Aunque el terreno para exteriores del estudio donde Selznick rodaba sus películas desde 1935 era conocido como “Forty Acres” (Cuarenta acres), en realidad ocupaba sólo 23 acres (poco más de 9 hectáreas) y, a finales de 1938, estaba atestado de decorados de producciones anteriores, venerables pero incómodos vestigios.
¿Cómo disponer entonces de la superficie suficiente para erigir las calles de Atlanta para Lo que el viento se llevó? Y, sobre todo, ¿cómo iban a conseguirse los planos del incendio de los almacenes de provisiones y municiones, una escena que en el guión había alcanzado proporciones épicas hasta convertirse en “el incendio de Atlanta”?
La solución adoptada por el equipo, con el productor un tanto escéptico sobre su viabilidad y resultado, fue sacrificar parte de los decorados, falsas fachadas de cartón piedra ya inmortalizadas en la pantalla y por lo tanto ya más reales que sus propios referentes más o menos preservados en los “40 acres”.
La práctica habitual era desmontar las estructuras y almacenarlas en otro lugar, pero para GWTW se optó por otro camino, más drástico, pero útil para la película: la estructura de los decorados desechados se cubriría con nuevas fachadas que simularían los edificios de la capital de Georgia… y se les plantaría fuego.
David Niven atribuye la idea a Clark Gable, pero lo más lógico es pensar que Selznick confiara más en el criterio de los expertos, encabezados por su jefe del departamento de decorados, Lyle Wheeler. Tanto Menzies como Klune secundaron la propuesta de Wheeler y el productor acabó dándole luz verde.
Comenzaron los preparativos para lo que sería el comienzo oficioso del rodaje de Gone with the Wind, y que culminaron en la tarde y noche del 10 de diciembre de 1938. Ese día todavía no había una Escarlata O’Hara (un vacío que, vaya “coincidencia”, quedaría casi resuelto a lo largo de la velada) pero sí quedaban atrás largas jornadas de ensayos para que todo fuera sobre ruedas:
El equipo dispuso de dos semanas para ponerlo todo a punto, desde el número de cámaras de Technicolor del que podían disponer (siete, todas las que se podían reunir en aquella época) a la colaboración de los departamentos de bomberos de la zona (34 equipos estarían en alerta), pasando por cada una de las posiciones de cámara y sus movimientos, que se probaron una y otra vez en una maqueta fabricada al efecto, mientras el experto en efectos especiales con fuego Lee Zavitz ultimaba un sistema que permitía controlar las llamas de manera que se dispusiera de tiempo para las complicadas tomas.
El fuego se llevó aquella noche parte de los decorados de King of Kings (la puerta de Jerusalén), King Kong (el muro y su mítica puerta, la maqueta del Empire State), Little Lord Fauntleroy… pero en “Forty Acres” quedaron todavía restos de las estructuras construidas para The Godless Girl (La incrédula, 1929), por ejemplo, y junto con las calles y edificios de Atlanta sirvieron, convenientemente modificadas, de escenario para otras producciones, como The Magnificent Ambersons (El cuarto mandamiento, 1942), Story of G.I. Joe (También somos seres humanos, 1945) o The Greatest Story Ever Told (La historia más grande jamás contada, 1965) , o series de televisión como The Adventures of Superman, Batman, The Untouchables o Star Trek.
Crítica ‘Blitz’ (2024)
Hace 1 hora
2 comentarios:
Nada de esto lo sabía. Gracias por tan interesante nota
Puestos a aprender una cosa más cada día, me pregunto si es habitual reciclar los decorados virtuales hoy en día... Teniendo en cuenta lo que cuesta crearlos, no sería de extrañar ¿no?
De nada, Alí, es siempre un placer.
Saludos
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