miércoles, 1 de mayo de 2019

Personajes (LVIII)

Frente al personaje de Escarlata Margaret Mitchell colocó el de Melania para mostrar el ideal de la primera y lo mucho que se desvía de él a medida que avanza la historia. Melania sigue la pauta esbozada para Ellen pero, al contrario que la madre de Escarlata, que muere relativamente pronto, sufre la guerra y la reconstrucción sin dejar de ser

“la mujer suave, borrosa, pero firme como el acero, con quien el Sur había construido su hogar durante la guerra y a cuyos orgullosos y amantes brazos había vuelto en la derrota”.

Melania rebosa bondad por cada poro de su piel. Su carácter angelical y su amor por Ashley son sus dos características fundamentales. Es buena porque es incapaz de imaginar la maldad en los demás y ama a Ashley porque, como él, habita en un mundo que no tiene nada que ver con el real. Ambos se complementan de la misma forma que Rhett y Escarlata, pero con la distinción de que el matrimonio Wilkes vive de sueños, propios o ajenos, y los Butler son mucho más prácticos.

De constitución débil, enfermiza y sin un físico realmente hermoso, Melania Hamilton estaba destinada a casarse con su primo Ashley Wilkes, por mucho que a Escarlata le disgustase ese enlace. Tras la boda y con su marido en el frente Melania se queda en Atlanta haciéndole compañía a la tía Pitty, y recibe con los brazos abiertos a la viuda Escarlata y a su hijo Wade. Nada de lo que Escarlata pueda hacer rebaja la opinión que su cuñada tiene de ella; su fidelidad, su lealtad, sus constantes defensas y atenciones no hallan respuesta en Escarlata, que la desprecia por el mero hecho de que Ashley pertenece a Melania. Ambas mujeres quedan más unidas aún por la promesa de que la más fuerte de ellas cuide de la más débil en ausencia del hombre de la casa.
 

Cuando Melania esté próxima a dar a luz, Escarlata la odiará todavía más, puesto que los cuidados que debe prestarle le impiden ir a Tara, lo que más desea en el mundo. El parto de Beau es un infierno sólo comparable al viaje que les espera: Melania no puede quedarse con nadie en Atlanta y Rhett y Escarlata han de llevarla a Tara.

Es en Tara donde la opinión que Escarlata tiene sobre Melania sufre un pequeño cambio, aunque sin dejar nunca de mirar por encima del hombro a su cuñada: cuando llega el desertor yanqui y Melania se precipita al vestíbulo empuñando a duras penas el sable de Charles, Escarlata vislumbra por un instante el espíritu inquebrantable de la dulce y apocada Melania:

“Había una aprobación y un gozo feroz en su sonrisa, que eran comparables al alborotado tumulto en el pecho de Escarlata. (...) Vio en un relámpago de percepción clara, libre de toda baja emoción que bajo la dulce voz y los ojos de palomita de Melania había una hoja fina de templado e irrompible acero, y comprendió asimismo que vibraban cornetas y banderines de bravura en la tranquila sangre de Melania.”

Melania lucha por Tara hombro con hombro con Escarlata, en la medida de sus escasas fuerzas, y vuelve a su amada Atlanta para convertirse en el sostén espiritual de la ciudad. A su lado todos se sientes seguros, disfrutan de un destello de los viejos tiempos, comparten el cariño que brota incesante de la señora Wilkes y encuentran consuelo para sus penas cuando ella está presente, repartiendo sentido común a diestro y siniestro. El recuerdo del Viejo Sur está asegurado con mujeres como ella, que han perdido la guerra pero que no se han rendido. Lo mismo ha hecho Escarlata, pero ella carece de la inocente cualidad que hace que Melania ignore durante toda su vida que el mal existe.

Melania, sencilla como la tierra y transparente como el agua de primavera, convencida de que no hay mayor felicidad para una mujer que traer niños al mundo, muere al ignorar las recomendaciones de no tener un segundo hijo.

“Le estoy envidiando su niña a Escarlata, que siempre ha sido tan buena para mí. Perdóname, Señor. Yo no deseo la niña de Escarlata, ¡pero desearía tanto tener una mía!” Colocó un almohadón tras su dolorida cintura y pensó con ansia en una hijita suya. Pero el doctor Meade no variaba de opinión en este asunto. Y, aunque ella hubiera arriesgado con gusto su vida por tenerla, Ashley no quería oír hablar de semejante cosa. ¡Una hija! ¡Cómo querría Ashley a una hija!”

Con la muerte de Melania desaparece el único sueño de Ashley que no se había hecho trizas, el apoyo silencioso que Escarlata tuvo a su lado siempre que lo necesitó, la confidente de Rhett, que sabía reconocer y respetar a una gran señora... el último vestigio de lo que había sido el esplendor sureño de preguerra.

Melania encarna el modelo femenino tradicional, no sólo en el Viejo Sur, sino a escala universal. Su sitio estaba en el hogar, como apoyo de su marido; su destino era procrear, cuidar de la prole y procurar que los demás se sintieran a gusto; pasar inadvertida, pero sin descuidar sus múltiples tareas: gobierno de la casa, alivio de las desgracias ajenas, mantener viva la Causa perdida... Les estaba vedado tener opiniones propias y mucho menos hacerlas públicas, y, si se veían obligadas a trabajar para conseguir salir a flote, debían cuidarse mucho de encontrar placer en ello: esa es una cualidad masculina. Como afirma Gerald O’Hara, Melania era

“tan modosa, sin hablar nunca de sí misma, como deber ser una mujer”.
El mundo en el que vive Melania le ha hecho desconocer el lado más oscuro de la personalidad humana. No ha recibido más que protección y cariño durante toda su juventud, y no imagina que puedan existir la maldad y el odio entre los que la rodean; por lo tanto, es incapaz de suponer ni por un instante lo que pasa por la cabeza de Escarlata y cuando le ponen la verdad delante se niega a creerla, porque, en su inocencia, cree que los demás piensan de la misma forma que ella y por lo tanto tampoco realizan actos inconvenientes.
Fue Olivia de Havilland la actriz encargada de dar vida a Melanie Hamilton Wilkes.

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