Francis Scott Fitzgerald no se encontraba en sus mejores momentos personales y profesionales a finales de los años 30, cuando se publicó Lo que el viento se llevó y cuando fue reclutado para pulir el guión de la adaptación al cine de la novela, un trabajo que fue breve.
El autor de El gran Gatsby no había perdido su perspicacia, a pesar de todo, y, después de leer GWTW, transmitió su opinión en una carta a su hija: destacaba su falta de originalidad y su fracaso en mostrar emociones narradas una y mil veces, pero afirmaba que no sentía desprecio por la novela, sino cierta lástima por aquellos que habían proclamado a Gone With the Wind como el mayor logro de la mente humana (una apreciación dirigida a su hija, que le había dicho que era una de las obras maestras de la literatura de los últimos siglos).
Fitzgerald calificó el estilo de Margaret Mitchell de “interesante, sorprendentemente honrado, consistente y trabajado de principio a fin” y confesó que el diálogo de la novela superaba en ocasiones al que los sucesivos guionistas habían ido creando.
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