La prensa había dado cumplida noticia del final del rodaje de Lo que el viento se llevó y, mientras Selznick y su equipo de montaje se encerraban durante largas jornadas entre celuloide y moviola, el público en general se entregaba aquel mes de julio de 1939 a lo que había sido un pasatiempo popular desde hacía más de tres años: los rumores sobre la película.
En el pasado, el tema de conversación había sido el reparto; luego, si la película comenzaría antes de fin de siglo; más tarde, si el rodaje acabaría alguna vez; ahora, se hacían conjeturas sobre la fecha y el lugar del estreno.
En la capital del estado de Georgia no había ninguna duda: la primera proyección de Gone with the Wind tenía que tener lugar en la ciudad donde transcurrían la novela de su paisana Margaret Mitchell y la película que la adaptaba. Era algo que se daba por supuesto y, por eso, cuando alguien afirmó que Selznick y la MGM planeaban un estreno en Nueva York, el revuelo que se formó en Atlanta fue formidable.
Las primeras voces airadas fueron las de las señoritas que formaban parte de la Junior League local. Esta asociación sin ánimo de lucro de mujeres que, con carácter voluntario, se dedican a promover la calidad de vida de su comunidad, databa de 1916 y era la misma que había rechazado a la joven Peggy Mitchell unos años atrás por ciertos “escandalosos” asuntillos.
Una representación de socias acudió con presteza a a la alcaldía para saber la opinión de las autoridades de la ciudad sobre lo que no podía por menos que calificarse de afrenta a Atlanta, a su historia y a sus vecinos por parte de la gente del cine, sin olvidar que la Junior League estaba preparando ya un baile benéfico para acompañar el estreno y, de no celebrarse éste, no habría ni baile ni fondos para muchas actividades sociales que patrocinaba la asociación.
El alcalde, William B. Hartsfield, y uno de sus concejales, coincidieron con la opinión de las jóvenes y enviaron ese 17 de julio un telegrama a Selznick. También se intentó recabar la opinión y el apoyo de Margaret Mitchell, pero ésta, como de costumbre, rehusó hacer cualquier tipo de declaración, sobre todo porque no tenía ningún tipo de información al respecto.
En su comunicación con Hollywood, las autoridades pedían la confirmación de que el estreno estaba previsto en Nueva York y afirmaban que, en ese caso, el desencanto de Atlanta sería enorme, porque en la ciudad se consideraba Lo que el viento se llevó como algo propio.
Selznick, que ese lunes debía tener la mente entre Atlanta, Manderley, Estocolmo y París, tuvo tiempo para responder: el estreno sería en Atlanta… siempre y cuando las salas de la ciudad tuvieran fechas libres para Lo que el viento se llevó cuando la película estuviera preparada y a los atlantinos no les importara que el pase para la prensa fuera en Hollywood.
El viento que empezaba a convertirse en furioso huracán se aplacó temporalmente con esta declaración del productor; Atlanta veía quedar intacto su orgullo, el mismo que iba a exhibir cinco meses después en todo su esplendor.
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