“Si tengo que subir esas escaleras con Max Steiner, no las subiré”, advirtió Bette Davis en el momento del rodaje de la secuencia final de Dark Victory (Amarga victoria, 1939). La actriz no tenía nada en contra del compositor, excepto que consideraba que en ocasiones el omnipresente acompañamiento musical de Steiner era innecesario, por mucho que le gustara.
La petición de Davis no fue atendida, y Judith Traherne subió a tientas las escaleras “cogida del brazo” de los acordes de Steiner, que normalmente no erraba al insertar o no un comentario musical, y que fue propuesto para un premio de la Academia por su partitura para la película, el mismo año que lo era por GWTW, aunque no ganó el Oscar por ninguna de las dos.
Y es que la Warner Bros. no podía prescindir del genio de su compositor de cabecera desde 1936. Maximiliam Raoul Walter Steiner, que celebraba su cumpleaños el mismo día que Selznick, el 10 de mayo (vino al mundo en 1888; el productor en 1902), había nacido en Viena en el seno de una familia amante de la música.
Estudió en la Academia Imperial de Música y recibió clases de Brahms y Mahler, para comenzar posteriormente a dirigir operetas por varios países europeos.
En 1914 llegó a Estados Unidos, donde colaboró con los grandes nombres del teatro como arreglador y orquestador, hasta que la RKO lo contrató en 1929. Allí pasó de realizar los arreglos a componer sus propias partituras y a cimentar su fama: The Most Dangerous Game (El malvado Zaroff, 1932), King Kong (King Kong, 1933), Of Human Bondage (Cautivo del deseo, 1934), The Informer (El delator, 1935)...
Selznick lo llevó consigo cuando creó la Selznick International, pero el pausado ritmo de producción era demasiado lento para el prolífico Steiner, que pasó entonces a la Warner Bros., en la que permaneció durante tres décadas, con ocasionales préstamos a otros estudios; las nuevas tendencias en la música cinematográfica lo fueron desplazando poco a poco a un olvido del que felizmente ha sido rescatado.
Puede atribuirse a Steiner una parte en la paternidad de la música en el cine con toda justicia. A su llegada a Hollywood el sonoro estaba poco menos que en mantillas y el departamento musical de cada estudio se dedicaba a adaptar composiciones ajenas, sin pensar siquiera en contar con compositores propios y mucho menos dotar a la banda sonora de posibilidades dramáticas.
Steiner impulsó estos aspectos, contribuyó además al uso de la música sinfónica en la pantalla y experimentó con las formas melódicas, aportando su genio a la música incidental. Algunos críticos lamentan su abuso del leitmotiv para los diferentes personajes y su costumbre de subrayar la acción con la música, pero son defectos fácilmente perdonables en el maestro.
La mejor forma de rendir homenaje a Max Steiner, que murió en 1971, es escuchar y disfrutar sus bandas sonoras: Jezebel (Jezabel, 1938), Casablanca (Casablanca, 1942), The Big Sleep (El sueño eterno, 1946), The Treasure of the Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre, 1947), The Searchers (Centauros del desierto, 1956)... y, por supuesto, Lo que el viento se llevó.
sábado, 10 de mayo de 2008
Max Steiner, compositor
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