Durante décadas, el soporte empleado en las películas era nitrato de celulosa, el celuloide de toda la vida; tenía muchas ventajas, pero una desventaja peligrosa: el material es altamente inflamable (entra en combustión si la temperatura alcanza los 40º). A lo largo de los años, varios incendios se llevaron por delante archivos enteros de diferentes productoras y se perdieron para siempre películas de las que hoy sólo se puede hablar de oídas, porque no existen copias conocidas. También la vida humana estaba en peligro en archivos y cabinas, porque al fuego se añadía la producción de gases tóxicos.
Por todo ello nos parece bastante improbable que en el rodaje de “el incendio de Atlanta” de Lo que el viento se llevóse emplearan como combustible películas antiguas, como sostienen algunas fuentes. El nitrato arde fácilmente, sí, pero no de forma controlada ni segura, y lo que el equipo de la Selznick International necesitaba la noche del 10 de diciembre de 1939 era justamente eso: manejar las llamas más o menos a su antojo. Los encargados de seguridad del estudio no habrían permitido un riesgo semejante y, por descontado, las compañías de seguros se habrían lavado las manos si Selznick hubiera autorizado el uso de nitratos descartados para avivar las llamas, y los servicios de bomberos tampoco habrían dado su visto bueno; Lee Zavitz había diseñado un sistema bastante más apropiado para lo que se tenía pensado y, aunque los vecinos de Culver City llegaron a pensar que “se estaba quemando la MGM”, no hubo incidentes dignos de mención. Las únicas “víctimas” fueron los antiguos decorados, de cartón piedra y madera en su mayor parte, que dejaron paso así a las fachadas de las casas de Atlanta (que a su vez también desaparecieron cuando cumplieron su cometido).
Las cosas de la vida
Hace 14 minutos
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