Mammy tenía una boca grande, de labios gruesos y colgantes que, cuando se enfadaba, pendían más que de costumbre; creía poseer a los O’Hara en cuerpo y alma y que sus secretos eran los suyos; era una mujer enorme, con ojillos penetrantes de elefante. Una africana pura, devota de los O’Hara hasta dar por ellos la última gota de su sangre; la mano derecha de Ellen, la desesperación de sus tres hijas y el terror de los demás criados de la casa. Su regla de conducta y su orgullo eran tan elevados como los de sus amos. Se había criado con Solange Robillard, la madre de Ellen, una francesa distinguida, fría y estirada, que no perdonaba ni a sus hijos ni a sus criados el justo castigo por la menor ofensa al decoro. Había sido nodriza de Ellen y viajó con ella desde Savannah a las tierras altas cuando se casó con Gerald. Mammy es un compendio de etiqueta y convenciones sociales, más estricta incluso que Ellen en lo que a la educación de Escarlata se refiere. Es capaz de penetrar en la capa de perfecta señorita que envuelve el carácter irlandés de la joven,y por eso desconfía del brillo de aquellos ojos verdes cuando algo se le ha metido entre ceja y ceja. Incapaz de abandonar a la familia, Mammy se queda en Tara a pesar de que la guerra ha traído la libertad para su raza; en cierto sentido sigue considerándose propiedad de los O’Hara, o tal vez sea al contrario: “Yo soy libre, señorita Escarlata; no puede usted enviarme a donde yo no quiera ir, y yo volveré a Tara cuando usted vuelva conmigo. Yo no puedo abandonar a la hija de la señorita Elena; no hay nada en el mundo que me obligue a marchar. Aquí estoy y aquí me quedo.” Acompaña a Escarlata a Atlanta para cuidar del hogar de los Kennedy y más tarde de los Butler, pero llega un momento en que Mammy da por concluida su misión y prefiere retirarse a Tara, en una especie de jubilación acelerada por el reuma. Escarlata ha escapado por completo a su control, y aunque la anciana negra ha llegado a apreciar a Rhett, sobre todo desde el nacimiento de Bonnie, la vida en aquella casa no era un lecho de rosas y de nada servían ya las reglas de comportamiento que Mammy tan bien conocía. Antes de que Hattie McDaniel consiguiera la inmortalidad con su Mammy hubo otras candidatas.
Curiosas son las historias sobre Elizabeth McDuffie, doncella de Eleanor Roosevelt, a la sazón la primera dama del país, que la recomendó en persona a Kay Brown, o sobre Bessie Mack, que se ofreció voluntaria al productor a cambio del billete desde Mississippi, pues se consideraba la Mammy ideal. Con mayores posibilidades estaban actrices ya veteranas como Madame Sul-Te Wan, nombre artístico de Nellie Conley (1873-1959), que había intervenido ya en Intolerance (Intolerancia, D.W. Griffith, 16), Queen Kelly (La reina Kelly, E. Von Stroheim, 29), King Kong (King Kong, M.C. Cooper y E.B. Schoedsack, 33)... y había causado muy buena impresión en la reciente Maid of Salem (La muchacha de Salem, F. Lloyd, 37), o Bertha Powell, la Esther de Kings Row (Kings Row, S. Wood, 42). Selznick pensó también en Louise Beavers (1902-1962), antigua doncella de Leatrice Joy y experimentada actriz, aunque relegada a los tradicionales papeles de criada, cocinera y nodriza: What Price Hollywood? (Hollywood al desnudo, G. Cukor, 32), She Done Him Wrong (Lady Lou, L. Sherman, 33), Imitation of life (Imitación a la vida, J.M. Stahl, 34)... pero que cometió el mismo error que Joan Fontaine cuando se presentó a la entrevista previa, en su caso para Melania: se presentó con sus mejores galas, muy lejos de la apariencia que Mammy debía tener, y esa primera impresión le cerró el camino hacia el papel. Se conservan también imágenes de las pruebas realizadas con Hattie Noel, que no consiguió convencer como Mammy pero a la que se le concedió unos segundos en la secuencia del hospital y que cuenta en su filmografía con títulos como Kitty Foyle (Espejismo de amor, S. Wood, 40), The Return of Frank James (La venganza de Frank James, F. Lang, 40), Kings Row (Kings Row, S. Wood, 42)...
Música de Película: Gladiator II
Hace 2 horas
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