Tan difícil como rastrear el paradero de los vestidos empleados en la película es averiguar adónde fue a parar el mobiliario que se utilizó en los diferentes decorados de Lo que el viento se llevó.
Una parte de aquellas piezas eran réplicas de muebles de la época, construidas especialmente para GWTW o heredadas de otras películas o estudios; otras eran genuinas, bien compradas, o bien cedidas o alquiladas al equipo de producción y que volvieron a sus propietarios una vez terminado el rodaje.
La mayor parte de esos muebles y accesorios que podemos ver en Tara, Doce Robles, la casa de tía Pitty, la del matrimonio Wilkes, la de los Butler, o en las calles de Atlanta, no existe ya; pero de vez en cuando resurgen del anonimato aquellos que no se llevó el viento y que se encuentran diseminados por todo el planeta.
Casi todas estas “reliquias” de GWTW tienen una historia interesante, como el piano (espineta) del salón de tía Pitty; tiene más protagonismo en la novela que en el largometraje, pero podemos verlo en la secuencia del “sombrero de París”.
Con el tiempo, fue a parar a San Diego, California, a uno de los salones de la mansión Whaley. Es una de las más famosas “casas encantadas”, con al menos cuatro apariciones espectrales que incluyen un fantasma amante de la música. El piano de la señorita Hamilton comparte (o compartía, nos falta confirmar si todavía está allí) techo con una de las seis máscaras funerarias que se hicieron a Abraham Lincoln.
martes, 6 de enero de 2009
Las teclas que tocó Escarlata O'Hara
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