El tercer ejemplar del vestido violeta de percal acompaña a Vivien Leigh en la parte más azarosa de Lo que el viento se llevó: la huida de Atlanta, el viaje a Tara (excepto en los planos en los que el carromato cruza el campo de batalla) y el juramento de Escarlata.
Es un trayecto que afecta tanto al carácter del personaje (pues poco se parece la Escarlata O’Hara que bebe de una calabaza a la esplendorosa Escarlata O’Hara que flirteaba con los Tarleton al principio de la película) como a su atribulado vestuario, ya que los efectos del fuego, el polvo del camino y una jornada bajo el sol dejan su huella en la ropa.
Vemos como, poco a poco, el vestido se va estropeando más y más: las pavesas producen pequeñas quemaduras y la tela acumula suciedad y rasgones.
Es el tercer “estado” para el modelo, y el equipo de GWTW comenzó a aplicar a fondo las técnicas de envejecimiento y deterioro de los tejidos, métodos artesanales pero muy efectivos y que tenían como principal herramienta un abridor de botellas de cerveza con una punta bien afilada.
Para cubrirse, Escarlata utiliza el chal que llevaba en la secuencia del “sombrero de París” y el sombrero de Melania durante la “lista de bajas”.
Crítica ‘Blitz’ (2024)
Hace 2 horas
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