lunes, 7 de enero de 2008

¡Tara!, ¡Tara!, ¡Tara! (II)

En una entrada anterior sobre la relación entre Escarlata y Tara, la plantación de los O'Hara, habíamos dejado a la protagonista a punto de que Rhett le prestara (una vez más) uno de sus pañuelos, porque, tras el parto de Melania y en pleno incendio de los arsenales confederados, su único deseo era volver a su hogar, una empresa que parecía imposible.

Y Rhett, que más tarde calmará sus pesadillas y las de Bonnie, accede a iniciar el camino con ella. Pero la Tara que encuentra Escarlata al final de la larga jornada no es la misma con la que soñaba. Tampoco ella es la misma niña mimada que ha sido durante aquellos años. Ellen ya no está, Gerald sirve para muy poco, no queda nada del esplendor de antaño y más cargas se acumulan sobre sus hombros.

Sin embargo, en lugar de rendirse como sería de esperar, acepta la nueva situación de una forma casi insensible:
“Érale imposible desertar de Tara; pertenecía a aquellos acres de rojas tierras más de lo que las tierras podían pertenecer a ella. Sus raíces propias penetraban hondamente en el suelo color de sangre y sorbían vida de él, lo mismo que el algodón. Se quedaría en Tara y la sostendría, de un modo u otro...”

Comienza entonces una lucha por la supervivencia que es lo que hace a Escarlata inmortal en nuestro recuerdo y la redime un tanto de sus muchas flaquezas. Tara y ella volverán a salir adelante, cueste lo que cueste. No es una tarea fácil, pero ha decidido asumirla y no existe forma de volverse atrás. La predicción de su padre se cumple y, como él, la joven no puede abandonar la casa aun cuando la segunda llegada de los yanquis signifique la amenaza del fuego y de la destrucción que habían esquivado con anterioridad. Escarlata se queda y lucha contra las llamas, a muerte.

Tara es lo único que le queda, y como le dice la abuela Fontaine, hay que reservarse en la vida algo que amar y algo que odiar. Ashley le hace ver que el amor entre ellos es imposible, pero que le queda Tara, la tierra que oprime entre sus dedos y que Wilkerson intenta arrebatarle. Sólo esa posibilidad obliga a Escarlata a abandonar la plantación para buscar la manera de salvarla...

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