El fulgurante éxito de la novela auguraba que la adaptación al cine de Lo que el viento se llevó iba a tener también su público, y esa traslación a la pantalla suscitó interés antes incluso de que se vendieran los derechos.
Entre 1936 y 1939 todos los estudios, y sobre todo la Selznick International, recibieron sugerencias de todas partes y sobre mil y un aspectos relacionados con GWTW.
No sólo hubo cientos y cientos de voluntarios para un papel cualquiera en Gone With the Wind, desde aspirantes a Escarlata bien entradas en años a madres orgullosas del claqué de sus hijos (por mucho que no hubiera niños bailarines en la novela de Margaret Mitchell), sino que también llegaron noticias de autoproclamados expertos en la Guerra de Secesión, costumbres sureñas y acentos meridionales que se ofrecían como asesores técnicos y militares.
También hubo espontáneas demandas de empleo en los departamentos de guión de las productoras, sin saber que la autora de la novela consideraba imposible la adaptación de su obra y sostenía que cualquier corte causaría enormes problemas técnicos a los que se pusieran a la tarea.
Al menos a una persona no le arredaba la longitud y dificultad de Lo que el viento se llevó: con apenas 20 años, Fay Mitchell, una escritora en ciernes enamorada del cine y del teatro, acababa de terminar sus estudios y se disponía a intentar entrar en el mundo laboral en el lugar de sus sueños: los estudios cinematográficos.
Bien pertrechada con sus composiciones y artículos escolares, sus premios de redacción y ortografía, acudió a su primera entrevista de trabajo. Sam Marx, curtido jefe del departamento de guiones de la MGM, no se inmutó cuando la joven Fay le dijo que acababa de leer GWTW y que creía que podría hacer de la novela un buen guión.
“Creo que buscan un escritor de más renombre”, fue la diplomática salida de Marx, que pudo haberse reído en la cara de la escritora y más si hubiera sabido lo que iban a sufrir reputadas plumas como las de Sidney Howard, Scott Fitzgerald, Ben Hecht… y los nombres que se quedaron en el camino antes y durante la adaptación.
Fay no se rindió. En absoluto. No trabajó en el guión de GWTW, pero encontró un lugar en la RKO y de lectora de guiones pasó a escribirlos ella misma; se casó con el escritor Michael Kanin (hermano de Garson) y colaboraron en diferentes ocasiones, en el cine y en el teatro; Fay Kanin se distinguió también escribiendo para la televisión y fue la segunda mujer que accedió a la presidencia de la Academia (Bette Davis, una Escarlata fallida, fue la primera, casi cuarenta años antes).
Microcríticas Express: Pig/Arcadian
Hace 31 minutos
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