domingo, 30 de noviembre de 2008

Karl Struss, director de fotografía en las pruebas en Technicolor

Todo productor desea contar para su película con los mejores profesionales que se puedan reunir en un determinado momento. Selznick consiguió para Lo que el viento se llevó la colaboración de grandes nombres del cine clásico, aunque sólo fuera para unos pocos días de trabajo. Todo era poco para GWTW.

Karl Struss, que nació el 30 de noviembre de 1886, se ocupó de las pruebas en Technicolor de los actores principales y de varios secundarios, en los días previos al comienzo del rodaje principal. Meses atrás, Selznick había considerado su nombre entre los posibles directores de fotografía para la película.

El Technicolor tenía apenas tres años de vida oficial; eran pocos los expertos en el nuevo sistema, pero todos estaban dispuestos a aprender y a experimentar, aunque fuera bajo el agobiante control de la compañía fundada por Kalmus.

Struss era un reconocido fotógrafo y director de fotografía, ganador del primer Premio de la Academia para la categoría, junto con Charles Rosher, por Sunrise (Amanecer, 1927), y un ávido investigador en las posibilidades de las lentes, la iluminación y la fotografía cinematográfica.

Estudió en la Universidad de Columbia y entró en el cine en 1919 como responsable de la foto fija para De Mille (su carrera como fotógrafo se había visto dañada durante la guerra por su ascendencia alemana); en la Paramount, desde 1931, creó el inconfundible estilo que distingue las películas de esta productora en hitos como Dr. Jeckyll and Mr. Hyde (El hombre y el monstruo, 1931), The Sign of The Cross (El signo de la cruz, 1932) o The Story of Temple Drake (Secuestro, 1933); filtros, luz difusa, gran dominio de las luces y las sombras y de los efectos son algunos de sus rasgos principales.

Ya había cruzado su camino con el color (por entonces el sistema todavía procesaba dos colores) en Ben-Hur (Ben Hur, 1925), y The Great Dictator (El gran dictador, 1940), Journey into Fear (Estambul, 1943), Limelight (Candilejas, 1952), The Fly (La mosca, 1958)… destacan en su carrera, cuyo tramo final estuvo dedicado al estudio y desarrollo de la fotografía en 3 dimensiones. Struss falleció en 1981.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Tristeza, desolación y nostalgia

Una de las más famosas composiciones de Stephen Foster no podía faltar en la selección de temas ajenos que Max Steiner introdujo en la banda sonora de Lo que el viento se llevó.

Old Folks at Home, también conocida como Swanee River, se publicó en 1951 y recoge el deseo de un esclavo de volver a la plantación, con su familia y conocidos.

Escrita imitando el habla de los esclavos y popularizada en los minstrel shows, se canta hoy con la letra ligeramente modificada para evitar cualquier atisbo de racismo, y, en el momento de escribir estas líneas, es la canción oficial de Florida, el estado donde se encuentra el río Suwannee (que, curiosamente, Foster nunca vio: necesitaba una rima para la letra que ya tenía compuesta y no le gustaba el nombre del río escogido, así que probó con un par más hasta decidirse por el Suwannee, eso sí, alterando un poco la ortografía).

Su carácter nostálgico hace que la canción cobre fuerza cuando la oímos en GWTW, en el momento en que la cámara se aleja para mostrarnos los cientos de soldados heridos en la estación y luego, más irónica, como la pieza en la armónica en las calles de Atlanta en plena reconstrucción.

"Way down upon de Swanee ribber,
Far, far away,
Dere's wha my heart is turning ebber,
Dere's wha de old folks stay.
All up and down de whole creation
Sadly I roam,
Still longing for de old plantation
And for de old folks at home.
All de world am sad and dreary,
Ebry where I roam..."

("Allá al sur, al cruzar río Swanee,
lejos, muy lejos,
es adónde siempre se vuelve mi corazón,
Allá donde se quedó mi gente.
Por todas partes
Vagabundeé triste,
Siempre añorando la vieja plantación y
mi gente en el hogar.
Todo es tristeza y desolación
Allá por donde voy...")

viernes, 28 de noviembre de 2008

Lila Finn, doble de Vivien Leigh

El 28 de noviembre de 1909 nacía Lila Finn, que durante 5 décadas fue una ayuda inestimable para que las estrellas conservaran intacto su físico durante las escenas de acción.

Los dobles y especialistas, sobre todo las mujeres, tienen en Lila una pionera y un ejemplo muy difícil de seguir, porque, además de trabajar en el cine como doble y actriz secundaria, todavía le quedaba tiempo para practicar deporte al más alto nivel y ocuparse de fundar y gestionar la Asociación de Mujeres Especialistas.

En Lo que el viento se llevó, junto al resto de sus compañeras especialistas, alivió un tanto la carga de Vivien Leigh en las escenas en que Escarlata se enfrentaba a algún peligro físico.

Por tradición eran los hombres los que se caían del caballo, saltaban del precipicio o huían del fuego. En las primeras décadas del siglo XX eran escasas las mujeres que tenían acceso al gremio de los especialistas, pero la californiana Lila E. Shanley fue una de las que rompieron la barrera.

Gran nadadora, comenzó en 1937 supliendo a Dorothy Lamour en las secuencias más húmedas de The Hurricane (Huracán sobre la isla, 1937) y desde entonces hasta bien entrados los años 90 no dejó de trabajar para que las secuencias peligrosas siguieran pareciéndolo sin riesgo para nadie.

Finn dobló a Joan Fontaine en Frenchman's Creek (El pirata y la dama, 1944), a Donna Reed en su caída a la piscina en It’s A Wonderful Life (¡Qué bello es vivir!, 1947), a Paulette Goddard en Unconquered (Los inconquistables, 1947), a Glynis Johns en The Court Jester (1956), interpretó muchos pequeños papeles en cine y televisión, disputó encuentros oficiales de voleibol con la selección de su país en los años 50, ganó medallas en esta disciplina y recibió con orgullo un merecido premio a toda su carrera en 1993. Apenas un año antes había cerrado su filmografía con Folks! (Cómo sobrevivir a la familia); falleció en 1996.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Escarlata estaba en camino

El 27 de noviembre de 1938 Vivien Leigh partía de Inglaterra hacia Estados Unidos. A bordo del Queen Mary, su atención estaba centrada en dos objetivos: pasar tiempo con Olivier y conseguir el papel de Escarlata O’Hara.

Selznick todavía no había anunciado el nombre de la actriz protagonista de la adaptación al cine de Lo que el viento se llevó y, aunque todas las estratagemas que Vivien había puesto en marcha para llamar su atención habían fallado, no le faltaban recursos. En eso se parecía a Escarlata.

Además de pensar en su amante, a quien había echado mucho de menos a pesar de la corta separación (Olivier había partido a principios de mes para intervenir en Cumbres Borrascosas), en los cinco días de travesía hasta Nueva York Vivien tuvo tiempo para leer por quinta vez la novela de Margaret Mitchell, aprenderse varios pasajes y reafirmarse en su idea de que el papel tenía que ser para ella. Mientras existiera una posibilidad, no iba a desaprovecharla.

Sabía que sólo tendría 5 días para cautivar al productor en Hollywood, pues tenía que regresar para los ensayos de A Midsummer Night’s Dream (El sueño de una noche de verano), la obra con la que estaba comprometida con antelación, pero seguro que en sus ojos violeta brillaba la determinación: o bien lograba sustituir a Merle Oberon en el papel de Cathy (Olivier y Merle se estaban llevando bastante mal)… o bien conseguía meter la mano en el bolsillo de Selznick cual Escarlata con el desprevenido Frank.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Pesadillas de un productor

Si algo caracterizó a Selznick a lo largo de los más de 3 años en que estuvo ocupado con Lo que el viento se llevó fue la cantidad de ideas contradictorias que salieron de su oficina; aunque el productor tenía una visión general de lo que quería hacer con la novela de Margaret Mitchell, tuvo cierta dificultad en comunicar sus deseos a sus subordinados y las dudas le acuciaron hasta el último día.

Todo normal; al fin y al cabo, la incertidumbre y el riesgo están implícitas en el negocio, pero las características colosales de Gone With the Wind multiplicaban el tamaño de cada pequeña decisión hasta convertirla en un asunto de estado.

Como ejemplo podríamos citar que, a pesar del empeño de la productora en que las citas a GWTW, sus posibles intérpretes, directores y preparativos estuvieran presentes cada día en los medios durante esos años, a medida que se adelantaba en el rodaje y, después, se acercaba la hora del estreno, Selznick se mostró más y más aprensivo:

“No publiquen sinopsis de ningún tipo”, ordenó. Así se reservaba el poder sorprender al público, aunque, después de decir que pensaba ser lo más fiel posible a la novela, era de esperar que no hubiera ningún cambio significativo en la historia, porque “todo” estaría en pantalla.

Selznick recurrió en varias ocasiones a los sondeos, y seguro que le llamó la atención que la mayoría de los encuestados tuviera dos momentos favoritos que no debían faltar en la adaptación al cine de GWTW: el desayuno de Escarlata antes de acudir a la fiesta de los Wilkes, y la llegada al mundo de Beau.

“No permitan que ninguna publicación disponga de tanto material gráfico que le permita confeccionar un story-board con él.” Selznick se felicitaba por no haber permitido que se filtrara ninguna imagen de la película antes de su estreno. Deseaba que el público no se hubiera acostumbrado a ver a los personajes y los decorados fuera de contexto. “Me he despertado en medio de la noche con la tentación de prenderle fuego a todas las fotos fijas de la película para que no sean publicadas o vistas en ningún sitio”, le escribía a J. Whitney.

martes, 25 de noviembre de 2008

Lista de bajas (VI)

Los años iban pasando y la relación de fallecidos con alguna conexión con Lo que el viento se llevó empieza a tener nuevas incorporaciones con regularidad. Estas son las defunciones de las que tenemos noticia durante los años 1953 y 1954:

1953:
Everett Brown, 51. (Big Sam)
Kernan Cripps, 67. (Ayudante de Tom, el capitán yanqui)
Paul Hurst, 65. (El desertor). Suicidio.
Emmett King, 88. (Extra en la llegada de permiso de Ashley)
Lee Phelps, 60. (El encargado del bar bajo el local de Belle)

1954:
John L. Balderston, 65. (Colaboró en el guión)
Chester Franklin, 64. (Director)
Leona Roberts, 74. (Señora Meade)
Tom Tyler, 51. (El oficial que lleva esclavos a cavar trincheras). Ataque cardíaco.
Ernest Whitman, 61. (El amigo carpetbagger de Wilkerson). Ataque cardíaco.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El vestido estampado (III)

Para la secuencia de “la búsqueda del doctor Meade” el equipo de producción de Lo que el viento se llevó consideró conveniente guardar el primero de los modelos del vestido de percal de Escarlata (por si hacían falta nuevas tomas) y Vivien Leigh lleva el segundo, casi idéntico a la de las secuencias anteriores, pero con los cambios suficientes para mostrar los efectos del calor de aquella jornada y del polvo y suciedad que a la sazón debían de cubrir las calles de Atlanta, atestadas de civiles ajetreados y de soldados baqueteados. Es, por lo tanto, el primer estado de deterioro del vestido.

Escarlata sale de casa de tía Pitty, llega hasta la estación y regresa, recluta a Prissy como comadrona, pasa un día infernal para ayudar a nacer a Beau y recibe a Rhett en un estado de comprensible nerviosismo; todo ello un poco más arremangada, dejándonos atisbar por unos instantes las enaguas; recupera para su travesía por las calles y la estación el sombrero que había llevado a la barbacoa de los Wilkes, un tanto modificado.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Firmar o no firmar

Lo que el viento se llevó se encaminaba a finales de 1936 hacia el millón de ejemplares vendidos, una cifra tan respetable entonces como ahora.

La primera persona sorprendida por ese recuento seguía siendo Margaret Mitchell, que nunca llegó a acostumbrarse al formidable éxito de la historia de su “pobre Escarlata” y mucho menos a lo que la fama llevaba aparejada.

Muchos de esos compradores de GWTW tuvieron la feliz idea de pedirle a la autora que firmara sus ejemplares. Margaret, en un principio, accedía gustosamente, como sin duda haríamos todos en sus circunstancias. Pero cuando día tras día, reparto tras reparto (y en Atlanta había varios repartos al día, tiempos aquellos), sacas y más sacas de correo llegaban a su hogar, llenas de libros con el ruego de un autógrafo, el placer se fue convirtiendo en pesadilla.

Los Marsh no contaban con una organización comparable a la de los estudios cinematográficos, con departamentos dedicados exclusivamente a seleccionar y contestar el correo que recibían las estrellas (y a firmar en su nombre las fotos dedicadas, que se contaban por miles cada semana y eran un indicador perfecto de la popularidad de los actores).

Aún con la ayuda de su marido y de un par de secretarias, la tarea de abrir los paquetes, firmar, empaquetar de nuevo y enviar al remitente se convirtió en una carga que ocupaba gran parte de su tiempo. Como el resto de los trabajos relacionadas con Gone With the Wind no eran tampoco cosas fáciles de resolver en unos pocos minutos, Mitchell decidió dejar de firmar autógrafos, ni siquiera a sus familiares y amigos. Eso no hizo más que aumentar el valor de los ejemplares autografiados por la escritora, que hoy llegan fácilmente a los cinco mil dólares o más.

Sin embargo, los exquisitos modales de Margaret Mitchell le impedían tanto que alguien firmara por ella o utilizar un sello de goma como dejar sin contestación aquellos requerimientos, y se sentía obligada a responder a gran parte de las cartas, si no a todas; en ellas explicaba porqué había dejado de firmar autógrafos, añadía un par de párrafos, a menudo con alguna anécdota o dando respuesta a alguna otra pregunta de su corresponsal… y luego firmaba la carta.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Para leer en cualquier momento

Queda muy poco para 2009, año en que Gone With the Wind, la película basada en la novela de Margaret Mitchell, cumplirá 70 años.

Probablemente no haya celebraciones rimbombantes como suele hacerse al cumplir medio siglo o una centuria entera, pero estamos seguros de que la bibliografía dedicada a Lo que el viento se llevó aumentará con alguna novedad editorial o quizás una traducción de alguno de los muchos volúmenes que han abordado desde hace más de siete décadas la novela y el largometraje.

Ha habido publicaciones lujosas, como el libro de Haver sobre Selznick, y otras obras más humildes en cuando a formato, pero que, como son más manejables, no debemos olvidar a la hora de consultar un dato olvidado.

En esta última categoría podemos situar el folleto Million Dollar Legends Margaret Mitchell and "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Martin Shartar, que salió a la calle en 1974 y ha tenido sucesivas reimpresiones, como la que lanzó en 1986 para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la publicación del libro.

En nueve sucintos capítulos, ilustrados con fotografías en blanco y negro de los principales personajes de nuestra historia, los autores recorren el acostumbrado camino desde la escritura de la novela hasta las múltiples ramificaciones de la leyenda que es GWTW a través de los años, así como la suerte de muchos de los implicados, todo con Margaret Mitchell como eje.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Grande desde el título

“Quiero el mayor título que se haya hecho nunca”, se le ocurrió a Selznick un buen día.

Y lo tuvo.

Hal Kern acudió a Pacific Title, la empresa especializada en el diseño gráfico de los títulos e intertítulos de las películas desde 1919 y expuso su idea para los que abren Lo que el viento se llevó.

Las imágenes combinadas con los rótulos que informaban sobre el productor, el equipo técnico y los actores no ofrecían mayor problema, pero para el fundamental GONE WITH THE WIND hacía algo espectacular, algo nunca visto hasta entonces…

La primera propuesta de Kern era que cada letra aparecería por separado y llenaría la pantalla. Pero la proporción no funcionaba estéticamente; probaron entonces con cada palabra, tal como aparece en la versión original de la película (no ocurre así en la versión española, donde este efecto ha sido sustituido por un título estático).

Para rodarla fue necesaria una dolly (pequeña grúa) especial que necesitaba tres hombres para funcionar y captaba las cuatro láminas de cristal en las que se había pintado a mano el título y las imágenes de fondo, y así dar la impresión de movimiento que todavía hoy nos sigue fascinando.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El vaquero y la dama (de hierro)

La izquierda británica se inspiró en 1981 en el famoso cartel publicitario de finales de los años 60 de Lo que el viento se llevó (diseñado por Tom Jung y Howard Terpning) para criticar el apoyo de la primera ministra Margaret Thatcher a la política nuclear y armamentística de Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos.

Hay diferentes versiones de este montaje, pero en todas ellas vemos a Reagan/Rhett llevando en brazos a Margaret/Escarlata, con un hongo nuclear al fondo en lugar de las tradicionales llamaradas que envolvían a Gable y Leigh.

Lo más llamativo es la frase publicitaria: “Ella prometió seguirle al fin del mundo; él prometió organizarlo”, pero tampoco el texto en tamaño más pequeño tiene desperdicio:

“¡La película que acabará con todas las películas! Milton Friedman, en asociación con Producciones Pentágono, presenta GONE WITH THE WIND. Guión de Henry Kissinger. Dirigida por Kaspar Weinberger; Música de Jerry Falwell… Una película del IMF (Fondo Monetario Internacional). Ahora en todo el mundo.”

Y, como es habitual, se adjunta una cita, no de una crítica de GWTW precisamente: “La bomba atómica es un regalo maravilloso concedido a nuestro país por un Dios sabio”, de la muy conservadora periodista Phyllis Schafly.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Otro premio para Olivia de Havilland

El presidente de Estados Unidos anunció ayer la concesión de la National Medal of Arts de 2008 a Olivia de Havilland, por “su convincente e irresistible habilidad como actriz en papeles desde la Hermia de Shakespeare a la Melanie de Mitchell. Su independencia, integridad y gentileza consiguieron libertad para ella y sus colegas actores de cine.”

La Medalla Nacional de las Artes es el máximo galardón que desde 1984 concede el gobierno estadounidense a los artistas y tiene en cuenta la contribución a las artes de las personas elegidas, que pueden ser propuestas por los ciudadanos y cuya candidatura a la medalla la confirma el Consejo Nacional de las Artes, que luego selecciona a los premiados de cada año.

Esta excelente noticia, que reconoce toda la carrera de una de las intérpretes de Lo que el viento se llevó, viene acompañada por los rumores de una posible vuelta de Olivia a los platós después de años de retiro: está todavía por confirmar su aparición en la película I-59 South, de producción independiente, así que estaremos atentos a todas las novedades que puedan producirse. Esperemos que los “veteranos” de GWTW nos sigan dando buenas noticias como éstas en los próximos meses.

martes, 18 de noviembre de 2008

La canción del prisionero

El permiso de Ashley se acaba y sus tristes augurios sobre la guerra, en general, y sobre su futuro físico y espiritual, en particular, los puntea Max Steiner en la banda sonora de Lo que el viento se llevó con unos acordes de una canción titulada Tramp, Tramp, Tramp (The Boys Are Marching), que vuelven a sonar en la película unos minutos después, cuando Escarlata recuerda su promesa de cuidar de Melania si Wilkes no está cerca.

La canción se originó en el Norte, pero, como era habitual, pronto la cantaron también los Confederados, con las modificaciones pertinentes. La compuso alrededor de 1864 George Frederick Root, muy prolífico durante la contienda.

Steiner se muestra una vez más muy certero a la hora de escoger la música, pues Tramp, Tramp, Tramp, también conocida como The Prisoner’s Hope, es el esperanzado canto de un prisionero que anhela poder estar con los suyos de nuevo, y ya sabemos lo que el destino le reserva a Ashley…

"Sentado en la prisión,
pensando en ti, querida madre,
y nuestra casa luminosa y feliz, tan lejos,
las lágrimas desbordan de mis ojos
a pesar de todo lo que intento.
Procuro animar a mis compañeros
y mostrarme alegre.

¡Tramp! ¡Tramp! ¡Tramp!
Los muchachos marchan.
¡Ánimo, compañeros,
vendrán!
Y bajo la bandera estrellada
respiraremos de nuevo
el aire libre de nuestro propio
hogar amado..."

lunes, 17 de noviembre de 2008

El viento llega a España, con retraso

Para que esta entrada quede completa, nos gustaría contar una vez más con la colaboración de los lectores y sus familiares y amigos, pues sería estupendo disponer de testimonios de primera mano de aquel 17 de noviembre de 1950, que es la fecha del estreno de Lo que el viento se llevó en España.

Sí, han leído bien, 1950, casi 11 años después de la presentación en Atlanta de Gone With the Wind. Escarlata, que suspiraba por un hombre casado con otra y que cometía toda clase de deplorables tropelías para sobrevivir, tuvo que enfrentarse también con unos cuantos obstáculos puestos para salvaguardar la moral de los espectadores españoles. Aquella calificación final de 3R (para mayores con reparo) le costó más de un década de espera a la señorita O’Hara antes de dejarse ver por tierras españolas.

Así que suponemos que aún nos hacen compañía unos cuantos jóvenes octogenarios que pueden recordar aquel día, aunque ya no existan las salas en que se estrenó GWTW, el Palacio de la Música en Madrid, en plena Gran Vía (el Broadway madrileño, que dijera Ramón Gómez de la Serna) y el Windsor en Barcelona, en la Diagonal, que fueron las primeras; luego, por supuesto, la película llegó a gran parte de los cines españoles.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Arthur Tovey, doble de Leslie Howard

Los extras, imprescindibles para dar ambiente “auténtico” a una secuencia, distaban mucho de cobrar lo que percibían las estrellas de la película, pero su dedicación al oficio era igual o superior a la de los grandes nombres.

Aunque el sueño de muchos era, y sigue siendo, llegar a lo más alto, los más realistas sabían que la categoría de “actor principal” no era más que una utopía para ellos… pero en medio había amplio lugar para demostrar su oficio y ganarse la vida. Un extra con vestuario propio estaba un escalón más alto que el simple extra, y tener una frase representaba un aumento de sueldo y de escalafón, que podía dar pie a un papel un poco más largo, y, de ahí, a obtener una mención en los títulos de crédito y, luego, quizás, papeles secundarios…

Arthur Tovey, que nació el 16 de noviembre de 1904, es un paradigma del actor sin nombre pero con una filmografía muy extensa, que cubre varias décadas y los más diversos cometidos en el cine.

Cuando suplió a Leslie Howard en los planos largos de Lo que el viento se llevó (cuando Ashley vuelve a Tara tras la guerra, por ejemplo) y ocupó su lugar mientras se preparaban las luces para cada plano, o le tocó correr por las calles de Atlanta durante la evacuación como un anónimo ciudadano, Tovey ya llevaba 17 años en la industria y le quedaban muchos más por delante para pasar casi inadvertido pero cumpliendo con competencia su cometido, a cambio de la magra paga (más la comida) y codearse con los nombres más ilustres de Hollywood sin tener que sufrir las inconveniencias de la fama.

Tovey tuvo otros trabajos, viajante y músico entre ellos, hasta que encontró acomodo entre los extras, todavía en tiempos del cine silente, y apareció en los más dispares lugares en la pantalla: el Egipto de The Mummy (La momia, 1932), donde fue un esclavo nubio y un guardia del faraón en días sucesivos y tuvo oportunidad de “matarse a sí mismo”, el Londres de My Fair Lady (My Fair Lady, 1964), el estrado del jurado en To Kill a Mockingbird (Matar un ruiseñor, 1962) o A Place in the Sun (Un lugar en el sol, 1951), una productora discográfica en Jailhouse Rock (El rock de la cárcel, 1957), un escenario en Intermezzo (Intermezzo, 1939, de nuevo en el lugar de Leslie Howard en los planos largos), el vestíbulo de Manderley en Rebecca (Rebeca, 1940; es el chófer, detrás de la señora Danvers), la película de los hombres leopardo dentro de The Bad and the Beautiful (Cautivos del mal, 1952), una foto en Not as an Stranger (No serás un extraño, 1955, donde se supone que es el padre del personaje que interpreta Olivia de Havilland), a las órdenes de Roma en The Robe (La túnica sagrada, 1953), en el espacio en Star Trek: The Motion Picture (Star Trek -La película, 1979)… y así, en más de un centenar de papeles en cine y televisión, hasta poco antes de su muerte, en el año 2000.

De Marion Davies a Madonna, de Karloff a De Niro, puede decirse que Arthur Roland Tovey los conoció a todos y a todos ayudó con su presencia o una corta frase.

sábado, 15 de noviembre de 2008

El vestido estampado (II)

Una ciudad sitiada en pleno agosto, tras varios años de guerra y en el siglo XIX no es el mejor lugar para dar a luz, pero la naturaleza manda, y la delicada condición de Melania impide que Escarlata, atada por la promesa que le hizo a Ashley, pueda salir de Atlanta para olvidarse de todo en Tara.

Sus responsabilidades aumentan a medida que decrece su guardarropa y el vestido de percal color lavanda va a ser su única prenda a partir de ahora y el que más tiempo esté en pantalla en Lo que el viento se llevó.

Con él puesto detiene a un jinete confederado que le confirma que lo mejor que puede hacer es salir enseguida de la ciudad. Ahora Escarlata ya no lleva miriñaque, intenta estar más fresca abriendo el cuello del vestido hasta donde la decencia lo permite y lleva los puños también enrollados para procurar que el aire circule.

Este parece ser todavía el mismo ejemplar del vestido de la secuencia con Melania en el hospital y el encuentro con Belle, pero con esos pequeños cambios ya tenemos la impresión del paso del tiempo y de los rigores de aquellos meses.

Escarlata decide partir, pero no cuenta con que Beau está ya en camino, como comprueba cuando sube a la habitación de Melania. Envía a Prissy a buscar al doctor Meade y le da un poco de charla a su cuñada… hasta que se convence de que debe ir a por el médico ella misma.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Lista de bajas (V)

El vendaval de muertes en 1949 entre las personas relacionadas con Lo que el viento se llevó se atenuó en los tres años siguientes, pero siguió habiendo pérdidas, todas ellas importantes:

1950:
Lillian K. Deighton, 69. (Departamento de documentación)
Vincent Farrar, 45. (Operador de cámara) Cáncer.
Dan Sayre Groesbeck, 71. (Ilustraciones de los programas originales)

1951:
Robert Elliott, 72. (El comandante yanqui, en la cárcel)
Val Lewton, 47. (Departamento de guiones). Ataque al corazón.

1952:
Oliver H.P. Garrett, 58. (Guión)
Al Kunde, 65. (Soldado en la huida de Atlanta)
Hattie McDaniel, 60. (Mammy) Cáncer.
George Reed, 86. (Cochero de la abuela Tarleton; sus planos fueron suprimidos)
John Robert Marsh, 57. (Segundo marido de Margaret Mitchell) Ataque cardíaco.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Privilegios del socio capitalista

Nada como ser uno de los principales inversores en la Selznick International Pictures para tener acceso prioritario a las películas recién salidas del laboratorio.

Jock Whitney hizo uso de su privilegio como apoyo financiero de Selznick y, además de estar presente en el primer pase sorpresa, presentó Lo que el viento se llevó a sus socios capitalistas antes del estreno formal en un marco decididamente adecuado: una plantación en Georgia, Melhana (también conocida por su nombre original, Coalson).

GWTW se acercaba a Atlanta…

Esta proyección privada, mitad por motivos de negocios y mitad por razones sociales, tuvo lugar en el teatro de la propiedad, bautizado The Showboat y que se inspiraba en el escenario del famoso musical de Broadway basado en la novela de Edna Ferber y con música de Jerome Kern. Era el teatro más cercano a la propiedad de la familia de Whitney, Greenwood, y allí citó a unas 40 personas.

Hoy Melhana es un complejo hotelero, pero combina todo el sabor del Sur con las comodidades de la vida moderna.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

No vale hacer trampas

Stephen J. Spignesi, publicó en 1993 todo un volumen dedicado a Lo que el viento se llevó en forma de preguntas y respuestas sobre el libro y la película (se incluye también Scarlett): The Official Gone With the Wind Companion: The Authorized Collection of Quizzes, Trivia, Photos- And More.

Como su propio título indica, el libro pone a prueba los conocimientos del lector sobre GWTW a través de cuestionarios centrados en diferentes aspectos de la obra de Margaret Mitchell y la película de la Selznick International, con casi dos mil interrogantes, algunos de los cuales capaces de dejar en evidencia al más curtido de los Windies, desde lo más básico hasta ese detalle que probablemente se nos ha escapado. Por suerte, se incluyen las respuestas, para que nadie se sienta frustrado.

Informa y entretiene y, además, cuenta con la aprobación de los “guardianes” de Lo que el viento se llevó, los herederos de Margaret Mitchell y Turner Entertainment…

martes, 11 de noviembre de 2008

Termina el rodaje, sigue el montaje

Los últimos planos de Lo que el viento se llevó que se rodaron estuvieron a cargo de Eric Stacey, el 11 de noviembre de 1938, a poco más de un mes de la fecha prevista para el estreno de la película.

En este sábado, en medio de una guerra y en el día en que se conmemora en Estados Unidos a los veteranos de todas las guerras y que es el aniversario del fin de las hostilidades en la Primera Guerra Mundial, las tomas de última hora tenían también contenido bélico.

El añadido tardío, tras los dos pases sorpresa, el interminable montaje, los retoques y el trabajo de laboratorio, fueron los planos de la secuencia de “la lista de bajas”, con la esposa del director de la banda y éste mismo al recibir noticias de la batalla de Gettysburg.

En GWTW no vemos ninguna batalla, pero notamos muy bien sus efectos: el triunfalismo y la alegría del bazar, los negativos presentimientos de Ashley de permiso, el golpe brutal de este enfrentamiento, que costó unas 25.000 vidas a los Confederados y casi otras tantas a las filas de la Unión, los cientos de soldados heridos o agonizantes en la estación a medida que las batallas se sucedían…

Al personalizar la pérdida en imágenes como estas, con la pareja de ancianos desolada por la desgracia, el espectador se percata mucho mejor del significado de la batalla (y el productor se ahorra el coste de escenificarla) y del pundonor de los que no combatían: en lugar de abandonar su puesto, el director ordena a la banda que toque Dixie.

Con este triste colofón, que pertenece a la parte central del largometraje, se terminaba el rodaje de Gone With the Wind, pero no el trabajo: Hal Kern tendría que arrebatarle literalmente la película de las manos a Selznick para que pudiera procesarse y, aún así, echaron de menos más tiempo para pulir algunos detalles.

El viaje de Escarlata de Atlanta a Tara es un buen símil para describir el proceso que se iniciara en enero de 1939 (o incluso en el verano de 1936, con la compra de los derechos): al término del camino, en la antesala del estreno, ¿estaría Tara todavía en pie? ¿Habría resistido la película todas las pequeñas batallas y los variados huracanes?

lunes, 10 de noviembre de 2008

La respuesta está en el viento

Hace un par de días mencionábamos que una de las preguntas con las que completos desconocidos asaltaban a Margaret Mitchell era la cuestión del futuro de los señores Butler.

El final, uno de los mayores atractivos de Lo que el viento se llevó, dejaba abierta la puerta a muchas posibilidades y a que cada lector se imaginara la historia subsiguiente de Escarlata y Rhett. Pero al ser humano, por mucho que le emocione la incertidumbre, le gusta también atar los cabos sueltos, y nadie mejor que la creadora de los personajes para dar una respuesta definitiva a las conjeturas…

Pero Mitchell nunca se pronunció en público y oficialmente, argumentando que no tenía ni idea de lo que podía haberles sucedido a Rhett y a Escarlata una vez que uno salió de la mansión y la otra tomó la decisión de volver a Tara, pero esperaba que el lector sacara sus propias conclusiones tras haber acompañado a dos personas de carácter tan definido durante más de mil páginas, si es que había sabido plasmar bien sus idiosincrasias.

De manera oficiosa, sí encontramos una referencia de la escritora a la hipotética suerte de sus personajes: “I think that she gets him at the end”, le confió a Harold Latham en 1935, aventurando así una eventual reunión de los dos protagonistas de la novela, con el matiz añadido de que es Escarlata la que consigue que su marido regrese a su lado, como se propone en las últimas líneas del libro.

Cuando se estaba preparando la película, que al fin y al cabo es un medio diferente al libro, Selznick meditó considerablemente el asunto del final. Como sabemos, optó por conservar el espíritu de la novela, pero inclinando la balanza hacia el optimismo, al mostrar a Escarlata de vuelta en Tara y sin duda planeando ya cómo atraer al desencantado Rhett. Pero antes de tomar esa decisión la MGM cubrió todos los campos posibles y encargó al escritor Bradbury Foote un guión con final feliz para Gone With the Wind

Muchos años después, a punto de meterse de nuevo en la piel de Blanche Dubois para el rodaje de Un tranvía llamado deseo, Vivien Leigh daba su opinión sobre los últimos movimientos de Escarlata: “Probablemente llegó a ser mejor persona, pero no creo que consiguiera que Rhett volviese”.

Imaginemos que no existen ni Scarlett ni ninguna de las secuelas oficiales o no autorizadas… ¿Logró Escarlata atraer a Rhett de nuevo? ¿Fue él el que hizo brotar otra vez el fuego de la pasión con estudiada indiferencia? ¿Se encontraron tal vez a mitad de camino? ¿Jamás volvieron a verse?...

domingo, 9 de noviembre de 2008

El bloqueo de Barton

Seguimos con las películas ambientadas en el mundo del cine, pues son una mina casi inagotable donde la veta de Lo que el viento se llevó suele estar presente sin necesidad de excavar demasiado.
En Barton Fink (Barton Fink, 1991) el protagonista, un autor de teatro que acaba de triunfar con una obra “comprometida” es tentado por Hollywood. Su primer cometido es escribir una película sobre lucha libre, un tema que no le puede ser más ajeno, como le sucedió realmente al sureño Faulkner. Cuando le llaman a la oficina del productor, Fink no ha adelantado mucho:

“-¿Qué tienes para mí?
-Verá… yo…
-La película de Beery. ¿Por dónde andas?
-Es que… me está costando un poco arracnar.
-¿Arrancar? ¿”Arrancar”, has dicho? ¿Todavía no tienes nada?
-No mucho.
-¿Qué coño crees que es? ¿Hamlet? ¿Lo que el viento se llevó? ¿Cumbres borrascosas [Ruggles of Red Gap (Nobleza obliga, 1935), en el original]? ¡Es una puta película de serie B! ¡Hombretones en leotardos!...”

La pesadilla está a punto de empezar para Barton, y no precisamente por su problema con los hombretones en leotardos…

sábado, 8 de noviembre de 2008

Un secreto difícil de guardar

Margaret Mitchell sentía pasión por la exactitud, sobre todo desde el momento en que supo que su novela iba a publicarse y su famila, amigos, conocidos y miles de personas en Georgia iban a examinar con ojos críticos todo lo que se relacionara con fechas, lugares, batallas, vestidos, comidas, acentos… y que apareciera en Lo que el viento se llevó.

No quería que la pillaran en un error y, aunque había realizado una exhaustiva investigación mientras escribía su libro, redobló sus esfuerzos para que en la revisión no se le escapara ningún gazapo. Con GWTW ya publicado, no tuvo reparo en contestar, enumerando fuentes, aquellas preguntas que ponían en duda tal o cual detalle que había incluido y que al corresponsal o crítico le parecían equivocados.

Por eso resulta más chocante, aunque en cierta manera comprensible, el empeño de Mitchell en ocultar su edad al público, cuando cualquiera podía preguntar en Atlanta y probablemente obtener la fecha sin mayores complicaciones. La autora de Lo que el viento se llevó nació el 8 de noviembre de 1900, pero no le gustaba confesarlo ni que nadie lo mencionara. En su boda se quitó dos años y sustrajo casi 8 de su edad real cuando se sacó el carné de conducir.

Fuera por coquetería o por su intenso deseo de que respetaran su intimidad, esta insistencia en guardar el secreto parece un vano intento, comparado con lo que le cayó encima a partir de 1936, cuando se publicó Gone With The Wind. Hasta entonces era conocida en Atlanta como la hija de los Mitchell, como reportera y como aquella jovencita que había escandalizado a la ciudad en un baile con una danza apache de lo más provocativa. Lo normal para la época…

Pero la excepcional fama que le reportó su novela llevó consigo una parte menos agradable que Margaret soportó muchas veces con la proverbial simpatía sureña, pero también con algún que otro portazo.

La gente la asediaba por la calle, en su casa, por carta, por teléfono, en los establecimientos comerciales a los que pronto tuvo que dejar de ir, en los actos sociales… querían saber dónde estaba Tara, quién había sido su modelo para Escarlata, si Rhett y su todavía esposa volverían a reunirse alguna vez, sus actores favoritos para la película, recomendaciones para obtener un papel, detalles íntimos sobre Margaret y su familia, autógrafos, fotografías dedicadas, artículos periodísticos, conferencias, bautizos de barcos de guerra, donaciones, contribuciones, firma de libros… un alud inacabable de peticiones de lo más variopinto que acabaron por sobrepasar en más de una ocasión a la diminuta Margaret.

Sus precauciones en cuanto a salvaguardar su edad verdadera también tuvieron un curioso resultado: muchos de los lectores tenían la impresión de que la persona que había escrito Lo que el viento se llevó había vivido realmente en la época en que estaba ambientada la novela y por lo tanto se imaginaban que Margaret tenía, por lo menos, 70 años.

viernes, 7 de noviembre de 2008

La película "más grande" llega a la "pequeña pantalla"

La NBC, previo pago de unos diez millones de dólares, obtuvo en 1974 los derechos para emitir Lo que el viento se llevó por televisión; dos años después GWTW llegaba, por fin, a la pequeña pantalla, la última de las grandes películas clásicas en hacerlo.

Aunque la cadena HBO de televisión por cable se había adelantado unos meses, pues emitió Gone With the Wind en junio, la exhibición de noviembre de 1976 tuvo carácter de estreno; el único precio que habían de pagar los espectadores en esta ocasión eran las pausas publicitarias, todas ellas un “minuto de oro” en sí mismas, pues se hablaba de una audiencia estimada de 110 millones de personas, casi tantas como las que habían pasado por taquilla desde 1939 para ver las aventuras de Escarlata O’Hara.

Los 87 minutos que sumaban los cortes para publicidad llevaron a Olivia de Havilland a tomar la decisión de no hacer la presentación de la película, como estaba previsto en un principio. No sólo porque ello añadiría más tiempo a la emisión, sino porque consideraba que esa no era la mejor manera de disfrutar de GWTW.

La película todavía estaba en las salas de cine y los exhibidores clamaron como tía Pitty “¡Es el fin del mundo!” y se apresuraron a anunciar en la prensa que los aficionados todavía estaban a tiempo de ver Lo que el viento se llevópor última vez sin cortes y sin interrupciones”...

Ese pase en dos partes, en las noches del domingo 7 y del lunes 8, obtuvo la mayor audiencia contablizada hasta entonces en Estados Unidos y fue el programa más visto esa temporada. Casi 34 millones de hogares sintonizaron esos dos días la NBC. Todavía sigue entre los diez programas más vistos de la historia, junto con el último episodio de la serie M.A.S.H., varias finales de la Liga de Fútbol Americano (NFL), el episodio en el que cierta cuñada se porta muy mal con cierto petrolero tejano en Dallas, la retransmisión del programa corto de patinaje artístico de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994 (nadie quiso perderse en qué quedaba el asunto entre Tonya Harding y Nancy Kerrigan), y la Parte 8 de Raíces.

jueves, 6 de noviembre de 2008

"Bonnie Blue Flag"

Bonnie Blue Flag es una canción compuesta en 1861 para conmemorar el momento en que se izó, en Montgomery, Alabama, la bandera de la estrella blanca sobre fondo azul tras la elección de Jefferson Davis como presidente de la Confederación, que reunía a varios estados recién separados de la Unión.

No fue la bandera oficial de la Confederación, pero siempre tuvo un lugar preeminente en los corazones de los sudistas, y la canción competía con Dixie en popularidad a la hora de mostrar su patriotismo, hasta el punto de que el general Butler (de la Unión), al mando de las fuerzas que ocupaban Nueva Orleáns, prohibió que se cantara o se tocara siquiera.

Es una composición del irlandés Harry Macarthy, que recogió el saludo de los delegados presentes en aquel momento: “Hurrah for the Bonnie Blue Flag!” y lo convirtió en parte esencial de la letra de su canción; para la música se inspiró en una tonada irlandesa, The Irish Jaunting Car:


"We are a band of brothers and native to the soil
Fighting for our Liberty, With treasure, blood and toil
And when our rights were threatened, the cry rose near and far
Hurrah for the Bonnie Blue Flag that bears a single star!..."

("Somo un grupo de hermanos nacidos de la tierra,
luchando por nuestra libertad, con riquezas, sangre y trabajo,
y cuando nuestros derechos están amenazados, el grito se alza por todas partes
¡Hurra por la Bella Bandera Azul, que lleva una estrella solitaria!...")

En la banda sonora de Lo que el viento se llevó Steiner utiliza la canción en el momento en que Ashley llega de permiso, el medley que acompaña a Escarlata entre los heridos en la estación y durante la estancia de Rhett y su hija en Londres (recordemos que la niña es conocida por todos como Bonnie, porque sus ojos eran azules “como la bella Bandera Azul”).

Margaret Mitchell también incluye Bonnie Blue Flag en la novela, en un emocionante instante en el bazar, y hace referencia a que cantarla tras la guerra era considerado por parte del gobierno militar como una ofensa cercana a la traición.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Vivien Leigh, Scarlett O'Hara

Es difícil, muy difícil, escribir a estas alturas algo original sobre la vida personal y profesional de Vivien Leigh, nacida Vivian Mary Hartley el 5 de noviembre de 1913.

Una de las mujeres más hermosas que han hollado el planeta (aunque odiaba que se lo dijeran) y una actriz excepcional, ha dado pie a numerosas biografías, ya sea en el tradicional formato de libro o, desde hace unos años, en la red de redes. Por eso las siguientes líneas, en honor del cumpleaños de la actriz protagonista de Lo que el viento se llevó, deben tomarse sólo como un apunte, un indicativo, porque también es imposible encerrar en una entrada de proporciones cómodas todo lo que se sabe, o incluso lo que se desconoce, sobre ella.

Nació en Darjeeling, en la India, de padres ingleses, y allí pasó sus primeros años. No volvió al lugar que la vio nacer hasta mucho después, ya que muy pronto se la envió a Europa, interna en un convento; allí le confesó a una de sus condiscípulas, otra irlandesa inolvidable y futura candidata a interpretar a Melania Hamilton, Maureen O’Sullivan, que su ambición era llegar a convertirse en una gran actriz.

Tras un periplo por Europa, como era costumbre para rematar la educación de las señoritas con posibles por aquellos años, empezó a estudiar arte dramático y su proyecto no se vio interrumpido por su matrimonio con el abogado Herbert Leigh Holman y el nacimiento de su única hija, Suzanne.

Los pequeños papeles en el cine no parecían llevarla a ninguna parte, y tampoco su debut en el teatro auguraba un éxito inmediato, pero The Mask of Virtue la catapultó de la oscuridad a la fama en una sola noche.

El productor Alexander Korda la puso bajo contrato y su protección personal; Vivien tuvo oportunidad de admirar a su contrapartida masculina, Laurence Olivier, que era el ídolo del momento. La atracción entre ambos fue mutua casi desde el instante en que se conocieron, se confirmó durante el rodaje de Fire Over England y, cuando ambos interpretaban Hamlet en Dinamarca decididieron comunicar a sus respectivos cónyuges que pretendían casarse en cuanto fuera posible… que fue en 1940.

Olivier tenía que viajar a Estados Unidos a finales de 1938 para interpretar a Heathcliff en Cumbres Borrascosas; Vivien tenía compromisos que le impedían ir con él, pero desde que había leído Lo que el viento se llevó, casi dos años atrás, se había fijado la meta de interpretar a Escarlata, así que decidió ir a visitar a Olivier y aprovechar el momento, sabiendo que Selznick aún no había adjudicado el papel. El resto es materia de historia y de leyenda.

Su corazón, aparte de por Olivier, estaba ocupado por el teatro, y sus apariciones en la pantalla plateada fueron comparativamente escasas, pero inolvidables, como lo fueron para los afortunados espectadores sus papeles en las tablas, donde demostró sin lugar a dudas que podía estar a la altura de un coloso como Olivier.

Su película favorita de entre las suyas era la segunda que rodó en América, Waterloo Bridge (El puento de Waterloo, 1940), una elección inesperada, pero comprensible: Escarlata, como persona, no le gustaba, pero sí era un papel por el que valía la pena mover cielo y tierra; su Ana Karenina queda ensombrecida por la de Garbo; su joven Cleopatra le haría recordar la pérdida del hijo que esperaba; Blanche, su segundo Premio de la Academia y pariente no muy lejana de Escarlata, estaba peligrosamente cerca en sus desvaríos del trastorno bipolar que aquejó a Vivien durante gran parte de su vida… y que pesó mucho en el deterioro de su matrimonio.

Olivier volvió a casarse, y Vivien “aprendió a estar sola” con su compañero de sus últimos años, el actor John Merivale, sin rebajar por ello ni un ápice su adoración por Larry.

La muerte le llegó demasiado pronto, porque estaba llena de proyectos y dispuesta a luchar, como lo había hecho durante años contra todos los obstáculos que se le presentaban. La tuberculosis se la llevó en 1967. Sus cenizas se esparcieron por el lago cercano a su casa en Sussex.

martes, 4 de noviembre de 2008

A la caza del gazapo (XXI)

Cuestión de centímetros, nada más, y sólo la delatora luz del interior de la habitación nos indica que hay un fallo de continuidad en el momento en que Escarlata descubre que ha perdido algo muy importante.

Acaba de regresar a Tara tras un viaje proceloso y Mammy da un parte informativo lleno de desgracias. La buena mujer apenas se atreve a comunicar la más grave para Escarlata, y sólo puede indicarle con la mirada que tras una puerta encontrará la respuesta a sus angustiosas preguntas.

Vemos que la puerta está abierta al menos un palmo y un rayo de luz se cuela por la abertura; Escarlata se vuelve entonces para entrar y, cuando se acerca a la puerta… está aún abierta, pero apenas unos milímetros y sin que podamos ver la luz del interior, sin que nadie (y mucho menos la persona que está dentro del salón de Tara) haya podido tocarla.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El vestido del éxodo

Antes de que el vestido de percal cobre total protagonismo en Lo que el viento se llevó, Escarlata aún tiene tiempo de enseñarnos un modelo más, durante las escenas del hospital con el caso de amputación, su salida apresurada para toparse con la ciudadanía de Atlanta en pleno éxodo y la providencial aparición de Rhett para llevarla a salvo a casa de tía Pitty, que pronto abandona la ciudad para desesperación de su sobrina política.

Es otra creación memorable de Plunkett, sobre todo porque no podemos apartar los ojos de esa falda que se mueve en medio del pánico y que luego se engancha en el carro y estropea la digna salida de su portadora, para regocijo de Butler.

No hemos de olvidar que, aún en esa época, las señoras todavía llevaban miriñaque y, por supuesto, las actrices tenían no sólo que moverse con elegancia y habilidad con un accesorio al que probablemente no estaban acostumbradas, sino que por orden de Selznick, llevaban la ropa interior correspondiente. Trabajar de esa guisa, bajo los focos que requería el Technicolor y en la siempre templada California, debió de ser algo comparable a los calores que experimentaron Escarlata y los suyos en aquel verano de la Atlanta sitiada.

El modelo de estas secuencias se compone de una falda de muselina gris claro con estampado gris oscuro, con una ancha banda granate cerca del borde inferior. En la cintura lleva una banda de muselina blanca. La parte superior es de muselina beis, con botones castaño oscuro por delante; las mangas son largas y estrechas, de la misma tela que la parte superior del vestido.

Durante parte de estas escenas Escarlata se cubre con un delantal blanco, y lleva un sombrerito de paja y tafetán negro en la mano.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Sydney Guilaroff, peinados de Escarlata

De Louise Brooks a Liza Minnelli, de Judy Garland a Ann Margret, casi todas las estrellas femeninas de Hollywood en un período de 50 años pasaron por las manos de Sydney Guilaroff.

Este legendario peluquero fue el responsable de las trenzas de Dorothy, los tocados de María Antonieta, del corte de pelo de Rosemary para Mia Farrow y del de María para Ingrid Bergman, de que Lucille Ball sea recordada como pelirroja… También los caballeros se sentaron en su sillón, pero es por las actrices a las que peinó, escuchó y aconsejó por lo que Guilaroff es un nombre imprescindible a la hora de citar a los creadores de estilo.

Si bien la mayoría de las fuentes consultadas reducen su aportación al peinado de Vivien Leigh en la primera toma de la primera secuencia, Guilaroff mismo contaba que la actriz no se sentía totalmente a gusto con algunos de los peinados que el equipo de Lo que el viento se llevó había pensado para ella y se puso en contacto con el famoso peluquero, puntal del departamento en la MGM. Sydney, en su tiempo libre, se dedicó a crear diseños acordes con los numerosos cambios de vestuario de Escarlata, que luego fotografió y pasó a los profesionales de la Selznick International para que trabajaran sobre ellos.

En esta ocasión, como en otras muchas, Guilaroff no recibió crédito. Los peluqueros tardaron bastante en ver sus nombres en los títulos y Sydney fue el primero en obtener ese reconocimiento, aunque no sería de forma continua, por conflictos con el sindicato y con Mayer.

Sydney Guilaroff nació el 2 de noviembre de 1907 en Londres, de familia rusa, y creció en Canadá. Empezó en el oficio de la peluquería en Nueva York, desde abajo, ya que era un chiquillo sin dinero que había tenido que abandonar sus sueños de convertirse en arquitecto; de trabajar para otros aprendiendo todo lo que hay que saber, pasó a tener su propio salón. Una de sus clientes fue Louise Brooks, aunque él no lo supo hasta que vio su peinado en la pantalla y el buen recibimiento que tuvo. Le había cobrado 1 dólar y medio por la sesión.

Los elogios de Claudette Colbert, entonces en el teatro, y a la que Guilaroff dio su tocado característico, hicieron conocido su nombre en la Gran Manzana, pero fue Joan Crawford la responsable de su llegada a Hollywood: Mayer se hartó de los numerosos viajes de Joan a través del país para que Sydney se ocupara de sus cabellos y decidió que era más productivo que el peluquero se asentara en California.

Además de por sus creaciones, Guilaroff hizo historia al convertirse, en 1938, en el primer soltero al que se le permitía adoptar un niño y, según cuenta en su autobiografía Crowning Glory: Reflections of Hollywood’s Favorite Confidant, fue algo más que el confidente de Ava Gardner y Greta Garbo y estuvo con Marilyn en su última noche.

El libro, que se publicó pocos meses antes de su muerte en 1997, no traiciona del todo la confianza que las estrellas habían puesto en Sydney, porque sus “revelaciones” son pocas y anecdóticas, pero no deja de ser una lectura entretenida si la tomamos con las acostumbradas precauciones (el proverbial “grano de sal” de los angloparlantes) que deben estar siempre presentes cuando se trata de una autobiografía.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Lista de bajas (IV)

Trece años después de la publicación de la novela y con la película celebrando su primera década, 1949 fue, sin duda, un annus horribilis en el lo que respecta a muertes relacionadas con Lo que el viento se llevó: la autora del libro y dos de los directores encabezan la lista, pero también se fueron varios secundarios de lujo y el equipo técnico se vio asímismo disminuido:

1949:
Luke Cosgrave, 87. (El director de la banda en la “lista de bajas”)
Harry Davenport, 83 (El doctor Meade). Ataque cardíaco.
Earl Dobbins, 38. (Doble de Gerald) Herida de arma blanca.
Victor Fleming, 60. (Director). Ataque al corazón.
Howard Hickman, 69. (John Wilkes). Ataque al corazón.
Mason Litson, 70. (Encargado de localizar y preparar el rodaje en exteriores).
Margaret Mitchell, casi 49. Accidente de tráfico.
William Stack, 67. (El pastor en hospital)
Oscar Polk, 50. (Pork, el mayordomo de Tara).
William J. Scully, 60. (En el equipo de producción).
Sam Wood, 66. (Director). Ataque cardíaco.

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