jueves, 30 de abril de 2009

La casaca de Ashley

Tan minucioso como Margaret Mitchell, Walter Plunkett no olvidó ningún detalle en el vestuario de Lo que el viento se llevó.

Son pequeñas cosas que pueden pasar inadvertidas al espectador y que completan y complementan el resto de la información que se nos da en la pantalla, no sólo de la acción y el diálogo, sino de la época y de las circunstancias de la historia que no se explican, pero que “están ahí”.

Los fallos, en muchas ocasiones, saltan de la pantalla para “desconectarnos” por un momento de la película; los aciertos, sin embargo, suelen quedar olvidados, pero son parte importante del conjunto al que contribuyen a dar “realidad”.

Como ejemplo, veamos la casaca que Melania le regala a su marido en el permiso de Navidad: en contra de lo que es habitual en las prendas masculinas, lleva los botones cosidos en la parte izquierda.

Plunkett razonó que Melania estaría acostumbrada a confeccionar prendas para sí misma y el resto de las mujeres de la casa y, por supuesto, no tendría mucha idea de vestiduras militares; por lo tanto, la señora Wilkes puso los ojales a la derecha y los botones a la izquierda, un ligero error que no cometería, sin duda, el sastre de Atlanta al que se le encarga la prenda en la novela y que no se menciona en la película.

miércoles, 29 de abril de 2009

Lista de bajas (XVII)

Con “un reparto de miles” y otros tantos detrás de la cámara o implicados en la edición de la novela, Lo que el viento se llevó, que pasaba ya de los cuarenta años, veía reducida su nómina de colaboradores, muchos de ellos ya octogenarios, como los que se fueron en 1978:

Harvey Clermont, 71 (Ayudante en la confección del reparto).
Edythe Elliot, 90. (Esposa del general, en la “lista de bajas”).
Lee Garmes, 80. (Director de fotografía).
Susan Myrick, 85. (Asesora para el ambiente sureño).

martes, 28 de abril de 2009

Una curiosa demanda

Margaret Mitchell temía que, con toda la publicidad sobre el extraordinario éxito de su novela, más pronto o más tarde alguien quisiera sacar provecho indebido de ella. Lo que no esperaba era que el primer intento tuviera un carácter tan tragicómico.

El plagio es un asunto muy serio, pero la demanda que se planteó a principios de 1937 sólo sirvió para que se supiera que los Marsh iban a plantear batalla allí donde lo creyesen necesario.

El 28 de abril de 1937 Susan Lawrence Davis, autora de una historia del Klan publicada en 1924, presentaba una denuncia por plagio contra Macmillan, como editores de GWTW. Argumentaba que Margaret Mitchell había empleado materiales y amplias partes de su trabajo y que GWTW copiaba el libro, sus fuentes y su investigación, con ligeros cambios para ocultarlo. Se solicitaba la entrega de las planchas y una indemnización millonaria.

John Marsh declaró inmediatamente que su esposa nunca había oído nada sobre el libro de la señora Davis y mucho menos lo había leído antes de que Gone With the Wind fuera publicado. Cuando se planteó la demanda los Marsh intentaron encontrar un ejemplar del libro de Davis, pero ni en las librerías ni en las bibliotecas de Atlanta había rastro de él.

Su preocupación inicial disminuyó un tanto cuando leyeron los cargos: el primero sostenía que Mitchell había escogido el “gris confederado” para las tapas de su novela, el mismo color empleado en el libro de Davis; seguían otras muchas apreciaciones que bordeaban el absurdo, como que en Lo que el viento se llevó se mencionaba al general Lee y se usaban los términos “carpetbagger” y “scallawag”, lo mismo que en el volumen de Davis, que parecía arrogarse la propiedad de esos términos.

Los Marsh se mantuvieron firmes en que el asunto llegara a los juzgados y rechazaron cualquier negociación fuera de los tribunales; el juez encargado del caso no vio razón para que la demanda se sostuviera y la desestimó a finales de julio.

lunes, 27 de abril de 2009

Scarlett O'Hara, un personaje rezagado

Los lectores de la revista Empire votaron a finales del año pasado para configurar la lista de los 100 mejores personajes de la historia del cine.

En esta ocasión el cine “clásico” sale bastante mal parado, pues los diez primeros elegidos corresponden a películas que datan de la década de los 70 hasta la actualidad.

En esos lugares de honor que encabeza el Tyler Durden de Brad Pitt en Fight Club, sólo hay una mujer, la Ellen Ripley de Sigourney Weaver, heroína de la serie Alien (curiosamente, su personaje estaba concebido originalmente como varón).

Tenemos que irnos casi al final de la lista para encontrar a un personaje de Lo que el viento se llevó: Escarlata O’Hara se ve superada no sólo por la luchadora Ripley, sino también por la mágica Mary Poppins, la benefactora Amelie… incluso por un dibujo animado, la seductora Jessica Rabbit (ella no tiene la culpa, la dibujaron así), y se rinde a la fuerza de la princesa Leia; en fin, que la señorita O’Hara paga por sus pecados en el puesto 91º. De Rhett Butler, ni rastro…

domingo, 26 de abril de 2009

Olivia se retrasa

Esta semana celebramos el Día del Libro y como “todos los santos tienen octava”, nunca es tarde para agregar un par de volúmenes a nuestra siempre creciente biblioteca sobre Lo que el viento se llevó. Estos son los títulos que hemos citado hasta ahora, una lista a la que el lector puede añadir los que desee, por supuesto, y comentar aquello que le parezca conveniente. Siempre estamos dispuestos a saber más sobre GWTW, el cine clásico, sus gentes y su época.

Parece que vamos a tener que esperar un poco más para leer la autobiografía de Olivia de Havilland: la nueva fecha de publicación de Now Is The Time es el 1 de julio… ¡de 2010!, su 94º cumpleaños…

David O. Selznick's Hollywood, por Ronald Haver.

Lo que el viento se llevó/Robin de los Bosques, por Javier Coma.

Memo from David O. Selznick, de Rudy Behlmer.

Selznick's Vision: "Gone With the Wind" & Hollywood Filmaking, de Alan David Vertrees.

The Complete "Gone With the Wind" Trivia Book, por Pauline Bartel.

Margaret Mitchell's "Gone With the Wind" Letters, 1936-1949, compilado por Richard Harwell.

Road to Tara, por Anne Edwards. (Biografía de Margaret Mitchell)

George Cukor, por Patrick McGilligan.

"Gone With the Wind" on Film: A Complete Reference, por Cynthia Marylee Molt

A Child of the Century, de Ben Hecht.

Margaret Mitchell & John Marsh: The Love Story Behind "Gone With the Wind", por Marianne Walker.

They Still Call Me Junior, de Frank Coghlan, Jr.

Long Live the King, por Lyn Tornabene. (Biografía de Clark Gable)

Vivien Leigh, de Hugo Vickers. (Actualizado en 2008)

The King: A Biography of Clark Gable, por Charles Samuels.

A Quite Remarkable Father, por Leslie Ruth Howard. (Biografía de Leslie Howard)

Showman: The Life of David O. Selznick, por David Thomson.

Margaret Mitchell of Atlanta, de Finis Farr.

Stuntman, por Yakima Canutt.

Feminidad y mascarada en "Lo que el viento se llevó" y "Jezabel", de Eva Parrondo-Coppel.

Narración, tiempo y cohesión del relato en “Gone With the Wind”, de Vicente J. Benet.

Vivien: la vida de Vivien Leigh, por Alexander Walker.

The Filming of “Gone with the Wind”, por Herb Bridges.

Hollywood Be Thy Name, por William Bakewell.

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, por Carlton Jackson

*Hattie McDaniel: Black Ambition, por Jill Watts.

Tara Revisited, por Malcolm Vance

The Oliviers, por Felix Barker

Hitchcock y Selznick, por Leonard J. Leff

The Complete "Gone With the Wind" Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan, por Pauline Bartel.

Looking for Tara: The "Gone With the Wind" Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant.

*In Search of My Father, por Ronald Howard

Strange Tales of "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Austin McDermott.

The Story of "Gone Wind the Wind", por Bob Thomas.

Selznick: The Man Who Produced "Gone With the Wind", por Bob Thomas.

The Selznick Players, de Ronald Bowers

Scarlett O’Hara’s Younger Sister y *I’ll think about that Tomorrow, por Evelyn Keyes

A Celebration of "Gone With the Wind", por Adrian Turner.

George Cukor, por Augusto M. Torres.

Backstory. Conversaciones con guionistas de la Edad de Oro, por Pat McGilligan.

Scarlett’s Women. “Gone With the Wind” and its Female Fans, por Helen Taylor.

Lo que el viento se llevó, Fascículo 1 de la colección Cine & Música, de Salvat.

The Private Diary of Scarlett O’Hara, de Cathy E. Crimmins y Thomas Maeder.

The Irish Roots of Margaret Mitchell's "Gone With the Wind", por David O’Connell

Lo que el viento se llevó, Aymá, 11ª Edición, Barcelona, 1978; Ediciones B, Barcelona, 1992; Pan Books, 1988.

*El vuelo de Ibis, por José Rey-Ximena. (Sobre los últimos días de Leslie Howard).

Crowning Glory: Reflections of Hollywood’s Favorite Confidant, por Sydney Guilaroff

The Official "Gone With the Wind" Companion: The Authorized Collection of Quizzes, Trivia, Photos- And More, por Stephen J. Spignesi.

Million Dollar Legends Margaret Mitchell and "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Martin Shartar.

White Columns in Hollywood: Reports from the "Gone With the Wind" Sets, por Susan Myrick.

*Victor Fleming, de Michael Sragow

*Butterfly McQueen Remembered, por Stephen Bourne

“Gone With the Wind” Literary Study Guide (MaxNotes) a cargo de Gail Rae Rosensfit

**Now Is The Time, por Olivia de Havilland

**The Making of a Classic: The Story of Margaret Mitchell and Gone With the Wind, de Sally Tippet Rains

Technical Advisor: The Hollywood Journals of Wilbur G. Kurtz, editado por Richard Harwell.

Light of a Star: Vivien Leigh, por Gwen Robyns

Southern Daughter. The Life of Margaret Mitchell, por Darden Asbury Pyron.

Literary Reflections: Michener on Michener, Margaret Mitchell, Ernest Hemingway, Truman Capote, and Others, por James Michener.

Vivien Leigh, el alma de Scarlett, por Serge Mafioly.


*Todavía no lo hemos leído.
**Próxima publicación

sábado, 25 de abril de 2009

Reliquias viajeras

Una vez terminado el rodaje, es habitual que los vestidos, decorados y mobiliario que se ha empleado en una película no se destruyan del todo.

En los tiempos de los estudios, cada productora tenía su correspondiente almacén, del que podían rescatar el objeto que se necesitara para un nuevo largometraje, ya fuera en su estado original o con los pertinentes retoques; buena parte de las piezas se alquilaban a establecimientos especializados, que las ponían a disposición de los estudios.

En la actualidad, con aquellos fabulosos “fondos de armario” ya en el recuerdo, siguen existiendo esas firmas que fabrican y almacenan desde armas a carruajes, desde corpiños a guanteletes, y que a veces han heredado algunos objetos de la época clásica. El resto se ha perdido para siempre o está desperdigado por el mundo adelante, en colecciones públicas o privadas.

El atrezzo de Lo que el viento se llevó experimentó todas esas eventualidades que hemos citado, y es interesante saber adónde han ido a parar algunas piezas que adornaron en la pantalla los hogares de los O’Hara, los Hamilton, los Wilkes y los Butler.

Si el lector visita San Francisco, en California, podrá recordar a Blackie Norton, interpretado por Gable, haciéndole la vida imposible a Jeanette MacDonald en las horas previas al famoso terremoto, y pasarse por la Archbishop's Mansion (“la mansión del arzobispo”), un edificio que data de la Belle Epoque y que, además de haber sido cuidadosamente restaurado y funcionar como hotel, exhibe el piano de Noel Coward (gran amigo de Olivier y Leigh), un espejo que perteneció a la esposa de Abraham Lincoln… y una de las lámparas de cristal empleadas en GWTW.

viernes, 24 de abril de 2009

De actor a actor

La popularidad de Lo que el viento se llevó ha llenado el mundo de Escarlatas, Rhetts, Melanias, Ashleys y similares. No es que antes de 1936 no se utilizaran estos nombres, claro está, pero es indudable que la novela, primero, y la película, después, aumentaron su presencia en los censos.

También han dado idea para nombres artísticos, como en el caso del cantante y actor Leslie Cheung, nacido Fat-Chong Cheung en Hong Kong.
El intérprete de Adiós a mi concubina era hijo de un reconocido sastre que había tomado las medidas a Cary Grant y William Holden, entre otros; Cheung estudió en Inglaterra, y fue allí donde adoptó el nombre de Leslie porque le había gustado mucho el trabajo de Leslie Howard en Gone with the Wind.

jueves, 23 de abril de 2009

Estructura de "Lo que el viento se llevó"

La novela está estructurada en cinco grandes partes y 63 capítulos.

Recordemos que Margaret Mitchell comenzó a escribirla por el último, una práctica muy útil en sus tiempos de reportera que le permitía saber dónde iba a para la historia para luego trazar los caminos que conducían a la conclusión.

Cuando entregó la novela a Harold Latham, faltaba el principio y algunos grupos de párrafos que enlazaran convenientemente los capítulos, pero la estructura ya estaba presente:

La primera parte abarca los capítulos I al VII. Nos presenta a los personajes principales y nos lleva del porche de Tara a la barbacoa en Doce Robles, el anuncio de la guerra y los compromisos matrimoniales.

La segunda parte, de los capítulos VIII a XVI, comienza con la viudez de Escarlata y los primeros años de la guerra en Atlanta, en casa de la tía Pitty.

La tercera parte comprende los capítulos XVII al XXX, con la vuelta de Escarlata a Tara para sufrir los últimos años de la contienda.

La cuarta parte es la más amplia, con los capítulos XXXI al XLVII; se inicia con el viaje de Escarlata a Atlanta para cautivar a Rhett y llega hasta el momento en que ella acepta su proposición de matrimonio.

La quinta y última parte, de los capítulos XLVIII al LXIII, se centra en el matrimonio Butler, su paulatino deterioro, y un cúmulo de tragedias que preceden al final abierto que Mitchell escogió desde el primer momento.

miércoles, 22 de abril de 2009

Tiempo para la música

A lo largo de sucesivas entradas en los meses pasados hemos repasado las diferentes canciones ajenas que Max Steiner incluyó en la banda sonora de Lo que el viento se llevó.

Un lector minucioso podría poner la objeción de que algunas de esas piezas fueron escritas después de los hechos que aparecen en las secuencias a las que acompañan; por ejemplo, Katy Bell, el primer motivo para Escarlata, data de 1863, casi dos años después de la fecha en que comienza la película, en abril de 1861.

Sin embargo, no podemos considerar esto un error, pues se trata de música no diegética, es decir, no la interpretan ni la oyen los personajes de la película.

Otra cosa sería que Rhett, en medio del “incendio de Atlanta”, entonara Light My Fire,




aunque esto también sería permisible si se tratara de una propuesta artística voluntaria por parte de los artífices de la película, como sucede, por ejemplo, en Moulin Rouge.



Para una banda sonora “tradicional” el compositor tiene libertad para ambientar la historia o comentar o subrayar la acción con temas que considere oportuno, y, en este caso, Steiner, por orden expresa de Selznick, sacó buen provecho del repertorio musical previo a la guerra y del compuesto durante la contienda y en los años posteriores, sin importarle que en ciertos momentos hubiera un ligero anacronismo.

martes, 21 de abril de 2009

Tocayas sin el consuelo de la fama

Volvemos a uno de nuestros asuntos recurrentes, el precio de la fama y cómo la vida de Margaret Mitchell se alteró con el éxito de Lo que el viento se llevó:

Hemos de recordar que era una persona celosa de su vida privada pero también muy dada a detalles excéntricos que hacían que el foco de atención cayera sobre ella, como cuando, de recién casados, los Marsh colocaron en el exterior de su apartamento sendas tarjetas: una ponía “John R. Marsh”, y la otra “Margaret Mitchell”; reafirmaba su identidad, pero en aquella época el detalle causó tantas sonrisas como miradas de desaprobación dignas de la Vieja Guardia ante los desvíos de Escarlata del férreo código de comportamiento de Atlanta.

Margaret, que estaba feliz de ser “la señora de John Marsh”, utilizó su nombre de soltera para firmar la novela. Pero en Atlanta, por entonces, había al menos otras cuatro Margaret Mitchell en el listín telefónico, y la vida debió de convertirse en una pesadilla para ellas, pues poco después de la publicación de GWTW les llovieron las llamadas, cartas y telegramas, no sólo de los caballeros de la prensa, sino también de los miles de lectores que, por alguna razón, querían ponerse en contacto con la escritora, por no hablar de los sempiternos bromistas desocupados.

Seguro que estas “Margaret Mitchell” que no habían escrito Gone With the Wind tuvieron que hacer acopio de paciencia y resignación comparables a las de Melania Hamilton.

lunes, 20 de abril de 2009

Breve interludio enlutado

La muerte de Frank deja viuda a Escarlata por segunda vez. El luto es obligado, sobre todo si el funeral está tan reciente, así que Plunkett se esmeró en vestir de negro a Vivien Leigh para esta secuencia tragicómica que comienza con una señora Kennedy “transida de dolor” en su habitación y pasa enseguida a una memorable propuesta de matrimonio y un no menos legendario beso. Por lo tanto, Leigh debía aparecer contrita al principio y muy atractiva después; no es fácil conseguirlo con un vestido de luto, pero…

El modelo en esta ocasión es de tafetán negro con cintas de seda negra en forma de pequeñas flechas de diferente tamaño como adornos sobrepuestos.

domingo, 19 de abril de 2009

Futuro homenaje a Leslie Howard y sus compañeros de viaje

La última página de La Voz de Galicia publicaba ayer una agradable sorpresa para los aficionados a la historia del siglo XX, al cine clásico, los admiradores de Leslie Howard y, por supuesto, para los Windies:

The Royal Green Jackets (asociación histórico-cultural de A Coruña) y la editorial Facta, que ha publicado recientemente El vuelo del Ibis (una investigación de José Rey-Ximena sobre los últimos días del intérprete de Ashley Wilkes y que ya hemos citado en varias ocasiones en Viento Escarlata) promueven varios actos en recuerdo del derribo en junio de 1943 del avión en que viajaba el actor.

En la sierra de A Capelada, no muy lejos de la ermita de Santo Andrés de Teixido, en un lugar repleto de leyendas y a tiro de piedra del punto del océano donde es muy posible que reposen los restos de la aeronave y sus ocupantes, se espera poder inaugurar en los próximos meses un monumento en memoria de todos aquellos que perdieron la vida en el Ibis.

Los ayuntamientos de Cariño y Cedeira buscan la mejor fecha para que puedan estar presentes en el acto familiares de la tripulación y el pasaje, representantes de la línea áerea y del gobierno británico.

Intentaremos estar al tanto del desarrollo de este homenaje y, por descontado, agradeceremos cualquier ampliación de los detalles que nuestros lectores quieran aportar.

sábado, 18 de abril de 2009

Estreno en un Londres en guerra

A pesar de estar envueltos en una terrible guerra, los británicos recibieron el estreno de Lo que el viento se llevó con su característica imperturbabilidad ante las adversidades y acudieron en masa a la cita del 18 de abril de 1940 en el Palace, el Ritz y el Empire de Londres, en una triple premiere que no tenía precedentes en el país.

Ese primer día vieron GWTW unas 5.000 personas, entre ellas miembros del gobierno y del cuerpo diplomático, que se tomaron un pequeño respiro en medio del blitz.

Gone With the Wind iba a quedarse en el Ritz durante 232 semanas consecutivas con dos sesiones diarias, hasta el 9 de junio de 1944. La sala estaba dos pisos por debajo del nivel de la calle, por lo que constituía un magnífico refugio, aunque la secuencia de la evacuación de Atlanta y la de los heridos tendidos en la estación hacían recordar a los espectadores los peligros reales que les amenazaban.

viernes, 17 de abril de 2009

Biografía con aire francés

Si la bibliografía en español sobre Lo que el viento se llevó es más bien escasa, también lo son las traducciones de obras en otros idiomas que aborden el universo de la novela de 1936 y la película de 1939. Hasta ahora sólo hemos podido encontrar dos biografías de la intéprete de Escarlata O’Hara, un bagaje bastante escaso dado el interés que nos consta existe por Vivien Leigh.

Además de la obra de Alexander Walker, el lector de España puede leer también en su idioma materno Vivien Leigh, el alma de Scarlett, en donde el periodista Serge Mafioly se acerca a la figura de la actriz intentando conjugar dos de sus facetas más señaladas: su destacable belleza y su peculiar carácter, evocadas en su título original francés: Vivien Leigh, d’air et de feu (de aire y de fuego).

Salvo un par de errores de traducción, el libro se deja leer perfectamente; no se trata de un estudio biográfico tan detallado como el de otras obras, pero recorre las líneas fundamentales de la vida y carrera artística de Leigh, a medio camino entre la fascinación que ella nunca dejaba de causar y la observación objetiva de un personalidad que Mafioly nos muestra en sus facetas tanto positivas como negativas.

Como siempre, invitamos al lector de éste o cualquier otro volumen a que nos cuente sus impresiones en Viento Escarlata.

jueves, 16 de abril de 2009

Vivien humaniza a Escarlata

“Voy a convertir esta película en un melodrama”, anunció Victor Fleming cuando tomó las riendas de Lo que el viento se llevó. Mucho se ha conjeturado sobre qué quería decir con ello, dado que el material con el que contaba ya era lo bastante melodramático, pero se puede ver en esta frase su propósito de dar vigor a las escenas allí donde creyera que fuera necesario y no coartar las emociones de los personajes.

No se puede negar que Escarlata O’Hara no les caía nada bien a la mayoría de los guionistas y directores que intervinieron en GWTW, lo cual no tiene nada de raro ya que tampoco su creadora la consideraba un ejemplo, pero Fleming, que era un poco menos sutil que Cukor, parece que se aplicó a la tarea de hacer de ella una mujer inaguantable.

Vivien Leigh, que conocía muy bien el personaje, vio peligrar la conexión de éste con el público si se privaba a Escarlata de alguna de sus escasas cualidades positivas, si se dejaba a la señora Hamilton Kennedy Butler sin un atisbo de humanidad para convertirla en un estereotipo de mujer fatal.

Las fricciones entre director y actriz fueron muchas y bastante sonadas, pero Leigh consiguió una victoria importante en la secuencia en la que sufre una crisis de llanto tras la muerte de Frank. Fleming, con el beneplácito de Selznick, quería pasar por alto el parlamento en que mostraba que todavía quedaba en Escarlata una pizca de conciencia, un rastro de la educación que había enterrado años atrás para poder sobrevivir.

Vivien compartía pocas cosas con Escarlata, pero ambas tenían una voluntad de hierro para ciertas cosas, así que no cejó: “Siempre quise ser como ella [Ellen], apacible y buena: indiscutiblemente, me ha salido todo al revés” se quedó en la película. Escarlata también tenía corazón.

miércoles, 15 de abril de 2009

Casi Doce Robles

Entre los muchos lugares que pugnan por el título del “auténtico” (léase “inspiración para”) Doce Robles, hogar de los Wilkes en Lo que el viento se llevó, Whitehall, en Covington, Georgia, puede al menos alardear de que la autora de la novela no estaba en desacuerdo con que se la tomara como ejemplo para diseñar la mansión que iba a aparecer en la película que producía Selznick.

Margaret Mitchell envió a Hollywood, probablemente a Wilbur Kurtz, un recorte en el que aparecía una fotografía de Whitehall, con la anotación “Me gusta ésta para la casa de Ashley”.

Se trata, en efecto, de un edificio de inspiración griega clásica, con sus seis imponentes columnas al frente, que data de los años 1830-1840 y que fue construida por orden del juez John Harris, que deseaba tener una casa en la ciudad como complemento a la de la hacienda que poseía fuera del casco urbano.

Whitehall se alza en la calle Monticello y ha pasado por varias manos, incluso por las de un matrimonio admirador de GWTW que, por supuesto, decoró los interiores con motivos alusivos a la película. Al parecer se encuentra en venta en la actualidad, por casi un millón y medio de dólares.

Podemos comprobar cómo Hollywood tomo buena nota de las características del edificio y luego las multiplicó hasta el infinito para crear el Doce Robles cinematográfico…

martes, 14 de abril de 2009

Humor de barracón

Por si no tuviéramos aliciente suficiente para repasar de vez en cuando la filmografía de Billy Wilder, gran director y magnífico guionista con el que siempre disfrutamos, el austriaco se nos convierte en un Windie encubierto.

Es probable que el cínico Wilder negara esta calificación, sobre todo al recordar los malos ratos que pasó con el sistema de producción del que GWTW es el máximo exponente y es posible que la propia película no le gustara, pero las referencias a Gone With the Wind en su filmografía le colocan por el momento a la cabeza de los directores con más alusiones.

Stalag 17 (Traidor en el infierno, 1953), se basa en la obra teatral del mismo título, original de Edmund Trzcinski y Donald Bevan y que fue un éxito en Broadway. Está ambientada en un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, y combina la comedia con la intriga, casi sin salir de la barraca donde los sargentos pasan sus días de cautiverio lo mejor que pueden, mientras sus planes de fuga se ven desbaratados por filtraciones que sólo pueden partir de uno de ellos.

Los momentos de humor, trazados con un pincel bastante grueso, corresponden en su mayor parte al personaje de Stanislav Kasava, al que sus compañeros llaman Animal (Chimpancé, en la versión doblada al español), que es un enamorado de Betty Grable, la más famosa pin-up girl de los tiempos de guerra. Cuando llega al barracón un prisionero que se precia de hacer buenas imitaciones de las estrellas cinematográficas, Animal aprovecha la ocasión para satisfacer su nostalgia:

“Hey, do Grable!”, le pide a Bagradian, que se lanza: “Now see here, Scarlett... I'm crazy about you and always have been. I gave you kisses for breakfast, kisses for lunch, and kisses for supper... and now I find that you're eating out!”. “Not Gable -- GRABLE!”

(“¡Gable! (sic)”, “Escúchame, Escarlata: Estoy loco por ti, siempre lo estuve. Te doy besos para desayunar, besos para comer, besos para cenar… y me doy cuenta de que estás desnutrida”. “¡A ese Grable (sic), no!, ¡Betty Grable!”)

lunes, 13 de abril de 2009

Los guionistas hacen números

En 2005, los miembros del Writers Guild of America (el sindicato de escritores) en sus dos ramas, la del Oeste y la del Este, se unieron para realizar una encuesta que definiera los 101 mejores guiones de la historia.

Unos meses después, cuando se cerró el período de votación y tras el consiguiente recuento de los 10 largometrajes que cada guionista de cine o de televisión consultado consideraba que contaban con el mejor guión, el honor de encabezar la lista fue para Casablanca, “el más feliz de los accidentes felices”, donde todo el mundo iba al café de Rick y donde un buen puñado de guionistas dejó su huella, aunque no fueron tantos como en la película que ocupa el puesto 23º, Lo que el viento se llevó, justo entre Cadena Perpetua y Olvídate de mí, que no son malas compañeras.

La relación la cierra otra película con Ingrid Bergman, Encadenados, firmada por una de las muchas plumas que colaboraron en GWTW, Ben Hecht.

domingo, 12 de abril de 2009

Off Topic: Palmarés

Desde Sueños de Infancia han tenido a bien concedernos un premio,




que aceptamos con alegría y humildad y que, en justa correspondencia, traspasamos también a:

The 50 foot woman
Blas sin Epi
Mars on life
Descubrimientos de un netámbulo
Quien entra vuelve
Noticias curiosas e insólitas
Secretos de Lilium
Plyngo and cinema
El Loro Azul
lorenagil.com

Para continuar con este alarde de generosidad sólo hay que seguir estas reglas:
1º.-Exhibir la imagen del sello.
2º.-Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
3º.-Elegir 10 personas para pasárselo.
4º.- Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.

Gracias de nuevo y a seguir entreteniéndonos en la blogosfera.

A la caza del gazapo (XXVII)

Mammy sabía muy bien cómo comunicar sus pensamientos a sus amos; si bien a los esclavos no les estaba permitido replicar a los amos, estos tampoco podían dar a entender que habían oído lo que sus sirvientes farfullaban entre dientes.

En varias ocasiones a lo largo de Lo que el viento se llevó Mammy deja clara su opinión sobre los actos de Escarlata de esta manera, aunque, en el momento en que ella decide hacerse el vestido con las cortinas verdes, su habilidad alcanza carácter de magia, por culpa de un pequeño fallo de montaje y sincronismo en la banda de sonido:

Escarlata formula en voz alta su intención de ir a visitar a Rhett Butler y se vuelve hacia el espejo para comprobar cómo le sienta el verde. Mammy pregunta: “¿Quién es?”, el plano cambia para tomarla a Leigh y McDaniel en el espejo y oímos la segunda parte de la pregunta: “¿Un yanqui?”… pero los labios de McDaniel no se mueven.

sábado, 11 de abril de 2009

Lista de bajas (XVI)

La enorme relación de personas con alguna conexión (más o menos directa) con Lo que el viento se llevó hace que cada año que pasa haya que sumar algún nombre a la columna de fallecidos.

El número de defunciones queda compensado por la avanzada edad que alcanzaron muchos de los participantes en la edición de la novela y la producción de la película, aspecto que desmiente cualquier tipo de “maldición” sobre GWTW, como pretendemos investigar con esta serie de entradas, además de rendir homenaje a todos aquellos que colaboraron con su talento en esta y otras muchas empresas.

En 1977 perdimos a:

Eddie “Rochester” Anderson, 72. (Tío Pedro)
Trevor Bardette, 75. (Durante la Reconstrucción)
Edward P. Boyle, 78. (Decorados)
Lillian Kemble Cooper, 85. (Niñera de Bonnie)
Cliff Shirpsed, 71. (Ayudante de cámara Technicolor)
Annie Laurie Williams, 83. (Agente que negoció derechos para el cine)
Lee Zavitz, 73. (Efectos especiales, fuego y explosivos)

viernes, 10 de abril de 2009

Música en borrador

Cuando se rodó la secuencia del bazar benéfico, en febrero de 1939 en la versión de Cukor o a finales de marzo, ya con Fleming al mando, no existía todavía ni una sola nota de la banda sonora original de Lo que el viento se llevó. Max Steiner estaba ocupado en otros menesteres y Selznick aún no había tomado la decisión final para contratar al compositor para su película, aunque el austríaco tenía todo a su favor para ser el elegido. De todas formas, faltaba bastante para que Steiner decidiera qué música iba a oírse en el baile, ya que no se puso a la tarea hasta el otoño.

Entre tanto, la producción fue fiel a la novela: en el estudio sonaba Dixie, “el más bello de los reels”, mientras Escarlata y Rhett asombraban a lo más selecto de Atlanta con su descaro. Como ya hemos visto, en la versión final esta canción fue sustituida por The Irish Washerwoman.

El propio Steiner estuvo a punto de ser sustituido también, porque Selznick temió que no pudiera acabar a tiempo su partitura para Gone With the Wind.

El compositor tenía la costumbre de empezar a trabajar cuando la película en cuestión estaba ya montada, y los primeros visionados de GWTW en un estado “completo” no fueron posibles hasta bien entrado septiembre. Mientras Steiner componía, Selznick cortaba la película, criticaba la música, hacía sugerencias sobre las canciones populares que le gustaría que se incluyeran, le buscaba un sustituto y se aseguraba de que Steiner lo sabía para presionarle, e incluso, como hacía con los guionistas, pidió a Franz Waxman que empezara a componer una banda sonora como repuesto de la de Steiner si la de éste no acababa de satisfacerle.

jueves, 9 de abril de 2009

La guerra cruel termina

“¡Lee se ha rendido! ¡La guerra ha terminado!”, exclama Gerald O’Hara en la pantalla, y los historiadores se echan las manos a la cabeza, porque saben muy bien que la Guerra de Secesión no terminó con la rendición del general Lee en Appomattox el 9 de abril de 1864; aún se libraron varias batallas y, concretamente, en Georgia se luchó hasta un par de semanas después; Johnston se rindió a Sherman el día 26, la última batalla se libró el 12 de mayo y, por fin, las hostilidades se dieron por zanjadas el 2 de junio.

En la novela, Mitchell lo resume así:

"El siguiente abril, el general Johnston (...) rindió sus tropas en Carolina del Norte y la guerra terminó. Pero no fue hasta dos semanas después que la noticia llegó a Tara."

La autora y los asesores con los que consultó conocían la cronología de la guerra y, desde el punto de vista de los georgianos, protagonistas de GWTW, nos parece correcta la información.

En el guión de Lo que el viento se llevó esta "secuencia del fin de la guerra" está fechada en mayo de 1865; da tiempo, por lo tanto, a la rendición de Lee y a la de Johnston; pero sólo se menciona a Lee; es el nombre más conocido para el público, especialmente fuera de Estados Unidos e incluso dentro del propio país, y los cineastas sacrifican en este caso la exactitud en pro de la claridad.

De todas formas, si el comandante en jefe de un ejército se rinde, lo más lógico es pensar que el resto de sus tropas no tardará en hacerlo…

miércoles, 8 de abril de 2009

De visita en Jonesboro

Muy cerca de Atlanta, en la ciudad de Jonesboro que frecuentaban los O’Hara y sus vecinos, encontramos otro museo dedicado a Lo que el viento se llevó: The Road to Tara Museum.

En un principio estuvo situado en Atlanta y luego en el parque de Stone Mountain, pero en 1998 se trasladó a su actual ubicación, en una antigua estación de ferrocarril en esta urbe del condado de Clayton donde tuvo lugar la Batalla de Jonesboro, en la que los Confederados intentaron sin éxito frenar el avance de Sherman.

El museo basa sus fondos en la amplísima colección de Herb Bridges, y se enorgullece en contar no sólo con un ejemplar de la primera edición de GWTW firmado por Margaret Mitchell, sino con uno de cada edición en las docenas de idiomas a los que la novela ha sido traducida.

Se pueden admirar también reproducciones de los vestidos usados en la película, asientos y una taquilla del Loew’s Grand y toda clase de objetos, originales o bien relacionados con Gone With the Wind de alguna manera: muñecas, carteles, guiones, joyas, platos decorados… Algunos (gorras, imanes para nevera, jarras para café, fotografías, mermeladas…) se pueden adquirir en la tienda de recuerdos, que no puede faltar. Hay exposiciones permanentes y otras de carácter especial y, para los amantes de la historia, toda una colección de genuinos artefactos de la Guerra Civil.

martes, 7 de abril de 2009

Penúltimo vestido de la señora Kennedy

Escarlata vuelve a los tonos de azul en la secuencia en la que las mujeres esperan a los hombres tras el ataque sufrido por la señora Kennedy en Shantytown.

El peligro está todavía presente, se nota en el aire, y la tensión no descenderá, porque la autoridad llegará para detener a los implicados en la represalia en cuanto aparezcan.

Plunkett diseñó para estos momentos complicados que atraviesa la protagonista de Lo que el viento se llevó un modelo que combina el azul, en la parte inferior, y el blanco, en la superior. La falda es de muselina en azul violáceo, dispuesta en cuatro capas. Escarlata lleva un lazo de satén azul a la cintura; la parte superior es de muselina blanca, rematada con encaje blanco, como el cuello.

lunes, 6 de abril de 2009

Miles de personas para 6 kilómetros de película

A lo largo de la historia del cine ha habido dos corrientes fundamentales que atribuyen la autoría de una película bien al productor o bien a su director. Pero ninguno de ellos puede dejar su huella personal en el producto final si no cuenta con la colaboración de un equipo a sus órdenes, más o menos numeroso. La duración de los títulos de crédito nos hace conscientes de la cantidad de personas que intervienen en la realización de una película, y es una aventura apasionante intentar averiguar a qué se dedica cada una y cuál es el título por el que se le designa.

En los títulos de Lo que el viento se llevó, según la costumbre de la época, se cita al responsable de cada departamento, a los actores principales y a un puñado de actores con frase. Por supuesto, la relación completa de los que estaban en nómina en Loew’s y la Selznick International hubiera dado tiempo a escuchar toda la banda sonora de GWTW mientras sus nombres aparecían en pantalla si se siguiera la pauta actual.

Habría que empezar por las secretarias de Selznick, verdaderas heroínas envueltas en una batalla perdida contra los memorandos, seguir por su secretaria personal, la legendaria Marcella Rabwin, y continuar por el departamento de lectura de guiones y material susceptible de ser llevado a la pantalla, con sus oficinas en Los Angeles y Nueva York… hasta llegar al equipo de publicidad encargado de todos los detalles del estreno y de la exhibición en los meses posteriores.

Contables, abogados, mecanógrafas, costureras, dibujantes, carpinteros, iluminadores, encargados de césped, especialistas en documentación, cámaras, conductores, cuidadores de animales, tramoyistas, operadores de cámaras, directores de reparto, coreógrafos, chicos de los recados, telefonistas… un contingente casi sin fin, enorme y profesional, cuya misión es hacer realidad la visión del director… o del productor, en este caso.

Toda esa gente (y sus sucesores de hoy) se ganaba su sueldo, no cabe duda, y en tareas que a veces nos pueden parecer absurdas a los “civiles”, pero que tienen su significado (además de ayudarnos a ampliar nuestra colección de anécdotas sobre GWTW).

Por ejemplo: alguien se ocupó de calcular cuánto celuloide hubiera sido necesario para filmar toda la novela de principio a fin (un millón de pies, alrededor de 305 kilómetros) y cuántos días habría durado entonces la película (una semana de proyección continua). Al sumar toda la película empleada en el rodaje de Lo que el viento se llevó, la cifra supera esa estimación en 350.000 pies (casi 107 kilómetros), pero quedó reducida a unos meros 20.300 pies (6’2 kilómetros), que es la “longitud” definitiva de la película que lleva la firma de Victor Fleming.

Una bobina de película de 35 milímetros mide unos 1.000 pies y contiene aproximadamente unos 11 minutos… lo que nos lleva a unas 20 bobinas para proyectar GWTW en 1939. ¿Algún proyeccionista a la antigua usanza nos puede confirmar esta estimación? Sí, ya sabemos que hoy la podemos llevar en el bolsillo, pero…

domingo, 5 de abril de 2009

De Michener a Mitchell

En Literary Reflections: Michener on Michener, Margaret Mitchell, Ernest Hemingway, Truman Capote, and Others, James Michener responde con detalle a la clásica pregunta sobre las raíces de la propia producción literaria, las personas y obras que han marcado al escritor, su actitud hacia la novela, la literatura y la vida.

Es un análisis muy entretenido que nos da tanto una perspectiva de la vida del autor de Hawai, South Pacific o Centennial como de la gente y las obras a las que se refiere; Margaret Mitchell se encuentra entre ellas, pues el libro incluye el prólogo que Michener escribió para la edición de GWTW que conmemoraba el 75º aniversario del nacimiento de la atlantina.

Es un volumen muy recomendable no sólo para los Windies más literariamente orientados, sino para los escritores o aprendices de escritores y para los amantes de la literatura.

Y, como añadido, contamos con el prólogo de Dalilah, la novela que escribió el primer marido de Olivia de Havilland, Marcus Goodrich.

sábado, 4 de abril de 2009

"Lo que el viento se llevó" influye en la guerra de precios y de ventas

El extraordinario éxito de ventas de Lo que el viento se llevó en su primer año de publicación sacudió el mundo editorial en Estados Unidos de diversas maneras.

El libro se mantuvo en los primeros puestos de las listas hasta bien entrado 1937, cuando Drums Along the Mohawk, de Walter D. Edmonds, le arrebató temporalmente la primera plaza (también fue dura la competencia con el libro How to Win Friends and Influence People, de Dale Carnegie), pero mantuvo la marca sorprendente de ejemplares vendidos en un determinado tiempo.

GWTW también haría historia en el campo de la propiedad intelectual, pues hasta entonces, con el país fuera del Convenio de Berna, los derechos en otras naciones presentaban complicaciones y agujeros legales que se convirtieron en la pesadilla de los Marsh, que dedicaron casi todo su tiempo a enmendar la situación en ese frente, mientras bregaban por otro lado con la cuestión de los impuestos; este último aspecto no se resolvería hasta años después.

Gone With the Wind fue instrumental, asimismo, en acabar con las guerras de precios: era habitual que ciertos establecimientos rebajaran el precio fijado por la editorial para atraer clientes, que podían así interesarse por otros productos de la tienda; así, cadenas de grandes almacenes y tiendas donde se vendían libros aunque no como producto principal, anunciaban precios cada vez más alejados de los 3 dólares fijados en principio por la novela, hasta llegar a cifras ridículas, con tal de hacer una venta entre los ávidos compradores (nadie quería quedarse sin un ejemplar).

Era una clara desventaja para las librerías “puras”, que pusieron una vez más el grito en el cielo, a coro con Macmillan; los editores comprobaban con estupor cómo algunos libreros no les compraban a ellos, sino a las tiendas donde el precio de GWTW estaba ya por debajo de lo que debían pagar a la editorial.

En 1937 entró en vigor una ley que regulaba la situación: fijaba un precio de venta mínimo e impedía los acuerdos de reventa entre minoristas.

viernes, 3 de abril de 2009

Leslie Howard, Ashley Wilkes

Leslie (o Laszlo) Howard Stainer nació en Londres, de padres húngaros, el 3 de abril de 1893.

Combatió en la Primera Guerra Mundial, lo que le produjo un serio trastorno nervioso cuya cura buscó en la interpretación.
Howard luchó sin demasiado éxito para evitar que se le encasillara como el tópico y típico inglés, sobre todo desde el punto de vista estadounidense, y, a pesar de su aire romántico y casi etéreo, sus conquistas fueron muchas tanto en la pantalla como fuera de ella, aunque también se le describe como un devoto esposo y padre.

Sus primeros éxitos fueron en el teatro, donde alcanzó el estatus de estrella que ya no le abandonaría nunca y que traspasó a las pantallas.
Coincidió con Gable en A Free Soul (Alma libre, 1931), y con de Havilland en It's Love I'm After (1937), años antes de GWTW, película ésta que nunca le interesó demasiado y que probablemente nunca vio completa.

Prefería sus interpretaciones en Of Human Bondage (Cautivo del deseo, 1934), o The Scarlet Pimpernel (La pimpinela escarlata, 1935) y se inclinaba cada vez más por la dirección y la producción, como en Pygmalion (Pigmalión, 1938)...

Leslie regresó a Inglaterra tan pronto como se lo permitieron sus compromisos con Gone With the Wind e Intermezzo, y dedicó su talento (en la industria y fuera de ella) al esfuerzo bélico, con películas de propaganda o modernizando la Pimpinela Escarlata en Pimpernel Smith (1941).

De la misma forma que Vivien Leigh es mucho más que Escarlata O’Hara, Leslie Howard es mucho más que Ashley Wilkes, y por ello invitamos al lector a ampliar sus horizontes, porque Leslie estuvo también en Outward Bound (1930), Berkeley Square (1933), The Petrified Forest (El bosque petrificado, 1936), fue un poético Romeo para la Julieta de Norma Shearer bajo la dirección de Cukor, y nos mostró su vis cómica en Stand-In (Siempre Eva, 1937)…

El 1 de junio de 1943, el avión en el que viajaba desde Lisboa a Londres fue derribado por los alemanes, malogrando una carrera brillante tanto en Hollywood como en Inglaterra, en el teatro y en el cine.

Como hemos visto en otras entradas, gana cada vez más credibilidad la teoría de que su labor mediadora para evitar que España entrara en el conflicto armada le puso en el punto de mira del contraespionaje alemán, y se dio orden de suprimirlo de la forma más expeditiva posible.

Howard no tuvo reparo en confesar que nunca tuvo interés en participar en GWTW, pero que el salario le vendría muy bien para sus proyectos personales y en aquel momento no tenía otras ofertas. Aceptó el papel de Ashley sin mucho entusiasmo, convencido a medias por el señuelo de poder producir Intermezzo, que se iba a rodar al mismo tiempo.

Nunca leyó la novela y, a pesar de conocer el enorme guión, Ashley era para él un personaje incomprensible. Al contrario que Gable, reacio al principio frente a la tarea de interpretar a Rhett, pero relativamente cómodo una vez inmerso en el rodaje, Leslie Howard no acabó de comprometerse totalmente con su cometido.

Profesional hasta la médula y correcto en el trato no causó, sin embargo, demasiados problemas en el transcurso de la producción: lamentos por tener que usar maquillaje, algo que no había necesitado casi nunca pero que el Technicolor exigía, comentarios sobre la diferencia entre su edad y la del personaje y los intentos de Selznick por hacerle parecer más joven y atractivo, o su negativa a aprenderse las líneas que le entregaban después de haber comprobado que pocas veces se rodaba lo que constaba en el guión.

La elección de Howard para interpretar a Ashley Wilkes es para muchos uno de los grandes enigmas de la cinematografía universal. Por lo menos veinte años mayor de lo que el personaje requería, la desgana del actor se deja sentir en la pantalla, aunque su distanciamiento le conviene en gran medida al desvaído Ashley. Howard, que parece estar pensando siempre en otra cosa, tieso como unas enaguas almidonadas y frío como las nieves de Virginia, logra, sin embargo, que ya no podamos imaginarnos a otro actor encarnando a Ashley. En ocasiones existen “errores” afortunados y éste es uno de ellos.

jueves, 2 de abril de 2009

Animación con viento

La fértil imaginación de Tex Avery y de sus guionistas encontró en Lo que el viento se llevó terreno abonado para las referencias en los cortos de animación que formaban parte de una sesión de cine habitual en los años 40, junto con los noticieros, los cortos documentales y, claro está, los largometrajes.

Swing Swift Cinderella (1945) corresponde a la época en que Avery se encontraba en la MGM, por lo que la productora no iba a molestarse mucho si se hacía una mención de GWTW y se recordaba a los espectadores cuál era la distribuidora de la película.

En esta combinación disparatada de elementos de Cenicienta, Caperucita Roja, comedia musical con soldadora-de-día/cantante-de-nightclub-por-la-noche y un montón de cosas más en 8 trepidantes minutos, una atractiva “Cenicienta” llama a su abuela/hada madrina (que está bebiendo martinis acodada en una barra) para decirle que hay un lobo (literal y figurado) en la casa. El hada parte rauda en auxilio de la joven en un scooter, y en el plano sólo queda un cartel en el que se lee: "Gone with the Wind”.

miércoles, 1 de abril de 2009

Sidney Howard intenta retocar el guión

Tras haber entregado el tratamiento inicial del guión de Lo que el viento se llevó unos meses atrás, Sidney Howard volvió a Hollywood el 1 de abril de 1937, dispuesto a efectuar las obligatorias revisiones.

Probablemente pensó que se trataba de una broma del Día de los Inocentes cuando le informaron de que debía trabajar en el guión de The Prisoner of Zenda (cuyo rodaje había comenzado unas semanas atrás), y, si le quedaba algún tiempo libre, adelantar en la adaptación de la novela de Margaret Mitchell.

Sí que tuvo tiempo libre, porque Selznick estaba muy atareado pidiendo alteraciones en secuencias de Zenda que todavía no se habían escrito, tal como era su costumbre, tenía A Star Is Born a punto de estrenarse y le esperaba una complicada junta de accionistas en Nueva York, así que él y el guionista apenas se vieron para abordar Gone With the Wind; además, Cukor estaba lejos, en viaje de exploración por el Sur para empaparse del ambiente y tratar de encontrar diamantes en bruto para Escarlata, Rhett y todos los demás personajes de GWTW, por lo que Howard tampoco pudo intercambiar opiniones con el director previsto en aquellas cuatro semanas de su estancia en California.

El dramaturgo, al que le gustaban las cosas bien organizadas, anhelaba regresar a su granja y alejarse de aquel pandemonium...

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