lunes, 25 de noviembre de 2019

Mirando a la mujer

La revista Fotogramas, en su página web, dedica una entrada a recopilar un puñado de largometrajes tintados de sexismo desde el punto de vista masculino.
De entre esas cintas no podía faltar Lo que el viento se llevó, en representación de las películas de los años 30 y 40. ¿Melania o Escarlata (Scarlata, como ha quedado bautizada en este artículo)? La bondad de la primera queda enmascarada por la voluntad de salirse con la suya por parte de la señora Hamilton/Kennedy/Butler... sin que se nos dé un papel en medio...
Otras películas citadas en el articulo nos acercan más a las décadas más recientes: El Padrino, Grease, Pretty Woman..., que ofrecen una versión de la mujer dentro de unos guiones muy logrados y tan bien interpretados.


lunes, 18 de noviembre de 2019

Lista de bajas (XLII)


En estos tres años se cayeron de la lista de personas vivas participantes en Lo que el viento se llevó
2004:
Buff Brady, 78. (Especialista)
2005:
John Flinn Jr., 88. (Publicidad, en la Selznick International Pictures)
2006:
Jerry James, 96. (Extra)

lunes, 11 de noviembre de 2019

Un dia, una película

Se planteó a sus lectores una pequeña investigación: ¿Qué película elegirían para ver durante un día... y ganar un millón de dólares?
Diez largometrajes se ganaron la afición del público que respondió a la encuesta, pero la única película clásica fue... Lo que el viento se llevó. Al film que firma Victor Fleming en 1939 le acompañan títulos como Titanic, El retorno del rey...

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viernes, 8 de noviembre de 2019

Margaret Mitchell, la autora de la novela "Lo que el viento se llevó"


La autora de la novela Lo que el viento se llevó nació en Atlanta el 8 de noviembre de 1900. Su primera vocación fue la Medicina y entre sus muchas aficiones se contaba la de escribir. La joven Peggy, como la llamaban sus amigos, fue testigo de un incendio declarado en Atlanta en 1917, y asistió en el hospital a algunos de los heridos; también infringió las reglas no escritas de decoro al aparecer en público en un baile benéfico, e interpretando un “descarado” baile apache, poco después de la muerte de su madre (en una epidemia de gripe). Todas estas experiencias encontrarán eco en la novela.

Su padre, un abogado católico descendiente de irlandeses, conocía a la perfección todas las ramas de su árbol genealógico, además de las circunstancias históricas que rodearon a sus antepasados, y, como Gerald con Escarlata, le transmitió a su hija el amor por la tierra natal. Su madre se distinguió por su lucha en pro del voto para la mujer, con un carácter decidido del cual Escarlata es heredera.

Peggy Mitchell escribió en el Atlanta Journal Sunday Magazine entre los años 1922 y 1926. Medía más o menos un metro y medio y era toda vitalidad, a pesar de tener dañada la pierna izquierda debido a varios accidentes de equitación. Estuvo casada en dos ocasiones, la primera con el periodista Berrien Kinnard “Red” Upshaw, del que se divorció después de un año de matrimonio. En 1925 se casó con el ejecutivo publicitario John Marsh, el padrino de su anterior boda. En 1949, cuando se dirigían ambos hacia un cine, un taxi atropelló a Margaret, que falleció el 16 de agosto dejando huérfana una vez más a su heroína.


La escritora no pudo escapar de la vorágine que rodeó la publicación de su libro, primero, y la producción de la película, después. Tampoco pudo negarse a dar su quiniela de protagonistas, formada por Charles Boyer, a quien consideraba ideal para interpretar a Rhett... si no fuera por su acento francés, o por Jack Holt como segunda opción, Miriam Hopkins para Escarlata y Elizabeth Allan en el papel de Melania. Harta ya de las preguntas, lo único que dejó bien claro fue que sus gustos en materia de películas iban del Pato Donald a los cuatro hermanos Marx y "ninguno de ellos, creo yo, podría interpretar el papel de Escarlata o el de Rhett".

Si nos guiamos por lo que Katharine Hepburn cuenta en su autobiografía Yo misma, según la cual Margaret Mitchell le envió el manuscrito de GWTW, los que opinan que se basó en los rasgos de la actriz para su protagonista y que Hepburn era, por lo tanto, la más adecuada para interpretar a Escarlata, estarían de enhorabuena, pues confirmaría esa difundida teoría. Ahora bien, en 1926, fecha en que Peggy Mitchell comenzó a escribir la novela, Hepburn ni siquiera había debutado en el teatro y tardaría unos cuantos años más en acostumbrar al público a su fisonomía y carácter. Una observación casual de la escritora en la que señalaba que le había gustado mucho Hepburn tal y como aparecía en Little Women (Las cuatro hermanitas, G. Cukor, 33), se convirtió en un aparente respaldo de la escritora a la candidatura de la actriz para Escarlata, malentendido que la señora Mitchell se apresuró a deshacer.

En cuanto a que Margaret Mitchell le enviara el manuscrito (entendiendo como tal ya sea una copia de su original con todas las correcciones realizadas o un ejemplar del libro a punto de publicarse, puesto que no existe un “manuscrito” literalmente hablando, ya que GWTW fue escrito a máquina) a Hepburn, es bastante improbable que tal hecho sucediera, si tenemos en cuenta los sudores que le costó a Latham hacerse con la novela, de la que Mitchell se mostraba reacia a desprenderse y dar a publicar, y lo pronto que ésta se desvinculó de todo lo que tuviera que ver con la adaptación cinematográfica de GWTW. En su aparición en el programa televisivo El show de Dick Cavett en octubre de 1973, antes de escribir su libro, Hepburn señalaba que los editores le habían enviado la novela y que ella la había entregado a la gente de la RKO.

La vida de Margaret Mitchell ha generado casi tanta bibliografía como su obra más conocida, y por ello remitimos al lector interesado a cualquiera de los libros a ella dedicados. Son excelentes testimonios de la Atlanta de principios de siglo, el periodismo de la época y los efectos sobre la vida privada de una persona de un éxito que no había buscado. A medio camino entre la ficción y la realidad se queda, sin embargo, el telefilm A Burning Passion: The Margaret Mitchell Story (L. Peerce, 94).

50 años después de su muerte, Margaret Mitchell sigue generando la atención de los fieles seguidores de Lo que el viento se llevó, aquella novela de la que ella misma dijo, cuando Latham le preguntó por lo que había escrito:

“Sólo son unas cuantas líneas que hablan de alguien enamorado de una persona casada, con cuatro blasfemias y un solo taco (...) Es tan repugnante que me avergüenzo de él [el original]”.

Habría que pensar qué habría opinado la señora Mitchell de la publicación de Laysen, la isla perdida, que vio la luz en 1996. Esta novela corta, fruto de una Margaret adolescente, se encontró entre los papeles de su buen amigo Henry Love Angel, junto con un puñado de fotografías y cartas de ambos. También ha aparecido, esta vez en una biblioteca de la Universidad del Sur de California, una comedia de Margaret Mitchell fechada en 1926, Oh! Lady Godiva!, que se daba por perdida para siempre.

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