lunes, 14 de agosto de 2017

Crear la novela


La gestación de Gone with the Wind está tan cuajada de peripecias como la vida de Escarlata O’Hara: en 1926, para entretenerse mientras se recuperaba de un tobillo roto, "leídos todos los libros de las bibliotecas, excepto los de ciencias exactas", Margaret Mitchell había empezado a escribir la historia

“de una chica que era algo así como Atlanta, parte del Viejo Sur, parte del nuevo Sur; cómo floreció como Atlanta, cayó como ella para resurgir de nuevo; lo que Atlanta le hizo y lo que ella le dio a Atlanta y el hombre que era mucho más que una pareja para ella. Cogí todo eso y lo metí en un ambiente que conocía tanto como el mío propio”.

Durante los tres años siguientes continuó “a pequeños empujones”: su artritis le impedía a menudo avanzar tan deprisa como deseaba, no quería que nadie supiera que estaba escribiendo o qué escribía (cubría la maquina con una toalla cuando había visitas), los compromisos sociales la alejaron de su escritorio cuando su salud mejoró... y cuando los Mitchell se mudaron de casa, Lo que el viento se llevó no era más que un conjunto informe de cuartillas mecanografiadas en las que se mezclaba la historia con recetas de cocina y textos que nada tenían que ver con ella y que fueron a parar al trastero. Otro accidente la llevó de nuevo a rescatar las peripecias de aquella tal “Pansy O’Hara”, pero en 1929, a falta del capítulo inicial y otros dos intermedios, Peggy recobró su vida social y su novela parecía destinada a dormir el sueño de los justos.

Finalmente, en 1935 sacó su montón de folios inconexos del armario donde los había encerrado y en un confesado momento de debilidad los entregó a Harold Latham, un editor de la Macmillan que recorría el Sur en busca de material publicable.

La insistencia de su marido y de Latham y un comentario de otra escritora aficionada consiguieron que Peggy Mitchell, picada en su amor propio, se decidiera a recolectar los paquetes por toda la casa, reescribir en una tarde la que creía la mejor versión de las seis que existían del primer capítulo, y presentarse en el hotel del editor, que se iba esa misma noche de la ciudad y que tuvo que comprar una maleta nueva para poder transportar el voluminoso legajo[1]. La escritora se arrepintió casi inmediatamente de haberse dejado llevar por su orgullo y pidió que le devolvieran el original, pero la historia estaba ya en marcha.

En abril de 1935 Latham le pidió permiso a la señora Mitchell para que la editorial pudiera considerar la historia para publicar. Pasado ese examen con buena nota, llegó el momento del contrato, que la escritora firmaría a principios de agosto para ponerse a trabajar de inmediato en las correcciones que le parecían necesarias.

Esa labor la llevaría a finales de enero de 1936, meses que empleó entre otras cosas en cambiar el nombre de su protagonista (Pansy O’Hara se convirtió en septiembre de 1935 en Scarlett O’Hara), el de la casa de su padre (Fontenoy Hall pasó a ser Tara), el de su madre (Eleanor D’Antignac por Ellen Robillard), escribir un nuevo comienzo (que sería revisado varias veces), decidir de qué forma moría el segundo marido de Escarlata, encontrar el título definitivo, recabar la colaboración de Wilbur Kurtz y de la Biblioteca Carnegie de Atlanta para que la cronología y los detalles de la guerra fueran correctos, repasar los censos para que los nombres de los personajes no coincidieran con ninguna persona que hubiera vivido en aquel período y aquella zona ...

Después llegó el turno de repasar y devolver las galeradas, lo que M. Mitchell hizo por entregas hasta la última semana de marzo de 1936.
Apenas 15 días después ya estaban listos algunos ejemplares para ser distribuidos a críticos especializados y a las compañías cinematográficas.



[1] Para complicar más las cosas, entre los folios de lo que sería Lo que el viento se llevó iba también otra novela, Ropa Carmagin. La editorial la consideró demasiado breve y planteó sus dudas sobre la conveniencia de publicar al mismo tiempo dos trabajos de una escritora todavía desconocida. Margaret Mitchell no permitió su publicación posterior y destruyó el original.

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