Incluso hoy, cuando parece que los efectos especiales son cosa de los raudos ordenadores y podría pensarse que no se tardan más que unos minutos en contar con una imagen completa, las horas de trabajo de humanos y máquinas se acumulan como por ensalmo para que todos los elementos queden ensamblados a la perfección.
Hace 70 años sucedía lo mismo, sólo que los cálculos y retoques llevaban más tiempo. Y si la fecha del estreno se aproxima a pasos agigantados, el equipo tiene la impresión de que las horas no duran más que unos minutos y los minutos, segundos. Con esa presión, aparecen los errores, conscientes o inconscientes.
Eso fue lo que le ocurrió a Jack Cosgrove y su departamento: sabían lo que tenían que hacer y dónde estaba el fallo, pero no tuvieron tiempo de corregir o mejorar algunos de los efectos visuales empleados en Lo que el viento se llevó.
Así, en el plano en el que vemos los carros de los invitados llegando a Doce Robles, los árboles no proyectan sombras sobre los vehículos, aunque sí sobre el camino. Cosgrove había diseñado un matte shot de los robles y la avenida para unirlo al de los carros, rodado fuera del estudio. No hubo problemas para ensamblar ambas tomas, pero no fue posible volver a rodarlas de manera que se subsanara el error.
domingo, 31 de mayo de 2009
A la caza del gazapo (XXIX)
sábado, 30 de mayo de 2009
Lista de bajas (XIX)
Terminaba una década más y 1980 se convirtió en un año aciago en lo que a defunciones entre las personas con conexión con Lo que el viento se llevó se refiere, pues se fueron:
John Darrow, 73 (Colaboró en la confección del reparto)
Adolph Deutsch, 83. (Orquestaciones)
Lester Dorr, 87. (Durante las secuencias de la Reconstrucción).
James A. FitzPatrick, 86. (Director, planos de ambiente sureño)
Aline Goodwin, 91. (Doble de Vivien Leigh)
Bernhardt Kaun, 81. (Orquestaciones)
David Newell, 75. (“Cade Calvert”, en Doce Robles)
Barbara O’Neil, 70. (Ellen Robillard O’Hara)
Wally Oettel, 89. (Director de iluminación)
Fred Parrish, 88. (Foto fija)
Ray Rennahan, 84. (Fotografía en Technicolor)
Gordon Sawyer, 75. (Supervisor del montaje de sonido)
Donald Ogden Stewart, 86. (Guión)
Dan White, 72. (Papel sin determinar)
Albert Simpson, 87. (Efectos visuales)
viernes, 29 de mayo de 2009
El viento se lleva la televisión analógica
Dentro de unos meses la televisión digital terrestre (TDT) campará por sus respetos y tendremos que decirles adiós a nuestros ya obsoletos receptores, que quedarán tan anticuados como los miriñaques por aquello de la incompatibilidad.
Es el momento de la despedida, que el dibujante de Thom supo plasmar con una referencia a GWTW en su tira de La Voz de Galicia a finales de abril:
jueves, 28 de mayo de 2009
Ideas que se llevó el viento
Cuando Selznick acabó de leer Lo que el viento se llevó, cuyos derechos para el cine había adquirido animado por las buenas impresiones de miembros de su equipo y la lectura de una amplia sinopsis, pensó que había material suficiente para dos películas, que se proyectarían en días sucesivos. La primera llegaría hasta la boda de Escarlata y Rhett, y la segunda continuaría la historia hasta el final.
Aunque esta idea habría permitido, entre otras cosas, que no se acumularan a velocidad vertiginosa los acontecimientos penosos en la segunda parte, se descartó muy pronto: los exhibidores le hicieron llegar su opinión negativa al respecto, porque temían perder espectadores si no les gustaba la primera parte, o el público no podía permitirse ir al cine dos días en un corto período de tiempo…
Mucho más tarde, cuando GWTW se había estrenado y parecía que su exhibición normal tocaba a su fin, David Selznick todavía jugó con la idea de trocear la película para que se proyectara por capítulos, como un serial de los de antaño, y también con convertir Gone With the Wind en una opereta.
La más descabellada de sus ocurrencias que afortunadamente nunca llegaron a nada podría ser aquella de dar continuación a Lo que el viento se llevó con algo titulado La hija de Escarlata O’Hara… con Suzanne Holman, la hija de Vivien Leigh, en el papel protagonista…
miércoles, 27 de mayo de 2009
Lee Garmes, director de fotografía
Lee Garmes, que nació el 27 de mayo de 1898, estaba muy lejos de California cuando le llegó la llamada de Selznick, que deseaba contar con él como director de fotografía de Lo que el viento se llevó. Se hallaba en Inglaterra, donde la adaptación de Cyrano de Bergerac, con Charles Laughton de protagonista, acumulaba problema tras problema sin concretarse nunca.
Garmes se había encargado de la prueba de pantalla para el personaje de Roxanne de una actriz llamada Vivien Leigh y estaba ocupado en conseguir la iluminación más apropiada para la Francia del siglo XVII, totalmente convencido de que GWTW llevaba meses rodándose y de que otro colega bregaba ya con la Atlanta de la segunda mitad del XIX.
Como el proyecto de Korda se desvaneció porque el productor y su estrella no llegaron a entenderse, Garmes aceptó la oferta de Selznick, aunque no pudo llegar a tiempo para el rodaje de “el incendio de Atlanta” y su estancia en Gone With the Wind iba a ser también cortada en seco, por diferencias creativas con el productor.
De todas formas, el talento de Lee Garmes se conserva en la película, pues rodó todo lo dirigido por Cukor y la primera semana bajo el mando de Fleming, además de las pruebas de Vivien Leigh y la preparación de la toma de la estación.
Al cabo de una docena de semanas, el productor decidió que quería colores más vigorosos y contrastes más duros y, aunque admirador de la labor de Garmes, optó por cambiar de director de fotografía.
Las discrepancias en GWTW no fueron óbice para que Garmes no volviera a trabajar para Selznick, pues lo hizo en Since You Went Away (Desde que te fuiste, 1944), Duel in the Sun (Duelo al sol, 1946) y el The Paradine Case (El proceso Paradine, 1947) y, sin obtener crédito, en Portrait of Jennie (Jennie, 1948).
Garmes fue de los primeros de su oficio en intentar crear atmósfera por medio de la fotografía y emplear la luz dramáticamente, con claroscuros y sombras pronunciadas, una técnica que recordaba la pintura de Rembrandt y que fue llamada de “luz norteña”, frente a la práctica habitual de iluminar lo más posible todos los detalles del plano.
También introdujo la lámpara incandescente en los estudios americanos, y fue pionero, unas décadas después, en defender las posibilidades del vídeo.
Comenzó en el cine en 1916, fue ayudante de Thomas Ince y escaló puestos hasta la dirección de fotografía en los años 20; fue también productor y director, siempre investigando y experimentando nuevas técnicas (las tres dimensiones, los formatos de pantalla ancha…) y compartiendo su saber con varias generaciones, hasta su muerte en 1978.
Su filmografía es impresionante y es un compendio de cómo se puede “pintar con la luz”, ya fuera codo con codo con Von Sternberg en sus delirios para Dietrich como Morocco (Marruecos, 1930) o Shanghai Express (El expreso de Shanghai, 1933), o creando lo que sería la atmósfera característica del cine negro en City Streets (Las calles de la ciudad, 1931) o Scarface (Scarface, el terror del hampa, 1932).
Bien en blanco y negro, como en An American Tragedy (Una tragedia humana, 1931), Jungle Book (El libro de la selva, 1942), Nightmare Alley (El callejón de las almas perdidas, 1947) o Detective Story (Brigada 21, 1951), como en color, como en The Secret Life of Walter Mitty (La vida secreta de Walter Mitty, 1947), Land of the Pharaohs (Tierra de faraones, 1955), Garmes demuestra porqué está considerado como uno de los grandes.
Entradas relacionadas:
Sustitución de Garmes por Ernest Haller
martes, 26 de mayo de 2009
"The Low Back'd Car"
Cuando Gerald O’Hara alcanzaba ciertos niveles de alegría, con o sin la ayuda de las bebidas espiritosas, se lanzaba a cantar y, lógicamente, sus preferencias se inclinaban hacia los aires irlandeses. En al menos tres ocasiones diferentes el padre de Escarlata entona en la novela una famosa canción de la época, The Low Back'd Car (que Margaret Mitchell transcribe como Peg in a Low Backed Car).
No es difícil imaginar a Gerald con esta canción en los labios, tal y como acostumbraba hacer cuando volvía de un día en los tribunales de Jonesboro, camino de la fiesta de los Wilkes o de vuelta a casa de tía Pitty después de una pequeña juerga con Rhett, o, más trágicamente, en su última, alcohólica y desesperada cabalgada:
"When first I saw sweet Peggy,
'Twas on a market day,
A low-backed car
She drove, and sat
Upon a truss of hay;
But when that hay was blooming grass,
And decked with flowers of Spring,
No flow'r was there
That could compare
With the blooming girl I sing."
(“La primera vez que vi a la dulce Peggy
era un día de mercado;
estaba en un carrito [de respaldo bajo]
sentada sobre un montón de heno.
Pero cuando aquel heno
Era todavía verde hierba
Y se adornaba con flores en primavera,
No existía flor
Que pudiera compararse
Con la chica de la que canto...”)
Es una composición del escritor y retratista Samuel Lover (irlandés protestante) datada en 1846, que se basa en la tonada tradicional The Jolly Ploughboy (o The Pretty Plow Boy).
lunes, 25 de mayo de 2009
La filosofía de la abuela Fontaine
Margaret Mitchell resumió en cierta ocasión su novela diciendo que era una historia de supervivencia, de gente que tenía agallas y de que gente que no contaba con la iniciativa suficiente para no bajar los brazos frente a la adversidad y tomar la determinación de salir adelante después de un golpe.
Además de la famosa anécdota de su infancia, cuando su madre la arrastró a un pequeño peregrinaje por las plantaciones derruidas cercanas a Atlanta y le contó que hubo quienes pudieron rehacer sus vidas porque tenían educación, cultura y otras cualidades, en tanto que otros no fueron tan afortunados, hay en la novela un símil significativo, en boca de la abuela Fontaine (una señora de armas tomar que, desgraciadamente, no tuvo sitio en la película, excepto en un plano de la secuencia de la lista de bajas que fue finalmente suprimido en la versión definitiva de Lo que el viento se llevó).
Ambas mujeres tienen un aparte después del funeral de Gerald O’Hara:
“No somos espigas de trigo, sino de alforfón*. Cuando sobreviene una tormenta, derriba las espigas de trigo maduras porque están secas y no ceden al viento. Pero las espigas de alforfón están llenas de savia y saben doblar la cabeza. Cuando el viento ha cesado vuelven a levantarse y están tan derechas casi como antes. No hay que ser testarudo. Cuando el viento sopla fuerte, hay que ser flexible, es mejor ceder que mantenerse rígido.
Cuando se presenta un enemigo lo aceptamos sin quejarnos y nos ponemos al trabajo y sonreímos y esperamos nuestra hora. Nos servimos de gente de peor temple que nosotros y sacamos de ella el mayor provecho posible. Cuando hemos vuelto a ser otra vez lo bastante fuertes, apartamos de nuestro camino a los que nos han ayudado a salir del pozo. Éste es, hija mía, el secreto de las personas que no quieren sucumbir.”
*El alforfón se conoce también como trigo sarraceno o trigo negro (pero no es un cereal, ni proviene de Arabia, ni es completamente negro).
domingo, 24 de mayo de 2009
Escarlata con alas
Lo más llamativo del modelo que Escarlata luce en el restaurante de Nueva Orleáns, con inacabable apetito, son, sin duda, las 3 palomas blancas y amarillas prendidas en su hombro derecho.
Walter Plunkett no se olvidó de la envidiable situación económica de su personaje, pero tampoco deja de apuntar que el gusto de la señora Butler la inclina a las extravagancias. Las palomas llaman mucho más nuestra atención que el brazalete, los pendientes, el anillo y el collar, que combinan el oro, las esmeraldas y los rubíes y componen una visión esplendorosa de la protagonista de Lo que el viento se llevó.
De este vestido sólo vemos la parte superior, que es de satén azul oscuro cubierto de redecilla negra, con lentejuelas negras que cubren la parte delantera y un cuello ribeteado de terciopelo granate.
Al terminar el rodaje, la productora regaló este modelo a una escuela privada para chicas, en Los Ángeles, que lo guardó sin prestarle demasiada atención; cuando años después se recordó su existencia y se acudió al lugar donde estaba depositado… se lo había llevado el viento.
sábado, 23 de mayo de 2009
Luces prestadas
La mansión Asa Packer, en la localidad de Jim Thorpe, en Pennsylvania, se enorgullece, entre otras cosas, de contar en su salón con una araña formada por 850 piezas de cristal tallado, y los guías no dejan de hacer notar a sus visitantes que se trata de la original en la que se basaron los diseñadores que trabajaron en Lo que el viento se llevó, bien a través del departamento de documentación de la Selznick International Pictures o bien por medio de sus propias investigaciones, para crear una de las lámparas que aparecen en la película.
Este edificio se terminó en 1860 y todavía conserva su mobiliario de entonces; la casa estuvo cerrada durante casi cuatro décadas, hasta que en los años 50 se emprendió su preservación. Hoy puede visitarse, pues es un museo.
viernes, 22 de mayo de 2009
Clarence Sinclair Bull, fotografías publicitarias
Clarence Sinclair Bull, que nació el 22 de mayo de 1895, es el responsable de gran parte de las fotos publicitarias de Lo que el viento se llevó.
El trabajo de los actores no terminaba cuando se apagaban los focos del plató al acabar de rodar sus escenas del día, porque siempre había algún compromiso añadido, una aparición en público, una cita con la prensa o una sesión con el retratista del estudio. Los periódicos y, sobre todo, las revistas especializadas y los admiradores, reclamaban fotos de las estrellas para ilustrar sus artículos y admirarlos en sus hogares, y el departamento de publicidad necesitaba cientos y cientos de copias para distribuir.
Bull, junto al gran George Hurrell, convirtió el retrato de los actores de cine en un arte. En su estancia de cuatro décadas en la MGM tuvo delante de su objetivo a más estrellas que las que hay en el cielo, contribuyó a crear su imagen tanto o más que las películas en las que aparecían, y definió la forma en que el público se imagina que una estrella debe lucir.
“El hombre que fotografió a Garbo”, pues La Divina sólo aceptaba posar para él, sabía tanto de pintura como de fotografía. En Hollywood desde 1918, en tareas de ayudante de cámara de la Metro, conocía cada aspecto técnico de su trabajo; pasó de fotografiar a los actores entre toma y toma a crear uno de los primeros estudios fotográficos dentro de los estudios de cine, cuando Goldwyn le encargó que se ocupara de los retratos, lo que daba a la productora todavía más control sobre la imagen de los actores; más tarde, cuando se formó la MGM, Bull dirigió el departamento por donde pasaron Myrna Loy, Jean Harlow, Judy Garland, Vivien Leigh, Spencer Tracy, Clark Gable, John Wayne, Robert Taylor…
Tenía la habilidad de acercase a las personas aunque mantuviera la cámara a distancia, y lograba tanto la confianza de su sujeto como su comodidad ante la lente, con resultados legendarios.
En GWTW compartió las tareas con Laszlo Willinger, mientras Fred Parrish se ocupaba de la foto fija.
Muchas de las fotos de la película (Selznick ordenó que se tomaran miles de ellas) están todavía sin catalogar, por lo que en ocasiones es difícil atribuir una imagen a uno de los tres fotógrafos, pero cualquiera de ellos era un maestro en su oficio.
En 1968, ya retirado, publicó The Faces of Hollywood, un libro de memorias que incluye un centenar de sus fotografías, un adelanto tan sólo de las múltiples exposiciones en su honor que muestran su talento, y de otros libros como The Man Who Shot Garbo: The Hollywood Photographs of Clarence Sinclair Bull.
Bull falleció en 1979, pero la elegancia, la belleza y el misterio con los que supo dotar su trabajo nos acompaña todavía. Son piezas de colección reproducidas una y mil veces.
jueves, 21 de mayo de 2009
Larry y Viv
Jesse L. Lasky, hijo, y su esposa, Pat Silver, publicaron en 1978
el libro Love Scene: The Story of Laurence Olivier & Vivien Leigh, una nueva perspectiva sobre ambos actores con énfasis en su vida y trabajo en común.
En esas tres décadas no faltaron los éxitos y la exultante pasión, pero también hubo amargura. El equipo formado por Lasky, guionista e hijo de uno de los pioneros de Hollywood, conocía muy bien el terreno por el que se movieron Laurence y Vivien, y Pat, actriz y escritora, no le va a la zaga, por lo que la lectura de este volumen es muy recomendable.
Lo que el viento se llevó ocupa, por supuesto, un lugar importante en la narración, y se nos ofrecen impresiones y anécdotas de muchas personas que conocieron (más o menos íntimamente) a los Olivier en diferentes etapas de su vida.
El libro fue unos años después la base de la obra de teatro Vivien, que dirigió la propia Pat Silver-Lasky.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Por un puñado de rublos
Escarlata y Rhett tienen una larga y azarosa vida más allá de las páginas finales de Lo que el viento se llevó, Scarlett, Rhett Butler y de las secuelas no autorizadas publicadas (o no) en inglés; pero para conocer estas otras aventuras el ávido lector tendrá que contar en su bagaje con conocimientos de ruso.
Desde hace años, un grupo de escritores rusos y bielorrusos publican secuelas de GWTW con el seudónimo conjunto de Yuliya Hilpatrik, y esos y otros libros de similar catadura vuelan de las estanterías casi a la misma velocidad con la que se producen. Eso sí, no tienen el beneplácito de los herederos de Margaret Mitchell ni de los editores que cuentan en su poder con los derechos de edición, que por el momento esperan en vano que las autoridades rusas tomen cartas en el asunto y tratan de desbaratar la tesis de que las secuelas y continuaciones no vulneran los derechos de autor.
Mientras tanto, los lectores de Moscú y alrededores han convertido en campeones de ventas títulos como El último amor de Escarlata, La llamamos Escarlata, El secreto de Escarlata O’Hara…
Entradas relacionadas:
Secuelas de la novela
Más secuelas de Lo que el viento se llevó
Aún más continuaciones de Gone With the Wind
La misma historia, contada por Rhett Butler
martes, 19 de mayo de 2009
Conejo al estilo sureño
En Southern Fried Rabbit (1953), Bugs Bunny viaja al Sur en busca de una buena cosecha de zanahorias...
Yosemite Sam es un coronel confederado que se niega a creer que la guerra ha terminado hace mucho y que “por orden de Lee” todavía defiende la línea Mason-Dixon. Toma a Bugs por un yanqui y el conejo recurre a diferentes disfraces para poder penetrar en el territorio donde las zanahorias abundan; se refugia en una mansión y, cuando le abre la puerta al belicoso Sam, es el vivo retrato de una señorita sureña.
El viejo soldado le pide perdón por la intrusión, pero debe comprobar que no esconde al enemigo: “Sorry, Scarlett, ma’am…”
lunes, 18 de mayo de 2009
Dorothea Holt, ilustradora
Dorothea Holt, que nació el 18 de mayo de 1910, contribuyó con su talento para el dibujo a la concepción visual de Lo que el viento se llevó. Plasmó en acuarelas las ideas propias y de W.C. Menzies y los decoradores y el equipo de cámara se guiaron por sus ilustraciones.
No abundaban las mujeres en los años 30 en los departamentos de diseño de decorados en Hollywood, y Dorothea fue una de las primeras en abrir brecha siendo todavía una estudiante en la escuela de Arte, pero ya con el título de licenciada en Diseño de Interiores.
Acudió a cubrir un puesto de ayudante de dibujante y su buen hacer fue del agrado de Selznick, que la ascendió rápidamente, de modo que Holt se vio trabajando a las órdenes directas del responsable del diseño de producción. Sus colegas masculinos, al principio, exigieron que Dorothea trabajara en un cubículo bien aislado de su vista.
Sus dibujos y pinturas ayudaron a crear The Young in Heart (Los alegres vividores, 1938), Rebecca (Rebeca, 1940), Shadow of a Doubt (La sombra de una duda, 1943), The Diary of a Chambermaid (Memorias de una doncella, 1946), The Best Years of Our Lives (Los mejores años de nuestra vida, 1946), Rope (La soga, 1948), Limelight (Candilejas, 1952), The Ten Commandments (Los diez mandamientos, 1956)...
Holt se alejó unos años del mundo de la fantasía para trabajar en un estudio de arquitectura, pero consideró las presiones de este trabajo mucho más exigentes que las de los estudios cinematográficos y en 1964 se unió a la Disney, donde se convirtió en un puntal para Walt, al poner sobre el papel las ideas del productor para sus parques temáticos.
Dorothea Holt Redmond se retiró diez años después y falleció hace unas semanas, en febrero de 2009.
Algunas ilustraciones de Holt para Disney
domingo, 17 de mayo de 2009
Al servicio de los Butler
Los grandes estudios de la época clásica del cine se preciaban de encerrar entre sus muros los servicios y talleres de una pequeña ciudad. No sólo guardaban en sus almacenes miles y miles de piezas (originales o reproducciones) de todas las épocas para amueblar un decorado o vestir a un ejército sino que también eran capaces de fabricarlas cuando la ocasión lo requería.
Por supuesto, también se recurría, como ahora, al alquiler o compra de un vehículo, vestido o utensilio, y se disponía de un amplio directorio de firmas, especializadas en objetos para el cine o que vendían sus productos al público en general.
Nuestro ejemplo de hoy nos lleva hasta New Jersey, donde estaba situada la Tatler Decorating Company, empresa que surtió la vajilla que aparece en Lo que el viento se llevó en la secuencia de la comida en Nueva Orleáns del matrimonio Butler.
La Selznick International les encargó unos platos de servicio, que fueron decorados por el artista Bill Tunney con un motivo floral que rodea el borde. Sería interesante saber el paradero actual de esta vajilla…
sábado, 16 de mayo de 2009
William Faulkner barrido por el viento
William Faulkner fue uno de los "damnificados" por Lo que el viento se llevó, pues tuvo la mala suerte de publicar una de sus novelas más complejas, Absalom, Absalom!, unos meses después de la obra de Margaret Mitchell, y fue barrido por el vendaval.
El tiempo pone cada cosa en su sitio y ambas novelas han recibido su valoración con el paso de los años, como dos maneras diferentes de presentar una misma cultura.
Pero es natural que el escritor sureño se sintiera un poco desplazado en 1936, sobre todo al mirar las cifras de ventas de su libro (unos siete mil ejemplares antes de que quedara descatalogado) o cuando Hollywood rechazó comprarle la novela para adaptarla al cine (pedía 50.000 dólares, lo mismo que había recibido Mitchell).
“Parece que no estoy muy al corriente de esta época del Kotex*”, comentó Faulkner, abrumado por el dominio de la “literatura para mujeres”, aunque reconocía que aún no había leído GWTW (ni Anthony Adverse):
“Ninguna historia necesita mil páginas para ser contada”.
No sabemos si el autor de Santuario y El ruido y la furia llegó a leer la novela de Mitchell, pero sí nos consta una anécdota que contaban sus sobrinos: cuando la película se estrenó Faulkner fue a verla siete veces... pero nunca llegó al final, porque abandonaba la sala en cuanto un yanqui aparecía en pantalla; poco pudo ver entonces, porque Jonas Wilkerson aparece en las primeras secuencias…
Otra historia familiar nos cuenta que la tía de Faulkner acudió a un pase de GWTW (sesión numerada, a setenta y cinco centavos la entrada), pero salió de la sala en cuanto se hizo la primera mención de Sherman...
*Kotex es una marca de productos de higiene femenina, de las primeras en hacer publicidad de temas tan delicados en los años 20 en periódicos y revistas.
viernes, 15 de mayo de 2009
Lista de bajas (XVIII)
La celebración de los cuarenta años del estreno de Lo que el viento se llevó se vio empañada por varios fallecimientos. El libro y la película seguían siendo grandes, pero la relación de personas implicadas en su edición y producción se hacía más pequeña con la pérdida en 1979 de:
Clarence Sinclair Bull, 83. (Fotos para publicidad)
Henry Ginsberg, 82. (Vicepresidente de la Selznick International Pictures)
Winton Hoch, 74. (Cámara en el rodaje de “el incendio de Atlanta”).
Daniel T. O’Shea, 75. (Vicepresidente ejecutivo de la Selznick International Pictures)
Lois Dwight Cole, 76. (Editora en Macmillan y amiga de Margaret Mitchell que aconsejó a Harold Latham que se interesara por el manuscrito en su viaje a Atlanta).
jueves, 14 de mayo de 2009
Ayuda para Max Steiner
Como en la mayoría de las facetas de la producción de Lo que el viento se llevó, la creación de la banda sonora de la película debió de ser algo digno de ser visto (pero a través del ojo de una cerradura, para que no nos reclutaran para colaborar, por el bien de nuestro sistema nervioso) y es también una muestra del talento de todos los implicados, que también en este departamento fueron muchos.
Recordemos que Max Steiner trabajaba contra el reloj: la fecha del estreno ya estaba fijada y disponía de apenas tres meses para dotar de música a GWTW, aparte de sus compromisos con otras películas.
Una vez que tenía sus ideas plasmadas como era su costumbre, la línea orquestal en cuatro pentagramas, con indicaciones de las principales líneas melódicas y con sus correspondientes anotaciones, entraban en acción los orquestadores.
En un principio Steiner contaba sólo con su orquestador habitual, Hugo Friedhofer, pero a éste se le empezó a acumular el trabajo y hubo que reclutar a cuatro colegas más que, bajo su coordinación, trasladaron las ideas del compositor a cada instrumento: Reginald Bassett, Bernhard Kaun, Maurice de Packh y Adolph Deutsch.
Joseph Nussbaum se encargó de los arreglos, y un ejército de copistas puso todas las notas necesarias a disposición de la orquesta. Todo ello bajo la supervisión de Lou Forbes, jefe del departamento de música del estudio.
miércoles, 13 de mayo de 2009
A la caza del gazapo (XXVIII)
Escarlata lo pasó muy mal en las cercanías de Shantytown, pero los montadores tampoco tuvieron sus mejores momentos a la hora de editar esta secuencia.
Contaban con metraje rodado en exteriores y con los planos de Vivien Leigh tomados en el estudio y, al combinar unos con otros, no pudieron evitar discrepancias en la continuidad: una de las ruedas del coche cuelga sobre el vacío un instante, pero al siguiente el vehículo está completo sobre el puente; el sombrero de Escarlata se cae durante el forcejeo, pero lo recupera como por milagro cuando se aleja… en teoría acompañada por Big Sam, al que hemos visto subir al carro, pero que desaparece en el plano largo.
martes, 12 de mayo de 2009
El placer de leer... y sus efectos
Los críticos literarios, aunque han discrepado entre sí a lo largo de 7 décadas a la hora de juzgar Lo que el viento se llevó, suelen coincidir en señalar dos factores que han contribuido al éxito de la novela de Margaret Mitchell: su lectura no es complicada y al lector le es difícil dejarla en cuanto ha empezado.
Un ejemplo extremo que confirma estas dos claves de la popularidad de GWTW es una de nuestras anécdotas favoritas, de esas que se non e vero, e ven trovato:
Tiene como protagonista a una mujer de mediana edad que vivía en Nueva Inglaterra y que, como otros cientos de miles de personas, adquirió un ejemplar del libro en los primeros meses de su publicación.
Comenzó a leer Gone With the Wind una mañana y siguió y siguió, atrapada por la historia de Escarlata O’Hara, sus parientes, amigos y enemigos… de manera que cuando, a la tarde siguiente, el repartidor de periódicos lanzó al porche el diario vespertino, que aterrizó con un golpe, la señorita en cuestión trastabilló hasta la puerta, los ojos inyectados en sangre, y gritó: “¡Fuera de aquí, malditos yanquis!”...
Como podemos ver, la lectura de GWTW puede ser tan absorbente como la de las memorias del caballero Francisco de Hadoque.
lunes, 11 de mayo de 2009
Lujo hasta en la cama
La variedad de escenarios y situaciones en Lo que el viento se llevó nos permite también echar un vistazo al guardarropa más íntimo de los personajes, desde la ropa interior de la época (corsés, enaguas y más enaguas, camisas y sobrecamisas…) hasta el vestuario oportuno para las horas de reposo.
En la secuencia de la luna de miel de los Butler en el barco Escarlata nos deja ver, vía Walter Plunkett, una mañanita y un camisón que aúnan la comodidad con la elegancia y que, sin duda, habían obtenido el visto bueno de Rhett.
Lo más llamativo de la mañanita, un trabajo de ganchillo en chenille dorado con forro de batista dorada, es el armiño del cuello, los puños y las solapas, que muestra sin lugar a dudas la buena situación económica del matrimonio.
El camisón llega hasta los pies y es de batista blanca, con un lazo de satén rosa pálido a la altura del pecho y también en la parte más estrecha del cuello en forma de “v” y que tiene un pequeño volante.
domingo, 10 de mayo de 2009
David O. Selznick, productor
David Selznick, que nació el 10 de mayo de 1902 en Pittsburgh, Pennsylvania, conocía el mundo del cine desde la infancia, pues era hijo de Lewis J. Selznick, antiguo joyero ruso/lituano que llegó a ser el jefe de su propio estudio pero que se arruinó en 1923. Dos de sus tres vástagos, Myron y David, consideraron durante algún tiempo que el resto de los magnates se había aprovechado de su progenitor y, aunque fuera inconscientemente, reivindicaron su figura, uno como agente, el otro como productor.
El futuro productor de Lo que el viento se llevó aprendió el oficio con su padre, sin descuidar sus aficiones literarias, que desembocaron en el amor por los “clásicos” y un desaforada tendencia a emitir sus ideas por escrito, bien a sus superiores, bien a sus iguales o a sus subordinados, en forma de memorandos.
Se instaló en Hollywood en 1926, en el departamento de guiones de la MGM; en unos meses, ya era ayudante del productor, aunque se tratara de westerns de ínfimo presupuesto. Un desacuerdo con Thalberg le llevó a la Paramount, de donde salió por no aceptar un recorte salarial que no creía justo.
Su idea de convertirse en productor independiente quedó relegada por una oferta de la RKO, a finales de 1931; después de intervenir en varias películas señeras, como What Price Hollywood? (Hollywood al desnudo, 1932), A Bill of Divorcement (Doble sacrificio, 1932), King Kong (King Kong, 1933) y ya casado con Irene Mayer, la hija menor del magnate de la MGM; aceptó volver a la productora del león cuando la enfermedad de Thalberg y su tira y afloja con el suegro de Selznick imponían un refuerzo.
Selznick no estuvo nunca totalmente cómodo en la MGM, pero su dedicación al trabajo produjo hitos como Dinner at Eight (Cena a las ocho, 1933), David Copperfield (David Copperfield, 1934), A Tale of Two Cities (Historia de dos ciudades, 1935), Anna Karenina (Ana Karenina, 1935)...
A pesar de que Garbo quería a Selznick detrás de sus películas, David decidió dar el paso a la producción independiente en 1935 y creó la Selznick International Pictures, con John H. Whitney como principal inversor y con aportaciones de su hermano Myron y de Irving Thalberg y Norma Shearer, entre otros.
Selznick era ahora su propio jefe, y se entrenó con “minucias” como Little Lord Fauntleroy (El pequeño lord, 1936), The Garden of Allah (El jardín de Alá, 1936) o A Star is Born (Ha nacido una estrella, 1937) antes de comprar GWTW y compaginar su producción con The Prisoner of Zenda (El prisionero de Zenda, 1937), Intermezzo (Intermezzo, 1939) o Rebecca (Rebeca, 1940), que marcan su genuino momento de esplendor.
En la década de los 40 la producción de Selznick disminuyó, pues se dedicó más a descubrir nuevas estrellas, elegir materiales adecuados para ellas y cederlas a otros estudios, actuando como una especie de agente.
Se enamoró de una de sus protegidas, Jennifer Jones, que fue su segunda esposa y que intervino en sus últimas producciones, Since You Went Away (Desde que te fuiste, 1944), Duel in the Sun (Duelo al sol, 1946) y A Farewell to Arms (Adiós a las armas, 1957).
En su última etapa se dedicó a la distribución, sobre todo de películas producidas en Europa, a cuidar de la venta de sus producciones a la televisión e incluso a preparar algunas obras para el teatro, aunque de esta última faceta no surgió nada concreto. Selznick falleció de un ataque al corazón en 1965.
“Selznick se merienda directores, escritores y secretarias”, era uno de los dichos que corrían a su costa en Hollywood y que define una parte de su carácter arrollador, apasionado y perentorio. Era capaz de cometer los más grandes errores pero también de reconocerlos con elegancia; sus colaboradores acababan por abandonarle, incapaces de aguantar su forma de trabajar, su periódicos arrebatos tiránicos, su exigencia compulsiva de perfección, su incapacidad para tomar decisiones hasta el último momento… pero Selznick sabía ser tan encantador como Jonathan Shields, el protagonista de The Bad and the Beautiful (Cautivos del mal, 1952) , que no en vano está basado en algunos rasgos de la personalidad del productor de Gone With the Wind.
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sábado, 9 de mayo de 2009
La tragedia de Heathcliff y Scarlett
El 9 de mayo de 1940 se estrenaba en Broadway la versión de Romeo y Julieta interpretada por Laurence Olivier y Vivien Leigh.
Ambos estaban en la cresta de la ola, recientes sus éxitos en la pantalla con Cumbres Borrascosas y Lo que el viento se llevó. De hecho, habían invertido los fondos conseguidos con estas dos interpretaciones en el cine en este proyecto personal, con la confianza de que el reclamo de la tragedia de Shakespeare a cargo de "Heathcliff" y "Escarlata O’Hara", amantes en la vida real, sería suficiente para que el público teatral americano les diera sus bendiciones.
Sin embargo, Vivien se encontró en una situación que Escarlata conocía muy bien: apenas sin un centavo. Romeo y Julieta sólo aguantó 35 representaciones en el teatro de la calle 51, que, con el nombre de Hollywood Theater, había sido en 1930 la primera sala construida especialmente para la proyección de películas sonoras.
El viento de Verona se llevó el sueldo que Leigh había percibido por GWTW, cifrado entre 25.000 y 30.000 dólares, según las fuentes habituales... y discrepantes.
No se trataba de una cifra exorbitante, y menos en comparación con la importancia histórica del papel; era la mitad de lo que estipulaba el contrato de Ingrid Bergman para Intermezzo y la superestrella Gable percibía 4.500 dólares a la semana, precisamente por ser Gable.
Vivien Leigh tenía que pasar la prueba de fuego de Escarlata para contar con algo de peso cuando se tratara de negociar su salario. Entre Korda y los Selznick habían perfilado un contrato que fijaba para Vivien en Gone With the Wind 1.250 dólares semanales, con 16 semanas de trabajo garantizadas.
También se había acordado que filmaría dos películas al año durante 7 años, para acabar cobrando 6.250 dólares a la semana, pero las circunstancias (el amor y la guerra, sobre todo) acabaron por convertir en papel mojado este contrato.
viernes, 8 de mayo de 2009
El ojo atento de Val Lewton
Val Lewton no pudo convencer a Selznick de adaptar Guerra y Paz a la pantalla, no consideró GWTW buen material para una película, soportó durante unos años el insensato ritmo que el productor imponía a todos sus empleados (empezando por él mismo) y probablemente planteó la secuencia de “la búsqueda del doctor Meade” como una venganza, pero no se puede decir que durante la producción de Lo que el viento se llevó descuidara sus diversos cometidos: es loable su lealtad y su profesionalidad a pesar de estar asignado a un proyecto del que no tenía buena opinión.
Alguien con menos talento y dedicación a su trabajo habría dejado pasar un plano que Fleming pretendía rodar y que hubiera levantado las carcajadas del público, si la ira de los censores no lo hubiera condenado antes:
Nadie se había dado cuenta de que se estaba tomando a Vivien Leigh ante una mesa (muy posiblemente en el restaurante de Nueva Orleáns) donde dos pomelos estaban colocados justo al nivel de sus senos. Lewton advirtió el peligroso ángulo de cámara y evitó la comprometedora toma.
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jueves, 7 de mayo de 2009
Fitzgerald en Hollywood
El título del libro de Aaron Latham resume a la perfección su contenido: Crazy Sundays: F. Scott Fitzgerald in Hollywood, pues se centra en la relación del autor de A este lado del paraíso, El gran Gatsby, Hermosos y Malditos.. con la escritura para el cine.
A través de sus páginas no sólo se nos permite atisbar en la breve relación de Fitzgerald con Lo que el viento se llevó, sino también en las circunstancias personales y profesionales que vivió el escritor en sus diferentes estancias en Hollywood.
Son muy pocos los guiones por los que Fitzgerald obtuvo crédito, por lo que este libro es una importante ayuda para conocer los proyectos, los intentos fallidos, los borradores rechazados, las alegrías y los desengaños, los métodos de trabajo del escritor y de los estudios con los que entró en contacto, tanto cuando todavía estaba en la cresta de la ola de la fama como cuando se encontraba en los momentos más penosos.
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miércoles, 6 de mayo de 2009
Oliver H.P. Garrett, guionista
Oliver H.P. Garrett, que nació el 6 de mayo de 1895, era un antiguo reportero y un guionista capaz de desenvolverse en los géneros más variados. Conocía a Selznick desde los tiempos de ambos en la Paramount, y el productor pensó en él pocas semanas antes de iniciar el rodaje de Lo que el viento se llevó para trabajar en el guión de Sidney Howard.
En noviembre de 1938 Selznick estaba pasando unos días en las Bermudas y llegó a la conclusión de que el material con el que contaban necesitaba unos cuantos retoques más, así que pidió a sus subordinados que tantearan a varios escritores para perfilar la estructura y la continuidad.
Sin perder de vista el criterio comercial, Selznick acabó de decidirse por Garrett, que acababa de tener un pequeño fracaso en Broadway: su obra Waltz in Goose Step, una crítica al fascismo, no había durado más que 7 representaciones. El productor pensó que Garrett no pondría un precio muy alto a su colaboración y que estaría deseando un cambio para olvidar el fiasco.
El trabajo de Garrett comenzó en el tren que les llevaba a California, en secuencias aisladas de lo que era ya la sexta revisión del guión de GWTW.
Garrett, que falleció en 1952 víctima de un ataque al corazón, era un veterano de la Primera Guerra Mundial y un excepcional narrador de historias; fue miembro fundador del Screen Writers Guild y mentor de Billy Wilder; cuenta en su haber con los guiones de A Farewell to Arms (Adiós a las armas, 1932), The Story of Temple Drake (Secuestro, 1933), Night Flight (Vuelo nocturno, 1933), Manhattan Melodrama (El enemigo público número 1, 1934), Duel in the Sun (Duelo al sol, 1946), Dead Reckoning (Callejón sin salida, 1947)... y de Careful, Soft Shoulder (1942), que también dirigió.
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martes, 5 de mayo de 2009
Los directores fallidos de GWTW
Selznick decidió bastante pronto que George Cukor iba a ser el director de Lo que el viento se llevó; la extraordinaria nómina de directores del Hollywood de los años 30 adoptó una mirada ambivalente a lo que muy pronto se conoció como “la chifladura de Selznick”:
Algunos no habrían aceptado el encargo ni aunque se lo pidieran de rodillas.
Otros se mostraban indiferentes ante el hipotético encargo (William Dieterle, por ejemplo).
Están los nombres de aquellos que la MGM quería imponer aun a pocos días de iniciarse el rodaje: Victor Fleming, W.S. Van Dyke o Jack Conway.
Incluso tenemos directores en el limbo, pues 39escalones en Cinissimo ha descubierto una posible intervención de Michael Curtiz que no nos constaba y que estamos investigando.
Los hubo dispuestos a echar una mano por pura amistad, como William Wellman, que se ofreció a trabajar con Cukor en las secuencias de acción (Selznick le agradeció el gesto, pero declinó la oferta porque sabía que Cukor prefería ser el único responsable y por esa razón había desechado la idea de contar con Griffith para esas mismas secuencias), Robert Z. Leonard, que se prestó a ayudar cuando Fleming se incorporó a GWTW, o Frank Capra, que acudió al rescate cuando supo que Fleming estaba de baja; el productor tuvo en cuenta los gestos de Wellman y Leonard cuando su segundo director titular agotó sus fuerzas, pero al final fue Sam Wood el que tomó el mando.
Cuando Fleming abandonó temporalmente el barco, la prensa acertó al afirmar que las tareas de dirección se iban a repartir en diferentes unidades, pero erró en incluir a Robert Rosson como encargado de las secuencias más azarosas.
Y, por supuesto, Howard Hawks, que contaba historias irresistibles tanto fuera como dentro de la pantalla, no podía dejar de tener una relacionada con GWTW; sin embargo el aguafiestas de John Lee Mahin desbarata el galante apoyo de Hawks a su amigo Victor Fleming, “asesorándole” en cinco secuencias, “porque Victor no se había leído el libro”.
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lunes, 4 de mayo de 2009
Puigcorbé emula a Rhett Butler
En El amor perjudica seriamente la salud (1996) los personajes protagonistas no son Rhett y Escarlata, pero sí llevan años jugando al escondite, hasta que él zanja el asunto a la manera española:
"Francamente, querida, que te folle un pez"
Acto seguido, ella se apaña una falda con una cortina, por si no quedaba claro el guiño a Lo que el viento se llevó.
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domingo, 3 de mayo de 2009
Emociones encontradas
Después de haber estado más de tres años inmerso en Lo que el viento se llevó, David O. Selznick sufría un caso severo de sobreexposición al material, una experiencia muy habitual en los artistas y ¿por qué no? en los productores de cine.
Cuando uno dedica gran parte de sus energías a un asunto, llega un momento en que está tan “dentro” que no puede mirarlo con objetividad; se ven defectos enormes donde no los hay, se exalta uno por un párrafo o un plano determinado, el autor lamenta no haber podido cambiar tal o cual detalle, haber hecho las cosas de otra manera, tener más tiempo para corregir esto o aquello, se teme a la crítica, se lucha entre el deseo de esconderse en el lugar más remoto y la agradable sensación de presentar al mundo un trabajo bien hecho…
Algo similar le sucedió al productor cuando la película estaba ya lista para su estreno, unas horas antes del pase para la prensa. El comentario de Selznick refleja a la perfección el cóctel de nervios, paradojas, dudas y corazonadas que corría por sus venas en aquellos momentos:
"At noon I think it's divine, at midnight I think it's lousy. Sometimes I think it's the greatest picture ever made. But if it's only a great picture, I'll be satisfied."
(“A mediodía me parece divina, a medianoche creo que es una porquería. A veces creo que es la mejor película jamás realizada. Pero si sólo es una gran película, estaré satisfecho”.)
sábado, 2 de mayo de 2009
Poema sinfónico: Gerhardt dirige a Steiner
Las grabaciones de la banda sonora de Lo que el viento se llevó en forma de suite abrieron el camino para una edición más ambiciosa de la música que Max Steiner compuso para la película.
El director Charles Gerhardt le propuso su idea al compositor y ambos hablaron de ello en sucesivas reuniones a principios de los años 70. Así se gestó el álbum que salió a la venta en 1973, producido por George Korngold para la RCA-VICTOR donde Gerhardt dirige a la National Philarmonic Orchestra en lo que puede calificarse de poema sinfónico sobre GWTW, de tres cuartos de hora de duración.
El compositor y el director acordaron que no tendría sentido grabar toda la banda sonora tal y como se oye en la película, pues muchas de las melodías aparecen y reaparecen en diferentes formas, pero sí era deseable contar con una orquesta completa, lo más similar posible a la que se había empleado en 1939, en lugar de los conjuntos más reducidos de las grabaciones anteriores.
También se utilizan en esta edición los títulos originales que Steiner había dado a algunos de sus temas en su partitura. Lamentablemente, Steiner murió antes de que el trabajo de Gerhardt estuviera terminado, pero esta grabación se ha convertido en imprescindible para apreciar su genio y, en particular, para disfrutar de la música compuesta para Gone With the Wind.
viernes, 1 de mayo de 2009
El germen del viento
Como John Marsh había cumplido a rajatabla con la voluntad de su esposa de que se quemaran sus documentos después de su muerte, Lo que el viento se llevó fue hasta 1995 la única ficción publicada con la firma de Margaret Mitchell (exceptuando sus trabajos periodísticos).
Pero ese año saltó la sorpresa: salía a la luz otro relato de la autora de GWTW, que había escapado del fuego devorador porque se encontraba entre los papeles de Henry Love Angel, un amigo de Margaret; el hijo de Henry descubrió el manuscrito, cartas y fotografías que Mitchell había enviado a su padre, en una caja olvidada durante años. Tras la sorpresa inicial, porque desconocía la relación entre ambos, se puso en contacto con el museo Road to Tara, que compró el material por unos 60.000 dólares.
Los herederos de Margaret y el Museo pensaron sacar el manuscrito a subasta entre las editoriales que quisieran publicarlo, pero Scribner’s, la firma sucesora de Macmillan, hizo valer sus derechos: en el contrato para Gone With the Wind Mitchell cedía también los derechos de su siguiente obra.
En esta ocasión la editorial abonó alrededor de un millón de dólares, sabedora de que habría mercado para aquel material.
Aunque no era precisamente la “siguiente obra” de Margaret Mitchell, ya que de hecho la escribió en 1916, en plena adolescencia, y ella misma había expresado con claridad que no tenía deseos de escribir o publicar nada más después de GWTW (y menos después de los muchos sinsabores que le reportó su exitosa novela), el 1 de mayo de 1996 salió a la venta Lost Laysen (Laysen, la isla perdida).
Interesante para los estudiosos y amantes de las curiosidades, la novela corta está acompañada de una selección de las fotos y cartas que estaban en poder de Angel. No es, por supuesto, Lo que el viento se llevó, pero en Laysen se encuentran algunos de los elementos que se concretarían con mayor fortuna en la historia de Escarlata O’Hara: una protagonista de fuerte personalidad, un sinvergüenza atractivo, un amor no correspondido, el honor… junto con un toque de aventura en los Mares del Sur y un atisbo de cómo pensaba en la segunda década del siglo XX una quinceañera a la que apasionaba la escritura pero que, probablemente, nunca habría permitido que se publicaran estas páginas.