viernes, 30 de noviembre de 2018

Donald Ogden Stewart, guionista

El celebrado humor de Donald Ogden Stewart, tan provechoso en otras ocasiones, acortó drásticamente su posición como guionista de Lo que el viento se llevó, en los primeros días de 1939. Reclutado como apoyo para Scott Fitzgerald y con la misión de pulir y aligerar las ya vapuleadas frases en las que se llevaba trabajando desde finales de 1936, Stewart se enzarzó en una discusión con Selznick, que no veía posible plasmar en la pantalla la indicación de que tía Pitty “montara bullicio en la habitación”.

Stewart nació el 30 de noviembre de 1894 en Ohio. Su talento para la sátira le valió frecuentar la famosa Mesa Redonda del Algoquin, donde las réplicas se cruzaban como dagas, y el éxito durante los años 20 con sus obras teatrales; también se le podía encontrar en escena, como en Holiday, de su amigo Philip Barry,donde interpretó a Nick Potter, el mismo personaje que Edward Everett Horton plasmó en la pantalla.

Aunque Hollywood no se mostró muy partidario de adaptar la producción de Stewart, sí que le dio oportunidades para que hiciera lo propio con obras ajenas e incluso se estrenara como actor, en Not So Dumb. Su habilidad para los diálogos puede comprobarse en Red Dust (Tierra de pasión), Dinner at Eight (Cena a las ocho), The Prisoner of Zenda (El prisionero de Zenda), Holiday (Vivir para gozar), The Women (Mujeres), Kitty Foyle (Espejismo de amor)… y, por supuesto, en The Philadelphia Story (Historias de Filadelfia), por la que consiguió el Premio de la Academia.

Stewart se tomó muy en serio la ascensión del fascismo y participó con intensidad en la lucha contra el nazismo, lo que años más tarde le supuso su inclusión en la lista negra y que le retiraran el pasaporte, por lo que no pudo volver a Estados Unidos. Se asentó entonces en Londres en los años 50 y continuó escribiendo para el cine, aunque de manera más esporádica. Falleció en 1980.

lunes, 19 de noviembre de 2018

El aroma de Escarlata

Todavía no se ha programado la manera de que se huela durante la proyección de una película, completando así una serie de sentidos humanos; pero sí se ha hecho hincapié en los aromas que rodeaban a los actores cuando rodaban, como es el caso de Vivien Leigh, que durante años utilizó el perfume llamado Joy.

Gable hizo alusión a que Vivien olía a violetas, justo antes de ponerse ante las cámaras para los planos de Lo que el viento se llevó, pero lo más probable sería suponer que Leigh empleaba ya algunas gotas del perfume elaborado por Jean Patou y que se une a ella a lo largo de toda su vida.

Patou creó el perfume tras la crisis de 1929, con una combinación de flores de jazmín y rosas que llevó al goce a los compradores de tal esencia, formada por 10.000 ejemplares de jazmín y 28 docenas de rosas para regalarnos el 30 mililitros del recipiente habitual que alcanza así un precio elevado... pero satisfactorio para cualquier nariz a partir de 1935, cuando salió al mercado.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Algunas subastas ventosas


·         150 dólares... en oro, la puja de Rhett por la viuda Hamilton para abrir el baile del bazar de caridad con el reel de Virginia.

·         562.000 dólares por la estatuilla que consiguiera Vivien Leigh por su interpretación de Escarlata, en una subasta en Shoteby’s de New York, en 1993. El comprador quedó en el anonimato. El Oscar por A Streetcar Named Desire (Un tranvía llamado deseo, E. Kazan, 51) fue robado de Durham Cottage, la casa de los Olivier en Chelsea, en 1953, según S. Mafioly. Por el contrario, G. Robyns, primero, y A. Walker, más tarde, indican que poseía ambas estatuillas cuando se mudó a Tickerage Mill, en Sussex, en 1960: “Sus dos Oscar estaban bien expuestos: uno era usado ahora como tope de puerta, mientras que el otro sostenía las toallitas de papel en el lavabo”.

·         La estatuilla que se entregó a Selznick como productor de la mejor película de 1939 fue adquirida por el cantante Michael Jackson por 1.500.000 dólares en una subasta celebrada en Shoteby's en junio de 1999. El precio de salida estaba fijado en 300.000 dólares.

·         En la misma subasta de junio de 1999 un coleccionista anónimo de Nueva York se hizo con parte del guión "arco iris" que había pertenecido a Lydia Schiller por 46.000 dólares.

·         En 1971, en Christie's de Londres, se adjudicó por 225 libras esterlinas un ejemplar de la novela con dedicatoria de Margaret Mitchell para David Selznick.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Una broma soviética

La participación de una agencia rusa en las irregularidades sufridas en las ceremonias de los Oscar ha sido una de las bromas más extendidas en la historia del cine.

Aunque la última patraña referente a la acción de las tropas rojas se refiere a La ciudad de las estrellas (La La Land)) como ganadora del premio a la mejor película hace un par de años, las fechas de la actuación de la Inteligencia Rusa se colocan muchos años atrás, concretamente en 1940... cuando Lo que el viento se llevó venció con holgura en la entrega de los premios.

Según cuenta la leyenda, el encargado de los asuntos exteriores bajo el mando de Stalin hizo notar que la ganadora de aquella fecha iba a ser La diligencia, una celebración del americano típico que debería evitarse con el mensaje de otra película diferente y que evitara la admiración hacia Estados Unidos. Entre las candidatas se jugó con Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington), firmada por Frank Capra y que, según los rusos, pregonaba la corrupción que se manejaba en la política americana, o Lo que el viento se llevó, que defendía la esclavitud como modelo de sociedad.

Stalin, al frente del gobierno, se decantó por la película que firmaba Victor Fleming, y los operarios encargados de modificar la votación para que Gone With the Wind venciera con holgura se llevaron la bronca del jefe de gobierno por haber sobrepasado el número de estatuillas habitual y temer que se sospechara del trabajo soviético en estas labores.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Productor meticuloso

El productor de revistas de Broadway F. Ziegfeld hacía vestir a sus coristas con enaguas de encajes importados, a sabiendas de que el público jamás vería ni un centímetro de ellas, pero consciente de que

“cuando esas chicas entran en el escenario sabiendo que llevan esas enaguas insuperablemente caras, ese pensamiento hace que se muevan de una forma distinta; cambia la expresión de sus rostros, es algo que contribuye a hacer más hermosas a mis muchachas.”

También del director Erich Von Stroheim se cuenta una historia similar, en este caso con ropa interior con anagramas bordados para los aristócratas y oficiales que poblaban sus películas. Selznick hizo lo mismo con las enaguas de las chicas en GWTW, lo que da prueba de su meticulosidad.

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