martes, 19 de febrero de 2008

Tres hombres y un guión

En febrero de 1939 Victor Fleming llevaba varios días luchando con el guión mientras la producción de Lo que el viento se llevó permanecía parada. El depuesto Cukor había rodado la escena en que Escarlata le regala el fajín a Ashley durante su permiso de Navidad, y Selznick decretó un parón para reorganizarlo todo.

Era una pausa cara, porque actores y equipo seguían cobrando, pero inevitable. Fleming fue muy explícito al dar su opinión sobre el guión ("no es bueno", afirmó, por decirlo con diplomacia, por si hay menores entre los lectores) y más firme fue su resolución de no rodar un solo plano hasta no disponer de un guión que le pareciera aceptable.

Selznick decidió entonces recurrir a Ben Hecht, en su faceta de "doctor de guiones". Era rápido, aunque caro. Las versiones difieren en la cuantía de la tarifa que solicitó el escritor, de 10.000 a 15.000 dólares por una o dos semanas de trabajo, y también hay discrepancias en los relatos de lo que sucedió aquellos días... La más reciente de las glosas es una obra de teatro, Moonlight and Magnolias, una comedia que se toma las acostumbradas libertades dramáticas y que ha tenido críticas bastante tibias y que se basa en lo que ocurrió en estos días de 1939.

Veamos cómo lo cuenta el propio Ben Hecht, que comienza recordando que estaba contratado por la MGM cuando Selznick y Fleming aparecieron al lado de su cama un domingo de madrugada. Debió de ser el 19 de febrero.

El productor le puso al corriente de la situación: con el rodaje ya empezado, necesita un nuevo guión lo más pronto posible, así que había conseguido que la MGM le prestara sus servicios.

Los tres se dirigieron al estudio; por el camino, Hecht fijó sus honorarios: 15 mil dólares por una, y sólo una, semana de trabajo. En el estudio esperaban ya cuatro secretarias que aún no habían abandonado su turno, armadas de cantidades ingentes de papel y lápices.

Hecht admitió que no había leído la novela, así que Selznick, que se preciaba de conocerla de memoria, le hizo un resumen oral en 60 minutos; al escritor le pareció un galimatías enorme del que no podría salir jamás una película decente, opinión con la que Fleming coincidió.

Hecht preguntó si disponían de algún material que reflejara el argumento de un modo comprensible, y Selznick recuperó el tratamiento de Sidney Howard que había sepultado en el olvido casi tres años antes y que a Hecht le pareció magnífico. En su autobiografía, Hecht da ya por fallecido a Sidney Howard en estos momentos, pero el accidente que le costó la vida al escritor fue el 23 de agosto de 1939, unos meses después de los hechos que está relatando.

A partir de ese momento, Selznick y Fleming ilustraron al guionista sobre cada una de las secuencias y la idiosincrasia de los personajes, incluso con interpretaciones sobre la marcha: "David se especializó en las partes de Escarlata y su padre borrachín, y Vic interpretaba a Rhett Butler y a un tipo curioso llamado Ashley al que nunca pude comprender: siempre perdonaba a su querida Escarlata las traiciones con cualquiera de sus rivales."

Una vez explicada y discutida cada secuencia, Hecht la escribía, con los otros dos "ansiosos de continuar con su actuación", dándole prisa. Trabajaron de ese modo durante siete días, en jornadas de 18 a 20 horas, alimentándose de plátanos y cacahuetes salados, porque Selznick no quería que una comida en toda regla les hiciera perder tiempo. Al cuarto día explotó un capilar en el ojo derecho de Fleming; al quinto, Selznick cayó en una especie de coma sobre un diván del despacho. Hecht, que se las había arreglado para echar cabezadas mientras los otros dos interpretaban, llegó al séptimo día más o menos intacto y con las primeras nueve bobinas de la película listas para rodar.

Hecht, para terminar, asegura que el productor le pidió que continuara una semana más, por el mismo precio, pero nada en el mundo podía convencer al escritor para repetir la experiencia otros siete días.

Tenían material que cubría solamente la primera parte de la película, pero, por lo menos, ya contaban con algo para continuar el rodaje. Ahora, sólo faltaba que Fleming y Selznick se recuperaran físicamente de esas duras jornadas para que las cámaras se pusieran en marcha... otra vez.

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