Un lector cualquiera puede dejarse llevar por el camino de la historia que cuenta Lo que el viento se llevó, sin necesidad de ser apuntado con un arma, pero aquí encontramos un uso literal de esa amenaza.
Un ejemplar de la obra de Margaret Mitchell, datado como primera edición, de 1936, contenía entre sus páginas nada menos que una pistola, un calibre del 0.32. Por suerte, según dice el archivo, no se ha identificado la munición con ninguna herida ni altercado.
Se puede visitar este objeto en el Laboratory Division Reference Firearms Collection, en Quantico, en el estado de Virginia.
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