Tan minucioso como Margaret Mitchell, Walter Plunkett no olvidó ningún detalle en el vestuario de Lo que el viento se llevó.
Son pequeñas cosas que pueden pasar inadvertidas al espectador y que completan y complementan el resto de la información que se nos da en la pantalla, no sólo de la acción y el diálogo, sino de la época y de las circunstancias de la historia que no se explican, pero que “están ahí”.
Los fallos, en muchas ocasiones, saltan de la pantalla para “desconectarnos” por un momento de la película; los aciertos, sin embargo, suelen quedar olvidados, pero son parte importante del conjunto al que contribuyen a dar “realidad”.
Como ejemplo, veamos la casaca que Melania le regala a su marido en el permiso de Navidad: en contra de lo que es habitual en las prendas masculinas, lleva los botones cosidos en la parte izquierda.
Plunkett razonó que Melania estaría acostumbrada a confeccionar prendas para sí misma y el resto de las mujeres de la casa y, por supuesto, no tendría mucha idea de vestiduras militares; por lo tanto, la señora Wilkes puso los ojales a la derecha y los botones a la izquierda, un ligero error que no cometería, sin duda, el sastre de Atlanta al que se le encarga la prenda en la novela y que no se menciona en la película.
jueves, 30 de abril de 2009
La casaca de Ashley
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