martes, 30 de septiembre de 2008

Modelo para despedir a un soldado que vuelve a la batalla

Para despedir a Ashley, cuyo permiso ha terminado, Escarlata escoge otra creación de Walter Plunkett, que no se guardaba nada de su talento aunque el vestido sólo fuera a aparecer en una breve escena, como ocurre varias veces en Lo que el viento se llevó.

La falda es de tafetán castaño rojizo; en la cintura, una banda de ganchillo blanco, con un lazo por delante que cae sobre la falda. La parte superior es de muselina blanca y fruncida, con cinco estrechas tiras de seda color castaño rojizo intercaladas, que continúan por la espalda. Las mangas son cortas y fruncidas, de muselina blanca, y rematadas con cinta castaño.

Plunkett recicló su idea del vestido, pues el mismo modelo, aunque en tonos azules, con mangas largas y diferente cuello, lo lleva Deanna Durbin en Can’t Help Singing (Feliz y enamorada, 1944), cuando se lanza a cantar Any moment now, en unos paisajes que muy bien pueden ser de Big Bear.

lunes, 29 de septiembre de 2008

A la caza del gazapo (XIX)

Junior Coghlan se quejaba de que, en el montaje final de Lo que el viento se llevó, se había perdido la frase que pronunciaba su soldado agotado, en protesta por la ayuda que le prestaba un camarada de armas al echárselo a hombros y seguir la marcha dejando atrás Atlanta.

Pero, en compensación, le dieron un gazapo: si nos fijamos, antes de que Rhett detenga el carro, vemos al grupo de agotados Confederados que caminan con lentitud: uno de ellos es el soldado de la pipa, que ya lleva sobre sus hombros al desmayado joven.

Unos segundos después, Coghlan se desmaya… y el soldado de la pipa pasa su arma a otro compañero y se carga al desvanecido a las espaldas.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Lista de bajas (I)

Es normal que las filas de participantes en la edición de la novela y la producción de la película estén muy menguadas después de más de 70 años, y eso que el reparto y el equipo técnico de Lo que el viento se llevó fueron muy amplios (se dice que unas 4.400 personas participaron en la producción cinematográfica).

Aún quedan supervivientes de aquellos días, la mayoría septuagenarios y octogenarios, que desmienten con su longevidad cualquier idea de una “maldición” sobre el libro y el largometraje.

Hubo fallecimientos inesperados en los primeros años de vida de GWTW que podrían apoyar esa hipótesis, pero creemos que se trata de un porcentaje insignificante comparado con el de muertes naturales por avanzada edad, que nutren la nómina de las primeras décadas tanto como la de los años más cercanos a nosotros.

Y, sí, no es habitual que de los cuatro actores principales sólo uno haya sobrevivido varias décadas a sus compañeros y hay un puñado de circunstancias llamativas en la muerte de algún colaborador, pero quizás sea exagerado hablar de “maldición”...

Vamos a hacer poco a poco un repaso de los caídos, y rogamos al lector que nos ayude a rellenar los huecos con cualquier información disponible y nos dé su opinión sobre la existencia o no de la hipotética maldición.

Hemos redondeado las edades, mencionamos la relación del fallecido con Gone With the Wind y, si es posible, la causa de la muerte en aquellos casos que nos parece significativa:

1939:
Robert Gleckler, 52. (El primer Jonas Wilkerson). Fallo renal.
Sidney Howard, 48. (Guión). Accidente en su granja.

1940:
F. Scott Fitzgerald, 44. (Guión). Ataque al corazón.
George Hackathorne, 44. (Herido que pide algo para calmar el dolor).
Josef Swickard, 74. (Extra en el permiso de Ashley).
Fred Warren, 60. (Dependiente de la tienda de Frank).
Monte Westmore, 39. (Maquillaje). Ataque cardíaco tras una operación de amígdalas.
John Wray, 53. (El preboste que interroga a Belle y sus empleadas tras la muerte de Frank, secuencia suprimida).

sábado, 27 de septiembre de 2008

Dos irlandeses honorarios

Lewis J. Selznick, el padre de David Selznick, cambió el apellido de la familia, Zeleznik, para hacerlo un poco más fácil de pronunciar para los angloparlantes. Llegó a Estados Unidos vía Londres procedente de su Ukrania natal, entonces parte de la Rusia imperial, donde se oprimía a los judíos sin miramientos, y pronto dejó su oficio de joyero para aventurarse en el mundo del cine.

Lewis Joseph no dio a sus hijos un segundo nombre, circunstancia que David remedió unos años más tarde recorriendo el alfabeto en busca de la inicial que le sonara de manera más armoniosa, hasta que se decidió por la “O”. Siempre podía decir que provenía de Oliver, un nombre que le gustaba.

Hitchcock aprovechó la anécdota para North by Northwest (Con la muerte en los talones, 1959), donde Roger O. Thornhill confiesa que su inicial no significa nada (el director juega con el parecido entre la letra “O” y el “0” (cero, nada), pero también es una referencia a Selznick, su antiguo atormentador). También el ficticio productor al que interpreta Tony Curtis en The Mirror Crack’d (El espejo roto, 1980) confiesa que la “N” de Martin N. Fenn no significa nada “pero queda bonita en las marquesinas”.

A lo largo de los noventa años que han pasado desde que a David se le ocurrió elegir la “O” como inicial apócrifa de su segundo nombre, la posibilidad de que veamos el nombre del productor de Lo que el viento se llevó escrito como David O’Selznick (sic) es altísima. Lejos de nosotros el poner en duda la integridad profesional de miles de correctores de pruebas, pero no deja de resultar chocante que el error se siga cometiendo, perpetuándose a sí mismo, por más que “O’Selznick” (sic) no suene en absoluto a irlandés y la genealogía de David no deje lugar a tal equívoco.

Él se tomaba con buen humor que le creyeran un pariente lejano de su más famosa heroína, Scarlett O’Hara, pero es nuestro deber condenar figuradamente a cada perpretador de un “David O’Selznick” (sic) a copiar 1037 veces la forma correcta. Hágannos ese favor y recuerden que es David O. Selznick, David O. Selznick, David O. Selznick...


Paulette Goddard tuvo a su alcance el papel de Escarlata hasta que Selznick cambió sus preferencias por Vivien Leigh. Tan cerca estuvo Goddard de tontear antes de tiempo con Clark Gable (unos años después serían grandes amigos), que Louella Parsons, la columnista más poderosa hasta la llegada a la prensa de Hedda Hopper, comenzó a referirse a ella como “Paulette O’Goddard” en sus artículos sobre la selección del reparto de Gone With the Wind.

Ciertas teorías aventuran que Paulette perdió el papel no tanto por su nebulosa situación marital con Chaplin sino porque Selznick temía que los prejuicios reinantes levantaran un clamor popular (malo para el negocio) ante el hecho de que una judía llegara a interpretar a Escarlata O’Hara: el apellido paterno de Paulette era Levy.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Libros para Windies

Como es habitual, cada mes hacemos una recopilación de los libros que hemos citado hasta ahora en Viento Escarlata y que, poco a poco, conforman la biblioteca esencial sobre Lo que el viento se llevó:

David O. Selznick's Hollywood, por Ronald Haver.

"Lo que el viento se llevó"/"Robin de los Bosques", por Javier Coma.

Memo from David O. Selznick, de Rudy Behlmer.

Selznick's Vision: "Gone With the Wind" & Hollywood Filmaking, de Alan David Vertrees.

The Complete "Gone With the Wind" Trivia Book, por Pauline Bartel.

Margaret Mitchell's "Gone With the Wind" Letters, 1936-1949, compilado por Richard Harwell.

Road to Tara, por Anne Edwards.

George Cukor, por Patrick McGilligan.

"Gone With the Wind" on Film: A Complete Reference, por Cynthia Marylee Molt

A Child of the Century, de Ben Hecht

Margaret Mitchell & John Marsh: The Love Story Behind "Gone With the Wind", por Marianne Walker.

They Still Call Me Junior, de Frank Coghlan, Jr.

Long Live the King, por Lyn Tornabene.

Vivien Leigh, de Hugo Vickers.

The King: A Biography of Clark Gable, por Charles Samuels.

A Quite Remarkable Father, por Leslie Ruth Howard.

Showman: The Life of David O. Selznick, por David Thomson.

Margaret Mitchell of Atlanta, de Finis Farr.

Stuntman, por Yakima Canutt.

Feminidad y mascarada en "Lo que el viento se llevó" y "Jezabel", de Eva Parrondo-Coppel.

Narración, tiempo y cohesión del relato en “Gone With the Wind”, de Vicente J. Benet.

Vivien: la vida de Vivien Leigh, por Alexander Walker.

The Filming of “Gone with the Wind”, por Herb Bridges.

Hollywood Be Thy Name, por William Bakewell.

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, por Carlton Jackson

Hattie McDaniel: Black Ambition, por Jill Watts.

Tara Revisited, por Malcolm Vance

The Oliviers, por Felix Barker

Hitchcock y Selznick, por Leonard J. Leff

The Complete Gone With the Wind Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan, por Pauline Bartel

Looking for Tara: The "Gone With the Wind" Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant.

In Search of My Father, por Ronald Howard

Strange Tales of "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Austin McDermott

The Story of "Gone Wind the Wind", por Bob Thomas

Selznick: The Man Who Produced "Gone With the Wind", por Bob Thomas

The Selznick Players, de Ronald Bowers

Scarlett O’Hara’s Younger Sister y I’ll think about that Tomorrow, por Evelyn Keyes

A Celebration of "Gone With the Wind", por Adrian Turner.

George Cukor, por Augusto M. Torres.

Backstory. Conversaciones con guionistas de la Edad de Oro, por Pat McGilligan.

Scarlett’s Women. “Gone With the Wind” and its Female Fans, por Helen Taylor.

"Lo que el viento se llevó", Fascículo 1 de la colección Cine & Música, de Salvat.

The Private Diary of Scarlett O’Hara, de Cathy E. Crimmins y Thomas Maeder.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Con "W" o con "w"

La costumbre de citar la novela y la película con sus iniciales en inglés, GWTW, nos hace olvidar a menudo que, al principio, Margaret Mitchell prefería que el título de su libro se escribiera Gone with the Wind, con la “w” de “with” en minúscula.

En inglés, lo habitual es que los artículos y preposiciones no figuren en mayúscula; pero no hay una regla definitiva, ya que muchos manuales de estilo propugnan que, si la preposición tiene cuatro letras o más, debe ponerse en mayúsculas.

La escritora, o sus secretarias, pronto se dejaron llevar por la costumbre de verlo como Gone With the Wind y así lo vemos en muchas de sus cartas.

El título en la primera edición de la novela estaba escrito con todas las letras en mayúscula, GONE WITH THE WIND, en la portada y en el lomo, aunque en la sobrecubierta aparecía como GONE WITH the WIND. Y también es muy corriente que lo encontremos como Gone with the wind.

En castellano, lo acostumbrado es que sólo la letra inicial de la primera palabra del título vaya en mayúscula: Lo que el viento se llevó.Como vemos, hay variantes para todos los gustos...

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Hay que educar a Iris

En The Holiday (Vacaciones, 2006), donde es un placer ver al gran Eli Wallach todavía en la brecha (y más si recordamos que estuvo en The Misfits (Vidas rebeldes, 1961) la última película de Gable), dos de los más jóvenes personajes de los cuatro que llevan el ligero peso de esta comedia romántica, acuden a un videoclub.

Iris ha conocido a un veterano guionista de Hollywood (Wallach) que la ha puesto en contacto con el cine de los años 30 y 40 y sus “chicas con agallas”, y ella está ansiosa por ampliar su lista de películas por descubrir.

Miles, que es compositor de bandas sonoras, ayuda a Iris a elegir película y juntos recorren las estanterías.

Después de alabar la música de Chariots of fire (Carros de fuego, 1981) y de Driving Miss Daisy (Paseando a Miss Daisy, 1989), el siguiente DVD que le presenta es el de Lo que el viento se llevó, que no nombra, pero que muestra triunfal a su acompañante.

Aunque Miles ha tarareado convincentemente las notas de las bandas sonoras de las dos anteriores películas, su “tema de Tara” no le sale tan bien en la versión doblada como en la original (le pone letra para preguntarle a la chica si le molesta el juego de recomendar la películas por su música y en voz alta, y ya sabemos lo difícil que es encajar nuevas y diferentes palabras con el movimiento de los labios sin perder el sentido y más si son cantadas) .

martes, 23 de septiembre de 2008

"La Marsellesa del Sur"

Las tropas Confederadas se refugiaron en Atlanta tras la batalla de Peachtree Creek, y Margaret Mitchell apunta en Lo que el viento se llevó que los derrotados soldados aún tenían fuerzas para cantar una canción que en la película oímos durante el bazar, cuando Rhett se une a Escarlata y Melania y el soldado manco recoge las joyas y, más tarde, en el medley que acompaña al traveling de los heridos en la estación.

Se trata de Maryland, my Maryland, que, aunque lleva la música del villancico clásico O Tannenbaum (Lauriger Horatius/Oh, Christmas Tree), no habla de paz en la tierra.

La letra de esta "Marsellesa del Sur" fue compuesta por James Ryder Randall, que había visto morir a varios de sus conciudadanos en los tumultos que se formaron cuando el presidente Lincoln ordenó en abril de 1961 que las tropas acudieran a Washington para proteger la capital; el contingente militar pasó por Baltimore, nudo de comunicaciones y capital del estado de Maryland, que por el momento parecía optar por la neutralidad, aunque la población dividía sus simpatías entre la secesión y la fidelidad a la Unión.

Randall estaba en Louisiana y, al conocer las tristes noticias, escribió un poema dedicado a su patria chica, animando a la separación de la Unión atendiendo la llamada de Virginia, y dedicando epítetos nada cariñosos a Lincoln. Muy pronto alguien unió la letra a la música de Oh, estrella de luz… y la canción se hizo popular en toda la Confederación.

Desde 1939 es el himno oficial del estado de Maryland, aunque normalmente sólo se canta la tercera estrofa, que es la más políticamente correcta.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Escarlata vuelve al verde

Animada por Rhett, Escarlata abandona poco a poco el luto por Charles y empieza a añadir colores a su vestimenta. No hay mejor ocasión para lucir el sombrero de París que ir a recibir a Ashley, que vuelve de permiso para pasar la Navidad con su familia en Atlanta. Su esposa, Melania, ofrece un claro contraste con Escarlata, que lleva un conjunto invernal pero muy favorecedor, que no vemos completo hasta que el matrimonio Wilkes sube las escaleras hacia su habitación.

La falda que lleva aquí la protagonista de Lo que el viento se llevó es de delicado tafetán verde oscuro, que forma aguas, y lleva un plisado que comienza a unos 30 centímetros del borde inferior; en la parte superior del plisado, un lazo de satén verde rodea horizontalmente la falda; a cada lado, dos lazos de satén verde rodean la cintura.

En la estación, Escarlata se abriga con una capa de terciopelo negro con festón dorado, que nos deja ver parte de la pechera de encaje blanco del vestido, como podemos comprobar durante la cena navideña. Para mantener las manos calientes, un manguito de piel de marta.

Ya en casa de tía Pitty vemos la parte superior del vestido, que es del mismo material que la falda.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Rand Brooks, Charles Hamilton

En una película como Lo que el viento se llevó, dominada por el personaje protagonista femenino y con actores de la fama de Clark Gable y del calibre de Leigh, de Havilland y Howard, los secundarios debían dar lo mejor de sí para no pasar inadvertidos, incluso si sólo contaban con un par de escenas y su papel no era de esos con los que el público se identifica al instante.

Charles Hamilton, el hermano de Melania, no es más que un adolescente embriagado de sentimiento patriótico y de lo que cree amor por la muchacha más atractiva del condado de Clayton.

Aunque su ímpetu no deja de producir sonrisas y algún que otro susurro de “¡Insensato!” al verle plantarle cara a Rhett Butler como un cachorro al león jefe de la manada, y cuando consigue reunir las fuerzas suficientes para declararse a Escarlata, (que podría, a lo Rick Blaine a Ugarte, haberle dicho aquello de “si pensara alguna vez en ti…”), Rand Brooks se las arregla para bordear peligrosamente el ridículo para quedarse en el perfecto prototipo de fogoso e inocente jovenzuelo, deslumbrado por los clarines de la guerra y por la belleza y la coquetería de la señorita O’Hara. No le gustaba en absoluto su papel y temía que, a partir de entonces, sólo le llamaran para encarnar a ”tontos de remate” como Charles.

Rand Brooks, que nació el 21 de septiembre de 1918, había iniciado su carrera cinematográfica en 1938 en la nómina de la Metro, recién terminados sus estudios. Como era práctica habitual con las jóvenes promesas, el estudio le encomendó pequeños papeles para observar cómo se comportaba y si tenía material de estrella.

Brooks se desenvolvía bien, pero no brillaba demasiado (sobre todo al lado de Judy Garland y Mickey Rooney), por lo que su destino como secundario estuvo sellado.

Bien parecido y capaz, Rand fue el equivalente masculino de la ingenua en un centenar de películas, más varias populares series de televisión, como The Adventures of Rin Tin Tin (Rin Tin Tin), donde fue el cabo Boone, Maverick o Gunsmoke (La ley del revólver).

En su filmografía encontramos Babes in Arms (Hijos de la farándula, 1939), The Old Maid (La solterona, 1939), Northwest Passage (Paso al Noroeste, 1940), Joan of Arc (Juana de Arco, 1948), The Last Hurrah (El último hurra, 1958)…

Tuvo, eso sí, oportunidad de ser el primero en besar a Marilyn Monroe en la pantalla, en Ladies of the Chorus (1948), y acompañó a Hopalong Cassidy en varias aventuras del Oeste, un género en el que Brooks se prodigó bastante en la pequeña y en la gran pantalla.

Rand, que era bastante tímido, se retiró a mediados de los años 60, cansado de los requerimientos de la popularidad aunque no de ser un actor, aunque aún realizó esporádicas intervenciones en la televisión.

El fracaso de Legend of the Northwest, su única incursión en la producción y la dirección, dejó su economía bastante maltrecha. La película no llegó a estrenarse hasta varios años después de estar terminada y cuando lo hizo, tuvo una exhibición fugaz; casi arruinado por esta experiencia y deshecho su matrimonio con la hija de Stan Laurel, Rand fundó un servicio de ambulancias que prosperó hasta ser uno de los más reconocidos en California. Lo vendió en 1995 y se dedicó a criar caballos en su rancho con su segunda esposa, hasta su muerte en 2003.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Para que no se las lleve el viento

En septiembre de 1989 se daba a conocer, por parte de la Biblioteca del Congreso, la lista de las primeras 25 películas que el gobierno de los Estados Unidos acordaba proteger mediante la Film Preservation Act, una ley en cierto modo simbólica, porque no prohibía la alteración del material y sólo requería que se indicaran los cambios que se habían hecho.

Por suerte, la normativa exige que la Biblioteca disponga de una copia inalterada y de buena calidad de cada una de las películas seleccionadas a lo largo de los años. Eso no da carta blanca para las mutilaciones, claro, pero preserva la obra original.

La selección se había efectuado teniendo en cuenta “los valores culturales, históricos o estéticos que contienen ciertas películas y que hacen que hayan de ser protegidas como cualquier otra manifestación artística.”

El máximo responsable de la institución explicaba que se había consultado a 13 grupos relacionados con el mundo del cine, a expertos dentro de su personal y también al público, y matizaba que no se trataba de “las mejores películas” producidas en su país, sino de aquellas capaces de servir para promover el cine como arte y generar interés en el público sobre la restauración y conservación de las obras.

En esta primera relación de “intocables”, como las llamó Billy Wilder, se encontraba Lo que el viento se llevó, junto a otros colosos:

Intolerancia (1916)

Nanuk, el esquimal (1922)

El maquinista de La General (1927)

Amanecer (1927)

…Y el mundo marcha (1928)

Tiempos modernos (1936)

Blancanieves y los Siete Enanitos (1937)

Caballero sin espada (1939)

El mago de Oz (1939)

Las uvas de la ira (1940)

Ciudadano Kane (1941)

El halcón Maltés (1941)

Casablanca (1942)

Los mejores años de nuestra vida (1946)

El crepúsculo de los dioses (1950)

Solo ante el peligro (1952)

Cantando bajo la lluvia (1952)

La ley del silencio (1954)

Centauros del desierto (1956)

Vértigo (1958)

Con faldas y a lo loco (1959)

¿Teléfono Rojo?, Volamos hacia Moscú (1964)

The Learning Tree (1969)

La Guerra de las Galaxias (1977)

viernes, 19 de septiembre de 2008

Tiene sus momentos

Todo fenómeno, clásico o acontecimiento popular es terreno abonado para la parodia, la sátira y la caricatura; puede decirse tal vez que algo se convierte en clásico cuando da origen a toda una panoplia de versiones e imitaciones.

Lo que el viento se llevó no ha podido librarse de generar una buena ración de obras que toman la novela de Margaret Mitchell como punto de partida y nos muestran la vida de Escarlata O’Hara, su familia y conocidos, desde un punto de vista diferente… e irreverente en muchas ocasiones (con el consiguiente berrinche de los gestores de la herencia).

Cathy E. Crimmins y Thomas Maeder consideraron que Mitchell se había dejado en el tintero lo más sabroso de los pensamientos íntimos de Escarlata, y eso que en la novela original la hija de Gerald no se muerde la lengua a la hora de criticar a los demás, calificar un comportamiento ajeno o despreciar todo aquello que sus contemporáneos consideran de lo más sagrado. The Private Diary of Scarlett O’Hara intenta llenar esos huecos.

El libro está lleno de humor de todos los colores, por lo que es aconsejable tener a mano la botella para los desmayos de tía Pitty por si algún lector encuentra ofensivos algunos de los párrafos o concluye que se trata de un atentado contra la dignidad de GWTW.

Pero el libro de Mitchell no necesita que nadie lo conserve entre algodones, a estas alturas, y este “diario secreto”, con sus invasores que nada tienen que ver con los norteños, sus revelaciones a lo culebrón, alusiones sexuales por doquier, los pluriempleos de Melania y Escarlata… nos hace por lo menos esbozar una sonrisa de vez en cuando, que es algo más de lo que se puede decir de cierta nefanda miniserie...

jueves, 18 de septiembre de 2008

Eddie "Rochester" Anderson, Tío Pedro

Eddie Anderson, nacido el 18 de septiembre de 1905, era un actor de voz ronca, ojos saltones y réplicas sardónicas que se hizo familiar al público americano interpretando a Rochester, el mayordomo de Jack Benny al lado de este gran cómico en la radio, el cine y la televisión, hasta el punto de ser casi más conocido por el nombre de su personaje o figurar como Eddie “Rochester” Anderson.

Edmund Richardson Anderson vendió periódicos en su infancia, con tal ímpetu en llamar la atención de los transeúntes que su voz adquirió desde entonces su tono característico; participó con su hermano en números de variedades, hasta recalar en Los Angeles y en el cine, donde desde 1932 le asignaron los típicos pequeños papeles entonces reservados a los actores negros (criados, maleteros, porteros, ascensoritas…), hoy ya sobrepasados pero que pusieron las bases para que esos mismos estereotipos desaparecieran.

Afortunadamente, pudo expandir sus habilidades dándole la réplica a Benny en una asociación profesional que duró más de veinte años y en la que ambos se apreciaban y respetaban personalmente; también sus papeles en la pantalla ganaron en dignidad, aprovechando el gran sentido del ritmo del actor para colocar sus frases.

Durante los preparativos de Lo que el viento se llevó Cukor probó a Eddie para el papel de Pork, pero Anderson terminó por encarnar a Tío Pedro, el cochero-guardián de tía Pitty.

Otros de sus personajes más recordados fueron el ayuda de cámara en What Price Hollywood? (Hollywood al desnudo, 1932), Noé en The Green Pastures (1936), Donald en You Can’t Take It With You (Vive como quieras, 1938), Gros Bat en Jezebel (Jezabel, 1938), el reverendo Lazarus en Tales of Manhattan (Seis destinos, 1942), Little Joe en Cabin in the sky (1943)...

Los problemas de salud le obligaron a retirarse en 1964 y Eddie falleció en 1977.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Lejos de Tara, pero cerca del estudio

Los diferentes estudios eran empresas rivales, pero coincidían en sus principales objetivos, ofrecer espectáculo y obtener beneficios; muchas veces compartían estrellas… y también lugares de rodaje en exteriores.

Durante el rodaje de Lo que el viento se llevó las segundas unidades se desplazaron a varios lugares de California para filmar fragmentos aislados que luego formarían una secuencia completa; el viaje más largo fue hasta Chico, localidad que se encuentra a más de 750 kilómetros al norte de donde estaba la fachada de Tara.

Allí, en Bidwell Park, la Warner había usado no muchos meses antes el magnífico paisaje para el bosque de Sherwood por el que transitaban Robin Hood y sus compañeros. Todavía hoy existe la Calle Warner, bautizada en honor del estudio a raíz de este rodaje.

Años más tarde, la zona volvería a ser escenario de películas ambientadas en la Guerra Civil, como The Red Badge of Courage, (1951), Friendly Persuasion (La gran prueba, 1956) o The Outlaw Josey Wales, (El fuera de la ley, 1976) entre otras muchas cintas que sacaron buen provecho del noveno parque municipal más grande del país.

El equipo que dirigía Chester Franklin, al que se le daba bien el rodaje con animales, filmó en Chico la primera cabalgada de Gerald O’Hara que, al bajarse del caballo, continuó su paseo con Escarlata por otro lugar, mucho más cerca de Los Angeles.

También quedaron registrados algunos planos para el fondo de los títulos de crédito y para las tomas de la vuelta a casa de los esclavos con el ganado al terminar la jornada.

martes, 16 de septiembre de 2008

Billy Joel y las despedidas

El album de 1993 de Billy Joel River of Dreams, que cierra hasta la fecha su incursión en el pop rock (y las grabaciones en estudio durante varios años), termina con una canción titulada Famous Last Words (Últimas palabras famosas), que incluye una referencia a GWTW (las últimas palabras de Rhett, que no de la película) en su quinta estrofa:

“And it's so clear standing here where I am
Ain't that what justice is for?
Frankly, my dear, I don't give a damn anymore.”

(Y está tan claro desde aquí
¿no es ese el objetivo de la justicia?
Francamente, querida, ya no me importa).

Es una canción que habla de despedidas, de cerrar un capítulo para emprender un nuevo camino, cuando el verano da paso al otoño “y al soñador sólo le queda una serenata final” antes de que lleguen nuevas y distintas canciones…

Como en Lo que el viento se llevó, todo queda en el aire.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Eric Linden, el soldado que pierde una pierna

El realismo de los planos en que Eric Linden, que nació el 15 de septiembre de 1909, se enfrentaba a la amputación de su pierna en el hospital de Atlanta fue tal que buena parte de lo rodado se quedó en la sala de montaje, y su intervención en Lo que el viento se llevó quedó reducida a un escaso medio minuto.

Ese recorte dio la impresión a la industria de que Linden había bajado en su cotización, y el actor, después de conseguir otros pequeños papeles, se retiró en 1941.

Durante la década anterior había dejado muy buena impresión en películas como Are These Our Children? (1931), su debut, The Crowd Roars (Avidez de tragedia, 1932), The Silver Cord (1933), Ah, Wilderness! (Ayer como hoy, 1935)... en los que hacía muy buen uso de su apariciencia juvenil, que fue otra de las causas por las que no logró hacer una transición satisfactoria al acercarse a la treintena.

Había demostrado sus dotes de actor en el instituto, pero las circunstancias familiares y económicas le habían impedido dedicarse a la actuación hasta que su antigua profesora de drama le convenció para hacer uso de su talento y Eric consiguió pequeños papeles en varias obras. Tras una estancia en Francia con la compañía teatral, Linden decidió quedarse en Europa durante algún tiempo.

En 1931, mientras trabajaba en un serial radiofónico, tuvo la oportunidad de hacer una prueba para la pantalla, para la que escogió no las líneas del personaje, sino recitar el Padrenuestro. Eric obtuvo el papel y muy buenas críticas, y comenzó así su carrera en el cine, en la que el encasillamiento en cometidos de adolescentes con problemas (judiciales, sentimentales, paterno-filiales, financieros, de abuso de sustancias prohibidas…) empezó pronto a mermar su entusiasmo.

Linden disfrutaba de las pausas que podía conseguir entre película y película, pues se sentía más viejo de lo que en realidad era y su físico proclamaba, y no le gustaba la vida social de Hollywood. Pudo compaginar su trabajo en la pantalla con nuevas visitas a Europa, bien de vacaciones o bien para trabajar en el teatro; en Londres interpretó el papel principal en Golden Boy, que luego fue para William Holden en la adaptación cinematográfica, y volvió a tiempo para su breve aparición en GWTW; resultó más somera de lo que Eric esperaba y él sostenía que había sido una venganza de Selznick por los choques que ambos habían tenido cuando estaban en la nómina de la RKO.

Poco después Linden dejó el cine por el teatro y, a principios de los 50, aceptó un trabajo como funcionario municipal en el condado de Orange. Falleció en 1994.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Selznick le toma la medida a GWTW

La lectura de las tarjetas que los espectadores cubrieron después del pase sorpresa en Riverside debió de ser una experiencia gratificante para Selznick: la mayoría expresaban opiniones positivas y muchas pedían que no se cambiara nada. Esto último era imposible, puesto que, aunque sólo fuera porque el metraje era excesivo, el trabajo en Lo que el viento se llevó distaba bastante de estar terminado.

El productor constató, seguramente con alivio, que el público no echaba de menos secuencias de batallas: imaginemos lo que habría sido ponerse a aquellas alturas a preparar y rodar siquiera un par de escenas bélicas suplementarias; no sólo supondría ser infiel a la novela (donde se hace referencia a las batallas y sus resultados, pero no hay pasajes donde los protagonistas entren en acción) sino que había que tener en cuenta que el presupuesto estaba casi agotado y, además, los planos nuevos habrían tenido que encontrar acomodo en detrimento de otros que ya estaban rodados y montados.

Selznick destacó que no había habido quejas sobre su introducción de las voces de Gerald, Ashley y Rhett en la última secuencia y que pocos reclamaban un final cerrado y menos que se mostrara una eventual reunión de Escarlata y Rhett.

Con estas y otras opiniones en mente, el equipo volvió a la sala de montaje para otro largo mes de trabajo. En este período fue donde acabaron en el limbo la mayoría de las secuencias que hemos citado aquí, si no lo habían hecho antes.

Para darnos cuenta de la ingente labor que supuso GWTW basta con recordar que, a estas alturas (mediados de septiembre de 1939), Intermezzo, que se empezó a rodar a comienzos de junio, ya estaba terminada y a punto de estreno. De hecho, también se estaban realizando pases sorpresa y, aunque el público que veía que iba a asistir a una proyección de “una película de la Selznick International” se desencantaba un tanto al comprobar que no se trataba de Gone With the Wind, parecía que el estudio tenía otro éxito en ciernes.

Por otra parte, George Cukor había tenido tiempo, desde su despido, para dirigir y estrenar The Women (Mujeres, 1939) a principios de septiembre.

sábado, 13 de septiembre de 2008

A la caza del gazapo (XVIII)

El más ilustre gazapo de toda la película todavía nos deja perplejos: ¿cómo pudo el equipo de Lo que el viento se llevó pasar por alto una luz eléctrica, en primer término de un plano nada menos, siendo como eran tan cuidadosos con la ambientación, cuando había al menos un par de asesores encargados de que el decorado fuera lo más fiel posible al tiempo y el lugar de la acción, cuando el director de fotografía o el operador de cámara tenían que haberse encontrado en el visor con un objeto extraño a la Atlanta de la Guerra Civil, cuando Selznick y los montadores pasaron una y otra vez el metraje durante semanas en la moviola y en la sala de proyección…?

¿Acaso no es una bombilla lo que se ve en la secuencia de la evacuación?

¿Es un reflejo, un efecto óptico?

¿Qué necesidad había de colocar una luz eléctrica en una farola que iba a aparecer en una escena a plena luz del día? ¿Se utilizaron bombillas para apoyar la iluminación de las tomas nocturnas de las calles de Atlanta y nadie se acordó de que luego se emplearía el mismo decorado y la farola tendría un lugar prominente en un plano?

El misterio continúa... ¡Help! ¿Alguna teoría?

Lo cierto es que la farola que abre el momento en que Escarlata se encuentra con los esclavos de Tara que, junto con otros, han sido reclutados para cavar trincheras, tenía que parecerse a esta otra farola (que volvió a lucir en 1939) pero lo que vemos tras el cristal se parece sospechosamente a una bombilla, a la que aún le quedaban unos lustros para ser operativa.

Parece que no hubo suerte con las farolas, porque cuando Prissy va a buscar a Rhett al saloon, un plano de la fachada del local nos muestra que la farola está sujeta a la pared; cuando vemos un primer plano de Prissy mirando hacia arriba, la longitud del soporte de la farola sugiere que está anclada a la calle...

viernes, 12 de septiembre de 2008

El viento se lleva a Hazel Hash, doble de Vivien Leigh

Apenas nos habíamos recobrado de las últimas necrológicas relativas a GWTW durante este verano cuando nos llegaba la noticia del fallecimiento de Hazel Hash (que dobló a Vivien Leigh) el pasado 26 de agosto.

Hemos dejado pasar unos días para que no se nos amontonaran las malas noticias e intentar alejar el gafe, pero no sería justo retrasar el momento de recordar a la persona que asumió el riesgo de caerse por las escaleras de la casa de los Butler (1).

Hazel Hash nació en 1914 en Montana y los caballos fueron su afición desde muy pequeña. Decidió trasladarse a California, donde su hermana había establecido una escuela de equitación a la que acudían los actores que necesitaban perfeccionar su técnica, y siguió montando y entrenando “todo lo que se le pusiera delante” y se introdujo en el mundo del rodeo y del cine; abandonó la profesión a los 38 años (2) y, en su retiro en Virginia y más tarde en Montana, recordaba los viejos tiempos en que doblaba a las estrellas en las escenas ecuestres.

Hazel contaba que, en Lo que el viento se llevó, había suplido en la silla a Vivien Leigh, aunque en el montaje definitivo no vemos nunca a Escarlata a caballo. En cuanto a la caída por las escaleras, Hash casi le quitaba importancia a la hazaña, porque su experiencia con los equinos la había preparado para los porrazos semejantes; aun así, no pudo librarse de unos cuantos moratones.


(1) Como en muchos aspectos relacionados con Gone With the Wind, nos encontramos aquí con datos contradictorios que sólo pueden confirmarnos los afortunados con acceso, por ejemplo, a los archivos de Selznick (donde constarán todos estos detalles en las hojas diarias de rodaje): fuentes que podríamos llamar “secundarias” atribuyen a Aileen Goodwin la caída de Escarlata por las escaleras.

(2) Este retiro nos colocaría en 1952, siete años antes del Ben Hur que se cita en las necrológicas… que también indican que la siguiente película de Vivien Leigh era Cumbres Borrascosas y que pidió que fuera Hazel quien la doblara; Vivien no compartió los páramos con el Heathcliff interpretado por Laurence Olivier en la película (fue Merle Oberon) y Wuthering Heights se rodó a finales de 1938. Su siguiente película fue El Puente de Waterloo... donde no hay escenas a caballo y lo más "peligroso" para la protagonista sucede fuera de cámara.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Música para dos maridos de Escarlata

Max Steiner recurrió de nuevo a Stephen Foster, con Massa’s in de cold, cold ground, para el momento en que llega la carta que anuncia la muerte de Charles Hamilton; también utiliza esta melodía para el canto casi ininteligible de los hombres que vuelven “borrachos” después de la expedición de represalia por el ataque en Shantytown.



Es evidente que Steiner la usa como contrapunto irónico, pues la melancolía de la canción está muy lejos de los sentimientos de Escarlata por sus dos primeros esposos y, naturalmente, a Rhett le importa un bledo (¿o era un rábano?) la suerte de Frank.

Massa’s in de cold, cold ground es una composición de 1852, un típico minstrel en el que un esclavo lamenta la muerte de su amo:

Down in de cornfield
Hear dat mournful sound:
All de dark-eyes am a-weeping,
Massa's in de cold, cold ground...

(Allá en el maizal,
se oye un lamento:
Todos los negros lloran,
El amo reposa en la fría, fria tierra...)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Escarlata enlutada

La muerte de Charles dejó a Escarlata viuda y desconsolada, no tanto por la pérdida de su esposo sino por verse obligada a vestir de luto durante mucho tiempo, y de colores tristes el resto de su vida. Tal idea la sumió en una fuerte depresión que todos pensaron que estaba provocada por el amor a Charles, cosa que ella estaba muy lejos de sentir. La joven de dieciséis años necesitaba un cambio de aires y, tras un par de viajes, acabó por recalar en Atlanta, donde le interesaba estar; allí, con la posibilidad de ver a Ashley de vez en cuando, el luto parecía más llevadero.

En la película, Escarlata lleva el mismo vestido negro en la secuencia en que se prueba un sombrero púrpura y convence a su madre para que le permita ir a la ciudad, a lo largo del baile de caridad y en la lectura de la lista de bajas.

Cuando Rhett le regala el sombrero de París, el modelo es el mismo, pero en lugar de estar hecho de tafetán, en esta ocasión es tafetán doble (faille, fay o faya), y en la lista de bajas ha perdido el miriñaque.

Las mangas son largas y ceñidas, y, por supuesto, no lleva escote: el cuello, alto, está cerrado por un broche ovalado de ónice con remate dorado.

Ni hablar de ponerse el llamativo sombrero de terciopelo, con plumas de colores y un par de lentejuelas doradas… lo propio era un tocado de tafetán negro, con sus lazos correspondientes y con un velo del mismo material hasta los tobillos. Este accesorio era adecuado, según Margaret Mitchell y Susan Myrick, para cualquier otra ocasión excepto para el bazar, porque les parecía de mal gusto que Escarlata llevara sombrero y velo de luto cuando el resto de las señoritas lucían vestidos escotados y de colores brillantes; Myrick y Plunkett insistieron para que se suprimiera.

Pero esta guerra también la perdieron las sureñas: Selznick había pagado por el modelo de John-Frederics y, además, estaba convencido de que era necesario que Escarlata apareciera lo más incongruente posible en un ambiente tan colorido, lleno de la frivolidad y despreocupación que ardían en su interior pero que le estaba vedado mostrar.

martes, 9 de septiembre de 2008

Clark Gable 2, Gary Cooper 0

A principios de septiembre de 1939 Selznick decidió realizar el primer pase con público (y sin prensa) de Lo que el viento se llevó. Puso en manos de Hal Kern la organización del evento, y ni él mismo supo el lugar donde se iba a llevar a cabo hasta el último momento, para no irse de la lengua y permitir que la noticia se filtrara a oídos que no debían saber nada… todavía.

El 9 de septiembre Kern escogió un cine y recogió al resto de la expedición: Selznick y su esposa y Jock Whitney. El montador, que cargó en el coche 54 latas de película y banda de sonido, actuó de avanzadilla en Riverside, una localidad a más de 100 kilómetros de Los Angeles; la primera sala elegida apenas reunía a 200 personas, así que se encaminaron hacia la segunda opción: el Fox Riverside Theater, donde proyectaban un programa doble compuesto por un musical, Hawaiian Nights (1939), y el plato fuerte, que estaba a punto de comenzar: Beau Geste (Beau Geste, 1939), lo que auguraba que habría el suficiente público para sacar conclusiones de las tarjetas que se rellenaban al terminar la proyección.

Otra vez Gary Cooper, que había sido el preferido de muchos para interpretar a Rhett Butler, se veía relegado por su amigo Clark Gable.

Le dijeron al gerente que anunciara que iba a haber un pase sorpresa (pero que no dijera el nombre de la película) y que aclarara que la proyección sería larga; los espectadores que lo desearan podían salir de la sala en ese momento, pero no volver a entrar, porque nadie tendría acceso al cine; tampoco se permitirían llamadas telefónicas desde el vestíbulo.

El gerente, que sabía lo que había en aquellas latas, accedió, con la única condición de que le dejaran llamar a su esposa para que acudiera inmediatamente, aunque sin decirle para qué.

La proyección comenzó con unos títulos más o menos improvisados, ya que el de las palabras que se deslizan todavía no estaba listo. El nombre de Selznick captó la atención del público y con el de Margaret Mitchell, que le seguía, se pusieron en pie y lanzaron gritos de júbilo. Aunque Kern tenía el volumen al máximo, las exclamaciones de los espectadores apenas dejaban oír la música (prestada de otras películas, como The Prisoner of Zenda, porque Steiner estaba en las primeras fases de su partitura).

“La señora Selznick y Whitney empezaron a llorar como niños, y también David… y yo”, recordaba Hal Kern, al revivir aquellos momentos emocionantes tanto para él como para aquellos espectadores, que repitieron la ovación estruendosa al término de las cuatro horas y media que duró aquella proyección.

lunes, 8 de septiembre de 2008

"Lo que el viento se llevó", para iniciar la colección

En 1987 la editorial Salvat lanzó al mercado una colección de fascículos coleccionables titulada Cine & Música. Las obras maestras del cine, en la que los textos se dedicaban a 60 películas y el disco de vinilo o la casete (luego se reeditaría en CD) correspondiente contenía una selección de melodías del largometraje en cuestión y de otros del mismo género, época o compositor.

Lo que el viento se llevó abrió la colección; en 12 páginas una o varias de las “mejores plumas cinéfilas” (J. Battle Caminal, Jaume Figueras, Alex Gorina, José Luis Guarner, Jos Oliver) nos glosan en pocas líneas el argumento (con destripe), la preparación y rodaje de GWTW y el comienzo de su leyenda.

Hay un gazapillo y un rábano para nuestra recopilación de traducciones del damn.

Aunque la selección musical de Joan Padrol nos permite a lo largo de la obra rescatar algunas partituras interesantes y versiones distintas de lo habitual, su elección para ilustrar la música de Gone With the Wind no nos deja por completo satisfechos, ya que se trata de una suite de 9 minutos, con los temas más famosos de la película y Stanley Black y la London Festival Orchestra no estaban muy inspirados. Los coleccionistas habrían apreciado las grabaciones originales, pero es posible que los derechos para hacer uso de tantas melodías hubieran encarecido demasiado los fascículos a los que acompañaban.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Un paseo entre robles

Ya habíamos apuntado que la avenida, la fachada y porche de Doce Robles en los planos generales no eran más que una creación del equipo de efectos especiales de Lo que el viento se llevó, que combinó matte paintings con la pared delantera del Estudio 11; así la cámara podía seguir la entrada de Escarlata en el vestíbulo de la mansión de los Wilkes, que se había construido dentro del estudio.

No cabe duda de que los miembros del departamento de documentación y del de localización de exteriores estuvieron muy ocupados durante los meses previos al rodaje y reunieron considerable información para que los diseñadores de los decorados pudieran crear los edificios y su entorno, aunque no fueran del todo fieles a las descripciones de Margaret Mitchell.

Un ejemplo de esta investigación exhaustiva nos lleva hasta unos once kilómetros al norte de Charleston, en Carolina del Sur, para visitar una de las más que probables inspiraciones de Jack Cosgrove para la avenida que conduce a la casa.

La plantación Boone Hall todavía conserva las dos hileras de robles que se plantaron en 1743 y, aunque el edificio principal no se parece al de Doce Robles fílmico y no aparece en Gone With the Wind, sí que podemos verlo en la serie de televisión North and South, ya que allí se rodaron algunas secuencias.

La avenida de robles centenarios cubiertos de spanish moss (musgo español, barba de Dios, barba de monte, estopa de los árboles… Tillandsia usneoides) tiene una longitud de más de un kilómetro.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Irving Bacon, el cabo

El prisionero mejor tratado de la cárcel de Atlanta disponía del privilegio de recibir visitas, siempre que se tratara de familiares cercanos. Parece ser que una buena colección de “hermanas” de Rhett Butler intentó aliviar sus penas; por eso, cuando el cabo anuncia a los oficiales que otra “hermana” solicita que le dejen ver al prisionero, los militares que juegan al póquer con él no pueden reprimir una sonrisa. Pero el cabo aclara: “¡Pero esta viene con su mammy!”, y su asombro se contagia a sus superiores cuando Rhett, que se ha dado cuenta de la identidad de la visitante, les soborna para que la dejen entrar en su celda.

Irving Bacon, que nació el 6 de septiembre de 1893, hizo su especialidad de las réplicas como estas, en personajes a menudo sobrepasados por las circunstancias humanas o naturales, y se hizo maestro en el arte de mostrar asombro o refunfuñar, según fuera el caso.

Los créditos no fueron muy amables con Bacon, pues casi nunca vemos su nombre en la pantalla, pero su filmografía es una de las más extensas. Una vez familiarizados con su aspecto, es muy fácil que nos encontremos a Irving por doquier, casi siempre detrás de una ventanilla, mostrador, un volante o un escritorio, porque los papeles de dependiente, taxista, cartero, taquillero, reportero, telegrafista, camarero, chófer o lechero eran todos para él, o eso parecía, por su ubicuidad.

Era inevitable que apareciera en el reparto de Lo que el viento se llevó (y eso que en 1939 estuvo en más de 30 películas), donde consigue que su cabo transmita su renuente admiración por las hazañas amatorias de Rhett Butler en un par de frases bien subrayadas por su inconfundible aspecto.

A lo largo de su carrera tuvo tiempo de dedicarse también al teatro y a la televisión, pero podemos preguntarnos cómo sería un día cualquiera de Irving Bacon, que falleció en 1965 con más de 400 películas en su haber; por fuerza tendría que haber jornadas en que saltaba de un plató a otro, quizás con el mismo uniforme de cartero, rodaba sus réplicas y corría a maquillaje y vestuario para ocupar un puesto en el estrado del jurado o en la taquilla de la estación de autobuses de la comedia de turno.

Es cierto que sus papeles no eran muy extensos y tampoco muy exigentes en rango dramático, pero su habilidad para hacerlos creíbles le reportó ese trabajo continuo cercano a la plusmarca. Comenzó en la época muda en ese magnífico vivero de actores que fue la Keystone, con Sennett al frente impartiendo clases de comedia, y se adaptó perfectamente cuando llegó el sonoro. Puede decirse que Bacon casi nunca pasó la graduación de cabo, pero, como tal, sirvió perfectamente a las estrellas a las que secundaba. Estaba como pez en el agua en las ciudades pequeñas, bien como miembro de la multitud o bien como una autoridad menor.

Entre sus centenares de papeles vamos a destacar un puñado de ellos para que, como decimos siempre, sea más fácil poder unir su rostro a su nombre:

Bacon fue el encargado de la gasolinera en It Happened One Night (Sucedió una noche, 1934), uno de los fotógrafos en Mr. Deeds Goes to Town (El secreto de vivir, 1936), el camarero de You Can’t Take It With You (Vive como quieras, 1938), Gus, el camarero, en His Girl Friday (Luna nueva, 1940), el camionero que recoge a Tom Joad en The Grapes of Wrath (Las uvas de la ira, 1940), el vendedor de uniformes en They Died With Their Boots On (Murieron con las botas puestas, 1941), Beany, el reportero en Meet John Doe (Juan Nadie, 1941), el jefe de estación en Shadow of a Doubt (La sombra de una duda, 1943), Pierre Covais en Monsieur Verdoux (Monsieur Verdoux, 1947)…

viernes, 5 de septiembre de 2008

Un guión a muchas manos

La nómina de escritores que trabajaron en el guión de Lo que el viento se llevó es impresionante, por la cantidad de títulos de calidad que acumulan entre todos en sus filmografías.

Es otra de nuestras listas crecientes, porque siempre hay alguien que se atribuye haber participado, aunque sólo fuera un par de horas, en las constantes reescrituras. Todos, eso sí, partieron del texto de Margaret Mitchell, que debió de ser una de las pocas personas que le dijo “No” a Selznick cuando le pidió su colaboración…

Estos son los nombres de los guionistas/adaptadores principales, a los que hay que agregar un buen número de colaboradores en las tareas de continuidad, resumen y desglose de la novela, imaginar un nuevo final para GWTW...

El lector puede indicarnos si nos dejamos a alguien en el tintero, e investigaremos sobre ello para añadirlo a la relación:

Sidney Howard, el único que recibió crédito.

Jo Swerling.

Oliver H.P. Garrett.

Michael Foster.

Francis Scott Fitzgerald.

Donald Ogden Stewart.

John L. Balderston.

Edwin Justus Mayer.

Charles MacArthur.

Ben Hecht.

John Van Druten.

John Lee Mahin.

Val Lewton.

Winston Miller.

David O. Selznick.

jueves, 4 de septiembre de 2008

A la caza del gazapo (XVII)

A los habitantes de Atlanta les habría sido muy útil poder comunicarse por radio con sus familiares en otras localidades a salvo del avance del enemigo y enterarse del transcurso de la guerra casi al instante, con el relato de reporteros destacados en los frentes, comentaristas especializados y analistas capaces de sintetizar en unos minutos el significado de una maniobra de uno u otro bando.

Pero en la época de la contienda todavía faltaban varias décadas para que la radio naciera, y la prensa y el telégrafo eran los medios de comunicación disponibles para estar al tanto de las noticias.

Sin embargo, en Lo que el viento se llevó se coló una antena de radio en la secuencia de la evacuación. Es una visión fugaz, a la izquierda del espectador, justo al lado y detrás de la iglesia-hospital cuando Escarlata ya está en la calle, intentando abrirse camino entre la multitud que huye de la ciudad...
El decorado de las calles de Atlanta estaba en el terreno para exteriores del estudio, en plena Culver City, y la cámara no pudo evitar captar la moderna antena radiofónica (roja y blanca) que en 1939 debía estar en algún lugar de Rodeo Drive, si no nos falla la orientación.

Así, no podemos tomarle la palabra al publicista del estudio que afirmó, probablemente sobre esta secuencia: “Lo único contemporáneo eran los caballos, pero también podríamos decir que el aspecto de los caballos no ha cambiado demasiado en estos 75 años.”

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Un verano muy ocupado

Si alguien buscaba a David Selznick en las semanas que siguieron al final del rodaje principal de Lo que el viento se llevó, era muy probable que lo encontrara en la sala de montaje.

Se hablaba del 15 de noviembre como la fecha del estreno, y no había tiempo que perder para poner en orden todo el celuloide rodado en los meses anteriores; julio y agosto se dedicaron a los planos con actores secundarios, insertos, montajes… incluso Gable tuvo que volver para repetir algunas de sus tomas.

Se podría decir que las moviolas del estudio echaban humo.

Aunque el productor confesaba que carecía de los conocimientos técnicos adecuados, le gustaba estar presente durante el montaje de sus películas, un proceso en el que, en aquellos tiempos, el director ya no tenía voz ni voto. Eran pocos los directores con el poder (o agallas) suficiente para “montar con la cámara” y privar a Selznick de contar con la misma secuencia filmada una y otra vez desde varias posiciones de cámara para montarlas a placer.

Victor Fleming tuvo el privilegio de asistir a algunas de las sesiones de montaje, pero no hasta que ya se había realizado el primer pase sorpresa de GWTW.

Hal Kern estaba al frente del departamento de montaje, secundado por James E. Newcom y varios especialistas más, pero por supuesto su criterio estaba supeditado a lo que el productor ordenara. Juntos, con la inestimable ayuda de Barbara Keon y Lydia Schiller, encargadas de la continuidad del guión, pasaron agotadoras jornadas de visionado y edición en aquel verano.

Selznick hacía sus “sugerencias”, las discutía con Kern, que hacía las suyas, se tomaban las correspondientes notas y se montaba según ellas; luego se proyectaba lo que se había montado… y volvía a empezar el proceso. La película pasó de durar unas seis horas a rondar las 5 horas de proyección…

Llegó un momento en que fue preciso que Schiller confeccionara una lista de todos los planos montados hasta entonces y lo que faltaba entre ellos, porque se había perdido toda continuidad con los sucesivos cortes y cambios, y ya nadie sabía lo que se había incluido y lo que se necesitaba poner para que la película fuera comprensible.

Por supuesto, aún faltaba la secuencia del porche, y Gone With the Wind todavía no tenía títulos de crédito, ni música… pero iba cobrando forma.

martes, 2 de septiembre de 2008

Toque de silencio

Para rendir homenaje a los caídos en batalla (y también para ordenar que se apaguen las luces del cuartel o campamento al término de la jornada), el ejército de los Estados Unidos utiliza un toque de corneta denominado Taps y que Max Steiner incluyó en la banda sonora de Lo que el viento se llevó en dos ocasiones: para la noticia de la muerte de Charles Hamilton y, unido a otras melodías marciales y sureñas, en el lento travelling de la estación repleta de heridos.

Las notas de este “toque de silencio” son conocidas en todo el planeta y son muchos los ejércitos que emplean una melodía similar; la autoría es objeto de debate, pero la historia con más a su favor cuenta que Taps está basada en un toque anterior, Tattoo, de procedencia francesa, que el general Daniel Adams Butterfield (que no sabía leer ni escribir música) adaptó a su gusto con la ayuda del corneta de su brigada en julio de 1862.

Taps se hizo pronto muy popular en las filas de la Unión y también pasó al bando Confederado, y después de la guerra se convirtió en un toque oficial que hemos escuchado en innumerables ocasiones y que nos ha dejado momentos inolvidables en el cine, como en este fragmento de From Here To Eternity (De aquí a la eternidad, 1953)

lunes, 1 de septiembre de 2008

El "incendio de Atlanta" no es el Incendio de Atlanta

La cercanía del ejército de la Unión, que avanzaba sobre la ciudad, decidió al general Hood a retirar a los Confederados de Atlanta, pero no antes de de tomar las medidas necesarias para que el invasor no pudiera aprovecharse de los suministros.

Era el 1 de septiembre de 1864, cuando Escarlata se despertó todavía preocupada por las noticias que le habían llegado de Tara y los alrededores: el tifus había hecho presa en su madre y sus hermanas y las tropas luchaban en las cercanías. Y Melania se pone de parto. Unas horas después, con la ayuda de Rhett, también ellas huyen de la ciudad que ya no podía resistir el sitio.

Esa escapada es la que Margaret Mitchell describe en Lo que el viento se llevó y la que la película nos muestra en pantalla, con Rhett subrayando que no son los yanquis los que han iniciado el fuego que se divisa desde Peachtree Street, sino los propios Confederados.

Es cierto que Sherman, tras ordenar la evacuación de civiles de la ciudad, prendió fuego a Atlanta, pero eso fue mes y medio después de estos acontecimientos; Frank Kennedy hace referencia a ello en su relato a Escarlata, más tarde y, por supuesto, no se rodó nada relativo a este hecho de la contienda.

La secuencia incluida en GWTW ha sido conocida, sin embargo, como el “incendio de Atlanta” desde que se empezó a preparar por el equipo de producción, y así se la designa de forma convencional. De nada sirvió la comunicación de Selznick a todos, especialmente al departamento de publicidad, para que no se refirieran al “incendio de Atlanta” de la película, pues bien sabía que la huida de Escarlata y compañía no tenía lugar en esa fecha y que la secuencia con llamas por doquier se correspondía a la destrucción de los almacenes y todo aquello que el ejército Confederado no podía llevarse, más los daños causados por los saqueadores y oportunistas.

Pocos hicieron caso de las protestas del productor y la confusión perdura todavía; incluso antes del estreno, precisamente a finales de agosto de 1939, se levantaron voces airadas por parte de las Daughters of Union Veterans (Hijas de Veteranos de la Unión), que pedían el boicot de la película porque era un intento de “enjuagar la traición del Sur y ensuciar la memoria” del general Sherman en referencia a la quema de Atlanta durante la guerra; creemos que estaban bajo la errónea impresión de que en la película se iba a mostrar el incendio de primeros de septiembre de 1864, pero haciendo responsable de este fuego al ejército de la Unión.

Nada más lejos de la intención de Selznick y compañía, que sólo habían tomado como referencia los párrafos de GWTW sobre los hechos del final del sitio y los habían convertido en una "set piece" de proporciones épicas.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.