“Voy a convertir esta película en un melodrama”, anunció Victor Fleming cuando tomó las riendas de Lo que el viento se llevó. Mucho se ha conjeturado sobre qué quería decir con ello, dado que el material con el que contaba ya era lo bastante melodramático, pero se puede ver en esta frase su propósito de dar vigor a las escenas allí donde creyera que fuera necesario y no coartar las emociones de los personajes.
No se puede negar que Escarlata O’Hara no les caía nada bien a la mayoría de los guionistas y directores que intervinieron en GWTW, lo cual no tiene nada de raro ya que tampoco su creadora la consideraba un ejemplo, pero Fleming, que era un poco menos sutil que Cukor, parece que se aplicó a la tarea de hacer de ella una mujer inaguantable.
Vivien Leigh, que conocía muy bien el personaje, vio peligrar la conexión de éste con el público si se privaba a Escarlata de alguna de sus escasas cualidades positivas, si se dejaba a la señora Hamilton Kennedy Butler sin un atisbo de humanidad para convertirla en un estereotipo de mujer fatal.
Las fricciones entre director y actriz fueron muchas y bastante sonadas, pero Leigh consiguió una victoria importante en la secuencia en la que sufre una crisis de llanto tras la muerte de Frank. Fleming, con el beneplácito de Selznick, quería pasar por alto el parlamento en que mostraba que todavía quedaba en Escarlata una pizca de conciencia, un rastro de la educación que había enterrado años atrás para poder sobrevivir.
Vivien compartía pocas cosas con Escarlata, pero ambas tenían una voluntad de hierro para ciertas cosas, así que no cejó: “Siempre quise ser como ella [Ellen], apacible y buena: indiscutiblemente, me ha salido todo al revés” se quedó en la película. Escarlata también tenía corazón.
jueves, 16 de abril de 2009
Vivien humaniza a Escarlata
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