La forma elegida para mostrar esta faceta de Escarlata es, en general, presentarla como un monólogo interior.
Sólo en dos ocasiones pronuncia literalmente las palabras en voz alta: una vez más, en la escena cumbre, en la plantación arrasada, uno de los momentos más intensos de la novela, sobre el que gravitan el pasado y el futuro de Escarlata.
La señora Mitchell ha ido dosificando hábilmente la evolución de su protagonista: por una parte asistimos al proceso de desmoronamiento de un mundo y, a partir de ese momento, se nos presentará la creación de otro.
La segunda ocasión, al final mismo de la novela. De nuevo el universo se cae a pedazos ante ella y se encuentra perdida. Por un momento se rinde, pero al instante vuelve su pensamiento a lo único que le queda, lo que le dará nuevas fuerzas: Tara.
En la película Escarlata usa también su infalible arma, “ya lo pensaré mañana”. Los guionistas conservaron esta peculiaridad del carácter de la heroína, y, aunque la frase en cuestión sólo aparece en tres ocasiones, en la secuencia inicial, tras el asesinato del desertor yanqui y como última frase de Escarlata, en la secuencia final, la poderosa fuerza del lenguaje cinematográfico hace que la idea permanezca con la misma eficacia que en la novela.
Escarlata no perderá jamás ese pueril optimismo y esa creencia en un mañana mejor como remedio a todos sus males. No, mientras conserve la fuerza nutriente de Tara.
No podemos pasar por alto que la primera intención de Margaret Mitchell era titular su novela Mañana será otro día, o emplear de alguna manera el término "mañana", una idea de la que tuvo que desistir para barajar otros nombres hasta que encontró el definitivo de Gone with the Wind, que, curiosamente, no nos remite al futuro, sino al pasado, al ayer.
domingo, 2 de marzo de 2008
"Ya lo pensaré mañana" (IV)
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