Después de haber estado más de tres años inmerso en Lo que el viento se llevó, David O. Selznick sufría un caso severo de sobreexposición al material, una experiencia muy habitual en los artistas y ¿por qué no? en los productores de cine.
Cuando uno dedica gran parte de sus energías a un asunto, llega un momento en que está tan “dentro” que no puede mirarlo con objetividad; se ven defectos enormes donde no los hay, se exalta uno por un párrafo o un plano determinado, el autor lamenta no haber podido cambiar tal o cual detalle, haber hecho las cosas de otra manera, tener más tiempo para corregir esto o aquello, se teme a la crítica, se lucha entre el deseo de esconderse en el lugar más remoto y la agradable sensación de presentar al mundo un trabajo bien hecho…
Algo similar le sucedió al productor cuando la película estaba ya lista para su estreno, unas horas antes del pase para la prensa. El comentario de Selznick refleja a la perfección el cóctel de nervios, paradojas, dudas y corazonadas que corría por sus venas en aquellos momentos:
"At noon I think it's divine, at midnight I think it's lousy. Sometimes I think it's the greatest picture ever made. But if it's only a great picture, I'll be satisfied."
(“A mediodía me parece divina, a medianoche creo que es una porquería. A veces creo que es la mejor película jamás realizada. Pero si sólo es una gran película, estaré satisfecho”.)
domingo, 3 de mayo de 2009
Emociones encontradas
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