En 1936 Margaret Mitchell sabía tanto de derechos de autor como Prissy de traer niños al mundo, pero pronto tuvo que ponerse al corriente de los entresijos legales, dispuesta como estaba a no permitir ningún uso indebido de Lo que el viento se llevó o a perder ni un céntimo de lo que en buena lid le correspondía.
La escritora aprendió sobre la marcha y planteó batalla allí donde lo creyó necesario, que fue en muchos sitios y el resto de su vida (y más allá).
Además de las demandas por plagio (a ambos lados del banquillo) también tuvo que ocuparse de gestionar sus derechos de autor a medida que la novela se editaba en diferentes países e idiomas.
Durante el primer año apenas hubo problemas al respecto pero, a finales de 1937 Mitchell se enteró de que GWTW se iba a publicar en Holanda pero sin que ella recibiera compensación alguna: la editorial holandesa se escudaba en que el libro se había publicado en Estados Unidos sin que hubiera una edición simultánea en uno de los países que se adherían al Tratado de Berna, lo que permitía la publicación sin contraprestación alguna.
El editor holandés argumentaba que la primera edición de Gone With the Wind llevaba la fecha de mayo de 1936… pero en ese mes la obra no se publicó en ninguna parte: la salida al mercado se retrasó hasta junio y el libro llegó simultáneamente a las estanterías de Estados Unidos y de Canadá, que sí reconocía el tratado, y, por lo tanto, la novela quedaba amparada por la legislación sobre derechos de autor.
Mientras se tramitaba el caso, los holandeses disfrutaron de los tres volúmenes de Gejaagd Door de Wind sin saber que su creadora no percibía ningún porcentaje de las ventas.
El relato de este famoso caso no quedaría completo si no mencionáramos que el editor tuvo el detalle de enviar, durante varios años, bulbos de tulipanes para adornar la tumba de Margaret Mitchell.
5 comentarios:
Perfecto, creo que la imágen para cerrar la entrada hubiese sido un bulbl de tulipán ¿No te parece?
Desde luego, los temas legales siempre andan metidos en todos los rincones. Hay que estar al quite de todo si no quieres que te tomen el pelo. ¡¡Vaya tela!!
Por cierto, qué preciosidad de tomos los de la edición holandesa que has puesto!
Saludos!
En primavera, Alí, en primavera (del hemisferio norte, ¿eh?) ;-)
La situación de Margaret Mitchell no era para envidiar, Blas. El libro que había escrito para entretenerse se convierte en un éxito mayúsculo y la fama le cae de repente; luego empezaron los problemas legales como éste y se pasó buena parte del resto de su vida intentando desenredar la madeja que había líado la legislación de su país... Eso sí, el editor holandés se esmeró con la edición: le quedó muy bonita...
Saludos
Y tanto que no eran para envidiar, una vez que te metes en esa clase de juicios sobre propiedad privada del tipo que sea, ya no sales... Dímelo a mi que soy abogado. :S
Y con la guerra (mundial) de por medio, la cosa se complicó en muchos países durante varios años.
Aunque el padre y el hermano de Margaret eran abogados, no estaban especializados en derechos de autor, claro, y Macmillan tampoco fue de mucha ayuda.
De la misma manera que los actores le deben a Olivia de Havilland un cambio a su favor en los contratos con los estudios, los escritores de Estados Unidos vieron mejor protegidos sus derechos gracias a los esfuerzos de Mitchell...
Saludos
Publicar un comentario