Por mucho que amaran el cine, los productores y responsables de los estudios no eran hermanitas de la caridad y su objetivo era tanto hacer negocio como conseguir una buena película. David Selznick podía pasarse días en la sala de montaje combinando planos y más planos hasta quedar momentáneamente satisfecho de los valores artísticos de una de sus obras, pero también sabía esgrimir el látigo con contundencia… y mostrarse luego encantador hasta el punto de hacerse perdonar todo.
Durante el rodaje de Lo que el viento se llevó Vivien Leigh tuvo buena prueba de que los Selznick podían ser muy despiadados: cuando se enteró del despido de Cukor y, después de rogar en vano a David que readmitiera al director, Vivien sintió que su participación en la película había perdido todo su encanto y su razón de ser, y también que no sería capaz de llevar a buen puerto su interpretación de Escarlata sin Cukor como guía.
Acudió a Myron Selznick para anunciarle que quería romper su contrato, pero el agente le puso muy claras las cosas:
“Si dejas esta película, estarás en los juzgados hasta el último día de tu vida. No volverás a trabajar nunca, ni en el cine ni en el teatro. Nunca serás libre. David se ocupará de eso. Y yo también, señorita Leigh”.
La amenaza era real, por supuesto. Aunque hubiera habido Escarlatas de repuesto (¿habrían aceptado la nueva oportunidad Paulette Goddard, Bette Davis, Joan Bennett…?), Selznick habría sido el hazmerreír de la industria, los medios y el público si su actriz soñada le dejaba plantado, por no hablar del cataclismo económico para la productora, empeñada hasta las cejas y con la perspectiva de abandonar GWTW (dando por perdido lo invertido hasta entonces) o empezar de nuevo el rodaje con el gasto que ello supondría.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Choque de voluntades
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario