Las indecisiones del productor, una constante a lo largo de toda su carrera, causaron no pocos sobresaltos a sus colaboradores antes, durante y después del rodaje de Lo que el viento se llevó.
Walter Plunkett no se libró de la eterna incertidumbre de Selznick, pues, aunque su oferta para encargarse del vestuario de la película fue acogida con bastante entusiasmo por el jefe del estudio, tuvo que correr con los gastos de sus viajes de investigación. Su contrato era por quince semanas y, cuando expiró, Selznick le rogó que continuara trabajando, pero sin cobrar. Plunkett, comprensiblemente, le dijo que no.
Selznick, como haría con Steiner y la música, inició una maniobra para picar el ego de Plunkett y al mismo tiempo asegurarse de que tendría un sustituto si su añagaza fallaba: empezó a mantener contactos con otros diseñadores (Adrian, Milo Anderson, Howard Green, Gladys Calthrop, Mabel Downs, Muriel King…) y se lo hizo saber a Walter.
Como resultado, se firmó un nuevo contrato, por 400 dólares semanales (que pasaron a ser 750 a la semana cuando empezó la producción de GWTW). Plunkett no perdió el tiempo y a finales de febrero de 1938 ya tenía preparados sus primeros bocetos; quiso contar con la aprobación de Margaret Mitchell, pero eso tampoco fue posible. El diseñador, que al final contabilizó 162 semanas de trabajo en la película, se tomó unas semanas de respiro en Europa, sin descuidar su investigación.
Pero su trabajo en Gone With the Wind no estuvo del todo seguro hasta el último momento: Selznick seguía barajando nombres (Barbara Karinska, Helene Pons, Ladislaw Czettel…), incluso para que los diseñadores elegidos formaran equipo y se repartieran los personajes, y no tomó la decisión de continuar sólo con Plunkett hasta la primera semana de 1939.
martes, 16 de junio de 2009
Selznick, el indeciso
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