azotaina con la zapatilla de su madre consiguió, al parecer, que Margaret leyera a Thackeray o Tolstói; ya adulta, confesaba que todavía no lo había logrado.

La autora de Lo que el viento se llevó afirmaba que sus lecturas de “clásicos” habían terminado cuando tenía doce años y que siempre le habían interesado más la poesía y las novelas de misterio, las revistas para jovencitas y, por supuesto, los libros sobre la Guerra Civil; su hermano dijo en alguna ocasión que Margaret prefería aquellos libros que no pedían análisis al lector, que estaban llenos de acción y la atraparan desde los primeros párrafos.

Es posible que Mitchell no llegara a leer nunca Vanity Fair (La feria de las vanidades), pero han sido muchas las reseñas de GWTW que apuntan a las semejanzas entre Becky Sharp y Escarlata O’Hara y entre las dos novelas.

Tampoco fue capaz de terminar Guerra y Paz, pero quizás si avanzó lo suficiente en Ana Karenina para que un párrafo de Tolstói emparente a la desdichada Ana con la agobiada Escarlata:

"No, ahora no puedo pensar en eso —se decía [Ana]—. Lo dejaré para otra ocasión, cuando esté más tranquila.
Pero esa tranquilidad, ese sosiego tan esperado, no llegaba nunca. Cada vez que pensaba en lo que había ocurrido, en lo que sería de ella, se sentía llena de angustia y apartaba esas ideas. "Después, después... —se repetía— Cuando esté más tranquila".

domingo, 20 de julio de 2008

Stephen Foster "colabora" con Max Steiner

Max Steiner se apoyó en muchas composiciones de Stephen Foster para dar sabor local a la banda sonora de Lo que el viento se llevó, usando en ocasiones sólo unas notas para sugerir un estado de ánimo o evocar un acontecimiento, a modo de comentario que subraya o ironiza sobre lo que sucede en la pantalla. Es una forma más de enriquecer una partitura ya de por sí sobresaliente.

Podía tratarse de melodías sombrías, como Under the Willow, una elegía de 1860, que Steiner usa con acierto en el momento de la charla de Ellen con Wilkerson, pues la canción es el llanto de una madre por la pérdida de un “ángel de cabellos rubios”.

Para los momentos alegres, Steiner recurre al Foster más tradicional, como vemos en la llegada de los invitados a Doce Robles; podemos distinguir Lous'iana Belle, que data de 1845 (fue la primera minstrel song* publicada por Foster, en 1847); también están presentes en este acontecimiento festivo las notas de Dolly Day, de 1850, y de Ring de Banjo, de 1851.


*Los minstrel shows eran muy populares en el siglo XIX y se basaban en la interpretación por parte de artistas blancos, con la cara tiznada, imitando exageradamente la vida, dialecto y costumbres de los negros, con números musicales y cómicos.

sábado, 19 de julio de 2008

Isabel Jewell, Emmie Slattery

Una de las últimas incorporaciones al reparto de personajes “con frase” de Lo que el viento se llevó, Isabel Jewell, que había nacido en Wyoming el 19 de julio de 1909, supo sacar el mejor partido de su breve papel de Emmie Slattery.

Habíamos oído hablar de Emmie y su relación con Wilkerson al principio de la película, pero no la vemos hasta que el antiguo capataz de Tara se presenta en la plantación para decirle a Escarlata que tiene intenciones de quedarse con la propiedad, ya que sabe que los O’Hara no podrán hacer frente a los impuestos. Emmie acompaña a Wilkerson, luciendo una rechamante creación de Plunkett que da perfecta idea de que su mejora económica no ha tenido influencia en sus gustos.

Emmie le planta cara a Escarlata con toda la energía de alguien que sabe que tiene la sartén por el mango y ha estado incubando resquemor durante largos años; Isabel podía ser de estatura reducida (medía un metro y medio), pero se crecía cuando el papel lo requería; siempre se quejó de su escasa talla impedía que los directores y encargados de reparto le concedieran mejores cometidos, en un cine plagado de galanes que sobrepasaban el metro ochenta.

De las compañías de repertorio había pasado a Broadway en 1930, donde alcanzó el éxito con Blessed Event y viajó a Hollywood para intervenir en la adaptación al cine de la obra, en 1932.

Pronto se convirtió en una actriz con gran demanda, bajo contrato con la MGM y con numerosos préstamos a otros estudios, y tuvo trabajo estable durante los años 30 y 40, pero su buena estrella empezó a declinar a finales de esta década y sus películas se espaciaron.

Más adelante llegaron papeles en episodios televisivos y algunos escarceos en los juzgados por pagar con cheques sin fondos en dos ocasiones o conducir bebida, malas decisiones financieras y su muerte en 1972.

Además de por su buen corazón, conviene recordar que Isabel recibió sus mejores críticas por su intervención en Lost Horizon (Horizontes perdidos, 1937), y estuvo también en los momentos finales de A Tale of Two Cities (Historia de dos ciudades, 1935), predijo ciertos acontecimientos en The Leopard Man (El hombre leopardo, 1943), fue la hermosa forajida Belle Starr en Badman’s Territory (1946), recibió la ayuda de un ángel en The Bishop’s Wife (La mujer del obispo, 1947), compartió pabellón psiquiátrico con Olivia en The Snake Pit (Nido de víboras, 1948)…

viernes, 18 de julio de 2008

Un libro para los 50 años de Gone With the Wind

El libro A Celebration of Gone With the Wind, por el periodista y crítico británico Adrian Turner, tiene el atractivo de estar ilustrado con fotos tomadas directamente de la película, algunas de gran tamaño, y que acompañan al texto, donde se nos ofrece el relato de costumbre: la génesis, producción y estreno de la película.

Es un volumen de formato grande, perfecto para regalo y un buen recuerdo de las bodas de plata del largometraje, pues se publicó en 1989.

jueves, 17 de julio de 2008

Nadie arrincona a Atlanta

La prensa había dado cumplida noticia del final del rodaje de Lo que el viento se llevó y, mientras Selznick y su equipo de montaje se encerraban durante largas jornadas entre celuloide y moviola, el público en general se entregaba aquel mes de julio de 1939 a lo que había sido un pasatiempo popular desde hacía más de tres años: los rumores sobre la película.

En el pasado, el tema de conversación había sido el reparto; luego, si la película comenzaría antes de fin de siglo; más tarde, si el rodaje acabaría alguna vez; ahora, se hacían conjeturas sobre la fecha y el lugar del estreno.

En la capital del estado de Georgia no había ninguna duda: la primera proyección de Gone with the Wind tenía que tener lugar en la ciudad donde transcurrían la novela de su paisana Margaret Mitchell y la película que la adaptaba. Era algo que se daba por supuesto y, por eso, cuando alguien afirmó que Selznick y la MGM planeaban un estreno en Nueva York, el revuelo que se formó en Atlanta fue formidable.

Las primeras voces airadas fueron las de las señoritas que formaban parte de la Junior League local. Esta asociación sin ánimo de lucro de mujeres que, con carácter voluntario, se dedican a promover la calidad de vida de su comunidad, databa de 1916 y era la misma que había rechazado a la joven Peggy Mitchell unos años atrás por ciertos “escandalosos” asuntillos.

Una representación de socias acudió con presteza a a la alcaldía para saber la opinión de las autoridades de la ciudad sobre lo que no podía por menos que calificarse de afrenta a Atlanta, a su historia y a sus vecinos por parte de la gente del cine, sin olvidar que la Junior League estaba preparando ya un baile benéfico para acompañar el estreno y, de no celebrarse éste, no habría ni baile ni fondos para muchas actividades sociales que patrocinaba la asociación.

El alcalde, William B. Hartsfield, y uno de sus concejales, coincidieron con la opinión de las jóvenes y enviaron ese 17 de julio un telegrama a Selznick. También se intentó recabar la opinión y el apoyo de Margaret Mitchell, pero ésta, como de costumbre, rehusó hacer cualquier tipo de declaración, sobre todo porque no tenía ningún tipo de información al respecto.

En su comunicación con Hollywood, las autoridades pedían la confirmación de que el estreno estaba previsto en Nueva York y afirmaban que, en ese caso, el desencanto de Atlanta sería enorme, porque en la ciudad se consideraba Lo que el viento se llevó como algo propio.

Selznick, que ese lunes debía tener la mente entre Atlanta, Manderley, Estocolmo y París, tuvo tiempo para responder: el estreno sería en Atlanta… siempre y cuando las salas de la ciudad tuvieran fechas libres para Lo que el viento se llevó cuando la película estuviera preparada y a los atlantinos no les importara que el pase para la prensa fuera en Hollywood.

El viento que empezaba a convertirse en furioso huracán se aplacó temporalmente con esta declaración del productor; Atlanta veía quedar intacto su orgullo, el mismo que iba a exhibir cinco meses después en todo su esplendor.

miércoles, 16 de julio de 2008

"Donde hay patrón... no manda la escritora"

La idea que un escritor tiene sobre el aspecto de sus personajes dista mucho en ocasiones del físico del actor que acaba encarnando a la creación literaria en la pantalla.

Margaret Mitchell apenas formuló quejas con respecto al reparto de Lo que el viento se llevó, sobre todo después de ver la película, aunque con anterioridad y en privado se había mostrado sorprendida por alguna de las candidaturas e incluso los nombres que ella citaba como sus ideales diferían bastante de la opinión general. Pero siempre sostuvo que, desde el momento en que cedió los derechos de adaptación, la responsabilidad, el acierto o el error, eran de Selznick, y no quiso hacer valer su opinión en ninguna decisión sobre GWTW como película.

Más franca se mostro Anne Rice cuando se enteró del nombre del actor seleccionado para interpretar a su vampiro Lestat en Interview with the Vampiro (Entrevista con el vampiro, 1994), a quien ella concebía más o menos con el físico de Rutger Hauer:

“I was particularly stunned by the casting of Cruise, who is no more my Vampire Lestat than Edward G. Robinson is Rhett Butler". (Me quedé totalmente perpleja por la elección de Cruise; se parece tanto a mi vampiro Lestat como Edward G. Robinson a Rhett Butler ( o tiene tanto de mi Lestat como EGR de RB.”)

El director, Neil Jordan, replicó al conocer la opinión de la escritora: “pienso que Edward G. Robinson hubiera podido ser un buen Rhett Butler.”

martes, 15 de julio de 2008

Lo que queda de Tara

No es nada práctico rodar en espacios reducidos, y los interiores reales lo son. Por muy buena que sea la contraprestación económica y publicitaria, a casi nadie le gusta que un equipo cinematográfico invada durante semanas su vivienda, cambie los muebles de sitio, pinte de otro color las paredes y derribe un muro o dos para que el equipo y los actores puedan moverse con cierta comodidad.

Siempre que sea posible se recurre al rodaje en los estudios, donde se puede construir un decorado que puede ser realista o no, pero resulta más apropiado para el trabajo.

Por eso y otras razones diversas, y con la excepción de algunos exteriores, Lo que el viento se llevó se rodó integramente en el estudio, en los platós y en los terrenos al aire libre en Culver City de los que ya hemos hablado.

De la misma manera que Margaret Mitchell se inspiró en varias edificaciones que conocía en los alrededores de Atlanta, en la antigua plantación de su familia y en viviendas que visitó a lo largo de los años para su concepción de Tara y Doce Robles, el equipo de la Selznick International Pictures no se basó en ningún edificio concreto para crear las casas de los O’Hara, los Wilkes o los Butler, sino que se combinaron diferentes elementos aportados por los asesores, el diseñador de producción, los decoradores, los buscadores de localizaciones, la arquitecta paisajística… pero todo era un decorado, sin una coordenada geográfica real.

Si algún lector visita Georgia u otro estado del Sur, puede que le muestren esta o aquella plantación y le digan que en tiempos fue Tara o Doce Robles, o que la película se rodó allí… No es así.

Tara tuvo el privilegio de contar con una fachada, construida al efecto en el “back lot” con un coste de 12.059 dólares, y que estuvo durante años en el mismo lugar, deteriorándose por las inclemencias del tiempo; más tarde fue desmantelada con la idea de exhibirla en exposiciones y museos, pero su mal estado la ha dejado reducida actualmente a unos meros jirones de cartón piedra y algunas partes más sólidas adquiridas por diferentes coleccionistas.

Las habitaciones de la casa de Gerald no estaban detrás de ese porche en el que se sienta Escarlata al principio de la película, sino unos centenares de metros más lejos, distribuidas por los platós cerrados.

La fachada y porche de Doce Robles se pintaron (matte painting) y filmaron sobre la pared delantera del Estudio 11, de modo que la cámara pudiera seguir la entrada de Escarlata en el vestíbulo, construido en el interior. En cuanto se terminaron estas tomas, el decorado se desmanteló para dar paso al interior del Manderley de Rebeca. El resto de las dependencias corrió la misma suerte.

En cuanto a la imponente fachada de la casa de los Butler en Atlanta… de nuevo surgió de la imaginación y el talento de Jack Cosgrove, que filmó su matte painting sobre la fachada del edificio principal del estudio, jardines incluidos.

Los exteriores utilizados en Gone With the Wind merecen una entrada aparte, así como la trayectoria de la fachada de Tara, así que hablaremos de ello en el futuro.

lunes, 14 de julio de 2008

Una cita de Rhett Butler

La reputación de jaranero, jugador, duelista, buscador de oro, burlador del bloqueo… de Rhett Butler hace que olvidemos que se trata de un hombre culto, educado para ser un caballero y, por lo tanto, versado en diferentes materias, desde el vestuario (masculino y femenino) hasta el arte de la guerra (aunque fuera expulsado de West Point por cierto asuntillo), pasando por la música, la literatura y todas aquellas cosas bellas que intenta recuperar cuando abandona a Escarlata.

Margaret Mitchell nos ofrece destellos de ese Rhett erudito a lo largo de las páginas de Lo que el viento se llevó; son pequeños detalles que pueden pasarnos inadvertidos, en forma de alusiones o citas, pero que conforman el retrato de conjunto de uno de los personajes más atractivos jamás creados, y sin descorrer del todo el velo de misterio que rodea al tercer marido de Escarlata O’Hara.

Una de esas citas tiene lugar en el momento en que Rhett se despide en el camino a Tara, cuando considera que ella ya está a salvo y puede llegar a la plantación sin su ayuda. Él acaba de anunciar que va a unirse al Ejército, aunque confiesa que no entiende su propio quijotismo; pero hace bajar a Escarlata del carromato y dice:

"I could not love thee, Dear, so much, loved I not Honour more. That's a pat speech, isn't it? Certainly better than anything I can think up myself, at the present moment. For I do love you, Scarlett, in spite of what I said that night on the porch last month."

Que en la edición española se traduce así:
No pude amarte, querida, más de cuanto amé el honor. Linda frase, ¿verdad? Seguramente bastante mejor que cuanto pudiera ocurrírseme a mí en estos momentos. Porque yo la amo, Escarlata, a pesar de lo que dije en el porche aquella noche, el mes pasado.”

La primera frase, “I could not love thee, Dear, so much, loved I not Honour more” proviene del poema To Lucasta, going to the Wars, de Richard Lovelace, un poeta inglés del siglo XVII; partidario del rey Carlos I y soldado en su ejército, su fidelidad le costó pasar una temporada en la cárcel, ya que los realistas fueron el bando perdedor en la Guerra Civil:

Tell me not, Sweet, I am unkind,
That from the nunnery
Of thy chaste breast and quiet mind
To war and arms I fly.
True, a new mistress now I chase,
The first foe in the field;
And with a stronger faith embrace
A sword, a horse, a shield.
Yet this inconstancy is such
As thou too shalt adore;
I could not love thee, Dear, so
much,
Loved I not Honour more.

(“Para Lucasta, al partir a la guerra”

No me digas, amor, que soy tan cruel
que desde el convento
de tu casto seno y dulce alma
a las armas y a la guerra, escapo.

Verdad es, voy tras un nuevo amor,
el primer enemigo en el campo de batalla;
y con mayor fe abrazo
una espada, un escudo, un corcel.

Pero inconstancia como ésta, es tal
que tu, también la adorarás;
no podría, mi vida, amarte tanto,
si es que al honor no amase más.)

domingo, 13 de julio de 2008

El viento se lleva a Evelyn Keyes

La familia de Lo que el viento se llevó es desde el 4 de julio pasado un poco más pequeña por el fallecimiento de Evelyn Keyes, la actriz que interpretó a Suellen O’Hara, la hermana pequeña de Escarlata, que nos dejó a los 91 años.

La triste noticia se dio a conocer ayer y se han sucedido los artículos que glosan la carrera y la vida de esta tejana criada en Atlanta tan recordada por su colección de acompañantes famosos (los directores John Huston y Charles Vidor, el productor Mike Todd, el músico Artie Shaw…) como por sus películas, y que reconocía la importancia de GWTW en su filmografía al titular su autobiografía La hermana pequeña de Escarlata O’Hara (y su actualización Ya lo pensaré mañana), aunque lamentaba que se la recordara sólo por ese “papelito” cuando había tenido papeles principales en otras películas.

Hemos leído Scarlett O'Hara's Younger Sister y podemos decir que Evelyn es muy generosa con los detalles de su trabajo y todavía más con los de su vida social, y suponemos que la puesta al día con el nuevo título I'll Think About That Tomorrow será igual de sabrosa.

Evelyn Louise Keyes sacaba partido de sus habilidades para el baile y Cecil B. De Mille, que se preciaba de reconocer unas piernas bonitas, la puso en 1937 bajo su atención profesional personal en la Paramount y le aconsejó que trabajara para perder su acento sureño. Así llegaron sus primeros papeles, que le dieron la experiencia suficiente para que su recomendación a Selznick no cayera en saco roto.

Tras la insoportable Suellen la década de los 40 estuvo llena de trabajo (especialmente en la Columbia) y diversión para Evelyn; en la siguiente, menos trabajo, pero también más peripecias, a menudo junto a su gran amiga Paulette Goddard. Sus películas se espaciaron, aunque permaneció activa: escribía, pintaba, practicaba deporte, actuó en el teatro y la televisión…

Keyes pasó una larga temporada en España, aunque el relato de su estancia tiene tintes agridulces, sobre todo visto desde la perspectiva de una actriz de Hollywood afincada en un remoto (pero hermoso) lugar de un país muy diferente que se estaba recuperando de una guerra.

Quizás Keyes no alcanzó nunca la categoría de estrella, pero sí nos ha dejado un buen puñado de películas para recordarla, además de Gone With the Wind: desde The Buccaneer (Corsarios de Florida, 1938), que fue su debut, hasta Wicked Stepmother (La bruja de mi madre, 1989), donde oficiaba de bruja.

Estuvo, además, en Union Pacific (Unión Pacífico, 1939), Here Comes Mister Jordan (El difunto protesta, 1941), The Jolson Story (1946), Enchantment (Hechizo, 1948), The Seven Year Itch (La tentación vive arriba, 1955)…

sábado, 12 de julio de 2008

A la caza del gazapo (XV)

Los micrófonos tienen la costumbre de aparecer cuando uno menos se lo espera y recoger no unas palabras para la historia, sino a menudo las mayores inconveniencias, que el sujeto en cuestión no tenía la más mínima intención de que quedaran registradas.

Algo muy parecido le sucede en Lo que el viento se llevó a Escarlata, la hija de la digna Ellen, cuando huye de los horrores del hospital porque no puede mantener más su fachada de abnegada enfermera. Se encamina al vestíbulo de la iglesia transformada en hospital haciendo oídos sordos a la llamada del ordenanza en nombre del doctor Wilson, y replica con unos modales nada propios de una señorita bien educada: “¡Me voy a mi casa! ¡Ya he hecho bastante! ¡No quiero que mueran más hombres, no quiero que mueran más!”.

El micrófono y la pértiga que lo sostenía, cuyas sombras vemos por un instante sobre la puerta interior del hospital, se retiran entonces, cumplido su anacrónico e indiscreto objetivo de captar las palabras de Escarlata.

viernes, 11 de julio de 2008

Thomas Mitchell, Gerald O'Hara

El intérprete del padre de Escarlata, Thomas Mitchell, nació el 11 de julio de 1892 en New Jersey, de familia irlandesa; comenzó su vida laboral como periodista, por tradición familiar, pero pronto pudo dedicarse a lo que en realidad le gustaba, al conseguir vender una obra breve que había escrito.

Actor, director y autor de teatro, llegó al cine mediados los años 30 para regalarnos con cerca de 70 papeles “de carácter”; ganó el Oscar al mejor actor secundario por el doctor borrachín de Stagecoach (La diligencia), en un año prodigioso en el que no sólo había estado en GWTW y con Ford, sino también en Only Angels Have Wings (Sólo los ángeles tienen alas), Mr. Smith Goes to Washington (Caballero sin espada) y The Hunchback of Notre Dame (Esmeralda la zíngara) y por cualquiera de sus personajes (el aviador veterano, el curtido periodista, el rey de los mendigos) podría haberse llevado el premio.

Otras de sus interpretaciones memorables están recogidas en Lost Horizon (Horizontes perdidos, 1937), The Black Swan (El cisne negro, 1942), It's a Wonderful Life (¡Qué bello es vivir!, 1946), High Noon (Solo ante el peligro, 1952), While the City Sleeps (Mientras Nueva York duerme, 1956)... por citar sólo un puñado de sus jueces, alcaldes, médicos, tíos despistados, policías, soldados, profesores, piratas o sacerdotes. Mitchell estaba hecho para ser un secundario excelso.

Su último papel fue en Pocketful of Miracles (Un gángster para un milagro), del año anterior a su muerte a finales de 1962.

No descuidó el teatro durante estos años y también intervino en televisión, y consiguió ser el primer actor en ser galardonado con un Oscar, un Tony (por el teatro) y un Emmy (por su trabajo en la pequeña pantalla). Malvado o bonachón, sobrio o con unas cuantas copas de más, no podía ser el galán, pero podía robar el corazón del espectador con una réplica o una mirada.

Mitchell, un actor versátil y sólido, se adaptó perfectamente al personaje de Gerald en Lo que el viento se llevó, excepto en un detalle: le asustaban muchísimo los caballos, al contrario que al padre de Escarlata, y requirió la presencia de dobles para que le suplieran siempre que fuera posible.

En una ocasión Fleming consiguió que se subiera a la silla con la intención de rodar algunos primeros planos que no necesitaban que el animal estuviera en movimiento. El actor consintió de mala gana y montó a lomos del corcel, confiando en que miembros del equipo mantendrían quieto al equino. Pero el caballo se asustó, ya fuera porque notó el miedo del jinete o por causa desconocida, y salió a galope por los campos. Fleming se ocupó de que las cámaras estuvieran rodando.

jueves, 10 de julio de 2008

Sam Wood, director

Sam Wood, el tercer director en ponerse al mando de Lo que el viento se llevó, nació el 10 de julio de 1883; antes de entrar en el mundo del cine, trabajó como agente de la propiedad inmobiliaria y en la construcción de oleoductos; luego actuó en varias películas mudas con el nombre de Chad Applegate, fue ayudante de dirección de Cecil B. De Mille y debutó en la dirección en 1920 con Double Speed (Relámpago).

Dirigió a los hermanos Marx en dos ocasiones: A Night at the Opera (Una noche en la ópera, 1935) y A Day at the Races (Un día en las carreras, 1937).

A pesar de haber dirigido a importantes estrellas y firmar el éxito Goodbye, Mr. Chips (Adiós, Mr. Chips), el mismo año en que colaboró en GWTW, no fue hasta los años 40, como independiente, cuando adquirió relativo renombre, con películas como Kitty Foyle (Espejismo de amor, 1940), Our Town (Sinfonía de la vida, 1940), Kings Row (Kings Row/Abismos de pasión, 1942), Command Decision (Sublime decisión, 1948)..., o las que protagonizó Gary Cooper: Pride of the Yankees (El orgullo de los yanquis, 1942), For Whom The Bell Tolls (Por quién doblan las campanas, 1943), Casanova Brown (Casanova Brown, 1944) y Saratoga Trunk (La exótica, 1946).

Wood, un director capaz de dar dignidad a un guión mediocre, concienzudo y apto tanto para la comedia como para el melodrama, no se ganó muchas simpatías entre sus colegas debido a su actividad política: Si bien su autoritarismo en los platós quedaba compensado por los buenos resultados que obtenía, aunque fuera a base de repetir toma tras toma hasta que sacaba lo mejor de los actores, su posición política se puede calificar de fanatismo sin remedio; obsesionado con denunciar la presencia de comunistas en la industria, su testamento incluía una cláusula que obligaba a sus herederos a jurar que no habían sido ni eran comunistas para poder recoger sus legados. El director murió de un ataque al corazón en 1949.

Pero tratemos de olvidar esas vehemencias fruto de la época y disfrutemos del trabajo del prolífico Samuel Grosvenor Wood, que gozó de la confianza de Selznick para suplir a Fleming, primero, y luego para seguir en la dirección de GWTW de igual a igual, aunque no pudo concederle el crédito que el productor creía que se merecía.

Wood (que solía dar como indicación a los actores el enigmático consejo de "salga ahí y véndales un cubo de almejas") fue responsable, entre otras, de la secuencia de la llegada de Escarlata a Tara desde la sitiada Atlanta, de la de la muerte del desertor, de la de las cortinas, de la del relato de Mammy a Melania en las escaleras de la casa de los Butler…

miércoles, 9 de julio de 2008

A las órdenes de David O. Selznick

No era fácil, en los años 30 del siglo pasado, trabajar al margen de los grandes estudios, y los productores independientes eran una rareza.

Selznick, que tenía unas cuantas “cuentas pendientes” con las productoras que habían precipitado la ruina de su padre, Lewis J., vio cumplido su sueño en 1935. Contaba con capital, contactos importantes, amistades fundamentales en todas las ramas técnicas, gente que ya había trabajado con él o a sus órdenes en los años anteriores… pero carecía de actores bajo contrato.

Los prestamos de otros estudios, su hermano Myron, el agente más dedicado de la ciudad, y la ayuda de unos cuantos cazatalentos extraordinarios fueron de gran ayuda para que la Selznick International Pictures y sus sucesoras dispusieran poco a poco de un buen plantel de estrellas. Algunos de esos rostros empezaban a ser conocidos, pero la mayoría fueron formados por Selznick, aunque luego alcanzaran fama y fortuna en otras empresas, ya que el productor se limitaba a preparar el proyecto y cederlo a otros por una cantidad fija o un porcentaje.

The Selznick Players, de Ronald Bowers, nos ayuda a dar un repaso a los actores y actrices “lanzados” por la SIP. El autor realiza una semblaza del productor y de los principales actores que trabajaron para él, y hay un apartado especial dedicado a Lo que el viento se llevó.

Como se publicó en 1976, algunas de las carreras de los protagonistas del libro aún no estaban terminadas, pero nos sirve de guía para introducirnos en las filmografías de todos ellos y conocer sus relaciones con Selznick. Hay muchas palabras amables para el productor, pero también recuerdos de épocas no muy felices, sobre todo en lo que a asuntos laborales se refiere…

martes, 8 de julio de 2008

Escarlata O'Hara, la Dalia Negra... y Scarlett

El guión de The Black Dahlia (La Dalia Negra, 2006), basado en la novela de James Ellroy sobre el asesinato nunca resuelto de una joven en 1947, incluye una referencia a GWTW que no aparece en la fuente, pero que permite el lucimiento de Mia Kirshner, que, junto a la interpretación de Hilary Swank, levanta un tanto esta película de Brian De Palma que no acaba de funcionar salvo en momentos muy concretos.

Los policías revisan las pruebas de pantalla de Elizabeth Short para los estudios:
“¿Conoce a David O. Selznick?”, le pregunta el director de la prueba, que está en off todo el tiempo.
“Desde luego. Fue muy, muy amable conmigo. Me invitaba a magníficos y elegantes restaurantes a cenar. Me trataba como a una dama. Con mucho respeto y… ¿sabe una cosa? Le impresionó enormemente mi prueba de Escarlata.”
“¿Hizo una prueba para Escarlata, la protagonista?”
“¡No! No hice la prueba para Lo que el viento se llevó, sin embargo… bueno, me gusta tanto esa película, que decidí que debía memorizar todos los diálogos de Escarlata.”
“¡Vaya, qué sorpresa!”
“Puedo decírselo a usted… sé que le gustará.”
“No, no, déjelo. No es necesario.”
Es usted muy atractivo y sé que le gustará… "A Dios pongo por testigo, a Dios pongo por testigo, eh… que nunca más volveré a pasar hambre… Aunque tenga que mentir, o engañar, o robar, jamás volveré a pasar hambre"...”

La rubia de turno en esta película está encarnada por Scarlett Johansson, que comparte nombre con la protagonista de Lo que el viento se llevó, aunque su madre (que se llama Melanie…), asegura que no estaba pensando en la señorita O’Hara cuando lo escogió, sino que le gustó porque le sugería algo fuerte y con carácter.

lunes, 7 de julio de 2008

Carole y sus ideas

El 7 de julio de 1938 Carole Lombard tomaba posesión de su cargo de jefa de publicidad interina de la Selznick International. Se trataba de una estratagema publicitaria montada por su buen amigo Russell Birdwell, compañero de la actriz en muchas trastadas que hacían sonreír a buena parte de Hollywood y levantar las cejas a los más circunspectos de los ciudadanos de la colonia cinematográfica. Birdwell era el titular real del puesto y se supone que contó con el beneplácito de su jefe, siempre partidario de obtener menciones en los periódicos para su estudio, sus actores bajo contrato y sus películas.

Lombard tenía una semana por delante para comprobar en carne propia lo que suponía gestionar una oficina de publicidad de una productora y se puso a la tarea con su habitual dedicación y humor travieso.

Entre sus tareas de esos días estuvo llamar la atención sobre El lazo sagrado, que era la película que Lombard estaba a punto de rodar, Los alegres vividores, que ya estaba lista para el estreno, y sacar el mejor partido de cierto problema de adjudicación de reparto que Selznick tenía con una película de ambiente sureño.

Para esto último, Carole llegó incluso a intentar recabar la opinión de Winston Churchill, el duque de Windsor, Eleanor Roosevelt, la actriz Maude Adams, H.G. Wells, George Bernard Shaw y otras personalidades señeras de todo el mundo sobre el rumor del momento, que era que Clark Gable y Norma Shearer iban a interpretar a Rhett y a Escarlata en Lo que el viento se llevó.

Sus llamadas fueron infructuosas y la encuesta no pudo llevarse a cabo: la actriz se quejaba de que no pudo pasar del tercer secretario del Duque y de que los demás “no estaban” cuando realizó la llamada telefónica.

La semana terminó con el nombramiento de Carole Lombard como alcaldesa honoraria de Culver City. No se le ocurrió otra cosa que declarar un día festivo; el personal del estudio se lo tomó al pie de la letra, para desesperación de Selznick.

domingo, 6 de julio de 2008

Desbandada general: el viento dispersa a su equipo

El grueso del rodaje estaba terminado, y la primera semana de julio se dedicó a planos con actores secundarios y dobles, efectos e insertos.

Los actores principales de Lo que el viento se llevó se dedicaron a otras cosas: Gable y Leigh (por separado, claro) trataron de recuperar el tiempo perdido con sus parejas. A Clark le esperaba Carole y mucho trabajo en el rancho; Vivien voló al Este para estar con Olivier.

Leslie y Olivia, por otra parte, tenían compromisos laborarles, uno con Intermezzo y la otra con La vida privada de Elizabeth y Essex, cuyos ensayos habían coincidido con las últimas semanas de rodaje de GWTW.

Selznick tenía un yate preparado para tomarse unos días de asueto en cuanto pudiera, pero había muchos detalles que atender, no sólo de Gone with the Wind, sino de las otras películas que tenía en marcha o en preparación.

Otro que hizo las maletas el 6 de julio fue Menzies, que partió para Inglaterra para trabajar con Korda en El ladrón de Bagdad, después de haberse ocupado de varias tomas: el puñado de tierra de Tara, la mano de Escarlata en el juramento, las tumbas de Ellen y Gerald, la fotografía de Frank Kennedy que su viuda pone boca abajo, la carta que anuncia la muerte de Charles…

El montador Hal Kern quedó encargado de las últimas tomas de esos días y de la tarea hercúlea de empezar a reducir las más de ochenta horas de material rodado a algo parecido a una película.

Las expectativas eran buenas, a pesar del caótico estado del metraje: ya en estos días se efectuaron proyecciones privadas (cada vez más breves) de las que la gente de la Metro salía convencida de que Gable dominaba la película, los de la Warner proclamaban que Olivia se hacía con ella, y los de la casa Selznick se congratulaban del “descubrimiento” de Vivien, que estaba sensacional.

Louis B. Mayer tuvo que ordenar que se parara la proyección varias veces porque su vejiga no podía aguantar más, pero su jefe, Nicholas Schenck, se mostró plenamente satisfecho durante otro pase, no permitió ningún descanso y afirmó que era “la mejor película jamás rodada”.

sábado, 5 de julio de 2008

Una bebida típicamente sureña

El julepe de menta es la bebida arquetípica del Sur y no podía faltar en Lo que el viento se llevó, aunque Escarlata sintiera predilección por el brandy.

Los gemelos sostienen “vasos altos repletos de menta”, como se nos indica en las primeras líneas y podemos ver en la secuencia del porche, y hay varias alusiones más que nos permiten adivinar que los personajes lo beben.

Es una bebida refrescante para tomar reposadamente, como se dice que hacen las cosas los sureños de pura cepa, y, aunque existen numerosas recetas, lo fundamental es un buen Bourbon (de Kentucky), una ramita u hojas de menta fresca, agua, azúcar y hielo picado.

En un vaso alto (a falta del tradicional vaso de plata o peltre) se vierte un poco de agua, la menta y una cucharada de azúcar; se remueve, procurando machacar la menta para que suelte su aroma, y se añade el whiskey; se remueve un poco más y se añade el hielo picado; se remueve más hasta que la frescura del interior se comunique al exterior del vaso.

Se puede adornar con una rama de menta y ya se está en disposición de disfrutar del julepe, como había hecho Gerald antes de regresar a casa aquella tarde de abril, porque su hija notó que su aliento olía a Bourbon y a una pizca de menta, y como hacía Rhett en la película, apoyado en la barandilla de la escalera cuando Escarlata advierte su mirada sobre ella por primera vez.

Escarlata pretende recuperar fuerzas cuando por fin llega a Tara después de un viaje terrible, y supone que un buen julepe le irá también bien al desorientado Gerald, pero Pork le informa de que el whisky de maìz escondido debajo de la parra es muy joven todavía y más para una señorita. La señorita replica que será lo bastante bueno para ella y su padre, sobre todo si se le añade azúcar y menta… Pero Pork no tiene más remedio que comunicarle que hacía mucho que no había azúcar en Tara y que la menta había perecido bajo los cascos de los caballos de ciertos visitantes. Adiós al julepe...

viernes, 4 de julio de 2008

Su Día de la Independencia

Margaret Mitchell se había casado en 1922 con Berrien “Red” Upshaw, que resultó ser un verdadero canalla y maltratador, cuyo encanto exterior escondía pocas cosas buenas. El matrimonio fue un fracaso desde el principio y en menos de un año se separaron.

El divorcio vendría más tarde y le seguiría el compromiso de Margaret con John Marsh, que había sido compañero de piso de Upshaw y padrino de su boda, pero que se parecía tanto al primer marido de la autora de Lo que el viento se llevó como Rhett se parecía a Ashley.

Es muy precipitado comparar a ambos maridos con los dos protagonistas masculinos de la novela: aunque Butler guarda muchas semejanzas con Upshaw, éste carecía, por ejemplo, de la ternura y el atisbo de conciencia que podemos encontrar en Rhett, aunque compartieran el atractivo de lo salvaje; Marsh era un hombre tranquilo y culto, pero tozudo y mucho más decidido que Wilkes…

Esta segunda boda se celebró el 4 de julio de 1925, fiesta nacional en los Estados Unidos; Margaret solía remarcar que se había casado “el día de la independencia”, para dejar claro que el matrimonio con Marsh significaba mucho para ella: su sentido del deber la había mantenido al cuidado de la casa de su padre viudo (ligeros ecos de Escarlata), que era una persona con la que no era fácil convivir; Margaret echaba de menos sus locuras propias de las jovencitas de los despreocupados años 20 y no había atravesado una de sus mejores épocas cuando intentaba librarse de sus ataduras legales con Upshaw. Dependía económicamente de su padre, al menos hasta que encontró trabajo en el periódico, y un divorcio todavía era algo muy mal visto, incluso para ella, que había roto con muchas convenciones sociales y con la religión en la que había sido educada.

Aunque Marsh tenía trabajo y Mitchell se había mantenido con sus artículos para el Journal, la economía de la pareja no era muy boyante cuando comenzaron su vida en común: a finales de 1924 John había sufrido un ataque de hipo casi mortal, pues duró 42 días; no sólo estuvo al borde de la muerte, sino que la enfermedad agotó sus ahorros. Fue en medio de ese terrible trance cuando ella se dio cuenta de que le quería y le necesitaba y, cuando la salud de John mejoró, fijaron la fecha de la boda.

La ceremonia se celebró en la iglesia Unitario-Universalista de la calle Peachtree Oeste, y luego la pareja ofreció una pequeña recepción en el diminuto apartamento donde, unos meses después, se escribirían las primeras (mejor dicho, las últimas) líneas de Lo que el viento se llevó.

jueves, 3 de julio de 2008

Un tema para Escarlata

Max Steiner compuso motivos para cada uno de los personajes principales de Lo que el viento se llevó, pero también se apoyó en melodías populares para acentuar el sabor sureño de la banda sonora de la película.´

El compositor al que recurrió más veces es Stephen Foster, de cuyo catálogo entresacó la canción Katy Bell, original de 1863 y que iba acompañada de la letra de George Cooper, aunque en GWTW sólo la oímos como instrumental.

Los estudiosos de la obra de Foster conjeturan que pudieron inspirarse en una famosa actriz del momento, Kate Newton. También conocida como Katie Belle o Katie Bell, es el tema propio de Escarlata hasta que se declara la guerra, y sus alegres notas retratan a la perfección el carácter voluble, travieso y juguetón de la protagonista de Gone With the Wind. Todo cambiará a partir de cierto momento, y es entonces cuando Steiner emplea un motivo propio para Escarlata.

miércoles, 2 de julio de 2008

"Lo que el viento se llevó": bibliografía del mes

Estos son los títulos que hemos citado hasta el momento en Viento Escarlata:

David O. Selznick's Hollywood, por Ronald Haver.

Lo que el viento se llevó/Robin de los Bosques, por Javier Coma.

Memo from David O. Selznick, de Rudy Behlmer.

Selznick's Vision: "Gone With the Wind" & Hollywood Filmaking, de Alan David Vertrees.

The Complete "Gone With the Wind" Trivia Book, por Pauline Bartel.

Margaret Mitchell's "Gone With the Wind" Letters, 1936-1949, compilado por Richard Harwell.

Road to Tara, por Anne Edwards.

George Cukor, por Patrick McGilligan.

"Gone With the Wind" on Film: A Complete Reference, por Cynthia Marylee Molt

A Child of the Century, de Ben Hecht

Margaret Mitchell & John Marsh: The Love Story Behind "Gone With the Wind", por Marianne Walker.

They Still Call Me Junior, de Frank Coghlan, Jr.

Long Live the King, por Lyn Tornabene.

Vivien Leigh, de Hugo Vickers.

The King: A Biography of Clark Gable, por Charles Samuels.

A Quite Remarkable Father, por Leslie Ruth Howard.

Showman: The Life of David O. Selznick, por David Thomson.

Margaret Mitchell of Atlanta, de Finis Farr.

Stuntman, por Yakima Canutt.

Feminidad y mascarada en "Lo que el viento se llevó" y "Jezabel", de Eva Parrondo-Coppel.

Narración, tiempo y cohesión del relato en “Gone With the Wind”, de Vicente J. Benet.

Vivien: la vida de Vivien Leigh, por Alexander Walker.

The Filming of “Gone with the Wind”, por Herb Bridges.

Hollywood Be Thy Name, por William Bakewell.

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, por Carlton Jackson

Hattie McDaniel: Black Ambition, por Jill Watts.

Tara Revisited, por Malcolm Vance

The Oliviers, por Felix Barker

Hitchcock y Selznick, por Leonard J. Leff

The Complete Gone With the Wind Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan, por Pauline Bartel

Looking for Tara: The Gone With the Wind Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant,

In Search of My Father, por Ronald Howard

Strange Tales of "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Austin McDermott

The Story of "Gone With the Wind", por Bob Thomas

Selznick: The Man Who Produced "Gone With the Wind", por Bob Thomas

martes, 1 de julio de 2008

Olivia de Havilland, Melanie Hamilton Wilkes

Olivia Mary De Havilland nació en Tokio, Japón, el 1 de julio de 1916; sus padres eran ingleses y ella, desde muy pequeña residente en América, se nacionalizó estadounidense en 1941. Comenzó muy joven su carrera, primero en el teatro (1933) y más tarde en el cine, donde debutó en A Midsummer Night’s Dream (El sueño de una noche de verano, 1935).

Los personajes de Olivia, de físico agradable pero nada despampanante, se han caracterizado casi siempre por poseer una gran fuerza interior bajo una apariencia de fragilidad y timidez, como su Melania Hamilton.

Las películas de época, las comedias románticas y su emparejamiento con Errol Flynn bajo la dirección de Michael Curtiz le consiguieron un lugar en los corazones de toda una generación, aunque ella siempre deseó que le dieran mejores papeles y luchó nada menos que contra la Warner Bros. para librarse del férreo control que los estudios ejercían por entonces sobre las estrellas, bordeando la esclavitud.

El estudio se mostraba reacio a cederla a Selznick para GWTW, porque Jack Warner no deseaba que a sus actores se les subieran los humos y creía que si interpretaban un papel de importancia sus exigencias serían luego mayores.

Olivia trató de recurrir entonces a su amistad con la esposa de Warner, Ann, para que convenciera a su marido de que el estudio podría enorgullecerse de contar en su nómina con una actriz que había intervenido en la que se rumoreaba iba a ser la mejor película del año, pero ni ésta ni la recomendación de la esposa de Whitney, socio de Selznick, fueron suficientes; Selznick tuvo que prestar a James Stewart a la Warner para obtener los servicios de Olivia.

Más tarde, de Havilland emprendió una lucha en los tribunales contra el estudio, que la había incluido en bodrios y suspendido varias veces porque se había negado a aparecer en más películas de ínfima categoría; la suspensión alargaba la duración de su contrato mucho más allá de los siete años iniciales y la obligaba a estar atada a la Warner casi por los siglos de los siglos.

A pesar del ostracismo al que Jack Warner quiso condenarla, de Havilland ganó el caso y está tan orgullosa de ello como de sus logros en la pantalla, sus premios y el aprecio de sus pares y del público. No es para menos: esa decisión judicial abrió las puertas de la independencia para los actores.

Olivia De Havilland consiguió dos Oscar y tres propuestas más. Hoy está retirada de la pantalla, dos veces divorciada y tras haber perdido a su hijo, Benjamin, que murió bastante joven y mostrar una abnegación digna de la señora Wilkes al cuidar al que era su ex esposo (y padre de su hija Gisele) cuando éste enfermó gravemente.

Vive desde hace muchos años en Francia y es la única superviviente del cuarteto estelar de GWTW. Siempre ha tenido una mención agradable para Lo que el viento se llevó, sus compañeros actores y el personal que intervino en la película, y, a pesar de su avanzada edad, de vez cuando sale de su retiro para alguna aparición personal.

Tiene a medio mundo pendiente de su autobiografía, que promete desde hace años y que sería su segundo libro, después de Every Frenchman Has One (1962), que habla más de Francia que de la propia Olivia.

Y es que, además de conocer las impresiones de la intérprete de The Adventures of Robin Hood (Robin de los bosques, 1939), Hold Back the Dawn (Si no amaneciera, 1941), To Each His Own (Vida íntima de Julia Norris, 1946), The Snake Pit (Nido de víboras, 1948), The Heiress (La heredera, 1949)… y sus recuerdos sobre el Hollywood clásico, nadie quiere perderse las posibles alusiones a su hermana, Joan Fontaine, tan legendaria como ella misma.

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