La cualidad “batalladora” de Escarlata, además de en sus decisiones inquebrantables, se refleja en la facilidad con la que abofetea o desea abofetear a todos aquellos que la contrarían en un momento u otro:
A Ashley, en la biblioteca, al acusarle de haber estado jugando con sus sentimientos, haciéndole creer que se le iba a declarar de un momento a otro cuando en realidad iba a casarse con Melania.
A Prissy, durante el parto de Melania, cuando confiesa no saber nada de cómo traer niños al mundo.
A Rhett, al que ya ha golpeado unas horas antes en la entrada de la casa de tía Pitty ("¡déjeme, quiero ir a casa!") lo vapulea de nuevo en la despedida en el camino hacia Tara tras el beso del “soldado que va a la batalla”, y le endosa unos cuantos puñetazos de pura histeria y rabia cuando se da cuenta de que no va a prestarle el tan necesario dinero tras su visita a la cárcel y su ofrecimiento como amante.
A su hermana Suellen, en el campo de algodón de Tara, cuando desprecia lo que para Escarlata es lo más valioso del mundo.
No es que Suellen no se mereciera una buena somanta, pero pero ya sabemos que una señorita bien educada, además de comer en público como un pajarito, no debe dejarse llevar por arrebatos de furia...
A Escarlata, en cambio, nadie le pone la mano encima, lo que abunda en demostrar su carácter de mujer “diferente", ya que se consideraba inherente a la personalidad femenina no exaltarse jamás y, por supuesto, ser donantes de toda clase de bondades tanto físicas como morales.
miércoles, 30 de enero de 2008
Una mujer con carácter
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