De Louise Brooks a Liza Minnelli, de Judy Garland a Ann Margret, casi todas las estrellas femeninas de Hollywood en un período de 50 años pasaron por las manos de Sydney Guilaroff.
Este legendario peluquero fue el responsable de las trenzas de Dorothy, los tocados de María Antonieta, del corte de pelo de Rosemary para Mia Farrow y del de María para Ingrid Bergman, de que Lucille Ball sea recordada como pelirroja… También los caballeros se sentaron en su sillón, pero es por las actrices a las que peinó, escuchó y aconsejó por lo que Guilaroff es un nombre imprescindible a la hora de citar a los creadores de estilo.
Si bien la mayoría de las fuentes consultadas reducen su aportación al peinado de Vivien Leigh en la primera toma de la primera secuencia, Guilaroff mismo contaba que la actriz no se sentía totalmente a gusto con algunos de los peinados que el equipo de Lo que el viento se llevó había pensado para ella y se puso en contacto con el famoso peluquero, puntal del departamento en la MGM. Sydney, en su tiempo libre, se dedicó a crear diseños acordes con los numerosos cambios de vestuario de Escarlata, que luego fotografió y pasó a los profesionales de la Selznick International para que trabajaran sobre ellos.
En esta ocasión, como en otras muchas, Guilaroff no recibió crédito. Los peluqueros tardaron bastante en ver sus nombres en los títulos y Sydney fue el primero en obtener ese reconocimiento, aunque no sería de forma continua, por conflictos con el sindicato y con Mayer.
Sydney Guilaroff nació el 2 de noviembre de 1907 en Londres, de familia rusa, y creció en Canadá. Empezó en el oficio de la peluquería en Nueva York, desde abajo, ya que era un chiquillo sin dinero que había tenido que abandonar sus sueños de convertirse en arquitecto; de trabajar para otros aprendiendo todo lo que hay que saber, pasó a tener su propio salón. Una de sus clientes fue Louise Brooks, aunque él no lo supo hasta que vio su peinado en la pantalla y el buen recibimiento que tuvo. Le había cobrado 1 dólar y medio por la sesión.
Los elogios de Claudette Colbert, entonces en el teatro, y a la que Guilaroff dio su tocado característico, hicieron conocido su nombre en la Gran Manzana, pero fue Joan Crawford la responsable de su llegada a Hollywood: Mayer se hartó de los numerosos viajes de Joan a través del país para que Sydney se ocupara de sus cabellos y decidió que era más productivo que el peluquero se asentara en California.
Además de por sus creaciones, Guilaroff hizo historia al convertirse, en 1938, en el primer soltero al que se le permitía adoptar un niño y, según cuenta en su autobiografía Crowning Glory: Reflections of Hollywood’s Favorite Confidant, fue algo más que el confidente de Ava Gardner y Greta Garbo y estuvo con Marilyn en su última noche.
El libro, que se publicó pocos meses antes de su muerte en 1997, no traiciona del todo la confianza que las estrellas habían puesto en Sydney, porque sus “revelaciones” son pocas y anecdóticas, pero no deja de ser una lectura entretenida si la tomamos con las acostumbradas precauciones (el proverbial “grano de sal” de los angloparlantes) que deben estar siempre presentes cuando se trata de una autobiografía.
domingo, 2 de noviembre de 2008
Sydney Guilaroff, peinados de Escarlata
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