En la novela, la detallista Margaret Mitchell no nos defrauda a la hora de informarnos a qué huelen sus principales personajes, una faceta que el cine (hasta ahora) no ha podido conseguir, a pesar de algunos intentos experimentales.
En Lo que el viento se llevó los hombres, Gerald y Rhett sobre todo, huelen a alcohol, tabaco y caballo; las damas, más delicadas, prefieren perfumes florales, y Escarlata siempre recuerda el aroma a hierba luisa, asociado para siempre a Ellen, que lo utilizaba para perfumar su ropa, envuelto en la tradicional bolsita.
Los olores se hacen menos agradables con la llegada de la guerra, la enfermedad y la falta de higiene, pero hay dos tipos de colonia importantes en la historia, uno que se menciona de pasada, pero que era habitual en la vida cotidiana y otro que da lugar a un momento tragicómico y que pertenece, por el momento, al mundo de la fantasía:
“Dulces y flores, querida, o quizás un libro de poesía, o un álbum, o una botella de agua de Florida”, repetía incansable Ellen a su hija, grabando en su memoria los únicos regalos que una señorita podía recibir de un caballero sin que su honor quedara en entredicho. Aceptar algo de más valor podría dar idea de que la joven estaba dispuesta a entregar algo a cambio…
El “agua de Florida”, fresca y de agradable olor, data de 1808. La comercializó la firma Murray & Lanman y se vende todavía hoy, tanto para la higiene personal como para los rituales de purificación en variadas prácticas espirituales, de manera que se puede encontrar tanto en la más cosmopolita de las urbes como en la más escondida de las aldeas amazónicas; aunque hay diferentes recetas, se compone habitualmente de aceite de bergamota, lavanda, limón, clavo, canela, flores de naranjo, jazmín, almizcle, agua de rosas y alcohol.
Cuando Escarlata intenta embotar su conciencia tras la muerte de Frank, recurre sin recato al brandy, pero no quiere que Rhett note que ha estado bebiendo, así que no se le ocurre otra cosa que hacer gárgaras con colonia.
En la película podemos ver claramente la marca, Cheautard’s, pero confesamos que no hemos podido encontrar todavía ninguna referencia a una colonia de ese nombre; puede tratarse de una invención del equipo de GWTW, aunque parece extraño, ya que el departamento de investigación y el propio Selznick se distinguían por su atención al detalle y había a mano un par de expertos en la época que hubieran podido dar información de primera mano sobre las marcas en boga por entonces.
Sierra prohibida
Hace 6 minutos
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