martes, 1 de septiembre de 2009

Cuando las estrellas se encuentran

No es obligatorio que los actores que interpretan a una pareja de amantes en la pantalla se lleven como uña y carne fuera de ella, aunque son numerosos los ejemplos de relaciones más que íntimas que nacieron durante un rodaje y también abundan las historias de amor que se rompieron precisamente bajo los focos.

En lo que se refiere a los intérpretes de Rhett Butler y Escarlata O’Hara, podríamos dejar la cosa en un término medio: Clark Gable y Vivien Leigh se admiraban y respetaban profesionalmente, pero tenían educación, intereses, costumbres y personalidades muy diferentes, además de estar enamorados hasta el tuétano de otras personas en aquellos momentos.


Hubo ocasiones en las que la tensión entre ellos subió bastantes enteros, pero también es cierto que supieron esconder sus rencillas de una manera civilizada y la mayor parte del tiempo reinó la armonía entre ambos.

Eso sí, el comienzo no auguraba ni pizca de química entre la pareja: su relación profesional comenzó con una sesión fotográfica con Clarence Bull; Gable llegó el primero al estudio y, maquillado y vestido para la ocasión, vio cómo pasaban los minutos sin que Leigh apareciera. El fotógrafo y él mataron el tiempo en el decorado, una escalera que la MGM empleaba a menudo en sus películas de época; media hora, una hora, hora y media… y sin noticias de Escarlata O’Hara.

Gable, que odiaba esperar, refunfuñó, poniendo en duda la proverbial puntualidad británica: "¿Así hacen las cosas por allá? Pues si es así, no quiero hacer esta película con ella."

Había habido un error, dijeron desde la oficina de administración del estudio. Bull y Gable se habían adelantado dos horas a la cita, según parecía, y la llegada de Leigh (tan puntual como la que más) no se haría esperar más.

Gable se fue a dar un paseo para sosegarse, pero aún estaba enfadado cuando volvió: “¡Aún sigo pensando que voy a largarme de esta película [si tengo que trabajar] con una tía así! ¡No podría hacerle el amor a esa tía aunque fuera la mujer más hermosa del mundo!”

No sabía que Leigh ya estaba en un rincón del decorado; ella se acercó a él, le tocó en el hombro para que se volviera y le susurró: “Estoy de acuerdo, señor Gable. Si yo fuera un hombre, le diría a esa Vivien Leigh que se fuera derechita de vuelta a la vieja Inglaterra y que se jo…”

Según contaba Bull, cinco minutos después de conocerse, Vivien tenía a Clark comiendo de su mano. Sus miradas se habían encontrado y subían ya la escalera como si se conocieran de toda la vida…

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