miércoles, 31 de diciembre de 2008

"Yankee Doodle"

Para comentar la breve visita a Tara de Wilkerson, el antiguo capataz, y su esposa, Max Steiner hace buen uso de una de las más famosas canciones populares: Yankee Doodle. Hay que recordar que Wilkerson no era sureño y que tuvo el atrevimiento de volver para hacer alarde de su nueva riqueza a sus antiguos jefes, que siempre le habían mirado por encima del hombro (por ser yanqui y por sus relaciones con Emmie Slattery).

Steiner emplea la canción en una variación irónica que pronto enlaza con las notas del tema de Tara, para reforzar el enfrentamiento con Escarlata, que aprieta en su puño un terrón de la hacienda que ha aprendido a amar y que Wilkerson codicia con aires de revancha.

Yankee Doodle nació precisamente como una burla a los rudos habitantes de las colonias que luchaban al lado de las (emperifolladas) tropas inglesas en sus contiendas contra los franceses y sus aliados indios, allá por la segunda mitad del siglo XVIII. Los coloniales les devolvieron la moneda haciendo suya la canción cuando lucharon por su independencia.

"Yankee" era un apelativo por entonces reservado a los nativos de Nueva Inglaterra; más tarde se extendió como calificativo para aquellos de los estados que lucharon con la Unión, que es como se emplea en Lo que el viento se llevó; una persona nacida en Atlanta, Nueva Orleáns, Orlando o Charleston no es un yanqui, por mucho que la palabra se haya popularizado en otras partes del mundo como sinónimo más bien negativo de “habitante de los Estados Unidos de América”.

“Doodle” equivale a “bobo”, “cándido”… por lo que vemos que los ingleses tampoco tenían en buena estima a los coloniales, y emplearon una vieja melodía para mofarse de los que se acicalaban un poco.

Como siempre, ha habido diferentes versiones a lo largo de la historia, hasta llegar a la que transforma la canción en un himno patriótico, pero probablemente Steiner estaba pensando en una letra como ésta:

"Yankee Doodle went to town
A-riding on a pony
Stuck a feather in his hat
And called it macaroni."

("El bobo yanqui fue a la ciudad,
montado en un pony.
Se puso una pluma en el sombrero
Y la llamó la última moda*.")


*"Macaroni" no se refiere a la sabrosa pasta, sino a una elaborada forma de vestir importada de Italia por los ingleses en América.)


martes, 30 de diciembre de 2008

El huevo del amor

Tanto Susan Myrick como Will Price podían estar orgullosos de los progresos de sus alumnos en materia de acento sureño. No hubo quejas al respecto por parte de los espectadores, que preferían que no hubiera ningún deje a que se maltratara su forma de hablar tal y como Hollywood acostumbraba hacer. No existe un único acento sureño, pues el Sur es muy amplio, rico y variado en diferencias dialectales de un estado a otro y de una región a otra.

La consigna en el rodaje de Lo que el viento se llevó era mantener un equilibrio entre el inglés que se habla en el Sur (o que se hablaba en el XIX) entre todos los actores para que no hubiera altibajos.

El único americano entre los cuatro principales, Gable, fue el que menos se esforzó (de todas formas, a Gable se le perdona casi todo… y Rhett, aunque de Charleston, había viajado mucho). Leslie Howard, Olivia de Havilland (criada en Estados Unidos pero aún británica) y Vivien Leigh se aplicaron a la tarea con más entusiasmo que “el Rey” e intentaron en lo posible captar los tonos y las cadencias de sus profesores, aunque algunas palabras se les resistieron:

Leigh tuvo problemas con “love” (amor), que en el Sur se pronuncia de una manera un poco distinta a la británica; lo más parecido, dicen, sería pronunciarlo como “luff”.

Un día, cuando asistía a un partido de tenis, le intrigó la forma de anunciar el tanteo, “fifteen- love” (“quince a cero”) y preguntó por el origen de esta costumbre.

Aunque una de las variadas teorías sostiene que proviene de “neither for love nor for money” (“ni por amor ni por dinero”: jugar por nada), también se debate si los oídos anglosajones asimilaron el “l’œuf” (el huevo) que los franceses empleaban para referirse al “cero” al término inglés “love” al intentar pronunciar la palabra gala y así lo transmitieron; esta última hipótesis le fue muy útil a Vivien, que hablaba muy bien el francés, y captó al vuelo las similitudes. En su guión, cada vez que aparecía la palabra “love” en una frase de Escarlata, escribió “l’œuf” para guiarse.

lunes, 29 de diciembre de 2008

El vestido estampado (VI)

El final de la guerra no significó que las penurias en Tara terminaran, y Escarlata seguía con el mismo vestido, pieza básica de su guardarropa desde hacía más de un año. El equipo de Lo que el viento se llevó consideró conveniente utilizar ahora la cuarta copia del modelo para las secuencias de los veteranos que hacen parada en el porche, la conversación con Frank y el retorno de Ashley.

Lo más interesante en este cambio es que, como por medio de los sucesivos lavados ya no se podía quitar más color de la tela para mostrar lo ajada que estaba, se le dio la vuelta y se le aplicó el habitual tratamiento para envejecerla, con papel de lija como instrumento fundamental y los accesorios del oficio para los desgarrones y manchas. Escarlata ha perdido los botones originales y ha sustituido uno de ellos con otro diferente.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Los tortuosos caminos hacia Tara

Como hoy es un día en el que las travesuras están permitidas, nos desviamos un poco de nuestro camino habitual para confesar que, en materia de manejo de los entresijos de los blogs, somos más inocentes que Melania Wilkes con respecto a los sentimientos de su esposo y su cuñada.

A lo largo de este año hemos mejorado un poquito, pero tampoco es para hacer alardes, por lo que pedimos disculpas a nuestros lectores por nuestras carencias.

Una de las cosas más curiosas que se descubren cuando se ahonda en el programa que lleva cuenta de los visitantes de este humilde rincón de la blogosfera es el apartado que nos informa de cómo llegan a Viento Escarlata las personas que se pasan por aquí usando un buscador (a todas ellas, y a los que emplean otras vías, muchas gracias).

Como es lógico (y algo estaremos haciendo bien, cosa milagrosa), la mayor parte de los visitantes quieren saber cosas sobre Lo que el viento se llevó, y por lo tanto, las palabras y frases claves se refieren al título de la novela y la película, sus personajes principales, nombres fundamentales del equipo de producción, las frases favoritas de Escarlata y Rhett… y una particular predilección por los vestidos de la señorita O’Hara. Nos llena de orgullo (y satisfacción) saber que hemos podido resolver las dudas de estos peregrinos, y tomamos nota de aquellas que no lo han sido para intentar abordarlas en el futuro.

Pero también encontramos algunos términos que nos dejan perplejos y convencidos de que los caminos de la red de redes son inescrutables y de que todavía tenemos mucho que aprender para no hacer perder el tiempo a aquellos a los que, francamente, Gone With the Wind les importa un bledo. Sentimos decepcionar a aquellos que han venido a parar a estas páginas queriendo encontrar una “peluquería de perros en Irving, Texas”, un “vestido para mamá gorda de novia”, “qué se necesita para trabajar en una mortuary (sic)”, “azotainas con zapatilla”, “planos de barbacoa”, el “vestuario de la obra las uvas verdes”, “cofias de enfermeras en venta” o quieren aprender “cómo enseñar escote”.

sábado, 27 de diciembre de 2008

A tiempo para los premios

Con un estreno tan tardío, los responsables de Lo que el viento se llevó no esperaban que la película alcanzara algún galardón en 1939 y tenían su mirada puesta en los Premios de la Academia, para los que entraba ya en la carrera tras la presentación en Atlanta, las premieres en Nueva York y Hollywood y el comienzo de la carrera comercial del largometraje en los últimos días del año.

Por ello no fue una decepción total en la Selznick International que el ya prestigioso premio anual de los críticos de Nueva York (en su quinta edición) no recayera en GWTW como mejor película del año; fue Cumbres borrascosas la que se alzó con el triunfo, al conseguir 13 de los 17 votos, en dura pugna con Caballero sin espada, que había empatado con Gone With the Wind en las votaciones previas; como el desempate no parecía posible tras una docena de intentos, se optó por votar por Wuthering Heights, y ahí los miembros a favor fueron mayoría.

También Victor Fleming resultó derrotado en la categoría de director; los críticos de cine de los periódicos de Nueva York se inclinaron por John Ford, por La diligencia.

La Escarlata de Vivien Leigh tenía serias competidoras en la Bette Davis de Amarga Victoria y la Garbo de Ninotchka, pero salió victoriosa de la batalla y consiguió el primer premio cinematográfico para Lo que el viento se llevó, antesala de otros muchos que estaban por venir.

El resultado de las votaciones se hizo público el 27 de diciembre de 1939, y la entrega se efectuó el 7 de enero siguiente, en Nueva York.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Casi se la lleva el viento

Los festejos que se organizaron en Atlanta para el estreno de Lo que el viento se llevó (diciembre de 1939) transcurrieron sin apenas incidentes, algo muy difícil de conseguir debido a la aglomeración de gente que se dio cita en la capital de Georgia.

Las fuerzas vivas de la ciudad pusieron todo de su parte, y tanto el ir y venir de personalidades de la estación y el aeropuerto al centro, con el hotel Georgian Terrace como punto de reunión, como las variadas recepciones y excursiones, citas con la prensa, el baile patrocinado por la Junior League y el estreno en sí mismo salieron a pedir de boca.

Pero siempre hay pequeñas historias que contar, y no siempre son gratos recuerdos. Que se lo pregunten a la señorita Georgia Holbeck, que pasó un mal rato en el baile por el descuido de alguien: su vestido se vio envuelto en llamas, bien por un cigarrillo mal apagado o una cerilla arrojada al desgaire; la joven sufrió quemaduras de gravedad, aunque la rápida intervención de su acompañante, que le echó su abrigo encima, evitó una desgracia mayor. Georgia se recuperó… y contrajo matrimonio unos años después con su salvador.

No podemos evitar encontrar un eco de GWTW en este percance, ya que nos recuerda el momento de la novela en que Escarlata advierte que un soldado visitante ha descargado su malhumor en la cocina de Tara y el fuego amenaza con extenderse por la casa. Escarlata emprende febrilmente las labores de extinción y está a punto de fenecer de no ser por la providencial y contundente ayuda de Melania.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Un nacimiento nada navideño

La necesidad de ahorrar metraje y condensar acontecimientos, y también el deseo de Selznick de “humanizar” un tanto a Escarlata O’Hara, que en la novela no se distingue por sus cuidados maternales hacia Wade y Ella, dejó a Bonnie Blue como única descendencia en la pantalla de la protagonista de Lo que el viento se llevó.

Como no “asistimos” a la llegada al mundo de Eugenia Victoria Butler, que se nos muestra únicamente desde el punto de vista del atribulado progenitor en la antesala, nos queda Beau Wilkes, digno de ocupar un puesto avanzado en cualquier lista de “nacimientos memorables en el cine”.

Y eso que la censura previa desbarató la cuidadosa secuencia preparada por Cukor: la Oficia Hays advirtió con severidad de que no permitiría cualquier insinuación y menos una muestra palpable de los sufrimientos de Melania, negando lo evidente.

Olivia de Havilland, concienzuda como ella sola, se había ido a un hospital como observadora para tomar buena nota del comportamiento de las mujeres en el momento del parto (ella no era madre todavía); había un médico en el plató para que todos los detalles fueran lo más auténticos posibles y el mismo Cukor, fuera de cámara, retorcía el pie de la actriz en los momentos adecuados…

Todos los esfuerzos del equipo se fueron al traste por aquella orden de no herir la susceptibilidad del espectador. Nadie abogaba por una secuencia tremendista, pero tampoco era cosa de pasar por aquel trance como si el parto no hubiera sido nada, caramba. Menos mal que Selznick se mantuvo firme en algunos extremos (se nombran el cordel y las tijeras y Prissy rebaja la tensión del momento con aquello de “mi madre dice…”, por ejemplo), el montaje y la composición y la actuación de Vivien, Olivia y Butterfly consiguen transmitir el agobio, la desesperación y la agonía de aquella jornada calurosa en Atlanta.

¡Feliz Navidad!


miércoles, 24 de diciembre de 2008

La estrella y su director

La bibliografía sobre Lo que el viento se llevó es interminable y, por eso, siempre hay regalos adecuados para un Windie.

En los primeros puestos de nuestra lista de deseos en esta época de intercambio de muestras de cariño y buena voluntad está la reedición de la biografía de Vivien Leigh por Hugo Vickers, que revisa ahora el texto publicado hace 20 años y que ya entonces se convirtió en un libro muy recomendable para conocer un poco más a la intérprete de Escarlata O’Hara.

Será interesante ver qué cambios y añadidos ha introducido el autor, que ha tenido acceso a nuevos documentos y materiales. Para aquellos que no tengan el volumen anterior será una buena adquisición. No tienen más que fijarse en que la edición sea la de 2008.

Y, para completar el regalo, un volumen que se publica este mismo mes: Victor Fleming, de Michael Sragow, la primera biografía de cierta entidad sobre el director de GWTW.

A ver si Santa Claus o los Reyes Magos son generosos y pronto podemos comentar entre todos algún detalle de estos dos libros.

martes, 23 de diciembre de 2008

Silencio en la sala

Una prueba más de lo minucioso que podía llegar a ser Selznick en cuanto a la forma en que debía disfrutarse su obra magna: Entre los muchos detalles sobre los que quiso estar informado y controlar se cuenta el tipo de papel en el que se iba a imprimir el programa para el estreno de Lo que el viento se llevó, pues no quería que el crepitar de las hojas en manos de los espectadores interfiriera con los diálogos.

Claro que se debió de quedar sin respiración cuando se le informó de que el asunto del papel estaba solucionado y, además, se iba a obsequiar al público asistente con cacahuetes crocantes

Hay una anécdota/leyenda que nos cuenta que Selznick llegó al extremo de comprar todas las existencias de palomitas de la sala donde se llevaba a cabo el pase previo de una de las películas de Jennifer Jones, para que nada distrajera al público durante la proyección, así que podemos imaginarnos cómo se sentiría el productor de Gone With the Wind en los tiempos actuales... Con su temperamento, el propietario de un teléfono móvil que se atreviera a dejarlo encendido correría serio peligro físico.

lunes, 22 de diciembre de 2008

El viento se lleva a Elsa Fábregas, la voz de Escarlata

"¡Qué mujer!", exclamaba Rhett, admirativo, ante la decisión y la laboriosidad de la señora Kennedy. Es una expresión que podríamos aplicar perfectamente a Elsa Fábregas, a quien despedimos hoy con gran pesar, aunque nos queda el consuelo de continuar oyendo su voz por todos los rincones, desde los salones de Manderley hasta los "modernos" apartamentos que decoraba Doris Day.

Se apagó la voz de Escarlata O'Hara en España, pues Elsa fue quien dobló a Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó; para los Windies españoles, su trabajo y el de sus compañeros es un atractivo más de la película; Elsa, como Vivien, tuvo que enfrentarse al reto de ser una jovencita caprichosa al principio y endurecerse poco a poco, jurar de manera memorable y perder la alegría para recuperar un atisbo de esperanza en el "mañana será otro día" final.

Para ella fue uno más de sus cientos de trabajos en una carrera de décadas, en castellano, en catalán, niños, niñas, grandes señoras y mejores mujeres... con miles de peripecias que sobrellevaba con insuperable oficio y humor.

Fábregas hizo suyas las voces de Katharine Hepburn, Bette Davis, Maggie Smith, Catherine Deneuve, Ingrid Bergman, Judi Dench... les dio una vida paralela, con su propia impronta y, durante muchos años, fue la única voz de esas actrices para nosotros, tan querida y apreciada como las inflexiones, acentos y manierismos lo son de las originales, con el añadido de tener que acoplarse a los movimientos de sus labios e interpretar a su vez casi ochocientos papeles diferentes.

Elsa Fábregas falleció ayer, a los 87 años. Su voz sigue con nosotros.

domingo, 21 de diciembre de 2008

"Battle Hymn of the Republic"

Las notas del Battle Hymn of the Republic suenan en Lo que el viento se llevó durante la huida de Atlanta, y también aparecen en la música usada en el entreacto y en el prólogo de la versión internacional de la película.

La poetisa, pacifista y sufragista Julia Ward Howe (propulsora también del Día de la Madre) compuso su letra tras una visita a un campamento del ejército de la Unión en Washington, en 1861. Los soldados de ambos bandos habían adoptado la música, que databa de 1855 y cuyo autor era William Steffe, y le habían agregado la letra del poema John Brown’s Body; como el nombre coincidía con el del famoso abolicionista, la marcha se hizo popular en el Norte y, con el preceptivo cambio, también en el Sur.

Howe recogió esa tarde la sugerencia de darle a la canción una letra inequívocamente patriótica, acorde con las circunstancias que se vivían, y a la mañana siguiente ya tenía compuesto el Himno de batalla de la República.

Se publicó unos meses después y, poco a poco, se fue convirtiendo en el himno oficioso de la Unión y en una pieza de gran popularidad que ha sido acompañada de diferentes y muy variadas letras, gran parte de ellas de carácter religioso: es el famoso ¡Gloria, gloria, Aleluya! que más de un lector habrá cantado en más de una ocasión...

sábado, 20 de diciembre de 2008

Aniversario

Viento Escarlata cumple hoy un año…

Aunque nos gustaría tener a Gable haciéndonos las mismas carantoñas cariñosas que Rhett le dedicaba a Bonnie cuando la pequeña alcanzaba su primera semana, apreciamos todavía más las visitas, comentarios, preguntas, menciones y enlaces de los lectores que nos han hecho el honor de pasarse por aquí durante estos meses. Muchas gracias a todos.

A ver qué tal se nos da el segundo año…

Lo que el viento se llevó seguirá siendo nuestro punto de referencia, así que si hay algún asunto relacionado con GWTW que haya pasado inadvertido o que hayamos dejado a medias, no tenéis más que señalarlo e investigaremos en la medida de nuestras posibilidades.

Nada mejor para celebrar el aniversario como se merece que probar una bebida bautizada con el nombre de la protagonista de Gone With the Wind:

El cóctel Scarlett O’Hara (sólo para mayores, que lleva alcohol), tiene como ingredientes principales dos partes de Southern Comfort, un bourbon aromatizado con melocotón, naranja, vainilla, azúcar y canela, lo que le da un inconfundible toque sureño (y también irlandés, porque el fundador de la firma nació en la verde Erín), y una o dos partes de zumo de arándanos, que le aporta los tonos de rojo imprescindibles para que la asociación con Escarlata sea inmediata; se añade una parte de zumo de limón recién exprimido y se une en la coctelera con unos cubitos de hielo. Tras la consiguiente agitación, el combinado está listo para ser degustado.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Lista de bajas (VIII)

El viento soplaba en contra de los miembros del equipo de GWTW y, ya cada año, cuando la novela y la película cumplían ya las dos décadas, los adioses definitivos acortaban la relación de supervivientes. 1958 y 1959 no fueron más que una brisa en comparación con 1960: con la muerte de Clark Gable, Lo que el viento se llevó había perdido ya a sus dos galanes…

1958:
Zack Williams, 74. (Elijah, uno de los esclavos)

1959:
Olin Howland, 73. (El yanqui tratante en madera)
George Reeves, 45. (Stuart Tarleton). Disparo.
John Sherwood, 50. (Segundo ayudante de dirección) Neumonía.
Frank Maher, 62. (Departamento de Sonido).

1960:
Ward Bond (Tom, el capitán yanqui), 57. Ataque al corazón.
Edward Butcher, 68. (Equipo de producción)
Maurice De Packh, 64. (Orquestaciones)
Clark Gable, 59. (Rhett Butler) Ataque al corazón.
Louis Jean Heydt, 55. (Veterano hambriento en Tara). Ataque al corazón.
Edwin Justus Mayer, 64. (Guión)
Donald Musgrave, 61. (Efectos especiales)
Laura Treadwell, 81. (En la secuencia de la "lista de bajas")
Bryant Washburn, Jr., 45. (Extra en Doce Robles)

jueves, 18 de diciembre de 2008

El vestido estampado (V)

Los habitantes de Tara, ya con Escarlata al mando, han de apañarse con un somero guardarropa hasta que vengan tiempos mejores, pues el paso del ejército de la Unión ha dejado a la familia con lo puesto y poco más.

Escarlata sigue fiel (suponemos que a su pesar) al vestido de percal violeta.

En las secuencias en las que la vemos en el campo de algodón, deshaciéndose sin contemplaciones del desertor y cuando llega la noticia del fin de la guerra Vivien Leigh llevaba todavía la tercera copia del modelo, pero mucho más zarrapastrosa: el cuello ha desaparecido y aumentan las manchas y desgarrones en las mangas y en la parte inferior. Es, por lo tanto, el “cuarto grado” de desintegración del indestructible vestido.

Para defenderse del sol, Escarlata utiliza un gorro azul claro y blanco y se recoge el cabello con una redecilla.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

A la caza del gazapo (XXII)

Nadie como Beau Wilkes para hacer apariciones sorprendentes. No contento con venir al mundo en una ciudad sitiada, en un día caluroso, sin un médico cerca y con unas comadronas más bien improvisadas, el hijo de Melania y Ashley parece aprovechar cualquier momento en Lo que el viento se llevó para atraer nuestra atención:

Cuando Gerald llega a Tara, después de una de sus furiosas cabalgadas, con la noticia de que la guerra ha terminado, la familia baja corriendo al vestíbulo. Melania aparece bajando las escaleras, a la izquierda de la pantalla, y no lleva nada en las manos. Tras el breve plano en el que vemos la reacción de Suellen y Carreen, volvemos a Melania, que se regocija porque su marido podrá volver por fin a casa, pero… ¡ahora la vemos con un hermoso Beau en brazos!

(¿Estaba el pequeñín al pie de la escalera y Melania lo recogió con un ágil movimiento cuando no la veíamos?)

martes, 16 de diciembre de 2008

La conexión irlandesa

En 1922, cuatro años antes de que Margaret Mitchell comenzara a escribir su novela sin título, se publicaba un libro fundamental para la literatura del siglo XX: Ulises, de James Joyce. Además de por su técnica narrativa y por sus muchas referencias a Irlanda (la novela transcurre en Dublín), hay un punto de interés especial para los Windies. En el capítulo VII, “De mal agüero, para él”, encontramos una frase significativa:

Gone with the wind. Hosts at Mullaghmast and Tara of the kings. Miles of ears of porches.” ("Lo que el viento se llevó. Las huestes de Mullaghmast* y la Tara de los reyes. Millas de oídos de pórticos.")

Resulta curioso ver en una misma línea las palabras “Gone with the Wind” y “Tara” quince años antes de que quedaran unidas como el título de obra de Mitchell y la casa de su protagonista, Escarlata O'Hara; esta posible “inspiración” en Joyce para GWTW puede no ser tal, porque las peripecias de Leopold Bloom estuvieron prohibidas en Estados Unidos y Gran Bretaña hasta mediados de la década de los 30, y es muy probable que Margaret no llegara a leer el libro a tiempo (si lo hizo en alguna ocasión) para establecer la conexión.


* Mullaghmast, en el condado de Kildare, es una colina con mucha historia y el sitio de una masacre durante la conquista de Irlanda por los Tudor, en 1577.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Atlanta se engalana para el estreno

Si el 30 de junio es el “cumpleaños” de la novela Lo que el viento se llevó, que se publicó ese día de 1936, el aniversario de la película es el 15 de diciembre, pues esa es la fecha en que GWTW tuvo su estreno, en 1939, en Atlanta, claro.

Hollywood desembarcó en la capital de Georgia y la ciudad recibió a los visitantes con los brazos abiertos y tres días de fiesta decretados por el alcalde; el gobernador del estado no se quedó atrás y declaró festivo el día 15.

La consigna era recuperar en lo posible el ambiente más jovial de la Atlanta de ochenta años atrás: los comerciantes cubrían sus fachadas con falsas estructuras que recordaban a los negocios de antaño y los vecinos llevaban meses rebuscando en áticos y buhardillas para ponerse la ropa de sus abuelos; mejor dicho, de sus abuelas, porque, si bien abundaban los miriñaques y los vestidos femeninos, en mejor o peor estado de conservación, gran parte de los que habían luchado en la contienda había expresado su deseo de ser enterrado con su uniforme y, en el mejor de los casos, sólo tenían uno completo…

En las semanas previas hubo tiempo para recrear la moda de preguerra, y desde Hollywood colaboraron con el préstamo de piezas del guardarropa de GWTW; también el Loew’s Theatre, la sala que iba a acoger el pase de la película, se decoró con una monumental fachada que recordaba a la de Doce Robles en la película, así que todo estuvo preparado para recibir al contingente peliculero y a los miles de visitantes que no querían perderse el espectáculo.

Los tres días de celebraciones dieron para mucho, por lo que iremos desgranando las anécdotas en sucesivas entradas, pero, para los más impacientes diremos que… sí, la película fue un éxito.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Crónicas desde dentro del rodaje

Ya hemos citado en varias ocasiones a Susan Myrick, la periodista de Georgia amiga de Margaret Mitchell que fue la asesora contratada por Selznick para velar por la “autenticidad sureña” de la adaptación al cine de Lo que el viento se llevó.

Myrick plasmó su experiencia en los estudios durante aquellos meses en una serie de artículos que enviaba desde California y que los lectores de varios periódicos de la zona, Mitchell entre ellos, devoraban con fruición.

Muchos años después, Richard Harwell compiló esas crónicas a pie de decorado, incluyó algunos párrafos que se habían perdido por la interferencia del departamento de publicidad, las complementó con detalles de las cartas que se cruzaron Myrick y la escritora y añadió pertinentes notas explicativas allí donde lo creyó necesario, y así quedó conformado el libro White Columns in Hollywood. Reports from the Gone With the Wind sets, que nos ofrece una visión del rodaje de GWTW desde dentro y a través de los ojos de una “profana” en el mundo del cine pero que era experta en el trabajo que se le había dado: vigilar que los acentos y dialectos no chirriaran, que el color local de la Atlanta del siglo XIX fuera llevado a la pantalla sin desviarse mucho, que los actores se comportaran con el debido porte sureño…

Desde esa posición privilegiada Myrick relató los progresos (o retrocesos) cotidianos en los estudios y exteriores, de un modo ameno, conjugando la mirada maravillada ante el proceso casi milagroso de producir una película por parte de una persona hasta entonces ajena a todo ello y el sentido común de alguien que recibía un memorando en el que se le recordaba que, por supuesto, los oficiales yanquis no debían recibir clases de acento sureño... y se lo tomaba con buen humor.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Escándalo sureño

A principios de los años 40 Stan Kenton tomó prestadas las cuatro notas más características del “tema de Tara” compuesto por Max Steiner para la banda sonora de Lo que el viento se llevó y creó Southern Scandal (Escándalo sureño), una pieza en la que él mismo se sentaba al piano y retaba a un singular duelo musical a los solistas de su orquesta, mientras la sección de metal se encargaba del estribillo.




Es una más de las muchas referencias a GWTW en el mundo de la música, aunque no sea de forma directa. Pero no se puede dudar del punto de partida de Kenton, ya que ese “pa pa pa paaa” es inconfundible y, con ese título, la canción remite al origen todavía más, con los muchos “escándalos” que provocaba la señorita O’Hara…

viernes, 12 de diciembre de 2008

Laura Hope Crews, "Pittypat" Hamilton

Laura Hope Crews, que nació el 12 de diciembre de 1879 en San Francisco, no fue la primera elección de Selznick para encarnar a Sarah Jane Hamilton (más conocida como “la tía Pittypat”) en Lo que el viento se llevó. Pero, en retrospectiva, apenas podemos imaginarnos a otra actriz mejor que Crews en el papel, por el que es recordada por varias generaciones de aficionados al cine.

Pisó las tablas por primera vez a los cuatro años, pero no volvió a la escena hasta completar su educación y debutó en Nueva York en 1901. Desde entonces estuvo siempre ocupada, ya fuera en el teatro o en el cine, y pasó de reputada actriz principal a actriz de carácter por su dominio de la comedia, pero no le faltaron papeles donde no caía muy simpática, como su tremenda madre de The Silver Cord, que interpretó en la escena en 1926 y en el cine en 1933.

En el teatro intervino en obras como Mr. Pim Passes By, Peter Ibbetson, Hedda Gabler, Hay Fever, o The Great Divide y comenzó en el cine en 1915, pero no se asentó en Hollywood hasta la llegada del sonoro; se la reclamó como profesora de declamación y dicción para los actores y pronto obtuvo papeles propios, a los que en su mayoría aportó el inconfundible toque “tía Pitty” a medida que se adentraba en la década de los 30: la digna señora de edad incierta, puntal de la sociedad y al parecer incapaz de darse cuenta de la mitad de las cosas que pasan a su alrededor.

Augusta Welland en The Age of Innocence (1934), la condesa en Escapade (1935), Prudence en Camille (Margarita Gautier, 1936), la gran duquesa en Angel (Ángel, 1937), Madame Zuleika en Idiot’s Delight (1939)… precedieron su intervención en GWTW, que iba a ser, por desgracia, uno de sus últimos papeles.

Laura interpretaba a una de las tías en Arsenic and Old Lace, en una exitosa gira de la obra, pero se vio obligada a abandonarla por enfermedad y falleció por problemas renales en noviembre de 1942.

Los años de oficio a sus espaldas no le impedían abordar un nuevo papel como un reto en el que dar lo mejor de sí misma; en Lo que el viento se llevó, por ejemplo, optó por tomar como ejemplo para la voz de su personaje a la esposa del asesor técnico Wilbur Kurtz; Annie Laurie Fuller era de Georgia y Laura quería captar el acento y la entonación correctos, así que mantuvo charlas con ella, la escuchó mientras leía e incluso le pidió que leyera unas páginas del guión ante un micrófono para contar con una grabación y poder practicar.

jueves, 11 de diciembre de 2008

"My Old Kentucky Home"

La canción My Old Kentucky Home, de Stephen Foster, tiene mayor presencia en la novela que en la película, pero Max Steiner supo escoger el momento oportuno para incluirla en la banda sonora de Lo que el viento se llevó, cuando Escarlata suplica a Rhett que la lleve de vuelta al hogar y la saque de la sitiada Atlanta.

También Prissy, en la pantalla, canta un par de versos cuando vuelve tan campante de buscar al doctor Meade, tal como hacía en otro momento en la novela, donde, después, la frase “tote the weary load” (llevar la pesada carga), se convierte en una cantinela repetitiva en la mente de Escarlata durante la vuelta a Tara. Era una canción que había cantado con Rhett durante una velada social bastante deprimente unos meses antes, y la referencia a esa carga física y moral vuelve a aparecer tras la digna defensa de la actitud de su cuñada por parte de la bondadosa Melania.

Esa idea de soportar la carga y ansiar por un lugar donde hallar un mínimo descanso está presente a lo largo de la novela, y Tote the Weary Load fue uno de los títulos que se propusieron antes de que Gone With the Wind ganara la partida.

My Old Kentucky Home data de 1853 y en un principio se llamaba Poor Uncle Tom, Good Bye!; con las habituales modificaciones para eliminar cualquier término ofensivo, es ahora la canción oficial del estado de Kentucky.

"The sun shines bright in the old Kentucky home,
’Tis summer, the darkies are gay,
The corn top’s ripe and the meadow’s in the bloom
While the birds make music all the day.
The young folks roll on the little cabin floor,
All merry, all happy, and bright:
By’n by Hard Times comes a knocking at the door,
Then my old Kentucky Home, good night!

Weep no more, my lady,
Oh! weep no more today!
We will sing one song
For the old Kentucky Home,
For the old Kentucky Home, far away.

They hunt no more for the possum and the coon
On meadow, the hill and the shore,
They sing no more by the glimmer of the moon,
On the bench by that old cabin door.
The day goes by like a shadow o’er the heart,
With sorrow where all was delight:
The time has come when the darkies have to part,
Then my old Kentucky Home, good night!

The head must bow and the back will have to bend,
Wherever the darkey may go:
A few more days, and the trouble all will end
In the field where sugar-canes may grow.
A few more days for to tote the weary load,
No matter ’twill never be light,
A few more days till we totter on the road,
Then my old Kentucky Home, good night!"

("El sol brilla en la vieja casa en Kentucky,
este verano los negros están contentos,
el maíz está maduro y la pradera florece,
y los pájaros cantan todo el día.
Los pequeñuelos juegan en la cabaña,
alegres, felices y resplandecientes:
A veces los tiempos duros llaman a la puerta
Y, entonces, ¡buenas noches, mi viejo hogar en Kentucky!

¡No llores más, querida mía,
No llores más hoy!
Cantaremos una canción por
El viejo hogar en Kentucky,
Por el viejo hogar en Kentucky, allá lejos.

Ya no cazan zarigüeyas ni mapaches,
En el prado, la colina y la ribera,
Ya no cantan a la luz de la luna,
En el banco al lado de la puerta de la vieja cabaña
El día pasa como una sombra sobre el corazón,
Con pena donde antes había gozo:
Ha llegado el momento en que los negros han de partir,
Y luego, ¡buenas noches, mi viejo hogar en Kentucky!

Las cabezas se inclinarán y las espaldas se doblarán,
Allá donde los negros deben ir:
Unos cuantos días más y los problemas terminarán,
En el campo donde crecerá la caña,
Unos cuantos días más de soportar la pesada carga
No importa que nunca más sea ligera,
Unos pocos días más antes de que nos tambaleemos por el camino,
Y luego, ¡buenas noches, mi viejo hogar en Kentucky!")

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lo que el fuego se llevó

Aunque el terreno para exteriores del estudio donde Selznick rodaba sus películas desde 1935 era conocido como “Forty Acres” (Cuarenta acres), en realidad ocupaba sólo 23 acres (poco más de 9 hectáreas) y, a finales de 1938, estaba atestado de decorados de producciones anteriores, venerables pero incómodos vestigios.

¿Cómo disponer entonces de la superficie suficiente para erigir las calles de Atlanta para Lo que el viento se llevó? Y, sobre todo, ¿cómo iban a conseguirse los planos del incendio de los almacenes de provisiones y municiones, una escena que en el guión había alcanzado proporciones épicas hasta convertirse en “el incendio de Atlanta”?

La solución adoptada por el equipo, con el productor un tanto escéptico sobre su viabilidad y resultado, fue sacrificar parte de los decorados, falsas fachadas de cartón piedra ya inmortalizadas en la pantalla y por lo tanto ya más reales que sus propios referentes más o menos preservados en los “40 acres”.

La práctica habitual era desmontar las estructuras y almacenarlas en otro lugar, pero para GWTW se optó por otro camino, más drástico, pero útil para la película: la estructura de los decorados desechados se cubriría con nuevas fachadas que simularían los edificios de la capital de Georgia… y se les plantaría fuego.

David Niven atribuye la idea a Clark Gable, pero lo más lógico es pensar que Selznick confiara más en el criterio de los expertos, encabezados por su jefe del departamento de decorados, Lyle Wheeler. Tanto Menzies como Klune secundaron la propuesta de Wheeler y el productor acabó dándole luz verde.

Comenzaron los preparativos para lo que sería el comienzo oficioso del rodaje de Gone with the Wind, y que culminaron en la tarde y noche del 10 de diciembre de 1938. Ese día todavía no había una Escarlata O’Hara (un vacío que, vaya “coincidencia”, quedaría casi resuelto a lo largo de la velada) pero sí quedaban atrás largas jornadas de ensayos para que todo fuera sobre ruedas:

El equipo dispuso de dos semanas para ponerlo todo a punto, desde el número de cámaras de Technicolor del que podían disponer (siete, todas las que se podían reunir en aquella época) a la colaboración de los departamentos de bomberos de la zona (34 equipos estarían en alerta), pasando por cada una de las posiciones de cámara y sus movimientos, que se probaron una y otra vez en una maqueta fabricada al efecto, mientras el experto en efectos especiales con fuego Lee Zavitz ultimaba un sistema que permitía controlar las llamas de manera que se dispusiera de tiempo para las complicadas tomas.

El fuego se llevó aquella noche parte de los decorados de King of Kings (la puerta de Jerusalén), King Kong (el muro y su mítica puerta, la maqueta del Empire State), Little Lord Fauntleroy… pero en “Forty Acres” quedaron todavía restos de las estructuras construidas para The Godless Girl (La incrédula, 1929), por ejemplo, y junto con las calles y edificios de Atlanta sirvieron, convenientemente modificadas, de escenario para otras producciones, como The Magnificent Ambersons (El cuarto mandamiento, 1942), Story of G.I. Joe (También somos seres humanos, 1945) o The Greatest Story Ever Told (La historia más grande jamás contada, 1965) , o series de televisión como The Adventures of Superman, Batman, The Untouchables o Star Trek.

martes, 9 de diciembre de 2008

Lista de bajas (VII)

De manera inexorable, las filas de implicados en la creación de Lo que el viento se llevó se reducen con los años, y entre 1955 y 1957 las bajas fueron considerables, sobre todo entre el equipo técnico y artístico de la película:

1955:
Fitch Fulton, 76. (Efectos especiales visuales)
Charles “Jockey” Haefeli, 68. (Paciente en el hospital)
Barbara Keon. (Encargada de la continuidad)
Ona Munson, 52. (Belle Watling). Suicidio por sobredosis.

1956:
B. Reeves Eason, 70. (Director de la segunda unidad). Ataque al corazón.
Michael Foster, 52. (Guión)
W. Howard Greene, 61. (Coordinador de los cámaras durante “el incendio de Atlanta”)
Alexander Korda, 63. (Tenía a Vivien Leigh bajo contrato) Ataque al corazón.
Charles MacArthur, 61. (Guión)

1957:
Louise Carter, 82. (Esposa del director de la banda)
Carey Harrison, 68. (Doble de Gerald, secuencias a caballo).
Ernest Leadlay, 69. (Ayudante de montaje)
William Cameron Menzies, 61. (Diseñador de producción).
John Van Druten, 56. (Guión)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Rhett Butler, siempre en el lugar adecuado

"Los que escuchan a escondidas, acaban oyendo lo que no quieren oír” (“eavesdroppers hear no good about themselves”), reza el proverbio que Escarlata comienza a recitar cuando descubre que Rhett ha sido testigo de su fallida declaración a Ashley en la biblioteca de Doce Robles.

Pero Butler cambia la segunda parte del refrán: “Los que escuchan escondidos, oyen a veces cosas muy divertidas e instructivas”. Bien lo sabe él, y tenemos en la película una prueba temprana de su habilidad para estar en el momento y el lugar oportunos para enterarse de esas cosillas que luego le serán muy útiles para sacar de sus casillas Escarlata.

Si bien en la novela Escarlata pone sus ojos por primera vez en Rhett cuando se fija en un “desconocido, sólo en el vestíbulo, que la miraba fijamente” y luego ella tontea con Charles sin dejar de sentir su mirada, hasta el punto de que tiene que preguntarle a Cathleen quién es ese visitante tan intrigante, en la película parece que la primera ocasión en que vemos a Butler es precisamente después de esa pregunta…

Pero no es así: antes de echar la siesta en el sofá de los Wilkes, Rhett conoce ya el dominio de Escarlata del arte de la coquetería y de cómo hacer caer en sus redes a los hombres. Cuando vemos a Clark Gable apoyado en la parte baja de la barandilla, con un julepe en la mano, ya ha reunido suficiente información sobre la mayor de las O’Hara para interesarse por la joven… y ya le hemos visto justo detrás de Escarlata cuando adula sin recato a Frank Kennedy.

Es otro de los planos fugaces que guardan sorpresas en Lo que el viento se llevó. Aunque Gable ya no está en el mismo lugar cuando el plano vuelve a Escarlata y Frank tras las frases de Suellen e India, es muy probable que Rhett, interesado, hubiera ido a buscar una bebida para seguir luego admirando las maniobras de Escarlata desde el fondo de la escalera.

domingo, 7 de diciembre de 2008

El vestido estampado (IV)

El tercer ejemplar del vestido violeta de percal acompaña a Vivien Leigh en la parte más azarosa de Lo que el viento se llevó: la huida de Atlanta, el viaje a Tara (excepto en los planos en los que el carromato cruza el campo de batalla) y el juramento de Escarlata.

Es un trayecto que afecta tanto al carácter del personaje (pues poco se parece la Escarlata O’Hara que bebe de una calabaza a la esplendorosa Escarlata O’Hara que flirteaba con los Tarleton al principio de la película) como a su atribulado vestuario, ya que los efectos del fuego, el polvo del camino y una jornada bajo el sol dejan su huella en la ropa.

Vemos como, poco a poco, el vestido se va estropeando más y más: las pavesas producen pequeñas quemaduras y la tela acumula suciedad y rasgones.

Es el tercer “estado” para el modelo, y el equipo de GWTW comenzó a aplicar a fondo las técnicas de envejecimiento y deterioro de los tejidos, métodos artesanales pero muy efectivos y que tenían como principal herramienta un abridor de botellas de cerveza con una punta bien afilada.

Para cubrirse, Escarlata utiliza el chal que llevaba en la secuencia del “sombrero de París” y el sombrero de Melania durante la “lista de bajas”.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Una inspiración para Melanie Hamilton

En The Road to Tara, la biografía de Margaret Mitchell escrita por Anne Edwards, se recoge el testimonio de una enfermera que recordaba las visitas de la autora de Lo que el viento se llevó a una anciana monja, que era pariente lejana suya y que se llamaba Melanie, y la confirmación por parte de Margaret de que había bautizado en su honor a la dulce y bondadosa cuñada de Escarlata.

La hermana Melanie era, en efecto, prima de May Belle Stephens, la madre de la escritora, y su nombre antes de tomar los hábitos era Martha Anne Fitzgerald Holliday. A su vez Martha tenía un primo que se llamaba John Henry Holliday que, mucho antes de verse envuelto en el duelo en el O.K. Corral y otras aventuras, se ganó su corazón.

Dado que Martha era católica y por entonces la Iglesia no permitía el matrimonio entre primos y además Henry era metodista, la posibilidad de una unión matrimonial parecía muy lejana para ambos, sobre todo una vez que Henry tuvo que ausentarse a Texas por ciertas cuestiones relacionadas con el juego. Mantuvieron correspondencia durante años, pero Martha entró en un convento de Savannah en 1883 y escogió entonces el nombre de Melanie. Murió en abril de 1939, en pleno rodaje de GWTW.

En esta historia que hemos dibujado de manera somera encontramos varios temas que se ven reflejados en la novela, desde la bondad y sencillez de Melanie, trasladados a su tocaya de ficción junto con su nombre, hasta la eventual entrada en el convento de Carreen al final de la historia de Gone With the Wind. También Ellen, antes de casarse con Gerald, había tenido un amor imposible con un primo suyo que murió en oscuras circunstancias lejos de Savannah, y la madre de Escarlata había pensando también en la vida religiosa después de este revés sentimental.

El episodio del exilio forzoso de Tony Fontaine, que ha cometido dos homicidios, recuerda también la marcha apresurada de “Doc” Holliday, dentista, jugador y muy hábil con las pistolas…

viernes, 5 de diciembre de 2008

Eric G. Stacey, ayudante de dirección

El ayudante de dirección Eric G. Stacey, que nació el 5 de diciembre de 1903, fue una de las personas más ocupadas durante la producción de Lo que el viento se llevó.

Una vez definió las cualidades necesarias para su puesto como un cóctel de paciencia, perseverancia y laboriosidad, y a fe que tuvo que emplearlas a fondo desde el momento en que se dispuso a reordenar el guión de rodaje según las secuencias que tenían lugar en cada decorado y los actores disponibles y confeccionar así un calendario de trabajo para la película; entre sus tareas estaba comprobar que ese programa podría cumplirse, es decir, que todos los que tenían que estar delante y detrás de las cámaras estarían en su lugar y que el decorado estuviera preparado; de no ser así, se debía contar con una alternativa, a su vez en perfecto estado de revista.

Es uno de los cometidos habituales de un ayudante de dirección, pero en GWTW se multiplicaban por cien las decenas de detalles de los que debía estar pendiente, para responder con prontitud a sus inmediatos superiores, el jefe de producción y el diseñador de producción.

Dada la magnitud de la producción, Stacey contó con un segundo y un tercer ayudante a lo largo del rodaje, y algunos más durante las secuencias más complicadas. Era habitual verle rodeado de planos en los que había indicado la posición en la que debían estar todos y cada uno de los que aparecían en escena, para que estuvieran en su lugar si había que repetir la toma o reanudar el rodaje desde una situación determinada, pero también el equipo se acostumbró a verle caminar por los platós con los cordones de los zapatos desabrochados, pues Eric tenía la superstición de no atárselos hasta que la primera toma del día recibía el visto bueno del director, y había jornadas en Gone With the Wind en que eso no sucedía hasta pasada la pausa de la comida, con un poco de suerte.

Stacey llegó a Hollywood desde su Inglaterra natal por propia iniciativa: demostró su infinita capacidad de recursos desde el principio, porque, como carecía de contactos, compró en 1928 un típico taxi inglés de 1914 y lo ofreció a los estudios para dar ambiente a las películas.

Pronto destacó como un competente encargado de atrezzo y ascendió poco a poco hasta llegar a ayudante de dirección. Cuando Selznick formó su compañía, enroló a Stacey, que había trabajado para Goldwyn, Warner y Fox en los años anteriores, y fue un eficiente colaborador para los directores de El jardín de Alá, Ha nacido una estrella, Las aventuras de Tom Sawyer, Rebeca

En 1941 dio el salto a la jefatura de producción, labor que todavía desempeñaba en 1969, cuando el coche que le llevaba a un rodaje recién comenzado fue arrollado por un tren en un paso a nivel sin barrera. Su conductor resultó herido, pero Stacey falleció unas horas después.

En su filmografía como jefe de producción encontramos películas tan diversas como To Have and Have Not (Tener y no tener, 1944), The Fountainhead (El manantial, 1949), Fantastic Voyage (Viaje alucinante, 1966), In Like Flint (F de Flint, 1967) o The Boston Strangler (El estrangulador de Boston, 1968).

jueves, 4 de diciembre de 2008

El tiempo que el viento se llevó

Cuando algunos atrevidos cineastas decidieron sobrepasar el acostumbrado límite de una bobina por película, unos diez minutos de proyección, se alzaron airadas voces entre los sesudos científicos de la época (los albores del siglo XX) que proclamaban que no era posible para un ser humano estar expuesto a más de 15 minutos de sesión cinematográfica sin sufrir horrorosas consecuencias físicas y psíquicas.

Sus predicciones no se cumplieron (al menos no tan apocalípticamente: la cinefilia no nos ha llevado a una casa de salud... todavía) y las películas aumentaron poco a poco su duración, a veces hasta límites insospechados: The cure for insomnia (1987) alcanza las 85 (sic) horas, pero no puede decirse que tenga mucho argumento, y la china Huo Shao Hong Lian Si (1928) llega a las 27 horas, aunque se exhibía normalmente por capítulos, más manejables.

Como vemos, los 222 minutos de duración de Lo que el viento se llevó, no suponen ninguna plusmarca comparados con esos y otros excesos pasados y futuros, pero el público tiende a pensar que se trata de una película larguísima. Sin embargo, los espectadores de los años 30 estaban más que acostumbrados a pasar en las salas de tres horas en adelante: una sesión habitual en aquella época comprendía un noticiero, un corto de animación, un corto de imagen real, trailers, un largometraje de bajo presupuesto (la llamada “serie B”), un breve descanso, y, por fin, la película principal.

GWTW duraba aproximadamente lo mismo que una de esas sesiones; Selznick, amablemente, se preocupó de que se exhibiera con un intermedio suficiente para aliviar cualquier necesidad. Para determinar cuánto tiempo debía durar la pausa, destacó al pluriempleado Val Lewton con un cronómetro a la zona de los servicios (de caballeros) durante los pases previos al estreno, de manera que pudieran contar con información de primera mano sobre los minutos que los espectadores pasaban en el baño.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Miles de páginas sobre "Lo que el viento se llevó"

Las próximas fiestas son una ocasión perfecta para sorprender a un Windie con un libro sobre el "universo" de Lo que el viento se llevó. Aquí recogemos los títulos que hemos citado hasta ahora en Viento Escarlata. No son más que una mínima parte de la bibliografía sobre GWTW, por lo que la lista está abierta a sugerencias y comentarios. ¡Feliz lectura!

David O. Selznick's Hollywood, por Ronald Haver.

"Lo que el viento se llevó"/"Robin de los Bosques", por Javier Coma.

Memo from David O. Selznick, de Rudy Behlmer.

Selznick's Vision: "Gone With the Wind" & Hollywood Filmaking, de Alan David Vertrees.

The Complete "Gone With the Wind" Trivia Book, por Pauline Bartel.

Margaret Mitchell's "Gone With the Wind" Letters, 1936-1949, compilado por Richard Harwell.

Road to Tara, por Anne Edwards.

George Cukor, por Patrick McGilligan.

"Gone With the Wind" on Film: A Complete Reference, por Cynthia Marylee Molt

A Child of the Century, de Ben Hecht

Margaret Mitchell & John Marsh: The Love Story Behind "Gone With the Wind", por Marianne Walker.

They Still Call Me Junior, de Frank Coghlan, Jr.

Long Live the King, por Lyn Tornabene.

Vivien Leigh, de Hugo Vickers.

The King: A Biography of Clark Gable, por Charles Samuels.

A Quite Remarkable Father, por Leslie Ruth Howard.

Showman: The Life of David O. Selznick, por David Thomson.

Margaret Mitchell of Atlanta, de Finis Farr.

Stuntman, por Yakima Canutt.

Feminidad y mascarada en "Lo que el viento se llevó" y "Jezabel", de
Eva Parrondo-Coppel.

Narración, tiempo y cohesión del relato en “Gone With the Wind”, de Vicente J. Benet.

Vivien: la vida de Vivien Leigh, por Alexander Walker.

The Filming of “Gone with the Wind”, por Herb Bridges.

Hollywood Be Thy Name, por William Bakewell.

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, por Carlton Jackson

*Hattie McDaniel: Black Ambition, por Jill Watts.

Tara Revisited, por Malcolm Vance

The Oliviers, por Felix Barker

Hitchcock y Selznick, por Leonard J. Leff

The Complete "Gone With the Wind" Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan, por Pauline Bartel

Looking for Tara: The "Gone With the Wind" Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant.

*In Search of My Father, por Ronald Howard

Strange Tales of "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Austin McDermott.

The Story of "Gone Wind the Wind", por Bob Thomas

Selznick: The Man Who Produced "Gone With the Wind", por Bob Thomas.

The Selznick Players, de Ronald Bowers

Scarlett O’Hara’s Younger Sister y *I’ll think about that Tomorrow, por Evelyn Keyes

A Celebration of "Gone With the Wind", por Adrian Turner.

George Cukor, por Augusto M. Torres.

Backstory. Conversaciones con guionistas de la Edad de Oro, por Pat McGilligan.

Scarlett’s Women. “Gone With the Wind” and its Female Fans, por Helen Taylor.

"Lo que el viento se llevó", Fascículo 1 de la colección Cine & Música, de Salvat.

The Private Diary of Scarlett O’Hara, de Cathy E. Crimmins y Thomas Maeder.

The Irish Roots of Margaret Mitchell's "Gone With the Wind", por David O’Connell

Lo que el viento se llevó, Aymá, 11ª Edición, Barcelona, 1978; Ediciones B, Barcelona, 1992; Pan Books, 1988.

*El vuelo de Ibis, por José Rey-Ximena. (Sobre los últimos días de Leslie Howard).

Crowning Glory: Reflections of Hollywood’s Favorite Confidant, por Sydney Guilaroff

The Official "Gone With the Wind" Companion: The Authorized Collection of Quizzes, Trivia, Photos- And More, por Stephen J. Spignesi.

Million Dollar Legends Margaret Mitchell and "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Martin Shartar.


*Aún no lo hemos leído.

martes, 2 de diciembre de 2008

Escarlata O'Hara, siempre en color

Lo que el viento se llevó está muy lejos de ser la primera película en color, pero tampoco hay que irse al otro extremo y creer que se rodó en blanco y negro y luego fue colorizada (¡ay!), una consulta que nos formulan en muchas ocasiones y a la que siempre intentamos responder didácticamente, para que se desvanezca esa creencia errónea bastante extendida.

No es Viento Escarlata el lugar más apropiado para desarrollar en unos pocos párrafos la historia del color en el cine, sobre todo porque hay excelentes recursos sobre ello, pero baste con decir que, al igual que con el sonido, los experimentos y sistemas para dotar de color a los fotogramas nacieron con el mismo cine y que GWTW, junto a The Wizard of Oz (El mago de Oz) en el mismo año 1939, fue la consagración del sistema que iba a dominar la industria durante un tiempo: el Technicolor.

La compañía Technicolor llevaba en el negocio desde 1915 y ya había conseguido excelentes resultados con su primer sistema, donde la película en blanco y negro registraba el rojo y el verde a través de unos filtros colocados en las lentes (sistema de adición de color) y, más tarde, con dos negativos separados para el azul/verde y el rojo (substracción).

Ray Rennahan, que luego estuvo en el equipo que produjo Gone With the Wind, se ocupó de rodar algunas secuencias en color de The Ten Commandments (Los diez mandamientos, 1923).

A partir de 1932 se introdujo el sistema de tres bobinas de película de blanco y negro, una para cada color, con el que se rodaron los cortos de animación de Disney Flowers and Trees (1932) y Three Little Pigs (Los tres cerditos, 1932), el corto de imagen real La Cucaracha (1934), varias secuencias aisladas en diversas películas y, por fin, el primer largometraje rodado enteramente en Technicolor, Becky Sharp (La feria de la vanidad, 1935).

Estas dos últimas realizaciones pertenecen a la productora Pioneer, donde encontramos a Merian C. Cooper, amigo de Selznick, fundamental para que el productor de GWTW conociera a Jock Whitney, uno de los principales inversores en esta compañía.

El Technicolor salió a los exteriores en The Trail of The Lonesome Pine (El camino del pino solitario, 1936), de la Paramount, y superó con creces esa prueba de fuego lejos del ambiente controlado de un plató cerrado.

Desde entonces se sucedieron las producciones en los diferentes estudios. La Selznick International Pictures tuvo su bautizo en Technicolor con The Garden of Allah (El jardín de Alá, 1936), y Warner Bros. dejó el listón muy alto con The Adventures of Robin Hood (Robin de los Bosques, 1938).

lunes, 1 de diciembre de 2008

Duelo de magnates

La génesis, el rodaje y la llegada a la pantalla de Citizen Kane (Ciudadano Kane, 1940) han producido tanta literatura como Lo que el viento se llevó. No en vano se trata de una obra maestra que marcó un antes y un después en el llamado Séptimo Arte. Orson Welles, entre otras cosas, tomó todas las convenciones del lenguaje cinematográfico, les dio la vuelta e hizo avanzar el cine un paso de gigante como no se recordaba desde los tiempos de Griffith.

Esa pirueta estuvo a punto de no ver nunca la luz porque Welles y Mankiewicz habían tomado como modelo para su ciudadano a un “intocable”: el magnate de la prensa W.R. Hearst y su amante, la actriz Marion Davies. No todas las piezas del puzzle coincidían, pero las que lo hacían apuntaban directamente hacia San Simeon, y a Hearst no le gustó ni pizca que se airearan sus intimidades en la pantalla.

En la película para televisión RKO 281 (1999) se nos cuenta una versión de cómo se ideó Ciudadano Kane y cómo Hearst intentó que la película no llegara a estrenarse.

En un determinado momento, varios jefes de los estudios más importantes de Hollywood (que tenían poder, mucho poder, pero dependían de sus superiores en la Costa Este) se reúnen para discutir si ceden al chantaje y aúnan sus fuerzas para hacer a la RKO (la productora de Ciudadano Kane) una oferta que no podrá rechazar.

Alrededor de la mesa se sientan Louis B. Mayer, Samuel Goldwyn, Walt Disney, Jack Warner, Harry Cohn… y David O. Selznick, que muestra la sombra de una duda y afirma que no deben aceptar presiones. Cohn le replica: “No todos hemos hecho Lo que el viento se llevó. Algunos no podemos permitirnos tus escrúpulos”.

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