¿Cuándo y por qué Escarlata aparta de su mente los remordimientos? En general, puede decirse que lo hace cada vez que ha roto una norma, un precepto que voluntariamente ha desplazado a un segundo lugar en su categoría moral, pero que por un momento asoma a su conciencia y la abruma con un sentimiento de culpabilidad que no puede permitirse, inmersa en unos acontecimientos que hacen caer a los que vacilan.
Es el eterno conflicto entre el bien y el mal, el corazón y el cerebro, el pragmatismo y la espiritualidad. La forma en que Escarlata lo resuelve consiste en olvidar todo aquello que no conviene a sus planes, actuando con planificación, sí, pero sin contar para nada con las consecuencias que a largo plazo puedan tener sus acciones.
Escarlata vive el momento y para ella “el mañana” está muy lejano; en él, cuando sea rica y nadie pueda rebajarla, tendrá tiempo para reparar todas sus faltas. Pero cuando se de cuenta verá que es imposible volver atrás, que sus hechos han quedado ahí y sus efectos indeseados permanecen. Al mismo tiempo, la esperanza de ese “mañana” la mantiene viva, le da fuerzas para resistir las sucesivas catástrofes que asolan su vida.
Seguir el modelo de su madre, conservar Tara y sus relaciones con Ashley y más tarde con Rhett serán fuentes habituales de conflicto y la meditación sobre los actos relacionados con ellas será algo que Escarlata no se atreva casi nunca a llevar a cabo. Preferirá confiar en que “mañana” se le presentará la solución mágica. Pero al día siguiente ya no se acuerda o bien el pensamiento ha perdido el poder de atemorizarla. Sólo recuerda las ofensas recibidas y no se preocupa de los resultados de sus acciones.
Con la convicción infantil de que, cerrando los ojos, el mundo desaparece (“ojos que no ven, corazón que no siente”), aparta de su mente todo lo que no pueda soportar, convencida, con un peculiar optimismo, de que todo le va a salir bien y de que el futuro, “el mañana”, será un paraíso.
lunes, 25 de febrero de 2008
"Ya lo pensaré mañana" (II)
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