Los estudios y guionistas todavía hacían bromas tres lustros después de la publicación de Lo que el viento se llevó sobre la oportunidad perdida al no haber optado por los derechos de adaptación al cine en su momento.
Con la perspectiva del paso del tiempo era fácil chancearse y lamentarse, pero en 1936 nadie podía sospechar que la novela iba a convertirse en una campeona de ventas, con un público asegurado para una película basada en ella y que cualquier estudio más o menos importante habría podido hacer negocio con GWTW.
A pesar de intuir el potencial que tenía la obra de Margaret Mitchell, se trataba de una operación con mucho riesgo y, en aquel momento, nadie creía que Selznick fuera capaz de acometer la empresa con resultados satisfactorios.
Ya citamos hace meses un ejemplo de aquel exceso de prudencia, personificado en un agente. Y encontramos otro en Sunset Blvd. (El crepúsculo de los dioses, 1950), el retrato a veces despiadado, a veces agridulce, que Billy Wilder hizo de Hollywood.
Wilder se pone a la cabeza de los directores/guionistas con referencias a Gone With the Wind en sus películas con una nueva alusión en una de las primeras secuencias de la historia que cuenta Joe Gillis:
Betty, que es lectora de guiones, acaba de poner por los suelos una idea de Joe; Gillis, que necesita urgentemente 300 dólares (¡qué casualidad!: Escarlata O’Hara también precisa esa cantidad...), no encaja muy bien la crítica:
“…Usted hubiera rechazado Lo que el viento se llevó”.
El productor, Sheldrake, interviene, compungido, haciendo suya la supuesta excusa de Thalberg:
“Fui yo. Me pregunté: “¿Quién quiere ver una película sobre la Guerra Civil?”
martes, 27 de enero de 2009
Un negocio de riesgo
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