domingo, 27 de enero de 2008

A la caza del gazapo (I)

El trabajo de Selznick y su equipo en cuanto a cuidar los detalles de cada plano de Lo que el viento se llevó no se ve empañado por algunos pequeños “despistes”, la mayor parte de ellos referidos a la continuidad.

Con varios directores entrando y saliendo del rodaje, con un productor que cambiaba de idea de la noche a la mañana y meses de diferencia entre un plano y el siguiente, lo raro habría sido que el ensamblaje fuera perfecto.

Hay que tener en cuenta, además, que hubo un tiempo en que las películas tenían una vida limitada (los pases por televisión, el vídeo y lo que esté por venir estaban aún a décadas de distancia) y, salvo en casos excepcionales, una vez agotado su recorrido en la primera exhibición, no se esperaba que volvieran a las pantallas; la posibilidad de visionados repetidos era así muy reducida, lo que implicaba que los errores, a no ser que fueran enormes, pasarían inadvertidos.

Tampoco había entonces, para el espectador, la opción de parar la imagen a voluntad, volver hacia atrás, agrandar el plano y apreciar el reloj de pulsera en la muñeca del centurión romano. No es que los responsables de las películas fueran unos descuidados a los que no les importara que el producto que ofrecían fuera "defectuoso": esos errores se detectaban muchas veces cuando ya no era posible volver a rodar ese plano, por cuestiones logísticas o económicas, y se confiaba en que sólo los que se detienen en pequeñeces se fijaran en ellos y supieran contraponerlos al resto de los planos a los que, en su mayoría, no hay objeción que hacerles.

La discusión sobre esos gazapos en Lo que el viento se llevó es un aliciente más para aquellos que lo creen saber todo sobre la película. Hay errores diminutos e inexplicables patinazos, fallos que se debaten con ardor todavía hoy y deslices que no lo son tanto o no existen en absoluto pero que algunos insisten en calificar como tales. Por lo tanto, las meteduras de pata nos van a dar mucho juego y, como siempre, invitamos al lector a participar con sus aportaciones.

Nuestro ejemplo de hoy precede a la película: En el catálogo de la editorial Macmillan que anunciaba las futuras publicaciones se deslizó una errata: en lugar de Gone with the Wind se leía Come with the Wind (Viene con el viento).

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