Los amigos de Margaret Mitchell sabían de sus cualidades de conversadora, a la par que su capacidad para ser una oyente espléndida; “Si Peggy escribe como habla, el libro será fascinante”, le dijo Lois Cole a Harold Latham cuando le recomendó que le preguntara a Mitchell por su novela.
El escritor André Maurois sacó una impresión diferente cuando coincidió con Margaret en un banquete. El autor francés contaba que a su lado se había sentado una mujer todavía joven, de aspecto insignificante y muy callada, a la que apenas se le podía arrancar una palabra; al cabo de un buen rato la desconocida confesó, casi a regañadientes, que también ella había publicado una novela. Maurois, cortésmente, se interesó por el título; Lo que el viento se llevó, respondió su interlocutora.
Cuando Mitchell (que empezó muchas de sus cartas con la frase “Soy Margaret Mitchell, autora de Lo que el viento se llevó) se enteró de cómo contaba Maurois su encuentro, no le sentó muy bien. Protestó diciendo que no habría tenido jamás la indelicadeza de mencionar su propia obra a otro escritor y que la historia no sucedió tal y como Maurois la contaba: recordaba que había sido invitada, junto con otros escritores de Atlanta, a una comida en honor del autor de La máquina lectora de pensamientos, y que ella, lamentándolo mucho, había intentado excusar su asistencia porque tenía que atender a su padre, que se encontraba muy delicado; Maurois, al enterarse de que Mitchell no iba a estar presente, le mandó una nota pidiéndole que asistiera, pues deseaba conocerla; esa petición, y la insistencia de los organizadores del acto, decidieron a Margaret a abandonar por unas horas la vigilia y acudir a la comida, donde se efectuaron las presentaciones de rigor y donde ambos mantuvieron una agradable charla.
Mitchell lamentó luego que su sacrificio de un par de horas junto a su padre hubiera acabado en una historia en la que ella quedaba en mal lugar. Muy susceptible, tenía la impresión de que Maurois la mostraba como ávida publicista de su propia obra, o renuente a aceptar la autoría de lo que era un éxito editorial, incomprensible para ella, que nunca tuvo buena opinión sobre la calidad de su novela.
viernes, 9 de enero de 2015
Una charla con André Maurois
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