viernes, 29 de febrero de 2008

Lluvia de premios

El 29 de febrero de 1940 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood hacía entrega de sus premios anuales en el hotel Ambassador.

Era la primera vez que la ceremonía se celebraba en esa fecha tan especial y pasaron muchos años antes de que se produjera la misma coincidencia: en 2004, The Lord of the Rings: The Return of the King (El señor de los anillos: El retorno del Rey, 2003) brindó otra una noche mágica para el director Peter Jackson y su equipo: 11 premios de 11 candidaturas.

Al contrario de lo que sucede hoy, los nombres de los ganadores se conocían con antelación, aunque existía el acuerdo tácito con los medios de comunicación de guardar el mayor secreto posible para dar emoción a la ceremonia; sin embargo Los Angeles Times sacó horas antes una edición especial con la lista de galardonados. Desde entonces, la Academia instituyó la norma del sobre cerrado, en poder de la firma Price Waterhouse hasta que los abren los presentadores.

La noche, en palabras del presentador Bob Hope, se convirtió en “una velada en beneficio de David O. Selznick” ya que GWTW resultó ganadora en las siguientes categorías:

Mejor Película (La primera en color en lograr el premio y, hasta el momento de redactar estas líneas, la de mayor duración)

Mejor Actriz: Vivien Leigh

Mejor Actriz Secundaria: Hattie McDaniel

Mejor Director: Victor Fleming

Mejor Guión: Sidney Howard

Mejor Fotografía en Color: Ernest Haller y Ray Rennahan

Mejores Decorados: Lyle Wheeler

Mejor Montaje: Hal C. Kern y James H. Newcom

Oscar Especial a William Cameron Menzies por el diseño de Gone with the Wind

Premio Irving G. Thalberg: David O. Selznick. Había sido Selznick el principal impulsor de este apartado en honor del director de producción de la MGM fallecido en 1936, y que premia desde 1937 a los “productores creativos cuya obra refleje una producción cinematográfica de alta calidad”.

Y, habitualmente olvidado por encuadrarse en una categoría con tan poco glamour como los “premios científicos o técnicos” (que se entregan en una ceremonia aparte a la que por desgracia pocos prestan atención, cuando recompensa a muchos de los inventos y descubrimientos que han permitido al cine ser lo que es y a la gente que los ha hecho posible), encontramos al ingeniero Don Musgrave, que, en la nómina de la Selznick International Pictures, fue galardonado como precursor en el empleo de un equipo coordinado en la producción, en este caso la de GWTW.

Además, estuvieron propuestos para el premio:

Actor: Clark Gable. Ganó Robert Donat por Goodbye Mr Chips (Adiós, Mr. Chips)

Actriz Secundaria: Olivia de Havilland. Fue batida por Hattie McDaniel.

Sonido: Thomas T. Moulton. Resultó vencedor Bernard B. Brown, por When Tomorrow Comes (Huracán).

Música Original: Max Steiner se vio relegado en favor de Herbert Stothart, autor de la partitura de The Wizard of Oz (El mago de Oz)

Efectos Especiales: Jack Cosgrove, Fred Albin y Arthur Johns fueron derrotados por E.H. Hansen y su trabajo en The Rains Came (Vinieron las lluvias).

Por lo tanto, GWTW, con 13 candidaturas "de competición", se llevó el premio en 8.

Otro día hablaremos de las anécdotas de aquella noche, ya que, como con todo lo que se refiere a Lo que el viento se llevó, siempre hay muchas historias que contar.

jueves, 28 de febrero de 2008

A la caza del gazapo (VI)

Confusos por el súbito cambio de humor de Escarlata cuando le cuentan que Ashley va a casarse con Melania, los Tarleton parecen desaparecer súbitamente del porche de Tara mientras ella sale en busca de Gerald y corre por la avenida. Eran unos chicos inquietos, no cabe duda, y bien pueden haberse ido junto los no menos inquietos caballos o haberse escondido detrás de una columna...

Padre e hija se encuentran en uno de los prados de Tara. Gerald lleva su bastón en la mano derecha mientras acusa a Escarlata de espiarle... hay un salto de eje y mientras Escarlata arregla la corbata de su padre y le dice que debería dejar de saltar después de haberse roto una pierna el año anterior, vemos que Gerald lleva el bastón... en la mano izquierda.

miércoles, 27 de febrero de 2008

"Ya lo pensaré mañana" (III)

La aparición de la frase “ya lo pensaré mañana” y sus variantes a lo largo de la novela es una especie de punteo, un sistema de compuertas que se abren y se cierran, enmarcando períodos en la evolución del personaje.

Por eso no es de extrañar que, a medida que avanza el relato, se intensifique su presencia. De media docena de apariciones en las dos primeras partes, entre la tercera y la cuarta el número se multiplica por cuatro, para disminuir otra vez en la última.

El mecanismo de defensa falla en algunas ocasiones, resulta inútil en los momentos más trascendentales de su vida. Así, cuando yace agotada en un campo arrasado cerca de Tara, recién recibidos los choques de saber que su madre, su guía, su modelo, ha muerto y que su padre ya no es el mismo, Escarlata, que todavía es una niña mimada y caprichosa, intenta no pensar en el giro drástico que ha dado su vida, pero, por una vez, se encuentra en un punto muerto:

“Ya no tenía energías para decirse: “Pensaré en mamá y en papá, y en Ashley y en todas estas ruinas más adelante... Sí, más adelante, cuando pueda soportarlo”. No podía soportarlo, pero pensaba en ellos ahora, lo quisiera o no.”

Tiene que pensar en ello, tiene que asumir que el mundo en el que había vivido hasta entonces ya no existe, y debe hacer planes. Por eso permanece tendida, vencida, pensando en el futuro. Pero se levanta.

Este momento es un punto de inflexión que Margaret Mitchell ha ido postergando hasta colocarlo en el lugar óptimo para causar un gran impacto. El lector ha visto cómo Escarlata ha pasado de la opulencia de las primeras páginas a contemplar con terror el proceso de la guerra. Cualquier otra mujer de su educación y época se hubiera dado por vencida. Ella, en cambio, resurge con renovadas fuerzas.

Materialista, su idea de la Providencia es también particular. Educada en el catolicismo, pronto su religiosidad se deteriora. El propio Dios le parece un obstáculo, un enemigo más. Rezará pidiendo ayuda, pero no obtendrá respuesta, al menos una que satisfaga sus planes, y renegará de los principios inculcados por Ellen.

Pero el Dios de su infancia aparecerá de nuevo más adelante como un furioso vengador contra el que también se estrellará por unas horas la defensa habitual de Escarlata. Será después de la muerte de Frank, cuando ni siquiera se atreva a usar su frase amuleto porque el terror al castigo la envuelve de forma brutal. Intenta recurrir entonces a una barrera artificial, el brandy:

“Deseaba llegar a estar tan completamente bebida y tan inconsciente como Gerald acostumbraba a estarlo en los días de recepción. Entonces acaso pudiese olvidar el sepultado rostro de Frank...”

Ya no habrá más “mañana” para Frank, ni posibilidad de enmendar su conducta para con él, como ella había deseado. La llegada de Rhett y sus razonamientos atenuarán el sentimiento de culpa y otra vez Escarlata rechaza todo análisis.

De nuevo en un momento importante, cuando su mundo vuelve a sufrir otro choque terrible, cuando muere Melania,

“...las palabras mágicas habían perdido su poder. Ahora tenía que pensar en dos cosas: en Melania y en cuánto la quería y la necesitaba, y en Ashley y en la inexplicable ceguera que le había impedido verlo como realmente era. Y sabía que estos pensamientos la herirían con la misma intensidad mañana y todos los mañanas de su vida.”,

el único recurso es buscar una nueva seguridad, tal vez Rhett, tal vez el hogar.

martes, 26 de febrero de 2008

James A. FitzPatrick, director de los planos sureños

Selznick recurrió a James Fitzpatrick para dirigir una “segunda unidad” en una gira de tres semanas de duración por varios estados del Sur con el fin de obtener imágenes que sirvieran para dar color local a la película (recordemos que Lo que el viento se llevó se filmó en California).

Esa búsqueda de atmósfera sureña para los títulos, montajes y fondos se plasmó sobre todo en los títulos de crédito de Gone With the Wind.

FitzPatrick, que había nacido el 26 de febrero de 1894 (aunque algunas fuentes citan 1902 y, en un artículo de 1941 se le adjudican treinta y nueve años; no sólo las actrices tienen la prerrogativa de jugar con su edad), era un experto en el documental de viajes, puesto que llevaba en el cine desde 1921 recorriendo el mundo para mostrar (primero en blanco y negro y luego en Technicolor) la cara más amable de los lugares que visitaba.

Además de producir y dirigir, escribía y narraba estos cortos (Traveltalks, The Voice of The Globe, para la MGM, y luego para la Paramount, como Vistavision Visits), que se proyectaban junto con los dibujos animados antes del plato fuerte de la sesión. Sus últimos trabajos datan de los años 50. FitzPatrick falleció en 1980.

Los planos de las plantaciones y de Atlanta que vemos como fondo de los créditos de la película se crearon en el estudio, así que lo más reconocible del viaje de FitzPatrick y su equipo que queda en la película es el viejo molino, que es quizás el único "decorado" que aparece en Lo que el viento se llevó que permanece en pie todavía.

Este Old Mill, también conocido Pugh's Mill, se encuentra en Little Rock, en el estado de Arkansas. Es una recreación (realizada en 1933) de un antiguo molino de agua de 1828.

lunes, 25 de febrero de 2008

"Ya lo pensaré mañana" (II)

¿Cuándo y por qué Escarlata aparta de su mente los remordimientos? En general, puede decirse que lo hace cada vez que ha roto una norma, un precepto que voluntariamente ha desplazado a un segundo lugar en su categoría moral, pero que por un momento asoma a su conciencia y la abruma con un sentimiento de culpabilidad que no puede permitirse, inmersa en unos acontecimientos que hacen caer a los que vacilan.

Es el eterno conflicto entre el bien y el mal, el corazón y el cerebro, el pragmatismo y la espiritualidad. La forma en que Escarlata lo resuelve consiste en olvidar todo aquello que no conviene a sus planes, actuando con planificación, sí, pero sin contar para nada con las consecuencias que a largo plazo puedan tener sus acciones.

Escarlata vive el momento y para ella “el mañana” está muy lejano; en él, cuando sea rica y nadie pueda rebajarla, tendrá tiempo para reparar todas sus faltas. Pero cuando se de cuenta verá que es imposible volver atrás, que sus hechos han quedado ahí y sus efectos indeseados permanecen. Al mismo tiempo, la esperanza de ese “mañana” la mantiene viva, le da fuerzas para resistir las sucesivas catástrofes que asolan su vida.

Seguir el modelo de su madre, conservar Tara y sus relaciones con Ashley y más tarde con Rhett serán fuentes habituales de conflicto y la meditación sobre los actos relacionados con ellas será algo que Escarlata no se atreva casi nunca a llevar a cabo. Preferirá confiar en que “mañana” se le presentará la solución mágica. Pero al día siguiente ya no se acuerda o bien el pensamiento ha perdido el poder de atemorizarla. Sólo recuerda las ofensas recibidas y no se preocupa de los resultados de sus acciones.

Con la convicción infantil de que, cerrando los ojos, el mundo desaparece (“ojos que no ven, corazón que no siente”), aparta de su mente todo lo que no pueda soportar, convencida, con un peculiar optimismo, de que todo le va a salir bien y de que el futuro, “el mañana”, será un paraíso.

domingo, 24 de febrero de 2008

"Ya lo pensaré mañana" (I)

Escarlata O’Hara no tiene nunca tiempo para los remordimientos. Su única preocupación, aparte de lograr a Ashley, es salir adelante, no ser vencida por las penalidades, ni por la guerra, ni por el enemigo, conseguir el dinero suficiente para no pasar hambre nunca más.

A lo largo de la novela transgrede gran parte de las normas del código moral que le había sido inculcado desde niña, centrado en la total sumisión a su papel de esposa y madre y a las convenciones de la sociedad de la época. A esto iban dirigidos todos los esfuerzos de Ellen y Mammy, y tal vez hubieran tenido éxito de no romperse el idílico mundo del Sur con la guerra.

Escarlata es un ser pragmático, que desprecia la cultura que se enseñaba en las escuelas y dirige su talento en su propio interés. Pero en ocasiones, a solas, su conciencia ocupa el primer plano de sus pensamientos. Sólo sus pensamientos. M. Mitchell se cuida muy bien de que su protagonista delate de palabra su debilidad. Para todos los que la rodean, Escarlata es el “ahora quiero”. Es cierto, busca su bienestar y no se preocupa del momento siguiente, o al menos así lo parece.

Pero la escritora, que está presente en el relato de forma omnisciente, conoce las interioridades de sus personajes y sabiamente nos hace partícipes de sus pensamientos. Sólo los lectores conocen el punto débil de Escarlata: su incapacidad para la autocrítica.

Y esta característica, este rasgo distintivo del personaje se plasma en una frase: “Ya lo pensaré mañana”, que, con diversas variantes, aparece en cerca de 40 ocasiones a lo largo de la novela como pensamiento o afirmación de Escarlata O’Hara.

La muletilla de Escarlata no encuentra eco equiparable en los demás personajes. A lo sumo, Rhett repite en un par de oportunidades su afirmación de que “no es un caballero” o que “ambos somos iguales, querida”, pero no alcanzan la insistencia de la renuencia de Escarlata a enfrentarse con la realidad, que se convierte en un rasgo inherente a la joven.

sábado, 23 de febrero de 2008

Victor Fleming, el único director acreditado

El director titular de Lo que el viento se llevó nació el 23 de febrero de 1883... ¿o 1889, como consta en su lápida? Este dato es una prueba más de que se trataba de un hombre contradictorio, capaz tanto de abofetear a Judy Garland para que se le pasara la risa tonta que le impedía acabar una escena como de musitar "también los hombres pueden llorar... a veces", cuando Gable tenía sus dudas sobre el grado de dolor que debía mostrar por la muerte de Bonnie.

Apreciado por sus colegas, imitado por los hombres y muy atractivo para las mujeres, Victor Fleming está a la espera de contar con la biografía y el reconocimiento que merece un director capaz de salir vivo de la empresa de rodar la mayor parte de El mago de Oz y Lo que el viento se llevó en el espacio de unos meses. Y esa hazaña pesa también como una losa sobre su reputación: se suele decir que The Wizard es una "película de estudio" y que GWTW es una película "de productor", minimizando así la aportación de Fleming, al que se despacha como un mero instrumento.

La falta quizás de un estilo propio, de un "toque Fleming" juega también en su contra a la hora de poder analizar sistemáticamente su trabajo, pero nadie podrá negar que su filmografía no es entretenida, competente o vigorosa:
The Way of All Flesh (El destino de la carne, 1927), The Virginian (1929), Treasure Island (La isla del tesoro, 1934), Captains Courageous (Capitanes intrépidos, 1937)..., entre otras, llevan su firma.

Fleming abandonó el mundo de las carreras de coches para interesarse por el cine. Fue ayudante de cámara y luego director de fotografía con D.W. Griffith y Allan Dwan y en varias películas de Douglas Fairbanks.

En los años 20 estuvo en la Paramount, ya como director, y pasó a la MGM en 1932. Aunque se le colocó la etiqueta de director de aventuras masculinas, supo también sacar buen partido de actrices como Clara Bow, en Mantrap (Flor de capricho, 1926), Jean Harlow y Mary Astor, en Red Dust (Tierra de pasión, 1932) o Ingrid Bergman en Joan of Arc (Juana de Arco, 1948), y hacer digno cualquier proyecto que se le encomendase. La película con Ingrid fue la última que rodó. Fleming falleció de un ataque al corazón en 1949.

Howard Hughes, que por entonces cortejaba a Olivia de Havilland, trató de consolarla la noche de la sustitución de Cukor al frente de Gone With the Wind: "Todo saldrá bien. George y Victor tienen el mismo talento, sólo que el de Victor llega a través de un tamiz más basto".

viernes, 22 de febrero de 2008

Dos alusiones con Olivia

Una joven se cree enamorada de un hombre que está a punto de casarse con otra... ¿Es parte del argumento de Lo que el viento se llevó? Sí, pero también lo es de It's Love I'm After, una película de 1937 que no tiene nada que ver con la producción de Selznick, excepto que cuenta en su reparto con Leslie Howard, Bette Davis (una candidata a Escarlata) y Olivia de Havilland.

En esta comedia de la Warner, es Olivia la que persigue a su ídolo, Howard, un actor que no es capaz de comprometerse con su pareja, la también actriz Davis, y que tiene que desengañar a la jovencita. Ya sabemos que, un par de años más tarde, Howard y de Havilland formarán una pareja devota y enamorada, por eso tiene su gracia verles discutir en esta película. Además, encontramos este diálogo:

De Havilland: "Estuve enamorada de Clark Gable el verano pasado y, si pude superarlo, ten por seguro que pasará lo mismo contigo."
Howard: "¿Quién es Clark Gable?"
De Havilland (a su novio): "No sabe quién es Clark Gable".


Olivia, la única superviviente del cuarteto estelar de GWTW, se retiró hace algunos años de las pantallas, pero aún tuvo ocasión de lanzar otra referencia a la película. De nuevo en una comedia, The Ambassador's Daughter (La hija del embajador, 1956), el soldado John Forsythe pierde la cartera y acusa a Olivia (que ha estado fingiendo un acento francés, pero es americana) de tener algo que ver en la desaparición. En la discusión, Olivia se olvida del deje. “¿Y tu acento?”, pregunta él, desconcertado. “¡Con tu cartera: se lo ha llevado el viento (it's gone with the wind)!”, replica ella.

jueves, 21 de febrero de 2008

A la caza del gazapo (V)

Vivien Leigh fascina al espectador desde el primer momento en que vemos su rostro en Lo que el viento se llevó. Pero, si conseguimos apartar los ojos de ella por un instante, nos daremos cuenta de que reina la confusión en el porche de Tara.

Mientras los humanos conversan, caballo y perros se entregan a un simpático juego de aparaciones y desapariciones entre plano y plano. Las prisas siempre son malas consejeras, y, en octubre de 1939, tras agotadores meses de rodaje, las cámaras tomaban una vez más la primera secuencia de la película. A esas alturas, todos debían estar más que hartos y dejaron vagar a los animales a su antojo.

No sospechaban que 7 décadas después un invento diabólico iba a permitir al espectador más meticuloso desviar sus ojos de lo importante para fijarse en lo banal, como ese cojín que se volatiliza del sillón cuando Escarlata se levanta por segunda vez y deja a los Tarleton plantados en el porche.

miércoles, 20 de febrero de 2008

"Kiss me, Scarlett" (II)

Dejamos atrás los besos de Escarlata a Ashley Wilkes, un hombre de honor que reserva lo mejor de sí para su esposa; ahora es el turno de Rhett Butler, que no se cansa de repetir que no es un caballero.

El asunto de los besos no surge entre ellos hasta el momento en que Rhett le lleva a Escarlata un sombrero de París. Como pago, afirma que se quedará satisfecho con un beso en la mejilla, ya que ella está dispuesta a concedérselo.

En la novela, cuando Escarlata le acusa de mentirle sobre el estado de la guerra, él le apuesta un beso a que los yanquis llegarían en un mes a la ciudad. La mención de un beso cambia su miedo en alegría pero, juguetona, replica que antes la besaría un cerdo. Rhett concede que sobre gustos no hay nada escrito y que siempre ha sabido que a los irlandeses les gustaban los cerdos.

El beso de Rhett en la palma de la mano, cuando le propone que sea su amante, en tanto ella esperaba una declaración en toda regla, hace que algo emocionantemente eléctrico recorra el cuerpo de Escarlata; esa sensación la confunde, porque está convencida de que ama a Ashley y no a Rhett, pero aquellas cosas no le sucedían en las raras ocasiones en las que el caballeroso Wilkes la rozaba con sus labios.

Un soldado que parte a la guerra se merece un beso, cómo no. Y Rhett no duda en robárselo a Escarlata, después de haberla sacado de Atlanta y de asegurarse de que podrá seguir su camino sin demasiados sobresaltos.

Ella ha de reconocer que es muy agradable estar en los brazos de Rhett, notar su bigote cosquilleándole la boca y sentir sus labios cálidos sobre los suyos, percibir cómo bajan por su garganta y se detienen a la altura del broche que cierra su corpiño... hasta que la fría razón vuelve y recuerda que Butler va a dejarla casi a merced de los yanquis. El primer beso de Rhett y Escarlata que vemos en la película se cuenta entre los más famosos de la historia del cine, y recoge casi literalmente lo descrito por la escritora en la novela.

La próxima vez que se ven Rhett está en la cárcel y Escarlata se ha engalanado para que él le preste dinero para sacar a Tara adelante. Un beso en la mejilla o en la frente, como buenos "hermanos", es lo máximo que puede permitir ella, coqueta, aunque unos minutos después se ofrecerá en cuerpo y alma a aquel hombre que la confunde.

Para arrancarle el “sí”, porque no está dispuesto a tener que atraparla de nuevo entre dos maridos, Rhett pone todo su arte osculatorio en su declaración tras el funeral de Frank Kennedy. Los pensamientos de Escarlata se transmiten a su rostro: no quiere volver a casarse porque cree pertenecer a Ashley y desea reservarse para él aun sabiendo que no es posible su unión.

El guión cinematográfico hace que mencione que “siempre habrá otro hombre”, lo cual impulsa a Rhett a demostrarle que ni siquiera “ese hombre” sabe besar como él (¡por la camisa de San Pedro!). La deja anonadada:
“ser besada de aquel modo le resultaba extraño, pero también agradablemente excitante”.

El matrimonio comienza bien en materia de arrumacos: Rhett calma las pesadillas de su esposa con un beso, recibe uno como premio cuando le asegura que podrá arreglar Tara, la besa en el cuello segundos antes de que Escarlata le anuncie su deseo de no tener más hijos...

Pero pronto las relaciones irán enfriándose entre ellos y la última vez que estarán lo bastante cerca para mantener contacto no acontecerá hasta que un Rhett borracho, celoso y lleno de rabia, le demuestre que es más fuerte que ella en una orgía de besos y demás efusiones que texto y película dejan a la imaginación del público en una elipsis muy sugerente... y controvertida.

martes, 19 de febrero de 2008

Tres hombres y un guión

En febrero de 1939 Victor Fleming llevaba varios días luchando con el guión mientras la producción de Lo que el viento se llevó permanecía parada. El depuesto Cukor había rodado la escena en que Escarlata le regala el fajín a Ashley durante su permiso de Navidad, y Selznick decretó un parón para reorganizarlo todo.

Era una pausa cara, porque actores y equipo seguían cobrando, pero inevitable. Fleming fue muy explícito al dar su opinión sobre el guión ("no es bueno", afirmó, por decirlo con diplomacia, por si hay menores entre los lectores) y más firme fue su resolución de no rodar un solo plano hasta no disponer de un guión que le pareciera aceptable.

Selznick decidió entonces recurrir a Ben Hecht, en su faceta de "doctor de guiones". Era rápido, aunque caro. Las versiones difieren en la cuantía de la tarifa que solicitó el escritor, de 10.000 a 15.000 dólares por una o dos semanas de trabajo, y también hay discrepancias en los relatos de lo que sucedió aquellos días... La más reciente de las glosas es una obra de teatro, Moonlight and Magnolias, una comedia que se toma las acostumbradas libertades dramáticas y que ha tenido críticas bastante tibias y que se basa en lo que ocurrió en estos días de 1939.

Veamos cómo lo cuenta el propio Ben Hecht, que comienza recordando que estaba contratado por la MGM cuando Selznick y Fleming aparecieron al lado de su cama un domingo de madrugada. Debió de ser el 19 de febrero.

El productor le puso al corriente de la situación: con el rodaje ya empezado, necesita un nuevo guión lo más pronto posible, así que había conseguido que la MGM le prestara sus servicios.

Los tres se dirigieron al estudio; por el camino, Hecht fijó sus honorarios: 15 mil dólares por una, y sólo una, semana de trabajo. En el estudio esperaban ya cuatro secretarias que aún no habían abandonado su turno, armadas de cantidades ingentes de papel y lápices.

Hecht admitió que no había leído la novela, así que Selznick, que se preciaba de conocerla de memoria, le hizo un resumen oral en 60 minutos; al escritor le pareció un galimatías enorme del que no podría salir jamás una película decente, opinión con la que Fleming coincidió.

Hecht preguntó si disponían de algún material que reflejara el argumento de un modo comprensible, y Selznick recuperó el tratamiento de Sidney Howard que había sepultado en el olvido casi tres años antes y que a Hecht le pareció magnífico. En su autobiografía, Hecht da ya por fallecido a Sidney Howard en estos momentos, pero el accidente que le costó la vida al escritor fue el 23 de agosto de 1939, unos meses después de los hechos que está relatando.

A partir de ese momento, Selznick y Fleming ilustraron al guionista sobre cada una de las secuencias y la idiosincrasia de los personajes, incluso con interpretaciones sobre la marcha: "David se especializó en las partes de Escarlata y su padre borrachín, y Vic interpretaba a Rhett Butler y a un tipo curioso llamado Ashley al que nunca pude comprender: siempre perdonaba a su querida Escarlata las traiciones con cualquiera de sus rivales."

Una vez explicada y discutida cada secuencia, Hecht la escribía, con los otros dos "ansiosos de continuar con su actuación", dándole prisa. Trabajaron de ese modo durante siete días, en jornadas de 18 a 20 horas, alimentándose de plátanos y cacahuetes salados, porque Selznick no quería que una comida en toda regla les hiciera perder tiempo. Al cuarto día explotó un capilar en el ojo derecho de Fleming; al quinto, Selznick cayó en una especie de coma sobre un diván del despacho. Hecht, que se las había arreglado para echar cabezadas mientras los otros dos interpretaban, llegó al séptimo día más o menos intacto y con las primeras nueve bobinas de la película listas para rodar.

Hecht, para terminar, asegura que el productor le pidió que continuara una semana más, por el mismo precio, pero nada en el mundo podía convencer al escritor para repetir la experiencia otros siete días.

Tenían material que cubría solamente la primera parte de la película, pero, por lo menos, ya contaban con algo para continuar el rodaje. Ahora, sólo faltaba que Fleming y Selznick se recuperaran físicamente de esas duras jornadas para que las cámaras se pusieran en marcha... otra vez.

lunes, 18 de febrero de 2008

Más páginas con viento

Añadimos más referencias a nuestra lista, hoy con alusiones a Lo que el viento se llevó en sendos libros de Judith Krantz.

En su primera novela, Scruples (publicada en 1978, cuando contaba 51 años; nunca es tarde...), el fotógrafo Spider sabe cómo poner en situación a las modelos durante una sesión: "Eres la clase de mujer que en la vieja Virginia hacía que los hombres se dieran a la bebida. Lástima que no nacieras a tiempo de hacer de Escarlata O'Hara en la película. [...] Puedes llamarme Ashley o Rhett o como quieras... [...] Vamos, Escarlata, tesoro, probemos otra en ese columpio del jardín".

Unas páginas más adelante leemos: "Chien es algo picante, descarado, divertido y tentador, algo que advierte al mundo masculino de que allí va una mujer que se sale de lo corriente. [...] ...Susan Blakely, Brenda Vaccaro, Sara Miles y Barbra Streisand tienen chien. Y también Becky Sharp y Escarlata O'Hara."


Su siguiente novela, Princesa Daisy, fue también un éxito de ventas, y contiene asímismo una pequeña referencia a GWTW: "Al igual que tantas otras mujeres americanas, Francesca asociaba la idea de un parto sin calmantes a los terribles sufrimientos de Melania Wilkes en Lo que el viento se llevó".

domingo, 17 de febrero de 2008

"Kiss me, Scarlett" (I)

Los protagonistas de la historia de Lo que el viento se llevó intercambian diversas manifestaciones de afecto en la medida en que la moral de la época que vivían lo permitía.

Tampoco Margaret Mitchell va mucho más allá de besos, abrazos, latidos apresurados de corazón y suaves contactos de manos cálidas para describir la pasión amorosa entre el triángulo Ashley-Escarlata-Rhett; ni el Código de Producción de la Oficina Hays habría dejado pasar nada que pudiera ofender la moralidad de las Ligas de Decencia, que eran quienes en realidad decidían lo que el público cinematográfico estaba preparado para ver y lo que debía mantenerse oculto, por obvio que fuera.

Por lo tanto serán breves besos y abrazos lo que encontramos en GWTW, y destacamos los más significativos.

Debido a su educación y a la efímera relación mantenida con su primer marido, lo máximo que Escarlata desea de Ashley es un beso, puesto que Ellen le ha enseñado, y ella misma ha comprobado, que “la pasión es para los hombres”, sin darse cuenta de que las tímidas aproximaciones de Charles demostraban tanta inexperiencia como la que podía tener ella.

El valor que Escarlata da a los besos es, sin embargo, relativo: está dispuesta a dejarse besar por Rhett en pago del sombrero de París, y abriga la secreta esperanza de que de ese modo él se enamore de ella de la tonta forma que sus otros pretendientes, para tenerlo así en su poder y hacerle pagar sus impertinencias, además de conseguir que continúe llevándole regalos. Pero Rhett lee sus pensamientos y se guarda mucho de seguirle el juego. En la novela le roza con suavidad cosquilleante la mejilla; en la película, ni siquiera eso.

En la novela, el beso que Ashley deposita en la mano de Escarlata a su vuelta de Europa, que entraba dentro de la cortesía más elemental, se añadirá a los demás detalles que hacen que la joven se enamore con locura de Wilkes aquella tarde.

Ashley, caballero hasta en los momentos más críticos, vuelve a besar la mano de Escarlata antes de salir de la biblioteca de Doce Robles, después de que entre ellos se haya desarrollado una escena bastante íntima. Un detalle que se suprimió en la producción cinematográfica.

En la boda de Escarlata con Charles también Ashley besa a la novia, así como en el momento de marchar a la guerra, en esta ocasión a instancias de Melania: “Debes besar a Escarlata, Ashley. Ahora es mi hermana”. Un beso que Ashley concede con labios fríos y que Escarlata no recibe con alegría, porque había sido sugerencia de su cuñada. Una falta de entusiasmo por ambas partes que también se refleja en la película: el rostro de Vivien Leigh indica “lo que pudo haber sido y no fue”; Leslie Howard se las compone para expresar algo así como “pasemos por este trago con la cabeza bien alta”.

El permiso de Navidad de Ashley permite que una vez más bese la mejilla de Escarlata, que olvida las frases de bienvenida que tenía preparadas y se lamenta luego de no haber estado a solas con él, creyendo que en ese caso el beso hubiera sido en los labios. Un beso que Selznick y su equipo tampoco incluyeron.

En el momento de la despedida, al final de ese permiso, Ashley comienza por dar un beso en la frente a Escarlata, después de haberla asustado con sus premoniciones de derrota. Él se conformaba con eso, pero la joven le dice: “Bésame... Bésame para decirme adiós”, y Ashley está a punto de dejarse llevar por sus emociones, aunque se recupera a tiempo y permite que el momento pase y en su rostro se dibujan la vergüenza, la desesperación y el amor. Lo mismo acontece en la película.

Les será más difícil reprimirse mucho tiempo después, en el huerto de Tara. Entonces, sólo el honor impedirá que Ashley acceda a los deseos de Escarlata de huir a cualquier otro lugar. Retumba en los oídos de Escarlata un ruido como del océano rompiendo contra acantilados, mientras los labios de ambos se oprimían durante un instante y Ashley sentía que la fuerza de la que él carecía y que Escarlata desbordaba se traspasaba a su interior. Lo que había comenzado como un beso de consuelo, y así lo vemos en la pantalla, se convierte en un abrazo y en bocas unidas. Escarlata le pide que le diga que la quiere. Él se resiste, pero acaba confesando que sí, pero que es inútil, porque jamás abandonará a Melania y a su hijo.

Un abrazo afectuoso, de amigos que han atravesado juntos tragos amargos, es todo lo que sucede entre ellos en el aserradero y, sin embargo, es esta acción cariñosa y desprovista de toda pasión la que sorprende India y que da pie a consecuencias desagradables para todos.

sábado, 16 de febrero de 2008

Cuatro sillas de los Butler

En la entrada anterior mencionábamos la subasta de decorados, vestidos y utilería de la MGM en 1970, que desperdigó por el mundo cientos de objetos que son historia del cine. Por supuesto, muchas de las piezas correspondían a Lo que el viento se llevó y, de vez en cuando, vuelven a salir al mercado.

Es el caso de varias de las sillas de la casa de los Butler en Atlanta, que podemos ver, por ejemplo, en la secuencia del comedor ("¡Pase, señora Butler!") y en la despedida de Rhett, en la entrada, flanqueando la puerta.

La firma Heritage Auction Galleries saca ahora a subasta esas cuatro sillas, en tres lotes. El primero (dos sillas sin brazos) tiene un precio de salida de 20.000 dólares
El segundo (otra de las sillas sin brazos), de 9.000 dólares.
Y el tercero (una silla con brazos), de 13.000 dólares.

Probablemente las pujas superen esas estimaciones, porque las sillas han estado en los últimos años en otro lugar histórico de Los Angeles: la librería Heritage Book Shop, especializada en libros antiguos y raros; el edificio en el que estaba ha sido vendido y los dueños del negocio decidieron cerrar, para desaliento de su clientela. Muchos años antes, el inmueble era una funeraria... Cunningham & O'Connor Mortuary, la misma que organizó los funerales de muchas estrellas, Clark Gable entre ellas.

Las sillas son de roble y parecen muy bien conservadas. Las del comedor son las que no tienen brazos pero sí un arco superior.

Si alguno de los lectores resulta vencedor en la puja, le agradeceríamos (con sana envidia), que nos comunicara el nuevo destino de estos objetos que un día amueblaron la suntuosa mansión diseñada al (penoso) gusto de Escarlata y pagada con el (mal ganado) dinero de Rhett.

viernes, 15 de febrero de 2008

El vestido verde de Escarlata

Una de las creaciones más recordadas de Walter Plunkett para el vestuario de Lo que el viento se llevó es el vestido verde que Escarlata luce en su intento de conquistar a Rhett. La materia prima fueron las cortinas del salón de Tara y el resultado no puede ser más espectacular. Lástima que Escarlata y compañía se olvidaran de que el conjunto necesitaba unos guantes, porque Rhett no se deja engañar por el falso esplendor cuando unos delatores callos le indican que no todo iba bien en Tara.

La novela nos cuenta que, además de las cortinas, la mayor de las O'Hara se aderezó con el cuello de encaje de Irlanda prestado por Suellen, los zapatos de Carreen, un viejo sombrero de Melania forrado con la misma tela de las cortinas y decorado con las plumas verdes y negras del único gallo que quedaba en Tara, las arracadas de diamantes, y el mantón negro y un mitón de nutria de la tía Pitty.

Para la película, Plunkett se superó a sí mismo, si ello es posible. El color del vestido tenía que hacer juego con los ojos de Vivien Leigh y, al mismo tiempo, cumplir con las exigencias del Technicolor; además, debía dar la impresión de que el tejido había estado expuesto al sol, polvo y demás inclemencias, como correspondía a las cortinas y a una habitación que había sufrido los rigores de la guerra.

Para conocer los detalles de este vestido y mucho más, es muy útil el libro Gone With the Wind on Film: A Complete Reference, de Cynthia Marylee Molt, que recomendamos para los los expertos en corte y confección. Para no alarganos demasiado, digamos que el vestido es de terciopelo verde musgo en dos tonos; el cinturón combina el oro y el verde oscuro, igual que la sisa de la manga izquierda, y se basa en los cordones de las cortinas. El sombrero, de terciopelo verde más claro que el de la parte exterior de la falda, está decorado con dos patas de gallo bañadas en oro, una cascada de plumas negras y un cordón dorado.

La creación original de Plunkett y un réplica del vestido se encuentran actualmente en la Universidad de Texas en Austin.

¿Y las cortinas? No sabemos si se confeccionaron varios pares, pero uno de ellos salió a subasta en 1970, cuando la MGM se despojó de una enorme cantidad de decorados y piezas de utilería, y fue adquirido por los propietarios de Belvedere, una mansión en Galena, Illinois, donde todavía pueden verse, pues es una casa museo.

Entradas relacionadas:
Más información sobre el vestido de las cortinas

jueves, 14 de febrero de 2008

A la caza del gazapo (IV)

Hoy seguimos la pista de dos sombreros, uno de ellos "mágico"; el otro parece surgir de la nada, pero, si nos fijamos, no hay error.

Nos situamos en las secuencias de la huida de Atlanta de Escarlata, Melania, Prissy y el recién nacido Beau, a quienes Rhett conduce fuera de la casa de tía Pitty. Ya transitando a duras penas por las calles de la ciudad teñida por el rojo del fuego, vemos a Escarlata con sombrero, un tocado de viuda. ¿De dónde ha salido, si no lo llevaba en la cabeza cuando salía de la casa ni cuando subió al carro?

¡Ah!: Retrocedamos un poco y veremos que, cuando Escarlata alumbra a Rhett, que baja las escaleras con Melania en brazos, lleva varias cosas en la mano, entre ellas un objeto negro que es, sin duda, el tocado de viuda (es el que Melania lleva en la secuencia de "la lista de bajas"), que deja en el carro mientras todos se acomodan antes de emprender la marcha y que se pone una vez que el vehículo está en movimiento.

Es un sombrero importante, porque sirve para disimular el hecho de que, en algunos planos, no es Vivien Leigh la que está en el carro. Las tomas generales y más arriesgadas del incendio se rodaron con dobles, cuando Escarlata ni siquiera tenía rostro.

Es natural que, durante un viaje tan atribulado y una noche larga y llena de peligros, Escarlata se quitara el sombrero en cierto momento (que no vemos; es una elipsis). Por ello, cuando Rhett detiene el carro para dejar descansar el caballo en el cruce del camino que lleva a Tara, Vivien aparece otra vez destocada... pero con el sombrero en su regazo.

Es entonces cuando entra en acción el "sombrero mágico": Rhett baja del carro y hace descender a Escarlata para despedirse. Deja su chaqueta sobre la cerca y sostiene su sombrero en la mano durante unos instantes, hasta que, apasionado, lo arroja al suelo fuera de plano, para abrazar a Escarlata. Tras el beso y la consiguiente bofetada, Rhett se despide... y recoge su sombrero de la baranda.

Un sombrero obediente, o, más bien, un fallo de continuidad.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Desacuerdo

El 13 de febrero de 1939 se llevaban 16 días de rodaje de Gone With the Wind y se estaba trabajando en tomas del parto de Melania, las escenas en casa de tía Pitty previas a la huida de Atlanta y algunos planos del bazar con Leigh y de Havilland.

Durante la pausa para el almuerzo, Cukor y Selznick aprovecharon para darle un repaso a las siguientes secuencias previstas para el día siguiente: el permiso navideño de Ashley. Pero entonces llegó la gota que colmó los vasos, primero el del director y luego el del productor...

Cukor abandonaba la película.

Lo que el viento se llevó se quedaba sin el director que había trabajado en el proyecto desde finales de 1936. Selznick y Cukor eran amigos, y lo siguieron siendo después de esta abrupta decisión que pocos esperaban, por lo que el comunicado oficial era un alarde de diplomacia y subrayaba que la razón del "despido" eran diferencias de concepto, discrepancias artísticas. Otra prueba de que la separación fue en cierto grado amistosa es que Cukor continuó dirigiendo la película esa tarde y los dos días siguientes. Luego la producción se detuvo hasta que Victor Fleming se puso al día, con sus compromisos previos y con todos los detalles de GWTW.

Las conjeturas sobre la sustitución de Cukor han sido muchas y muy variadas a lo largo de estas décadas, pero se centran especialmente en dos versiones:

El estilo de Cukor no convenía a Selznick:

El productor quería un estilo espectacular para su película, y Cukor prefería el intimismo, el estudio de los personajes y mostrar su interrelación por medio de pausas, gestos y miradas... que aminoraban el ritmo de la historia y alargaban considerablemente la duración de la cinta.


Director y productor discrepaban en la forma de trabajar cada secuencia: Selznick quería estar presente en los ensayos y corregir donde creyera que hiciera falta; Cukor prefería rodar primero y tomar nota de las correcciones en la proyección. Además, el director consideraba mejor el guión de Sidney Howard que el que estaban usando por entonces, una versión de Selznick y Garrett que cambiaba de hora en hora.
Todos estos factores acumulados llevaron a que ambos decidieran que Cukor debía dejar la película. Selznick quería imponer su perspectiva y Cukor no cedió en ese punto.

Diferencias con Gable:
El actor creía que el director se dedicaba más a cuidar el trabajo de las actrices que a ayudarle a él con el personaje de Rhett, y que su intervención quedaría reducida a ser un mero comparsa de Vivien Leigh, una desconocida, cuando él era una estrella de primera magnitud.
Aunque Gable nunca se quejó directamente a Selznick de sus diferencias con el director, sí parece que hizo llegar a oídos de la MGM su descontento con la forma en que le trataban. Si Gable se iba, y su contrato se lo permitía, no habría película. Por lo tanto, Selznick habría preferido “sacrificar” al director antes que perder a Gable y el millón y cuarto de dólares de la MGM. La productora del león ya había presionado a Selznick para que Cukor ni siquiera empezara el rodaje, ya que preferían que fuera un director que tuvieran en nómina.

A estas dos hipótesis se ha añadido con posterioridad una tercera:
Cukor sabría que Gable, en los comienzos de su carrera cinematográfica allá por 1925, había mantenido relaciones con el actor William Haines, entonces en la cumbre de su fama. Haines, que vio interrumpida su carrera debido (en parte) a su homosexualidad, se convirtió en un famoso decorador de interiores y tenía a su amigo Cukor como cliente.

Gable sería consciente de que Cukor podía conocer el intercambio de favores y no estaría dispuesto a que su reputación de “macho” se viera empañada en el caso de que el director quisiera hacerlo público. La discreta condición homosexual de Cukor era casi del dominio público en Hollywood, y el actor se sentiría molesto por estar a sus órdenes.

Patrick McGilligan, en su biografía del director, incluye el relato poco conocido del punto más agrio que alcanzaron las relaciones entre Cukor y Gable:

“...el director se encontraba en el plató preparando unas tomas, después de una serie de momentos de tensión con Gable. También estaba presente Selznick, como siempre. De pronto, Gable murmuró audiblemente: “No puedo hacerlo... No puedo rodar esta escena...” (...) Alguien le preguntó: “¿Qué te ocurre hoy?” Y de repente Gable explotó: “¡No puedo continuar con esta película! ¡A mí no me dirige un marica! ¡Yo tengo que trabajar con un hombre de verdad!”

Fuera como fuera, Selznick apartó a Cukor de la dirección de GWTW, y de nada sirvieron las súplicas de Vivien y Olivia, con sus trajes de viuda para la secuencia del bazar, que, en cuanto se enteraron de la noticia, corrieron al despacho del productor para pedirle que reconsiderara su decisión. Pero ni siquiera las dos fuertes voluntades unidas de las dos actrices pudieron cambiar la dirección del viento que se había llevado a George Cukor.

martes, 12 de febrero de 2008

Blue Washington, un asaltante

Edgar "Blue" Washington, que nació el 12 de febrero de 1898, tuvo el ingrato cometido de secundar a Yakima Canutt en el ataque a Escarlata en Shantytown, que no pasó de un susto gracias a la intervención de Big Sam.

Esta secuencia se rodó en el mes de junio de 1939, primero los planos más arriesgados con la "doble" de Vivien Leigh y luego ya con la estrella para las tomas más cercanas.

Blue Washington tuvo una doble carrera: fue jugador de béisbol, en las Ligas Negras de las primeras décadas del siglo XX; jugó de "pitcher" y "primera base" en equipos como los Kansas City Monarchs o los Chicago American Giants. Su hijo, Kenneth Washington, también frecuentó el diamante, pero se dedicó al fútbol americano, donde fue el primer jugador negro de la moderna NFL.

Como muchos compañeros, Blue Washington (que murió en 1971) no tuvo demasiadas ocasiones de lucir su talento dramático en la pantalla, no por falta de trabajo, sino porque los papeles eran un puro estereotipo y sus nombres ni siquiera aparecían en los créditos. Washington debutó en 1919 y su último cometido data de 1957.

Además de su renegado en Gone With the Wind, le podemos ver como miembro de la congregación en Hallelujah! (Aleluya, 1929), un guerrero en King Kong (King Kong, 1933), el portero del banco en The Whole Town's Talking (Pasaporte a la fama, 1935), el cocinero en The Long Voyage Home (Hombres intrépidos, 1940)... o tras la barra del bar de oficiales en The Wings of Eagles (Escrito bajo el sol, 1957).

lunes, 11 de febrero de 2008

Una pequeña arca de Noé

Hace unas semanas dedicábamos una entrada a los caballos que habían intervenido en el rodaje de Lo que el viento se llevó y dábamos cuenta de que, además, el folleto publicitario sobre la producción informaba de la presencia de 375 animales más.

No vamos a citarlos a todos... porque nuestro recuento no ha llegado aún a esa cifra (si algún lector descubre alguno más, que no dude en decirlo), pero sí podemos afirmar que en la película hay una gran variedad de animales: pavos reales, perros, reses vacunas, cerdos, el último gallo del corral de tía Pittypat, un loro (en la carreta que va delante de la que lleva un arpa, cuando Escarlata huye del hospital), el gato que duerme bajo el reloj de sol en Doce Robles, el gatito de Bonnie...

La vaca que Escarlata y Prissy encuentran en Doce Robles fue escogida entre las que pacían en un campo en Burbank por reunir dos condiciones importantes: mugía de forma desconsolada y tenía los cuernos suficientemente largos para atar una cuerda con comodidad.

Dos pajaritos no aparecen en pantalla, pero, al parecer, desempeñaron un papel importante: los loros "inseparables” que Selznick, Gable y Leigh le llevaron a Fleming como oferta de paz después de que el director se negará a recomenzar la producción; es probable, sin embargo, que la oferta económica del productor convenciera al director más que el regalo de los ejemplares de Agapornis...

domingo, 10 de febrero de 2008

Segundas partes... (III)

Tras la publicación de Scarlett, la escritora Emma Tennant firmó un contrato para escribir otra secuela, pero este intento, Tara, tampoco llegó a buen término.

En 1996 apareció My Beloved Tara, una secuela no autorizada de GWTW, escrita por Jocelyn Mims y Melanie Pearson, que la editaron con sus propios medios. De nuevo los herederos de Margaret Mitchell consiguieron impedir que continuara vendiéndose. Aquí podemos leer una sinopsis.

Más tarde se anunció que el escritor Pat Conroy se encargaría de una secuela de Scarlett, esta vez autorizada, pero Conroy se retiró del proyecto a principios de 1999.

Los escasos ejemplares de The Winds of Tara que llegaron a las librerías se cotizan ahora a unos precios muy elevados, pues el Tribunal Supremo de Estados Unidos detuvo en 2002 la publicación de esta secuela no autorizada firmada por Kate Pinotti. Aquí podemos leer un ligero acercamiento a la sinopsis. Ahora se prepara una nueva edición para abril de 2008 (en Australia), corregida con la ayuda de un puñado de Windies.

sábado, 9 de febrero de 2008

Howard Hickman, John Wilkes

Ayer nos dimos un paseo por Doce Robles. Hoy recordamos Howard Hickman, el actor que encarnó al dueño de la plantación, John Wilkes, padre de Ashley e India (y Honey, que no aparece en la película).

Howard Close Hickman nació el 9 de febrero de 1880. Era, por tanto, sólo 13 años mayor que Leslie Howard, su hijo en la ficción, pero ya sabemos que estos casos son frecuentes, y la pericia de los actores, maquilladores e iluminadores sabe compensar estas discrepancias en las edades.

Comenzó muy joven en el teatro y formó una pareja muy conocida en el vaudeville con su esposa, Bessie Barriscale. Además de actuar, también dirigía y escribía, funciones que también realizó en el cine, donde debutó en 1912. Médicos, jueces, cargos públicos variados, militares de alta graduación... en suma, papeles que requerían un actor "sólido" y que transmitiera autoridad, fueron su especialidad en Hollywood. Por eso parece estar a sus anchas en la entrada de Doce Robles, dando la bienvenida a los invitados a la fiesta y regañando con cariño paternal a India por descuidar sus deberes de anfitriona.

Hickman tenía otra escena en Lo que el viento se llevó: Escarlata encontraba moribundo al padre de Ashley entre los heridos en la estación de Atlanta; pero Selznick se lo pensó mejor: tal escena no aparecía en la novela y, por lo tanto, fue suprimida.

Además de en GWTW podemos ver a Hickman en Fury (Furia, 1936), donde interpreta al gobernador; They Drive By Night (La pasión ciega, 1940), donde fue el juez; Tarzan's New York Adventure (Tarzán en Nueva York, 1942), donde es el abogado de Tarzán... Se retiró pocos años antes de su muerte en 1949.

viernes, 8 de febrero de 2008

Quien perturbe la paz de esta plantación...

Doce Robles (Twelve Oaks) es la plantación de los Wilkes, presidida por la hermosa casa de blancas columnas que como un templo griego coronaba la colina, cerca de Tara.

Conocemos la propiedad en todo su esplendor el día de la barbacoa. La próxima vez que la vemos está en ruinas. Los Wilkes no volverán a vivir allí.

Doce Robles es el pasado, el símbolo de la civilización que se fue con el viento. Margaret Mitchell describe la casa con palabras que bien podían aplicarse al modo de vivir del Sur antes de la guerra:

“Tenía una belleza majestuosa y una dulce dignidad que, con toda seguridad, la casa de Gerald no tenía.”

La casa de Gerald, Tara, sobrevivirá, a pesar de su aspecto tosco; es lo nuevo, la vida, el futuro. Doce Robles, con sus grandes columnas, sus amplias galerías, su techumbre plana y su vida tranquila, fácil, inmutable, desaparecerán para siempre. Doce Robles simboliza mucho más que Tara la típica plantación sureña y por ello perece y sus habitantes pierden la vida o su impulso vital, mientras Tara resiste, como su heredera.

Escarlata había soñado con ser un día la dueña y señora de Doce Robles, gracias a su matrimonio con Ashley. Eso implicaba seguir el camino trazado por Ellen, un designio que tampoco se cumplirá. Nada queda de su vida anterior cuando se llegue a la incendiada plantación en busca de comida; nada permanece en pie en Doce Robles cuando Escarlata lo ve de nuevo:

“Allí, a sus pies, estaba el orgullo de los Wilkes, en cenizas. El fin de aquella casa tan amable y cortés. En ella había bailado, comido y flirteado... (...) Nada quedaba allí útil para ella.”

Y será allí (en la novela), sobre las ruinas del pasado, donde Escarlata tomará su famosa decisión de no mirar ya nunca más hacia atrás y salir adelante sea como sea.

El aire griego de las columnas de la casa, que en la película podemos ver en el vestíbulo, tiene su paralelo en las palabras de Ashley para definir aquel estilo de vida que tanto añora:

“Escarlata, antes de la guerra la vida era hermosa. Poseía una brillantez, una perfección, una simetría, comparables a las del arte griego. Acaso no fuese así para todos. Ahora me hago cargo. Pero, para mí, viviendo en Doce Robles, existía verdadero encanto en la vida. Yo pertenecía a esa vida. Formaba parte de ella. Y ahora ha desaparecido, y me hallo fuera de lugar en la nueva vida, y tengo miedo.”

Más tarde, Escarlata reconoce el eco de las palabras de Ashley cuando Rhett, que ya ha decidido dejarla, afirma que va a tratar de encontrar
"La tranquila dignidad que puede tener la vida, vivida entre gentes distinguidas. Cuando viví esa vida, no aprecié su sereno encanto."

jueves, 7 de febrero de 2008

A la caza del gazapo (III)

Dos errores relacionados con los padres de Escarlata:

En los títulos de la versión original se desliza una errata en el nombre de la intérprete de Ellen O’Hara, al añadir una “l” de más al apellido de Barbara O’Neil (ya le había pasado otra vez, en Love, Honor and Behave (1938), donde también aparece como "Barbara O'Neill").

En la tumba de Gerald O'Hara leemos: "Nacido en el condado de Wicklow, Irlanda, el 2 de junio de 1801; muerto el 14 de noviembre de 1865".

Es cierto que en la película no encontramos ninguna referencia al lugar de nacimiento de Gerald, pero es curioso que Menzies y el ayudante de dirección Eric Stacey, al filmar este plano de las lápidas de Gerald y Ellen no recordaran que en la novela sí que hay indicaciones: "... su voz tenía un marcado acento del condado de Meath", "Te ofrezco la tierra más hermosa del mundo, exceptuando la del Condado de Meath, en el Viejo Continente", "El criado (...) le respondió en una extraña combinación de jerga negra [Geechee] y de dialecto del Condado de Meath..."

Los condados de Wicklow y Meath no son adyacentes... Tal vez algún lector discípulo del profesor Higgins nos pueda aclarar si el acento usado por Thomas Mitchell (que tenía antepasados irlandeses) se acerca más al deje de Wicklow que al de Meath y por ello se prefirió usar el primero como lugar de origen del personaje.

La fecha de la muerte de Gerald es correcta si se sigue la cronología de la película, que cambió el orden de algunos acontecimientos; en la pantalla, la visita de Wilkerson y Emmie Slattery enfurece a Gerald, que parte tras ellos en una galopada mortal. Escarlata, ahora cabeza de la familia, sale luego para Atlanta para engatusar a Rhett y acaba "atrapando" a Frank; el cheque para pagar la contribución de Tara está fechado en febrero de 1866.

En la novela, ya está casada con Frank y esperando a Ella Lorena cuando, a principios de junio de 1866 recibe un mensaje que le comunica la muerte de su padre.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Pequeños homenajes

La gestación y extensión de la novela y los preparativos, el rodaje y el estreno de Lo que el viento se llevó han adquirido con el paso del tiempo categoría de leyenda, de referente para comparar cualquier empresa monumental, cuajada de problemas y de incierto resultado, un ejemplo de campaña publicitaria (de más de dos años de duración) y del cine de la época dorada de Hollywood.

No es extraño, pues, que encontremos alusiones a GWTW, a las peripecias de su producción, al efecto causado en el público y en la industria... en otras películas muy recomendables:

“¿Qué importa lo que yo diga? Yo intenté convencer a Selznick de que no hiciera Lo que el viento se llevó, dice el agente en In a Lonely Place (En un lugar solitario, 1950).

En One, Two, Three (Uno, dos, tres, 1961) Pamela Tiffin encarna a la hija de un ejecutivo de Coca-Cola (empresa que tiene su base en Atlanta) y su esposa Melanie y que se llama Scarlett Hazeltine. La joven desaparece de la casa de los Macnamara y James Cagney se pregunta: "¿Qué puede haberle pasado?"; su esposa, Arlene Francis, responde: "¡Quién sabe! ¡Lo que el viento se llevó!".

En The Late Show (El gato conoce al asesino, 1977) el veterano investigador Ira Wells escucha el relato de su confidente, y pregunta: “¿Eso es todo?”, “¿Qué esperabas, Lo que el viento se llevó?”

martes, 5 de febrero de 2008

Segundas partes... (II)

Mucho antes de que Alexandra Ripley se pusiera a la tarea, Olivia de Havilland daba su versión para la trama de una “improbable” continuación:

“¿Se da usted cuenta de que la pobre Melania ya no aparecería?... Bueno, pongámoslo así: es muy importante que esa segunda parte tenga éxito. Lo espero de verdad. Es crucial que no fracasen con la secuela. Porque si lo hacen, estarán deteriorando algo muy querido para mucha gente... Estoy convencida de que Escarlata esperó unas 6 semanas y luego se fue a Charleston, invitada por una familia distinguida. Se las compone para aparecer en la misma cena que Rhett y consigue que regrese. Los dos emigrarían a San Francisco para correr aventuras y Escarlata se encargaría de casar de nuevo a Ashley...”

En la revista Fotogramas de octubre de 1983, Jorge Fiestas ofrecía el resumen de un guión escrito por James Goldman sobre una idea de Anne Edwards, autora de una novela llamada The Road to Tara, que al parecer iba ser llevado a la pantalla al año siguiente:

“Escarlata trata de reconquistar a Rhett Butler pero éste, desilusionado “aún”, regresa con Belle Watling, la prostituta con el corazón de oro. “No trates de engañarte a ti mismo —le dice Belle— tienes a Escarlata metida en la sangre y jamás conseguirás olvidarla”. Mientras tanto, un destrozado Ashley con su Melania muerta y su fortuna deshecha, regresa a Tara. En Atlanta, Rhett continúa haciendo dinero por su cuenta y Escarlata lo secunda al frente de su aserradero consiguiendo seducirlo en dos ocasiones, una de ellas en el compartimento privado de su propio tren. Escarlata se casa de nuevo con un hombre que considera repulsivo pero que le conviene: el gobernador de Georgia, señor que un día llegó a matar a un oso con sus propias manos. Cuando Mamita muere, Rhett que siempre la admiró y viceversa, acude a su funeral en Tara. Allí se encuentra con Ashley y resurgen antiguos resentimientos. Y a partir de aquí, Escarlata y Rhett se rejuntan y separar alternativamente hasta que al FINAL acaban definitivamente reunidos.”


En realidad el original de Edwards, datado en los años 70, se titula Tara. The Continuation of "Gone With the Wind", pero los titulares de los derechos de Margaret Mitchell consiguieron evitar que se publicara o se convirtiera en un guión cinematográfico. The Road to Tara es el título de la biografía de Margaret Mitchell publicada por Edwards en 1986.

lunes, 4 de febrero de 2008

Segundas partes... (I)

Hace apenas unos meses un nuevo volumen se incorporó a la selecta lista de secuelas/precuelas/libros basados en GWTW autorizadas por los herederos de Margaret Mitchell: Rhett Butler's People, de Donald McCaig, cuyo fuerte es la historia del Sur. Este relato de los antecedentes de Butler y su punto de vista en los acontecimientos de Lo que el viento se llevó y más allá ha tenido críticas para todos los gustos.

A pesar de la opinión de Margaret Mitchell, que consideraba su historia concluida desde el momento en que Rhett aseguraba en la novela “...ahora ya no me importa”, la idea de una continuación surgió muy poco después en la mente de Selznick, pero las razones de la escritora, que se negó a venderle los derechos sobre los personajes, unidas a los argumentos en contra que Kay Brown (al frente de las oficinas de la productora en Nueva York y pieza fundamental en la compra de GWTW) le expuso con su perspicacia habitual, le disuadieron de llevarla a la práctica.

Tampoco ninguna de las tarjetas de los preestrenos indicaba el deseo de los espectadores de ver reunidos de nuevo a Escarlata y Rhett, y el productor prefirió dejar que vivieran para siempre en la mente del público con los rostros de Gable y Leigh antes que arriesgarse a una empresa que podía volverse contra él. Los milagros no suelen repetirse, y Selznick lo sabía.

La idea de la secuela resurgía de vez en cuando, pero no hubo una “segunda parte oficial” hasta que los herederos de la señora Mitchell, que veían relativamente cercana la fecha de expiración de los derechos a su favor (en el año 2011) decidieron permitir una continuación de Lo que el viento se llevó que llevara su aprobación.

Hubo una buena porción de opciones, rumores, encargos, originales no solicitados, anuncios y desmentidos, incluso hubo una buena mujer que juraba ser la reencarnación de Margaret Mitchell y, por lo tanto, la única persona posible para acometer la tarea.

En 1976, el hermano de la escritora cedió los derechos a la Universal para una segunda parte, pero el proyecto no se concretó, con gran alegría de la MGM, que todavía poseía su opción, aunque en 1984 todo volvería a la familia Mitchell.

A la postre, unos cuantos abogados decidieron que sería Alexandra Ripley la encargada de dar vida de nuevo a Escarlata y Rhett. En 1988, la editorial Warner Books compró los derechos de publicación de la secuela por 4,5 millones de dólares, después de que Ripley mostrara su concepto general de la novela y dos capítulos de la misma.

Scarlett, la secuela de "Lo que el viento se llevó", de Margaret Mitchell, se publicó el 25 de septiembre de 1991, y una ligera brisa empezó a soplar. Ligera, muy ligera, sin la impetuosidad de un viento de 50 años.

domingo, 3 de febrero de 2008

Un nombre para la señora Wilkes

Una consecuencia divertida de la investigación es tratar de conciliar las diferentes versiones sobre un hecho o un dato que vamos encontrando a medida que acumulamos información. Muchas veces no se puede llegar a una conclusión definitiva, porque aquellos que tienen la respuesta ya no están con nosotros y no han dejado su testimonio, pero siempre nos queda la esperanza de dar con nuevas aportaciones, que quizás nos aclaren un poco las cosas... o acaben por confundirlas más.

De todas formas, como nos gusta aprender y nos lo pasamos muy bien recopilando historias sobre Lo que el viento se llevó, es muy probable que tengamos diversión para rato.

Hace unos días recordábamos cómo Escarlata llegó a llamarse Escarlata. Hoy le toca el turno al otro personaje femenino fundamental en Gone with the Wind: Melanie Hamilton Wilkes, conocida también como Melania entre los hispanohablantes.

Pauline Bartel, en su libro The Complete Gone With the Wind Trivia Book apunta que el nombre original era "Permalia".

El libreto que acompaña a la edición de Rhino la banda sonora de la película nos indica que el personaje se llamó "Permelia", luego "Melisande", para acabar en el definitivo "Melanie".

Pero si acudimos a la fuente principal, la propia creadora del personaje, encontramos que Margaret Mitchell escribió (lo recoge Richard Harwell, compilador de Margaret Mitchell's Gone With the Wind Letters, 1936-1949): "No puedo decirle cómo Melanie llegó a llamarse Melanie, porque ése fue siempre su nombre desde el momento en que pensé en ella."

No es que Mitchell no se contradijera a sí misma en varias ocasiones, pero, dado el cariño que siempre mostró por el personaje y su confesado temor a que la existencia de una Melanie Hamilton o una Melanie Wilkes reales en la Georgia de mitad del siglo XIX, lo que hubiera obligado a un cambio de nombre, es muy probable que "Permelia", "Permalia" y "Melisande" tuvieran una existencia más breve que la de "Pansy O'Hara".

Dejamos para otro día las hipótesis sobre la posible inspiración para el personaje de la cuñada de Escarlata, porque también nos parecen interesantes.

sábado, 2 de febrero de 2008

El viento entre las páginas

Un par de referencias a Lo que el viento se llevó en libros de diferentes géneros y épocas:

La conjura de los necios, de John Kennedy Toole se desarrolla en Nueva Orleans (la ciudad donde moría el primo de Ellen, donde Rhett tenía asuntos importantes que tratar y donde los Butler pasaron su luna de miel), y la parte de la historia centrada en cierto tugurio y sus personajes rebosa de alusiones a GWTW, especialmente con el espectáculo “Harlett O’Hara, la Beldad Virginiana (¡y su pajarito!)”.

Oropel, novela de William Goldman que cuenta la búsqueda de una actriz apropiada para un fantástico papel, tampoco se queda atrás en materia de referencias:

"Me gustó Annie Hall, El Padrino I, quizás Alguien voló sobre el nido del cuco, ciertamente lo que hizo Lean con Lawrence; por supuesto, Lo que el viento se llevó."

"—Será el secreto del siglo cuando se desvele. Te lo prometo, la búsqueda de Selznick hasta dar con Vivien Leigh quedará olvidada, tan pronto como se desarrolle nuestra caza de talentos."

"—...Adiós, Scarlett —se despidió él, mientras se alejaba."

"—A vosotras, las estrellas, siempre se os tiene que convencer para que representéis los papeles que os hacen famosos. Gable luchó encarnizadamente contra Lo que el viento se llevó."

viernes, 1 de febrero de 2008

Dear Mister Gable

William Clark Gable nació el 1 de febrero de 1901 en Cadiz, Ohio. Se quedó pronto huérfano de madre y a cargo de su padre, que trabajaba en los campos de petróleo y cuya segunda esposa fue fundamental en la educación del joven.

Desempeñó diversos oficios mientras intentaba entrar en el teatro, que le fascinaba. Incluso entonces, en las filas de los secundarios, con unos dientes horribles, sus prominentes orejas y un aspecto famélico, su atractivo natural se hizo notar entre las mujeres.

Su primera esposa, la profesora de drama Josephine Dillon, varios años mayor que él, le consiguió trabajo como extra en algunas películas durante los años 20, pero no tuvo ningún éxito en la época del cine mudo. Se dedicó al teatro, y llegó a actuar en Broadway, en Machinal (1928), Love, Honor and Obey (1930) y en Los Angeles, con The Last Mile, donde causó sensación.

Divorciado de Josephine, contrajo matrimonio con Rhea Langham, una mujer de la alta sociedad que se encargaría de dar a Gable el barniz elegante del que todavía carecía y que luego se convertiría en uno de los aspectos más relevantes de su personalidad en la pantalla.

Tras realizar algunas pruebas de pantalla obtuvo por fin papeles secundarios. Su primer gran éxito lo logró en A Free Soul (Alma libre, 1931), con Norma Shearer. Los rumores de su relación con Joan Crawford, con quien rodó varias películas en los años siguientes, y la química conseguida con Jean Harlow en Red Dust (Tierra de pasión, 1932), afianzaron su carrera y su imagen de galán agresivo, rudo, sin inhibiciones sexuales y lleno de ironía, con un transfondo de dulzura y dignidad que no transpiraba hasta el final de la cinta.

Con It Happened One Night (Sucedió una noche, 1934), prestado a la Columbia como castigo por pedirle aumento de sueldo y la prerrogativa de elegir sus papeles a L.B. Mayer, consiguió su único Oscar como mejor actor. Le siguieron títulos que consolidaron el estatus de Gable como estrella. El único gran fracaso de su carrera, que duró treinta años, fue Parnell (Parnell, 1937) y desde entonces odiaba las películas de época, un detalle más en su prevención al aceptar el papel de Rhett Butler.

Casado con la actriz Carole Lombard durante el rodaje de GWTW, formaron una de las parejas más míticas del Hollywood de aquellos años; Lombard falleció en un accidente de aviación cuando regresaba de una gira de venta de bonos de guerra. Gable, después de buscar consuelo en el alcohol, se alistó en la Aviación y volvió de la contienda con el grado de comandante.

Regresó a la pantalla con Adventure (Aventura, 1945) bajo el lema “Gable ha vuelto y lo tiene Greer Garson [con quien compartía cartel]”. En 1949 se volvió a casar, esta vez con Sylvia Ashley, de la que se divorció en 1952.

Tras la caída del sistema de los estudios Gable siguió trabajando como independiente, hasta culminar su carrera con The Misfits (Vidas rebeldes, 1961); poco después de terminar el rodaje, en noviembre de 1960, un ataque al corazón acabó con su vida. Se había casado en 1955 con Kay Williams Spreckels, que le dio un hijo al que nunca pudo conocer. Sí había tenido un efímero contacto con Judy Lewis, fruto de su relación con Loretta Young, pero a la que se hacía pasar por una huérfana adoptada por Young. Eran otros tiempos, otras costumbres...


Gable era, y es todavía, el “Rey” de Hollywood. El trono continúa vacante, porque ningún actor ha podido acercarse ni siquiera de lejos al aura mítica que le rodea. Se suele comentar que Gable gustaba a las mujeres y no provocaba animosidad en los espectadores masculinos. Algo especial debía de tener cuando un país entero, casi por unanimidad, lo exigía como el único capaz de interpretar a Rhett Butler. ¿Se interpretaba a sí mismo? Quizá sería mejor decir que Rhett poseía las cualidades de los personajes prototípicos que Gable había llevado a la pantalla en los años anteriores.

A punto de ser desechado del cine por sus enormes manos, sus orejas cual asas de botijo de las que tan bien supo sacar partido (El personaje de Spencer Tracy bromea un par de veces sobre ellas en Boom Town (Fruto dorado, 1940), y Ava Gardner, en Mogambo (Mogambo, 1953), ante la aparición de un descomunal elefante, preguntaba “¿Dónde he visto antes esas orejotas?”, y Gable, a su lado, sonreía con aquella su sonrisa irónica y llena de hoyuelos bajo su bigote), se abrió camino repartiendo bofetadas a sus parejas en la pantalla, rozando la brutalidad sin llegar a ser despreciable. Nunca era del todo un caballero, como no se cansaba de decirle a Escarlata, pero se podía confiar en que estaría del lado de sus amigos cuando hiciera falta y que no perdería el aplomo ni su característico y retorcido sentido del humor para quedarse al fin con la chica. Una chica llamada Vivien, Joan, Greta, Jean, Ava, Gene, Norma, Lana, Marilyn... o incluso Doris Day.

En contra de lo que podría pensarse, Gable no estaba entusiasmado por intervenir en GWTW. Siempre modesto, tenía sus dudas en cuanto a su habilidad para poder interpretar al Rhett Butler que Margaret Mitchell había creado y que miles de lectores conocían o creían conocer. Una de las razones que le hizo aceptar fue que necesitaba dinero para su divorcio y posterior matrimonio con Carole Lombard, que también le animó a firmar el contrato.

Lo primero que rodó, cuando se incorporó a la producción el 31 de enero de 1939, fue su entrada en el bazar de caridad. Su acento sureño, que se notaba a leguas que era fingido y el decorado, que a Selznick le recordaba el de una boda italiana, obligaron a rodar de nuevo esas tomas más adelante, ya con Victor Fleming al timón.

La relación de Gable con Cukor nunca fue muy buena, aunque ninguno de los dos formuló quejas directas y se trataron con gran corrección. Simplemente sucedía que el método del director no era el mismo al que el actor estaba acostumbrado, y le preocupaba que Cukor concediera más importancia a los personajes femeninos que al suyo; Gable sabía que la película pertenecía a Escarlata y que él tenía que definir su personaje a la perfección en cada secuencia en que aparecía para no quedar desdibujado por el imponente retrato que estaba componiendo Vivien Leigh (a la que admiraba, por cierto).

Cuando llegó Fleming para hacerse cargo de la película, la actitud de Gable cambió, y todo marchó mucho mejor, sin que por ello dejara de haber una especie de distanciamiento entre el actor y el resto del equipo. No se trataba de arrogancia; Gable se sentía todavía abrumado por el papel, que consideraba un reto para cualquier actor, la oportunidad de toda una vida para alguien de su profesión; estaba agradecido por el cumplido que la mayoría del público le había hecho votándole para interpretar a Rhett; pero dudaba de su habilidad para poder desempeñar ese cometido y la concentración necesaria para hacerlo lo mejor posible sin duda pudo haber dado la impresión de frialdad. Fotos del rodaje y comentarios de sus compañeros en Gone With The Wind atestiguan que Gable, una vez que se encontró a gusto con Rhett Butler y más bajo la dirección de su compinche Fleming, se mostraba relajado y más seguro de sus capacidades.

Es imposible retratar a Clark Gable, (un hombre que leía con avidez, pero a escondidas, porque leer no era "cosa de hombres"; un hombre que era "fiel a su manera" a sus esposas; un hombre que aprendió a cazar y a pescar por obligación publicitaria... para acabar siendo un inveterado cazador y pescador; un hombre enorme con muebles a la medida que se reía de su imagen mostrándo a todos la pinta que tenía sin su dentadura postiza...) en una pocas líneas como éstas. Por ello recomendamos la lectura de las abundantes biografías disponibles, comenzando, por ejemplo por Long Live the King, de Lyn Tornabene o visitando una de las muchas páginas dedicadas a él, como Clark Gable-- King of Hollywood.

Y no hay momento mejor para rendirle homenaje que el día de su cumpleaños, cuando Gable bromeaba que lo único que temía era que la joven Judy Garland volviera a hacerle sonrojar de timidez como cuando le cantó Dear Mister Gable (una adaptación de You Made Me Love You) como regalo en 1935. Mayer pensó que sería una buena idea incluir la canción en Broadway Melody of 1938 (La melodía de Broadway, 1937).

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