jueves, 4 de diciembre de 2008

El tiempo que el viento se llevó

Cuando algunos atrevidos cineastas decidieron sobrepasar el acostumbrado límite de una bobina por película, unos diez minutos de proyección, se alzaron airadas voces entre los sesudos científicos de la época (los albores del siglo XX) que proclamaban que no era posible para un ser humano estar expuesto a más de 15 minutos de sesión cinematográfica sin sufrir horrorosas consecuencias físicas y psíquicas.

Sus predicciones no se cumplieron (al menos no tan apocalípticamente: la cinefilia no nos ha llevado a una casa de salud... todavía) y las películas aumentaron poco a poco su duración, a veces hasta límites insospechados: The cure for insomnia (1987) alcanza las 85 (sic) horas, pero no puede decirse que tenga mucho argumento, y la china Huo Shao Hong Lian Si (1928) llega a las 27 horas, aunque se exhibía normalmente por capítulos, más manejables.

Como vemos, los 222 minutos de duración de Lo que el viento se llevó, no suponen ninguna plusmarca comparados con esos y otros excesos pasados y futuros, pero el público tiende a pensar que se trata de una película larguísima. Sin embargo, los espectadores de los años 30 estaban más que acostumbrados a pasar en las salas de tres horas en adelante: una sesión habitual en aquella época comprendía un noticiero, un corto de animación, un corto de imagen real, trailers, un largometraje de bajo presupuesto (la llamada “serie B”), un breve descanso, y, por fin, la película principal.

GWTW duraba aproximadamente lo mismo que una de esas sesiones; Selznick, amablemente, se preocupó de que se exhibiera con un intermedio suficiente para aliviar cualquier necesidad. Para determinar cuánto tiempo debía durar la pausa, destacó al pluriempleado Val Lewton con un cronómetro a la zona de los servicios (de caballeros) durante los pases previos al estreno, de manera que pudieran contar con información de primera mano sobre los minutos que los espectadores pasaban en el baño.

2 comentarios:

G. K. Dexter dijo...

Caveat, la profusión de detalles acerca de GWTW no deja de sorprenderme.
Lo del cronometrado del tiempo preciso para cumplir con las imperiosas necesidades fisiológicas me recuerda los estudios sobre la medición de tiempos propios de los setenta... Je, je, je. Muy bueno.

Un saludo cinéfilo.

caveat emptorium dijo...

Hola,
Yo me sorprendo cada día, y más cuando constato que sólo puedo arañar la punta del iceberg en cuanto a curiosidades sobre GWTW y alrededores. Es un placer compartirlas y saber que también se lo pasan bien los lectores.

No se puede negar que Selznick no fuera un tipo concienzudo ¿eh? Aunque si hubiera tenido que guiarse por la vejiga de su suegro, la película habría tenido un descanso cada media hora ;-)

Saludos

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