La aprensión de Margaret Mitchell sobre cómo iba a quedar adaptada a la pantalla su novela comenzó a despejarse el mismo día del estreno en Atlanta, sobre todo porque pudo comprobar que sus conciudadanos quedaban bastante satisfechos, y la aprobación de la gente de Atlanta era fundamental para ella.
Después de todos los tira y afloja para que le dejara controlar algunos aspectos del trasvase de Lo que el viento se llevó del medio escrito al visual, que acabaron por decidirla a no querer tener nada que ver en el proceso, y de las advertencias a Selznick de que la tarea sería imposible y de que se encaminaba hacia el fracaso, el escepticismo de Margaret se fue rebajando poco a poco.
Fue una perfecta anfitriona para los peliculeros que viajaron hasta Atlanta para tomar nota del ambiente y probar a los aspirantes a diversos papeles, se carteó con Sidney Howard para aclarar algunos puntos de la historia, y primero a través de Kay Brown y luego por medio de Susan Myrick estuvo al corriente de cómo iba la producción, pero sus opiniones se las guardaba para la intimidad.
Mitchell podía ser diplomática, pero también muy franca, así que podemos decir que gran parte la amargura del verano de 1936 contra “la gente del cine” había quedado disipada en agosto de 1942, cuando Margaret le escribía a Selznick, el día 31: “Ya he visto la película cinco veces y media y la he examinado desde muchos ángulos: la música, el vestuario, los actores secundarios… y cada vez me gusta más. Al verla, me olvido de que yo soy la autora y puedo ver la película con nuevos ojos."
La espía
Hace 2 horas
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