“Una gata es mejor madre que tú”, le dice Rhett a Escarlata después de comprobar que el egoísmo de la señora Butler le impide pensar en cualquier otra persona que no sea ella misma. Hilando más fino se podría afirmar que no es que Escarlata sea una mala o buena madre, sino que no ejerce en absoluto el rol materno con ninguno de sus hijos y la única actitud maternal que se podría destacar es su preocupación por las personas que están a su cargo en la devastada Tara, tarea que no tiene más remedio que asumir, como sus sucesivos embarazos, nunca deseados ni recibidos con alegría, excepto el del niño que pierde por su caída por las escaleras, y esto dicho con reservas.
Margaret Mitchell acuña para Escarlata una de sus frases más celebradas sobre los azares de la maternidad:
“Death and taxes and childbirth! There's never any convenient time for any of them!" (“¡La muerte, los impuestos y los hijos! ¡Todo ello siempre viene cuando menos falta hace!”, trasladan los traductores de la novela al castellano.)
Escarlata rompe con todos los patrones de conducta que se esperaban de una mujer de la segunda mitad del siglo XIX. Para ella los hijos no son más que un obstáculo que la separa de sus objetivos: Wade es un recuerdo de su lamentable matrimonio con Charles y enseguida queda al cuidado de otras personas que le dejan las manos libres para ejercer de soltera en la exultante Atlanta; Ella Lorena es, en cierto modo, el pago por el engaño del que ha hecho objeto a Frank, pero su embarazo le impide encargarse de los negocios tal y como hubiera deseado; cuando se entera de que Bonnie está en camino piensa incluso en abortar, algo que ni siquiera pasaría por la cabeza de Belle Watling que, como sabemos, tiene un hijo en alguna parte.
Se alegra de tener un hijo cuando cree que es el momento apropiado: ya tiene dinero y tiempo para dedicarle; pero, por azares de la vida, el bebé no llegará a nacer. Y Bonnie, la única de la prole que no la rehuía, también se malogra.
Los hijos con otros hombres son una traición a Ashley, piensa ella, que desea reservarse para el hombre de sus sueños y cree que él la adorará más si sabe que lo hace. Ambos están casados con otras personas, pero pueden sacrificar su propio placer como prueba de amor. Escarlata supone que los Wilkes no tienen relaciones íntimas para evitar un nuevo embarazo de Melania, así que ella decide hacer lo mismo; pero Rhett no es Ashley Wilkes y el resultado no es el esperado.
La maternidad confería otra categoría a las mujeres, con pocas prerrogativas y muchas obligaciones. Frank ve en el embarazo de Escarlata una salvación; cree que con la llegada del bebé su esposa olvidará sus veleidades comerciales e incluso su carácter se va a suavizar. El tabú social que prohibía a una mujer en estado de buena esperanza ser vista en público no arredra sin embargo a Escarlata, que planea su tiempo para perder de vista lo menos posible sus amadas serrerías.
A pesar de todo, comprobamos con cierto alivio que Time no ha incluido a Escarlata O’Hara entre las 10 peores madres de la historia… y eso que la señora Hamilton Kennedy Butler contaba con muchos puntos para lograrlo.
La carga de la vida (Jinsei no onimotsu, Heinosuke Gosho, 1935)
Hace 17 minutos
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