Frente al personaje de Escarlata Margaret Mitchell colocó el
de Melania para mostrar el ideal de la primera y lo mucho que se desvía de él a
medida que avanza la historia. Melania sigue la pauta esbozada para Ellen pero,
al contrario que la madre de Escarlata, que muere relativamente pronto, sufre
la guerra y la reconstrucción sin dejar de ser
“la mujer suave, borrosa, pero firme como el acero, con
quien el Sur había construido su hogar durante la guerra y a cuyos orgullosos y
amantes brazos había vuelto en la derrota”.
Melania rebosa bondad por cada poro de su piel. Su carácter
angelical y su amor por Ashley son sus dos características fundamentales. Es
buena porque es incapaz de imaginar la maldad en los demás y ama a Ashley
porque, como él, habita en un mundo que no tiene nada que ver con el real. Ambos
se complementan de la misma forma que Rhett y Escarlata, pero con la distinción
de que el matrimonio Wilkes vive de sueños, propios o ajenos, y los Butler son
mucho más prácticos.
De constitución débil, enfermiza y sin un físico realmente
hermoso, Melania Hamilton estaba destinada a casarse con su primo Ashley
Wilkes, por mucho que a Escarlata le disgustase ese enlace. Tras la boda y con
su marido en el frente Melania se queda en Atlanta haciéndole compañía a la tía
Pitty, y recibe con los brazos abiertos a la viuda Escarlata y a su hijo Wade.
Nada de lo que Escarlata pueda hacer rebaja la opinión que su cuñada tiene de
ella; su fidelidad, su lealtad, sus constantes defensas y atenciones no hallan
respuesta en Escarlata, que la desprecia por el mero hecho de que Ashley
pertenece a Melania. Ambas mujeres quedan más unidas aún por la promesa de que
la más fuerte de ellas cuide de la más débil en ausencia del hombre de la casa.
Cuando Melania esté próxima a dar a luz, Escarlata la odiará
todavía más, puesto que los cuidados que debe prestarle le impiden ir a Tara,
lo que más desea en el mundo. El parto de Beau es un infierno sólo comparable
al viaje que les espera: Melania no puede quedarse con nadie en Atlanta y Rhett
y Escarlata han de llevarla a Tara.
Es en Tara donde la opinión que Escarlata tiene sobre
Melania sufre un pequeño cambio, aunque sin dejar nunca de mirar por encima del
hombro a su cuñada: cuando llega el desertor yanqui y Melania se precipita al
vestíbulo empuñando a duras penas el sable de Charles, Escarlata vislumbra por
un instante el espíritu inquebrantable de la dulce y apocada Melania:
“Había una aprobación y un gozo feroz en su sonrisa, que
eran comparables al alborotado tumulto en el pecho de Escarlata. (...) Vio en
un relámpago de percepción clara, libre de toda baja emoción que bajo la dulce
voz y los ojos de palomita de Melania había una hoja fina de templado e
irrompible acero, y comprendió asimismo que vibraban cornetas y banderines de
bravura en la tranquila sangre de Melania.”
Melania lucha por Tara hombro con hombro con Escarlata, en
la medida de sus escasas fuerzas, y vuelve a su amada Atlanta para convertirse
en el sostén espiritual de la ciudad. A su lado todos se sientes seguros,
disfrutan de un destello de los viejos tiempos, comparten el cariño que brota
incesante de la señora Wilkes y encuentran consuelo para sus penas cuando ella
está presente, repartiendo sentido común a diestro y siniestro. El recuerdo del
Viejo Sur está asegurado con mujeres como ella, que han perdido la guerra pero
que no se han rendido. Lo mismo ha hecho Escarlata, pero ella carece de la
inocente cualidad que hace que Melania ignore durante toda su vida que el mal
existe.
Melania, sencilla como la tierra y transparente como el agua
de primavera, convencida de que no hay mayor felicidad para una mujer que traer
niños al mundo, muere al ignorar las recomendaciones de no tener un segundo
hijo.
“Le estoy envidiando su niña a Escarlata, que siempre ha
sido tan buena para mí. Perdóname, Señor. Yo no deseo la niña de Escarlata,
¡pero desearía tanto tener una mía!” Colocó un almohadón tras su dolorida
cintura y pensó con ansia en una hijita suya. Pero el doctor Meade no variaba
de opinión en este asunto. Y, aunque ella hubiera arriesgado con gusto su vida
por tenerla, Ashley no quería oír hablar de semejante cosa. ¡Una hija! ¡Cómo
querría Ashley a una hija!”
Con la muerte de Melania desaparece el único sueño de Ashley
que no se había hecho trizas, el apoyo silencioso que Escarlata tuvo a su lado
siempre que lo necesitó, la confidente de Rhett, que sabía reconocer y respetar
a una gran señora... el último vestigio de lo que había sido el esplendor
sureño de preguerra.
Melania encarna el modelo femenino tradicional, no sólo en
el Viejo Sur, sino a escala universal. Su sitio estaba en el hogar, como apoyo
de su marido; su destino era procrear, cuidar de la prole y procurar que los
demás se sintieran a gusto; pasar inadvertida, pero sin descuidar sus múltiples
tareas: gobierno de la casa, alivio de las desgracias ajenas, mantener viva la
Causa perdida... Les estaba vedado tener opiniones propias y mucho menos
hacerlas públicas, y, si se veían obligadas a trabajar para conseguir salir a
flote, debían cuidarse mucho de encontrar placer en ello: esa es una cualidad
masculina. Como afirma Gerald O’Hara, Melania era
“tan modosa, sin hablar nunca de sí misma, como deber ser
una mujer”.
El mundo en el que vive Melania le ha hecho
desconocer el lado más oscuro de la personalidad humana. No ha recibido más que
protección y cariño durante toda su juventud, y no imagina que puedan existir
la maldad y el odio entre los que la rodean; por lo tanto, es incapaz de
suponer ni por un instante lo que pasa por la cabeza de Escarlata y cuando le
ponen la verdad delante se niega a creerla, porque, en su inocencia, cree que
los demás piensan de la misma forma que ella y por lo tanto tampoco realizan
actos inconvenientes.Fue Olivia de Havilland la actriz encargada de dar vida a Melanie Hamilton Wilkes.
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