La autora de la novela Lo
que el viento se llevó nació en Atlanta el 8 de noviembre de 1900. Su primera vocación fue la
Medicina y entre sus muchas aficiones se contaba la de escribir. La joven
Peggy, como la llamaban sus amigos, fue testigo de un incendio declarado en
Atlanta en 1917, y asistió en el hospital a algunos de los heridos; también
infringió las reglas no escritas de decoro al aparecer en público en un baile
benéfico, e interpretando un “descarado” baile apache, poco después de la
muerte de su madre (en una epidemia de gripe). Todas estas experiencias
encontrarán eco en la novela.
Su padre, un abogado católico descendiente de irlandeses,
conocía a la perfección todas las ramas de su árbol genealógico, además de las
circunstancias históricas que rodearon a sus antepasados, y, como Gerald con
Escarlata, le transmitió a su hija el amor por la tierra natal. Su madre se
distinguió por su lucha en pro del voto para la mujer, con un carácter decidido
del cual Escarlata es heredera.
Peggy Mitchell escribió en el Atlanta Journal Sunday Magazine entre los años 1922 y 1926. Medía
más o menos un metro y medio y era toda vitalidad, a pesar de tener dañada la
pierna izquierda debido a varios accidentes de equitación. Estuvo casada en dos
ocasiones, la primera con el periodista Berrien Kinnard “Red” Upshaw, del que
se divorció después de un año de matrimonio. En 1925 se casó con el ejecutivo
publicitario John Marsh, el padrino de su anterior boda. En 1949, cuando se
dirigían ambos hacia un cine, un taxi atropelló a Margaret, que falleció el 16
de agosto dejando huérfana una vez más a su heroína.
La escritora no pudo escapar de la vorágine que rodeó la
publicación de su libro, primero, y la producción de la película, después.
Tampoco pudo negarse a dar su quiniela de protagonistas, formada por Charles
Boyer, a quien consideraba ideal para interpretar a Rhett... si no fuera por su
acento francés, o por Jack Holt como segunda opción, Miriam Hopkins para
Escarlata y Elizabeth Allan en el papel de Melania. Harta ya de las preguntas,
lo único que dejó bien claro fue que sus gustos en materia de películas iban
del Pato Donald a los cuatro hermanos Marx y "ninguno de ellos, creo yo,
podría interpretar el papel de Escarlata o el de Rhett".
Si nos guiamos por lo que Katharine Hepburn cuenta en su
autobiografía Yo misma, según la cual
Margaret Mitchell le envió el manuscrito de GWTW, los que opinan que se basó en
los rasgos de la actriz para su protagonista y que Hepburn era, por lo tanto,
la más adecuada para interpretar a Escarlata, estarían de enhorabuena, pues
confirmaría esa difundida teoría. Ahora bien, en 1926, fecha en que Peggy
Mitchell comenzó a escribir la novela, Hepburn ni siquiera había debutado en el
teatro y tardaría unos cuantos años más en acostumbrar al público a su
fisonomía y carácter. Una observación casual de la escritora en la que señalaba
que le había gustado mucho Hepburn tal y como aparecía en Little Women (Las cuatro
hermanitas, G. Cukor, 33), se convirtió en un aparente respaldo de la
escritora a la candidatura de la actriz para Escarlata, malentendido que la
señora Mitchell se apresuró a deshacer.
En cuanto a que Margaret Mitchell le enviara el manuscrito
(entendiendo como tal ya sea una copia de su original con todas las
correcciones realizadas o un ejemplar del libro a punto de publicarse, puesto
que no existe un “manuscrito” literalmente hablando, ya que GWTW fue escrito a
máquina) a Hepburn, es bastante improbable que tal hecho sucediera, si tenemos
en cuenta los sudores que le costó a Latham hacerse con la novela, de la que
Mitchell se mostraba reacia a desprenderse y dar a publicar, y lo pronto que
ésta se desvinculó de todo lo que tuviera que ver con la adaptación
cinematográfica de GWTW. En su aparición en el programa televisivo El show de Dick Cavett en octubre de
1973, antes de escribir su libro, Hepburn señalaba que los editores le habían
enviado la novela y que ella la había entregado a la gente de la RKO.
La vida de Margaret Mitchell ha generado casi tanta
bibliografía como su obra más conocida, y por ello remitimos al lector
interesado a cualquiera de los libros a ella dedicados. Son excelentes
testimonios de la Atlanta de principios de siglo, el periodismo de la época y
los efectos sobre la vida privada de una persona de un éxito que no había
buscado. A medio camino entre la ficción y la realidad se queda, sin embargo,
el telefilm A Burning Passion: The
Margaret Mitchell Story (L. Peerce, 94).
50 años después de su muerte, Margaret Mitchell sigue
generando la atención de los fieles seguidores de Lo que el viento se llevó, aquella novela de la que ella misma
dijo, cuando Latham le preguntó por lo que había escrito:
“Sólo son unas cuantas líneas que hablan de alguien
enamorado de una persona casada, con cuatro blasfemias y un solo taco (...) Es
tan repugnante que me avergüenzo de él [el original]”.
Habría que pensar qué habría opinado la señora Mitchell de
la publicación de Laysen, la isla perdida,
que vio la luz en 1996. Esta novela corta, fruto de una Margaret adolescente,
se encontró entre los papeles de su buen amigo Henry Love Angel, junto con un
puñado de fotografías y cartas de ambos. También ha aparecido, esta vez en una
biblioteca de la Universidad del Sur de California, una comedia de Margaret
Mitchell fechada en 1926, Oh! Lady
Godiva!, que se daba por perdida para siempre.