La novela de Margaret Mitchell acumuló traducciones a otros idiomas y se convirtió en casi todos ellos en un campeón de ventas.
En muchas ocasiones la edición no estaba autorizada, al menos hasta bien entrados los años 40, pero los lectores se las quitaban de las manos, a veces arriesgando un encontronazo con la ley, no sólo la que protege los derechos de autor, sino la dictada por sus propios gobiernos.
El Comité Central del Partido Comunista ruso no dio luz verde a la publicación de Lo que el viento se llevó en la Unión Soviética, pues consideró que ofrecía una versión distorsionada de la realidad del Sur de preguerra y mostraba una opinión favorable hacia las organizaciones racistas creadas tras la contienda.
El veto estuvo en vigor hasta 1982 y se levantó gracias a los esfuerzos de Tatiana Kudriavtseva, que logró conmover, con lágrimas incluidas, a los altos funcionarios del negociado censor para que autorizaran la traducción; así culminó un trabajo de 18 años y los dos tomos de Unesennye vetrom pronto alcanzaron ventas millonarias.
lunes, 24 de noviembre de 2014
El viento sopla en el este
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