Es difícil, muy difícil, escribir a estas alturas algo original sobre la vida personal y profesional de Vivien Leigh, nacida Vivian Mary Hartley el 5 de noviembre de 1913.
Una de las mujeres más hermosas que han hollado el planeta (aunque odiaba que se lo dijeran) y una actriz excepcional, ha dado pie a numerosas biografías, ya sea en el tradicional formato de libro o, desde hace unos años, en la red de redes. Por eso las siguientes líneas, en honor del cumpleaños de la actriz protagonista de Lo que el viento se llevó, deben tomarse sólo como un apunte, un indicativo, porque también es imposible encerrar en una entrada de proporciones cómodas todo lo que se sabe, o incluso lo que se desconoce, sobre ella.
Nació en Darjeeling, en la India, de padres ingleses, y allí pasó sus primeros años. No volvió al lugar que la vio nacer hasta mucho después, ya que muy pronto se la envió a Europa, interna en un convento; allí le confesó a una de sus condiscípulas, otra irlandesa inolvidable y futura candidata a interpretar a Melania Hamilton, Maureen O’Sullivan, que su ambición era llegar a convertirse en una gran actriz.
Tras un periplo por Europa, como era costumbre para rematar la educación de las señoritas con posibles por aquellos años, empezó a estudiar arte dramático y su proyecto no se vio interrumpido por su matrimonio con el abogado Herbert Leigh Holman y el nacimiento de su única hija, Suzanne.
Los pequeños papeles en el cine no parecían llevarla a ninguna parte, y tampoco su debut en el teatro auguraba un éxito inmediato, pero The Mask of Virtue la catapultó de la oscuridad a la fama en una sola noche.
El productor Alexander Korda la puso bajo contrato y su protección personal; Vivien tuvo oportunidad de admirar a su contrapartida masculina, Laurence Olivier, que era el ídolo del momento. La atracción entre ambos fue mutua casi desde el instante en que se conocieron, se confirmó durante el rodaje de Fire Over England y, cuando ambos interpretaban Hamlet en Dinamarca decididieron comunicar a sus respectivos cónyuges que pretendían casarse en cuanto fuera posible… que fue en 1940.
Olivier tenía que viajar a Estados Unidos a finales de 1938 para interpretar a Heathcliff en Cumbres Borrascosas; Vivien tenía compromisos que le impedían ir con él, pero desde que había leído Lo que el viento se llevó, casi dos años atrás, se había fijado la meta de interpretar a Escarlata, así que decidió ir a visitar a Olivier y aprovechar el momento, sabiendo que Selznick aún no había adjudicado el papel. El resto es materia de historia y de leyenda.
Su corazón, aparte de por Olivier, estaba ocupado por el teatro, y sus apariciones en la pantalla plateada fueron comparativamente escasas, pero inolvidables, como lo fueron para los afortunados espectadores sus papeles en las tablas, donde demostró sin lugar a dudas que podía estar a la altura de un coloso como Olivier.
Su película favorita de entre las suyas era la segunda que rodó en América, Waterloo Bridge (El puento de Waterloo, 1940), una elección inesperada, pero comprensible: Escarlata, como persona, no le gustaba, pero sí era un papel por el que valía la pena mover cielo y tierra; su Ana Karenina queda ensombrecida por la de Garbo; su joven Cleopatra le haría recordar la pérdida del hijo que esperaba; Blanche, su segundo Premio de la Academia y pariente no muy lejana de Escarlata, estaba peligrosamente cerca en sus desvaríos del trastorno bipolar que aquejó a Vivien durante gran parte de su vida… y que pesó mucho en el deterioro de su matrimonio.
Olivier volvió a casarse, y Vivien “aprendió a estar sola” con su compañero de sus últimos años, el actor John Merivale, sin rebajar por ello ni un ápice su adoración por Larry.
La muerte le llegó demasiado pronto, porque estaba llena de proyectos y dispuesta a luchar, como lo había hecho durante años contra todos los obstáculos que se le presentaban. La tuberculosis se la llevó en 1967. Sus cenizas se esparcieron por el lago cercano a su casa en Sussex.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Vivien Leigh, Scarlett O'Hara
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